lunes, 19 de diciembre de 2011

El estado de las cosas: el poder de una imagen

Por Martín Peño


Manuel Marín (expresidente de la cámara) quiere que su retrato para la galería de expresidentes del Congreso, sea una fotografía de Cristina García Rodero (Puertollano, 1949; Premio Nacional de Fotografía) pero el presidente de la Cámara, José Bono, le ha pedido que lo reconsidere y ha avanzado que, si opta por la foto en vez de una pintura, él no la colgará en el pasillo correspondiente. Noticia aparecida el catorce de septiembre de 2011.
Hemos querido retomar esta noticia, porque de fondo aparecen cuestiones extrapolables que a menudo se dan en los ámbitos artísticos y sus gentes. Cuestiones que aunque parezcan claras o superadas, no sólo no pasan de moda sino que tienen una vigencia estremecedora.
A semejanza y relación, nos han llevado a recuperar lo de José Bono y su veto a la fotografía en el Congreso: la cuestión de establecer una jerarquía o clasismo en el hecho de la creación. Ideas que sostienen la primacía de unas artes o disciplinas artísticas sobre otras, marcando unas pautas muchas veces deudoras de criterios de épocas pasadas, mantenidas incluso ya en el siglo XXI. Hablo de situación extrapolable, porque el artículo se centra en alguien, que en principio identificamos como ajeno al mundo del arte, pero que esto mismo se hace presente en los ambientes puramente artísticos y en todos sus campos, así que emplearemos su figura como una “actitud” identificable de carácter general. La anécdota es una invitación a la reflexión sobre muchos de los temas que además sugiere.
El hecho de que Marín elija una fotografía como imagen resulta ser revolucionaria cuanto menos debida la respuesta de Bono... tal es el poder de la imagen. Desde luego la desaprobación está respaldada por argumentos que el presidente esgrimió. 


Que el Señor Presidente de la Cámara lo considere más o menos arte, aunque "respetando el arte de la fotografía y a la autora del retrato, Cristina García Rodero” nos quedamos con el alegato de la artista, “una técnica no es más digna que otra; y los tiempos cambian" y sobreentendemos que no halla ningún sentido peyorativo. Añadiendo que “un retrato ha de ser creativo, da igual si es pintura o fotografía”.
Bono remarcó que la galería del Congreso es "una pinacoteca, probablemente la pinacoteca de retratos políticos más importante de España". A nuestro juicio, la importancia de una colección de arte, su categoría, se establece por baremos referentes a la calidad de las obras y su autoría, no por su cantidad. Con lo cual habría que conocer con amplitud todos los museos y colecciones del país donde aparezcan retratos de políticos y mandatarios (y de todas las épocas), como para afirmar esto con rotundidad. Se podría pensar que si hay un reconocimiento en torno al arte y el hecho de formar una colección, sería un buen comienzo, y a estas alturas, introducir otras formas de expresión que enriquezcan y revaloricen este patrimonio. Más allá de crear una pinacoteca, se le podría sacar provecho convirtiéndola en una colección de arte que reflejase el momento histórico y social con sus diferentes expresiones, alejándola de ese olor a rancio o por lo menos contextualizándola con los tiempos. Tomamos el comentario de la artista, “y como yo vengo de la pintura, sé perfectamente la poca creatividad que hay en muchos pintores que no tienen nada que decir ni nada que aportar. Hoy en día, la pintura está pasando por una etapa de crisis y sin embargo la fotografía está en un momento esplendoroso” Parece necesario incidir en el sentido que debe cobrar una obra de arte y su vínculo con el momento. 
Otro de los argumentos, para Bono es el de la tradición. Los últimos retratos circulares del salón de Isabel II se colocaron en 1934 y fueron los de Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux. A su juicio, reiniciar la tradición era de justicia:“si finalmente (Marín) creyera que debe enviarnos una fotografía en vez de un cuadro, como se ha hecho desde 1810, lo dejaría colocado en mi despacho para que la siguiente Mesa (del Congreso) decida qué hacen con la fotografía". Conociendo por encima la historia del arte y como bien ha señalado la fotógrafa “¡pero si en 1810 no había nacido la fotografía!” no aseguraríamos hasta que punto podría haber otro tipo de imágenes en los pasillos del Congreso (hay también escultura). Desde luego que la propuesta de Marín analizando el “entorno” se muestra como heroica, revelándose la respuesta como una cacicada. Además sería de interés crear una imagen más progresista del lugar y cercana al pueblo en general, puesto que hasta ahora sólo figuran hombres como autores de las obras expuestas, convirtiéndose así en la primera artista.
Alega el señor Bono como obstáculo, además, el precio del trabajo, que sería de 10.000 €uros; aunque no dice cuánto costaría un retrato al óleo alternativo. El comentario sobre el coste excesivo, evidencia el prejuicio y desconocimiento de Bono, al no valorar el trabajo como arte (sabiendo que cualquier lienzo de cierta entidad puede sobrepasar con creces ese precio), sino al valorar la imagen como un trabajo comercial al uso, con lo cual habría que preguntarle definitivamente, en qué rango sitúa esa colección de lienzos, y qué función desempeñan.
Quizás el motivo en el que sustentar la hipótesis del rechazo, y en este caso no se trata de una cuestión de lucha partidista (ambos son del PSOE), provenga de la opinión que la misma artista tiene de la clase política y sobre su interés en fotografiarlos: “he tratado con muy pocos. Y además siempre los he visto instalados en la parte del poder, y a mí el poder no me gusta. Cuando captas con la cámara tradiciones populares, como llevo yo haciendo más de treinta años, te das cuenta de cómo a la inmensa mayoría de la gente le están vedadas determinadas cosas que sí se les permiten a otros pocos porque forman parte del núcleo del poder. Vives muy de cerca esa circunstancia de tanta desigualdad, y eso siempre me ha producido rechazo” y claro, esto siendo Bono, suponemos que cala muy hondo.

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