martes, 18 de enero de 2011

El Museo de Cádiz también padece Alzheimer



En una reencarnación anterior me explicaron que los museos provinciales, entre otras funciones, tenían la sagrada misión de atesorar y exhibir la historia material de la ciudad y su entorno.
Sabiendo que todos nos preguntamos "de dónde venimos y a dónde vamos", la visita al museo puede convertirse en un magnífico ejercicio de higiene psíquica: nos aproximamos a la contemplación del pasado, a una parte, más o menos substancial, de la propia identidad, a un ingrediente de lo que los freudianos llaman el "superego".
Hace quince días me acerqué al Museo de Cádiz y me enteré de algo sorprendente:  ¡Por Cádiz no pasó el fenómeno islámico!  Hubiera jurado que esa cualidad era exclusiva de Covadonga.
Deduzco que, por razones derivadas de su extraordinaria ubicación geográfica y topográfica, en Cádiz son liberales, en el más amplio y solemne sentido del término, desde cuando pasaron por allí Adriano y Antinoo...
¡Lo que se aprende en los museos!

Con ese convencimiento, es sorprendente que el término Cádiz proceda del árabe Qaadis ( قادس) (duplico la a porque con mi teclado no sé como indicar sonido largo); y éste del latín, Gades, que a su vez, vendría del término fenicio del que derivó el topónimo "agadir" (plaza amurallada, que en árabe puede ser  أغادير‎ o أڭادير)

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