En Suiza, país de relojes de cuco, banqueros y de Heidi, unos ladrones, de esos que van a la cárcel y que, según los medios de comunicación, integran “bandas mafiosas” (diferentes de las que venden “discos piratas”), han robado una pintura de Monet, otra de Degas, otra más de van Gogh, una cuarta de Cézanne y, en un asalto anterior, dos obras de Picasso... Sabiendo que estos robos siempre lo son “por encargo” y que detrás de los delitos están multimillonarios caprichosos, que suelen formar parte de los consejos de administración de los bancos, nos encontramos con una situación de esas que proporcionan grandeza al arte: su potencial dialéctico, es decir, su capacidad para conciliar a los opuestos; porque no hay mayor distancia en los sistemas de Galileo que la que separa a los unos de los otros... ¿O no?
El asunto tiene su gracia, porque estos incidentes que salen en los medios de comunicación en las secciones de sucesos, en realidad, son “juegos” entre financieros, mecenas y aseguradoras, en los que los demás apenas participamos como testigos o como “instrumentos impositivos”. Porque estos incidentes supondrán, incuestionablemente, el incremento de las primas de seguros, que deberán pagar los museos receptores; y los gastos de esos museos se suelen pagar con las aportaciones de los ciudadanos, ya sean visitantes o simples contribuyentes. A su vez, el incremento de las primas, aumenta el volumen de negocio de las aseguradoras... Y es sabido que éstas y las entidades financieras beben en las mismas enotecas.
Los artistas con como los cerdos; cuando viven los alimentamos con los desperdicios, pero cuando mueren, las estructuras financieras aprovechan de ellos hasta los recuerdos. Es la lógica inflexible del sistema liberal: el imperio de la libertad conduce inexorablemente al triunfo de los poderosos; a que quienes tienen más armas o más dinero se apoderen — ¿he dicho se apoderan? ¡Qué lapsus!—de las cosas más preciadas.
Por último... Si alguien cree que los ladrones de arte son personajes cínicos, refinados y atractivos como Thomas Crown (materializado por Pierce Brosnan), ya puede ir cambiando las referencias... Los “grandes coleccionistas” suelen tener más de medio siglo y la frente alongada y brillante, de tanto elucubrar sobre el Euribor y los asuntos estéticos; completa la imagen, avión particular, traje de via dei Condotti y moreno de Zermat (de Vaqueira o de Bali, según preferencias)...
El asunto tiene su gracia, porque estos incidentes que salen en los medios de comunicación en las secciones de sucesos, en realidad, son “juegos” entre financieros, mecenas y aseguradoras, en los que los demás apenas participamos como testigos o como “instrumentos impositivos”. Porque estos incidentes supondrán, incuestionablemente, el incremento de las primas de seguros, que deberán pagar los museos receptores; y los gastos de esos museos se suelen pagar con las aportaciones de los ciudadanos, ya sean visitantes o simples contribuyentes. A su vez, el incremento de las primas, aumenta el volumen de negocio de las aseguradoras... Y es sabido que éstas y las entidades financieras beben en las mismas enotecas.
Los artistas con como los cerdos; cuando viven los alimentamos con los desperdicios, pero cuando mueren, las estructuras financieras aprovechan de ellos hasta los recuerdos. Es la lógica inflexible del sistema liberal: el imperio de la libertad conduce inexorablemente al triunfo de los poderosos; a que quienes tienen más armas o más dinero se apoderen — ¿he dicho se apoderan? ¡Qué lapsus!—de las cosas más preciadas.
Por último... Si alguien cree que los ladrones de arte son personajes cínicos, refinados y atractivos como Thomas Crown (materializado por Pierce Brosnan), ya puede ir cambiando las referencias... Los “grandes coleccionistas” suelen tener más de medio siglo y la frente alongada y brillante, de tanto elucubrar sobre el Euribor y los asuntos estéticos; completa la imagen, avión particular, traje de via dei Condotti y moreno de Zermat (de Vaqueira o de Bali, según preferencias)...
Alzando la espada te veo :-)
ResponderEliminar