lunes, 30 de abril de 2012

Bomarzo, un jardín dedicado al epicureismo

Con el paso de los años he aprendido que es difícil encontrar un lugar maravilloso que responda a las expectativas elaboradas por nuestra conciencia. Lo más común —al menos en mi caso— es que la imaginación se haya desmadrado hasta componer imágenes hermosas, saturadas de color y con matices dignos de Blake o de cualquier otro genio de la inventiva. Pero también es común que al llegar al lugar idealizado, aparezcan circunstancias que desvirtúen la magia: demasiados visitante, normas surrealistas, funcionarios estúpidos...  Francamente, es difícil que la experiencia sea plenamente satisfactoria y acaso por ello, cuando los astros entran en conjunción y aparece la situación idónea, dan ganas de levantar un ara a los dioses y proclamar solemnemente su gloria.




El día que me infundió agradecimiento a los dioses amaneció con amenaza de lluvia y con un cielo jaspeado de cirros y claros, que tamizaban la luz del sol hasta componer una atmósfera relativamente densa, sin  estridencias cromáticas, ideal para contemplar en su máximo esplendor la obra de Piero Ligorio, dictada por  la voluntad heterodoxa de Pier Francesco Orsini (Vicino), en honor a Giulia Farnese y a sus propias ideas filosóficas.
Una de las personas más cultas que conozco —que naturalmente no trabaja en la universidad—, destacó el carácter novelesco de la obra escrita por Mujica Láinez...  Es cierto, el Bomarzo de Mujica Láinez es una novela, pero la descripción que hace del personaje y de su tiempo no pueden ser superada en verosimilitud por los manuales más rigurosos de Historia, por una razón simple: la imagen literaria vive, mientras que la historia escrita con rigor siempre es material de museo, naturaleza muerta. Lo mismo sucede con los jardines de Bomarzo; también ellos son historia viva.
Los jardines de Bomarzo quedaron abandonados a la muerte de Vicino hasta que, varios siglos después, la curiosidad inducida por el escritor argentino entre los lectores de habla hispana, lo convirtió en un centro de interés turístico (limitado) y fue necesario organizarlo para facilitar su explotación: limpiaron la maleza, recuperaron lo recuperable, marcaron senderos...
En la actualidad es un lugar de fácil acceso, con un aparcamiento amplio desde donde se ve el pueblo de Bomarzo en lo alto; la entrada está en una caseta con taquilla, cafetería-autoservicio y tienda de recuerdos... Lo habitual.
Se accede al "jardían sagrado" mediante un itinerario predefinido que, a pesar de todo, ofrece indudables connotaciones sugerentes, si exceptuamos un cartel grosero que, mediante "iconos" señala las reglas de conducta a las que deberá someterse en visitante.  Está prohibido montar en moto y bicicleta, hacer fotografía (incluso sin "flesh"), hacer picnic, jugar con pelota, grabar en vídeo, tumbarse en el suelo, subirse a "la tortuga" (o a las esculturas), usar bocinas y entrar con perros... Por fortuna, no existen vigilantes.
Lo más discutible:  los gestores han decidido ahorrar esfuerzos a los visitantes y han destacado en color rojo las leyendas que aún subsisten en entre los restos escultóricos, en algunos casos, especialmente erosionados.  Ello facilita las cosas al viajero presuroso pero transforma radicalmente las posibilidades de la voluntad curiosa. Gracias a la curiosidad erudita de los estudiosos y sus inclinaciones pedagógicas, es posible reconstruir algunos matices de la voluntad de un promotor que se manifestó epicúreo, en el más noble y culto sentido del término y, en consecuencia, ajeno a todo dios.  Y sintetizó su pensamiento en dichas leyendas, de las que destacaré las que me parecen especialmente elocuentes:

"SOL PER SFOGARE IL CORE"


"TU CH'ENTRI QUA PON MENTE
PARTE A PARTE
E DIMMI POI SE TANTE
MERAVIGLIE SIAN FATTE PER INGANNO
O PUR PER ARTE."


