Por Martín Peño
Entré en la página de artivismo.es y me detuve en leer un artículo sobre la Norgweian School of Economics, NHH (Escuela de Negocios Noruega) fechado el 8 de octubre de 2011. Hacía referencia a las actividades programadas en los meses de julio-agosto de 2011 y concluídas el 6 de septiembre. En ellas se invitaron a cinco artistas urbanos (Escif, M-City, EINE, Hyuro y Dolk), y fueron completadas las jornadas con charlas sobre este arte y el Capitalismo, pintándose nueve murales en las que se hacía una crítica más o menos explícita, en lo que parece fue un enfrentamiento cara a cara entre caballeros. De esas intervenciones se puede ver el vídeo.
Lo que realmente me llamó la atención de todo esto no fue la noticia en sí misma, sino el artículo de Manuel Alcántara-Plá, el cual comienza: “Hablando se entiende la gente, ¿no? Eso debe de ser lo que han pensado en la Escuela Noruega de Economía. Se autodenominan elitistas(...)” rematándolo con “seguro que el atrevimiento (¿o debería decir reconocimiento?) ha merecido la pena”.
De verdad que no acabo de entender si el final contiene cierta carga de ironía, o si por el contrario es una afirmación inocente, por clasificarla de alguna manera. Si es la primera opción estaría bien que se extendiese más el artículo y así podríamos entender al autor. Si es la segunda opción, desconcierta. Me da qué pensar y buscarle alguna explicación. No quiero negar el hecho, de que tal comentario haya sido escrito con las mejores intenciones, pero si esto refleja el momento en el que vivimos o el grado de agudeza crítica que se respira, y más en ciertos sectores, pues a mi entender, no estamos muy acertados...y por lo que se puede observar me temo que pueda ser así.
Inmediatamente de haber leído esto, me vino a la cabeza la exposición de fotografía montada en el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico, Growth y la reseña en el blog Fotografías y banqueros de Alp. También la entrevista realizada al artista brasileño Marlon de Azambuja en El Cultural (4/11/2011) en la que dice “para mí, que creo en el poder transformador del arte, me parece fundamental que se hable y se piense sobre cómo se da ese encuentro entre el arte y el espectador. A la conclusión que llego es que las personas aprecian y agradecen cualquier herramienta de pensamiento que se le proporcione. Lo más poderoso del arte, de hecho, es la posibilidad que ofrece para cambiar lo que pensamos.” Un discurso ya conocido.
Si no nos despistamos y entrando en lo político, llegamos a entender la capacidad que tiene el Poder en general, y el sistema capitalista en concreto de fagocitar y eliminar cualquier propuesta de transformación y crítica respecto a sus planteamientos, cuando no, de forma ilusoria crearlos, formulando iniciativas que como mucho llegan a ser reformistas, sacándoles rendimiento.
En este sentido el arte a través de la Historia ha sido un elemento que ha servido tanto para afianzar la dominación como para negarla o cuestionarla. Algo que ahora parece no está tan claro.
Estamos viviendo unos momentos en los que cualquier forma de crítica pasa a formar parte de un espectáculo mediático en el que las ideas y reflexiones son convertidas en opiniones casi carentes de contenido. Se ha creado el papel de un espectador partícipe, en una gran performance en la que importan más las formas que los contenidos, dándole un carácter meramente estético a la acción, donde se introducen elementos éticos y morales disfrazados de intencionalidad política. En este escenario o si se quiere en esta foto, si no se aparece es que no existes. Ahí está el logro de haber eliminado cualquier disidencia auténtica y potencialmente peligrosa, si no eliminándola, sí absorbiéndola o ignorándola.
La fórmula de conocer al adversario para combatirlo siempre ha sido una estrategia efectiva empleada. Por ejemplo en los seminarios (de la Iglesia). Siempre ha habido espacio para poder escuchar cualquier deriva ideológica y/o política, con el fin de conocer cómo piensa el otro y poder afrontar su discurso. Es una manera de neutralizar previsibles problemas o adelantarse en el pensamiento.
La frase final del comentario de Manuel Alcántara-Plá parece reflejar la idea del caballo de Troya, la de haberle colado un tanto al adversario en su campo y sin haberse enterado, pero más bien parece que los artistas han sido los ratones de laboratorio que han servido como objeto de estudio. Si es que es cierto que ellos mismos se han creído su mensaje. Si no ¿por qué lo harían?
Los artistas son objeto de estudio… o más bien ratones voluntarios que se benefician del espectáculo que supone el experimento de la comercialización de sus acciones?
ResponderEliminarSer artista hoy es también entrar en el juego siendo consciente de lo que hay y, por supuesto, creerse su propio trabajo. Para vender un producto debes creértelo y tras ello saber exponerlo adecuadamente. Como dices, las formas acaban siendo más importantes que los contenidos. A quien lo mueve, lo comercializa, le importa (y le debe importar) que sea algo sobretodo rentable y que se cree al final una burbuja en la que todos se aprovechan de todos.
El problema surge en el papel que se le adjudica al artista en todo este circo. Mi punto de vista lo dejo en la primera frase del comentario