lunes, 30 de noviembre de 2009

El Reina Sofía globalizado vuelve a las andadas

Desde que el “Centro de Arte” se convirtió en “Museo Nacional” no paro de preguntarme qué sentido tiene un museo de arte contemporáneo al que no se dota con los recursos necesarios para estar a la altura de la realidad estética occidental. Nos interesa hacer un “Centro de Arte”, pero no deseamos gastar lo que exige su funcionamiento… ¿porque sólo nos interesa manifestar “interés por la cultura” el día de la inauguración? Si optamos por “musear” (discúlpeseme el barbarismo) las creaciones contemporáneas, asumiremos un desfase cronológico que dejará al museo en situación de subsidiariedad permanente. Las obras de arte entran en los museos cuando “se haya comprobado” su relevancia en el desarrollo del proceso creativo y esa certificación sólo puede establecerse a posteriori. Cedemos o renunciamos a asumir el protagonismo cultural que podría correspondernos a las grandes instituciones cuyo protagonismo no discutimos. Y nos dedicamos a exponer lo que nos diga el MOMA, lo que proponga en el Pompidou o lo que organice la Tate Modern…
De nuevo aparece la sospecha de que, como sucede en otros ámbitos de la acción política y administrativa, se construyen museos para justificar situaciones de variada naturaleza, pero siempre al margen de las necesidades sociales (comunes o especializadas); para justificar puestos de trabajo, para justificar el cacareado apoyo a la cultura de los eslóganes, para justificar la existencia “nominal” de infraestructuras culturales de cierta complejidad, etc. Funciones, todas ellas, muy alejadas de la definición de museo establecida por el ICOM, que no me resisto a recuperar una vez más:
“Un Museo es una institución sin fines de lucro, un mecanismo cultural dinámico, evolutivo y permanentemente al servicio de la sociedad urbana y a su desarrollo, abierto al público en forma permanente que coordina, adquiere, conserva, investiga, da a conocer y presenta, con fines de estudio, educación, reconciliación de las comunidades y esparcimiento, el patrimonio material e inmaterial, mueble e inmueble de diversos grupos (hombre) y su entorno”.
Por fortuna, como visitantes interesados, siempre nos queda la salida de buscar la vertiente positiva de cada evento… que en asuntos estéticos, casi siempre está al alcance de los ojos.

En este caso, el Reina Sofía nos propone varios eventos de interés irregular. En primer lugar, si entramos por la zona J. Nouvel , podemos contemplar las “últimas adquisiciones”, que han organizado con criterios no siempre afortunados. Según las hojas “explicativas” dispuestas en algunas salas, bajo el lema “El cuerpo como inscripción”, se han agrupado obras de Duchamp, Yves Klein, Cy Twombly…
“Durante la posguerra, se produce un repliegue hacia la lógica interna de la pintura para explorar el medio en sus características materiales, el plano y la bidimensionalidad, pero también con objeto de evitar, en la sublimación del pintor y su oficio, la mirada a un contexto social y político traumático. La idea del informalismo y expresionismo abstracto de que para asegurar la continuidad de la vanguardia, ésta debía refugiarse en una reflexión atemporal de la práctica artística, entra en crisis a finales de los años 50. En ese momento, determinado por la aparición de la primera sociedad de consumo y la ocupación del mercado en espacios de la vida cotidiana, tiene lugar un cambio de paradigma, en el que el artista vuelve a vincularse a la sociedad, pero no ya desde la creencia en producir una transformación ideológica en ésta, sino desde la afirmación del carácter teatral y suplementario de un gesto artístico que es tanto huella como acción, lenguaje a la vez que imagen.”
Es bueno acudir a los museos, porque se aprenden muchas cosas: ¿El expresionismo abstracto fue una corriente centrada, sobre todo, en explorar el medio pictórico en sus características materiales? ¿Y el gesto, la acción, la noción de trascendencia “laica” del tao, etc.?
Otra perla de las “hojas didácticas”: “La obra de José Antonio Sistiaga transita entre la pintura y el cine experimental, dos lenguajes en los que mantiene una sorprendente coherencia conceptual y poética. Ere erera baleibu izik subua aruaren… (1968-1970) es hoy una de las películas más decisivas del cine experimental de animación a nivel internacional”. Por fin, me es dado conocer dónde se inspiró S. Kubrick para realizar las memorables imágenes de 2001, una odisea del espacio...,
Me excuso por no transcribir citas más amplias, tan útiles para tener las ideas claras sobre la evolución del arte contemporáneo durante el siglo XX… Pero me atrevo a sugerir un poco más de cuidado en la redacción los textos.
Pasamos al antiguo hospital…

“Rodchenko y Popova. Definiendo el constructivismo” sirve para recordar algunos fenómenos estéticos asociados al movimiento revolucionario soviético y, desde las servidumbres divulgativas propias de los museos, es de agradecer la iniciativa… aunque la exposición parezca pobre y reiterativa y, en algunos aspectos, demasiado restringida.
En todo caso, es interesante entrar en la recuperación histórica para constar la relación que hubo entre las corrientes políticas revolucionarias y los modelos estéticos de las vanguardias históricas, hasta que en el seno de aquellas se impuso la necesidad de aprovechar las posibilidades instrumentales de la imagen. A partir de ese momento, los debates estéticos se estrecharon en territorios de pura representatividad para dejar fuera todo lo demás, automáticamente etiquetado y descalificado como “estética burguesa”. Y se abandona la retórica de las sugerencias poéticas en beneficio de retóricas persuasivas, directas.
Lo mejor: la posibilidad de aproximarse al cine soviético y al debate entre las diferentes maneras de interpretar la realidad desde el medio cinematográfico, según el modo “naturalista” de Vertov …


Como quedaba poco tiempo, se nos ocurrió dar una vuelta por la colección permanente. Como es habitual durante los domingos, la sala del Guernica se había convertido en foro animado y multicolor de gente mayoritariamente joven… vigilado por media docena de personas uniformadas, de gestos frenéticos, encargadas de prohibir la realización de fotografías. Me dirijo a una de ellas pare preguntar las razones de esa excepción antiicónica (en el resto del Museo se pueden hacer fotos) y me responde que “Si se hicieran muchas fotos, el Guernica se estropearía” (sic).
Pocos minutos después los propios vigilantes nos apremiaron porque el Museo estaba a punto de cerrar… Tampoco entiendo por qué algunos museos cierran las tardes de los domingos.

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