"CHI CON CIGLIA INARCATE E LABBRA STRETTE NON VA PER QUESTO LOCO MANCO AMMIRA LE FAMOSE DEL MONDO MOLI SETTE"
(Más información)

Para completar el panorama, el conjunto comprende obras que deberían estar enmarcadas en oro en los manuales de arte contemporáneo, porque anticipan en muchos años cuestiones estéticas sólo afrontadas con continuidad durante el siglo XX. Tal es, por ejemplo, el caso de la "torre inclinada", que ofrece una experiencia de manipulación perceptiva que podría haber abierto —o cerrado— muchas puertas a los minimalistas. Y tal es el caso de casi todas las esculturas, que, en sus cualidades, dibujan digresiones que nos ponen en contacto con el expresionismo, con el surrealismo... con en el escepticismo conceptual.
Toda una lección de Arte y, por supuesto, de Historia y Literatura.
Y lo que aún es más importante e innovador: la fusión del conjunto con su entorno define un maridaje perfeto que no pudo ver Vicino pero sí nosotros, sus herederos. La fusión hace saltar los límites definidos por la palabra "jardín" y desborda ampliamente la idea del "jardín sagrado" que se vende al turista. El jardín de Bomarzo es mucho, muchísimo más.
El lugar, tal y como se nos ofrece y tal y como se imagina, abre muchas dudas sobre cómo explican el siglo XVI los libros de Historia.

Como si todo estuviera diseñado cuidadosamente por un funcionario de la "soprintendenza dei bieni culturali", mientras recorríamos los jardines, una pareja de jóvenes sin defectos físicos aparentes rememoraba entre piedras y musgo el amor de Vicino por Giulia y posaba para un reportaje fotográfico, probablemente nupcial; las posturas de los jóvenes cargaban de sensualidad —epicúrea— las leyendas rojas y acotaban en positivo vital algo prosaico el final del relato de Mugica Láinez:

"Yo he gozado del inescrutable privilegio, siglos más tarde —y con ello se cumplió, sutilmente, la promesa de Sandro Benedetto, porque quien ecuerda no ha muerto—, de recuperar la vida distante de Vicino Orsini, en mi memoria, cuando fui hace poco, hace tres años, a Bomarzo, con un poeta y un pintor, y el deslumbramiento me devolvió en tropel las imágenes y las emociones perdidas. En una ciudad vasta y sonora, situada en el opuesto hemisferio, en una ciudad que no podría ser más diferente al villorrio de Bomarzo, tanto que se diría que pertenece a otro planeta, rescaté mi historia, a medida que devanaba la áspera madeja viejísima y reivindicaba, día a día y detalle a detalle, mi vida pasada, la vida que continuaba viva en mí. Así se realizó lo que me auguró en Venecia, por intermedio de Pier Luigi Farnese, una monja visionaria de Murano, a quien debo esta profecía que ninguno de nosotros entendió a la sazón y que atribuimos a su mística locura: Dentro de tanto tiempo que no lo mide lo humano, el duque se mirará a sí mismo ... El duque murió; el duque Pier Francesco Orsini que luego se miraría a sí mismo, asombrado, murió de veneno, sin originalidad, como cualquier príncipe del Renacimiento, en el instante preciso en que creía que tornaba a ser totalmente un ascético príncipe medieval, émulo de los santos insignes de su familia. Pero aun en eso, en la ironía trágica del emponzoñamiento con la pócima que aseguraba el perpetuo subsistir, el duque de Bomarzo fue distinto a los numerosos duques envenenados de su época, como su parque célebre fue distinto a todos los demás, porque cuanto con él se vinculaba fue distinto del resto. Murió esa noche de mayo de 1572 en que yo, tumbado sobre la mesa de la Boca del Infierno, sentí el frío de la piedra contra mi cara."






























