martes, 26 de febrero de 2008

¡Vaya semanita de museos!

Las circunstancias mandan: Picasso, Mondrian, inauguración de Caixa-Forum, ARCO... Hacía tiempo que Madrid no ofrecía un panorama comparable, para satisfacción de diletantes y demás especies devoradoras de la “cosa cultural”.
Y para completar el panorama, el jueves llegó Heidi con la intención de visitar las nuevas instalaciones del Prado; hasta las laderas suizas recibieron ecos de la inauguración... En esta ocasión no había colas; apenas un leve incidente, sólo un levísimo incidente, en el arco de seguridad, porque a Heidi se la había ocurrido llevar en el bolso una manzana y un plátano... Otra situación surrealista: no podía entrar con las frutas, que debían permanecer en “el depósito”, donde, sin embargo, no permitían dejar el bolso... La señora uniformada, que parecía una “generala” de esas que menudean en los controles de seguridad rusos, nos explicó la situación: en ningún museo del mundo permiten entrar con comida... Además, un plátano junto a otro plátano o una manzana unida a otra manaza no son peligrosos, pero si unimos manzanas con plátanos o plátanos con manzanas, la situación puede ser explosivamente inmoral y, en todo caso, incompatible con el disfrute estético... Está bien comer... es necesario, está bien disfrutar con el arte... pero contemplar Las tres gracias comiéndose un plátano es, simple y llanamente, inadmisible. ¡Qué escándalo!


Para completar el atracón museístico hoy (escribo este texto el sábado día 23) hemos acudido a visitar el Museo Arqueológico Provincial de Alcalá de Henares... Aún huele a pintura y chilla la madera nueva al pisarla...
Es un interesante montaje escenográfico construido sobre un convento dominico rehabilitado, con vitrinas de concepción efectista y demasiados paneles con textos, acaso pensados para que quienes lo visiten “aprendan” (no creo que hayan pensado en el verbo “conocer”) los rasgos fundamentales de la historia de la Comunidad de Madrid, que como todo el mundo sabe, conforma entidad cultural desde la noche de los tiempos.
Se veían unas cuantas piezas interesantes del Museo Arqueológico Nacional junto con otras pocas de diferentes procedencias... El contenido no es demasiado llamativo...

 
Y me preguntaba qué sentido tienen estos museos, qué sentido tienen los museos sin “grandes reliquias”, que no movilizan el interés de los medios de comunicación y, por consiguiente, del público; esos museos que nos interesan a unos pocos chiflados, con los que se tortura a los estudiantes de Enseñanza Media. Me parecen “montajes endogámicos”, concebidos, sobre todo, para crear unos cuantos puestos de trabajo, que se justifican al amparo de una “utilidad pedagógica” cada vez más dudosa. Francamente, al menos la instalación de Alcalá no me parece adecuada para movilizar el interés de quienes deberían sacar provecho de él... si acaso, para lo contrario, para que los alumnos de Enseñanza Media odien los museos.
Por lo demás... Me hizo gracia la desmitificación de Indiana Jones, a quien se consideraba saqueador... Y me acordé de Heinrich Schliemann, pero sobre todo de tantos reputados "arqueólogos" de aquellos años (primer tercio del siglo XX) que hicieron carrera "trasladando" a Europa objetos egipcios...

1 comentario:

  1. Dice C.B.G

    El pequeño incidente del que habla me recuerda a otro . En cierta ocasión viajaba en tren , las enormes ventanillas ofrecían unas maravillosas vistas de un atardecer que recordaba a ese rojo de la obra “ El grito” en mi interior resonaban aquellas palabras con las que el mismo Munch describía su experiencia “Caminaba con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza”
    Todo era formidable, pero el compañero de viaje , tal vez inspirado por el color rojizo del cielo sacó un bocadillo de chorizo cuyo olor se extendió rápidamente por el vagón , por el atardecer y por las palabras de Munch y … la verdad … esas sinestesias a veces no son muy acertadas”
    ¿Pasar comida a los museos? Habría que reflexionar más detenidamente acerca de ello.

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