El otro día fui testigo de una situación mágica. En el Centro Dramático Nacional están representando El Rey Lear, de W. Shakespeare (versión de Juan Mayorga), en un montaje realizado bajo la dirección de Gerardo Vera. Me encantó el planteamiento escenográfico; el vestuario es... discutible, pero interesante; las interpretaciones, sumamente irregulares: algunos actores están bien; otros...
Dos horas y media de representación ininterrumpida... en condiciones manifiestamente mejorables y, sin embargo, "eclosiona" el milagro: viejos y jóvenes, hombre y mujeres, cultos e incultos; eruditos y analfabetos... todos a una permanecíamos en la sala abarrotada inmóviles, con atención extrema, sin toses de desahogo y sin que crujieran las butacas... atentos a un texto escrito en las proximidades del 1600, hace más de 400 años, cuando, según mi amigo Carlos, las personas tenían preocupaciones existenciales muy diferentes... O, tal vez, no tan diferentes; en todo caso, ¡magia pura!
De regreso a casa mis neuronas repasaban las secuencias de Ran, y de nuevo, me admiraba el talento de Kurosawa... y su ingenio para trocar personajes y situaciones hasta conseguir una obra "japonesa" que no agitara el espíritu de William Shakespeare en su tumba, sin perder de vista la riqueza de su herencia. Dicen que las comparaciones son odiosas... A mí me parece que, en este caso, las comparaciones enriquecen los discursos de ambos creadores, hasta ofrecer al contemplador una grandiosa enciclopedia sobre la naturaleza humana... que nos recuerda la pervivencia de nuestros rasgos fundamentales (antes decían "esencia") por encima de las diferencias culturales y del paso de los años.
Dos horas y media de representación ininterrumpida... en condiciones manifiestamente mejorables y, sin embargo, "eclosiona" el milagro: viejos y jóvenes, hombre y mujeres, cultos e incultos; eruditos y analfabetos... todos a una permanecíamos en la sala abarrotada inmóviles, con atención extrema, sin toses de desahogo y sin que crujieran las butacas... atentos a un texto escrito en las proximidades del 1600, hace más de 400 años, cuando, según mi amigo Carlos, las personas tenían preocupaciones existenciales muy diferentes... O, tal vez, no tan diferentes; en todo caso, ¡magia pura!
De regreso a casa mis neuronas repasaban las secuencias de Ran, y de nuevo, me admiraba el talento de Kurosawa... y su ingenio para trocar personajes y situaciones hasta conseguir una obra "japonesa" que no agitara el espíritu de William Shakespeare en su tumba, sin perder de vista la riqueza de su herencia. Dicen que las comparaciones son odiosas... A mí me parece que, en este caso, las comparaciones enriquecen los discursos de ambos creadores, hasta ofrecer al contemplador una grandiosa enciclopedia sobre la naturaleza humana... que nos recuerda la pervivencia de nuestros rasgos fundamentales (antes decían "esencia") por encima de las diferencias culturales y del paso de los años.
Llevo un tiempo enamorada del cartel, de este y del resto que ilustra la temporada 2007-2008 del Centro Drámático Nacional, hace unas semanas apareció un artículo en El País:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/Tendencias/Carteles/historia/detras/elpepitdc/20080325elpepitdc_2/Tes
A mi personalmente la pistola...
Desde mi punto de vista, el cartel es uno de los elementos manifiestamente mejorables, aunque resulte especialmente impactante (condición importante para que un cartel cumpla su función):
ResponderEliminar1. El esqueleto remite a la muerte y aunque el desenlace sea trágico, lo importante en esta obra es el conflicto entre padres e hijos (padre e hijas), que conduce a la rotura del orden antural y, por consiguiente, a la locura. En suma, la idea de caos, que desarrolló Kurosawa.
2. La pieza de ajedrez acaso remita al juego y a los factores aleatorios, que le son propios; sin embargo, la obra de Shalespeare propone una concatenación de hechos sujeta a criterios de orden implacable: la decisión inicial desencadena la rotura del orden, etc.
3. Se me ocurren muchas ideas para relacionar la historia del rey Lear con los problemas generacionales actuales. Tal vez, por ese camino se podrían haber encontrado referencias iconográficas más asequibles al público.
4. Las justificaciones recogidas en el artículo de El País me parecen muy forzadas.
Claro, así venía uno hoy a trabajar ilusionado con Kurosawa
ResponderEliminarJajaja Buena tertulia la de hoy, me mola hablar de cine en clase, aunque sea los viernes
Un saludo, y hoy voy a firmar como anónimo, ea
Salud
Una pena que ya no queden entradas para ver la obra..
ResponderEliminarAhora que no tengo oportunidad de asistir, pIcame la curiosidad.. �cual es la relaci�n que estableces entre Ran y el Rey Lear? ¿la puesta en escena? ¿la afinidad de sensacion que transmiten sobre la naturaleza humana?
Una pena que ya no queden entradas para ver la obra..
ResponderEliminarAhora que no tengo oportunidad de asistir, pIcame la curiosidad.. �cual es la relaci�n que estableces entre Ran y el Rey Lear? �la puesta en escena? �la afinidad de sensacion que transmiten sobre la naturaleza humana?
Ran es una película basada en la obra de Shakespeare, que Kurosawa desarrolló a su antojo, cambiando los personajes en una especie de "juego simbólico" de implicaciones muy complejas. Para empezar, el título: Ran, en japonés, significa "caos"; las tres hijas del rey en Ran se transforman en tres hijos; el contexto "mítico" europeo se transforma en la época de las guerras feudales japonesas... Insisto en que existen pocas aventuras "shakespearianas" tan apasionantes como comparar El Rey Lear con Ran. Existen varias versiones cinematográficas de la obra de Shakespeare. Las más alabadas y fieles al texto original son las de Peter Brook (1971)y la de Grigori Kozintsev (1969). La versión de Godard (1987)es, a mi juicio, un petardo infumable. También existen "versiones" de ambientaciones diversas...
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