Hacer fotografías en los museos italianos. La Galleria dell'Accademia

Hasta hace pocos años se podían hacer fotografías libremente en la mayor parte de los museos italianos y aún hoy no es raro encontrar lugares donde se mantiene esa liberalidad. En la actualidad, lo más frecuente es que exista cartel  o "icono" prohibitivo, aunque también es habitual que los vigilantes —si existen— hagan la vista gorda. Hasta en la entrada de los jardines de Bomarzo existe la desagradable prohibición. Una profesora de edad indeterminada, delgada y de actitud inquieta y verbo fluido me explicó las razones en el Museo Arqueológico de Florencia; y delante de la quimera de Arezzo,  lo hizo en voz alta para que lo oyeran sus acólitos:
—Los derechos de reproducción de las imágenes de los museos italianos pertenecen al Estado.
No obstante, el asunto no debe estar claro, porque minutos antes le había preguntado a una de las vigilantes del museo si podía utilizar la cámara fotográfica y me contestó como suele ser habitual:
—Puede hacer fotos sin flash.
Por supuesto, no se me escapa que ambas situaciones no son contradictorias: la cuestión está, como en la posible exclusividad del Coliseo, a la que me he referido en otra entrada, en la explotación comercial.  Quien pretenda obtener beneficios económicos de las reproducciones fotográficas de obras pertenecientes al Estado Italiano, deberá cotizar la parte que determinen las leyes...  Es razonable.
Ahora bien, si no existen intereses comerciales, ¿qué sentido tiene la prohibición? ¿Qué sentido tiene hoy, cuando hacer fotografías para uso personal es una obviedad, prohibir a un particular obtener un recuerdo? Sólo se me ocurre la "razón de siempre": inducir un factor de motivación extra para que el visitante adquiera los "recuerdos" ofrecidos por la propia entidad en la tienda anexa.
Deduzco que la prohibición es norma general en los museos con gran éxito de público, pero se aprecian diferencias en la perseverancia de los funcionarios, probablemente, en sintonía con las voluntades de los responsables respectivos.


Las contrapartidas de ese objetivo pesetero son obvias:
- El museo se presenta al público anteponiendo sus intereses pecuniarios al afán lúdico de los visitantes  y ello contraviene la definición de Museo, según el ICOM. En consecuencia, el visitante, que ve mermadas sus expectativas, recibe una imagen  demasiado cicatera, que deriva en pérdida de la "nobleza" exigible a una entidad que, ante todo, debe velar por la conservación de objetos históricos y artísticos y por su uso social.
- Si los vigilantes del museo reciben presiones fuertes desde la dirección del centro, la situación deriva en sainetes como los que es posible contemplar todos los fines de semana en el Reina Sofía delante de El Guernica o en el Museo del Prado. Velar por los intereses de las sociedades que gestionan los derechos de reproducción, convierte la contemplación de El Guernica en una performance surrealista... Imaginé que sería imposible hallar una situación comparable en cualquier otra parte del mundo... ¡Estaba equivocado!
Quien desee divertirse con una performance de dimensiones acordes a las de El David, deberán acudir a Florencia y, muy especialmente, al Museo de la Academia: sus gestores han convertido la contemplación de la colosal obra de Miguel Ángel en un espectáculo a medio camino entre el esperpento y la charlotada. Y desde aquí deseo felicitarles solemnemente, porque sería innoble no reconocer esfuerzos tan titánicos.
La situación es dantesca... Como el museo no tiene infraestructura física ni jurídica adecuada para prohibir el acceso de cámaras al interior (¿cómo responsabilizarse de guardar objetos muy caros?) , los visitantes díscolos convierten la obtención de fotografías "del David" en objetivo existencial. Consecuentemente, con frecuencia de dos o tres minutos, entre destellos de flash y el murmullo de cientos de turistas obedientes,  se oyen rugidos atronadores:
—¡¡No photo!! ¡¡No photo!!


Y los vigilantes, renovados en su función en ciclos de 10 o 15 minutos, persiguen con celo de padre prefecto a quienes lanzan destellos luminosos, pero también a quienes portan cámaras que accionan con discreción, para reprenderles con rigor extemo.
—¡¡No photo!! ¡¡No photo!!
Lógicamente, fui descubierto en mi empeño por obtener unas pocas imágenes de calidad aceptable. Jamás imaginé que se pudieran emplear argumentaciones tan forzadas para "justificar" comportamiento tan poco consecuente con los objetivos de un museo. La "razón" que me dio la joven "vigilanta" me hizo pensar en un debate acaecido en este mismo blog y en los vendedores que nos asaltan en los domicilios personales para, aprovechándose de nuestra predisposición a ser educados, "colocarnos" una batería de cocina. Ante mi demanda respetuosa de explicaciones, respondió:
—Es usted una persona mal educada, porque cualquier persona bien educada, cuando acude a una casa que no es la suya, asume las normas establecidas por su dueño.
¿A quién "pertenece" La Accademia? ¿A quién El David? ¿El conductor de una autobús público es el dueño del autobús? ¿El director (o la directora) de una institución cultural tiene atribuciones para imponer al personal subalterno obligaciones dependientes de las limitaciones presupuestarias o de los intereses económicos de quienes escriben guías o libros de arte?

Para compensar de algún modo la rotura de "las normas de la casa" —que no es "de la sidra"—, ofreceré a los "gestores" (ignoro si técnicos o políticos) mi humilde peritación en tres aspectos:
1. La contemplación de El David de Miguel Ángel ganaría mucho si la iluminación fuera consecuente con las posibilidades de visión periférica ofrecidas por la topografía del recinto de exhibición. En la actualidad está demasiado enfatizada la visión frontal (comparar la iluminación documentada por las fotografías) y ello desvirtúa las posibilidades estéticas globales de una de las pocas obras de Miguel Ángel que es posible contemplar desde todos los puntos de vista imaginables, sin perder la servidumbre gravitacional.


2. ¿Qué sentido tiene la mampara de seguridad a prueba de bombas que rodea la escultura? ¿Crear un espacio restringido y, por consiguiente, sagrado? Si fuera un espacio de "seguridad", ¿no bastaría con que los vigilantes se preocuparan porque los visitantes no se acercaran demasiado al pedestal? Podrían aplicar el celo anti-fotográfico en este sentido.
3. Sólo conozco dos lugares con obsesión anti-fotográfica afín: el Museo del Prado, cuyas peculiaridades no definen, precisamente, un buen modelo museístico, y el monasterio de San Andrés del Arroyo, en Palencia. (supongo que seguirán las limitaciones rigurosas de hace unos años) ¿La Galleria  della'Accademia y el monasterio de Palencia sólo coinciden en el rigor cicatero? Me pregunto si Franca Falletti no se habrá dado cuenta de que actitudes de ese tipo, que quiebran las expectativas lúdicas y creativas del visitante, aportan un grano de arena muy importante a la conversión de las instituciones culturales en centros de peregrinación ritual... Desde mi perspectiva como visitante con motivaciones lúdicas, pero también estéticas, me imagino a la señora Falletti, junto con su compañero español, felices ambos con sendas tiaras felinianas enormes, ornadas con brocados florales imponiendo normas a quienes visitan "sus casas". Y la visión no me hace gracia.






domingo, 29 de abril de 2012

Colas, Coleman y "Asaltos de Danza"


Había que ver el evento dedicado a James Coleman en colaboración con Culture Ireland... Lo intentamos el sábado, pero la cola ocupaba enteramente la plaza de Sánchez Bustillo: se diría que el Reina Sofía envidia hasta los defectos del Museo del Prado y para ello habilitan las taquillas suficientes para evitar que la cola llegue a la calle Atocha. Y tomamos el camino de CaixaForum.
Hoy la cola no salía del perímetro del museo aunque la gente se aglomeraba en las zonas de acceso para cumplir un rito, que forma grupo con otros igual de estúpidos, mencionados en otros momentos: es obligado pasar los bolsos por un escáner que no se complementa con otras medidas de seguridad; si el visitante oculta en el cinturón un cuchillo de cazador pasará desapercibido... Ello dificulta el acceso de los visitantes y gradúa el acceso a los ascensores.
Con los minutos de penitencia obligada, nos acercamos a las salas que concentran la mayor parte de la exposición (como la de Muntadas, también ésta distribuida en varios lugares):

La obra de James Coleman (Irlanda, 1941) propone una reflexión sobre la construcción y experiencia de la realidad y explora cuestiones referentes a la percepción, la representación, la memoria y la identidad. Mediante el uso de medios audiovisuales, Coleman sitúa al sujeto como elemento central de su trabajo e induce al espectador a considerar cómo la interpretación conforma nuestra comprensión de lo que vemos. Lo “fotográfico” (la imagen fija y en movimiento) desempeña un papel esencial en estas indagaciones que desarrolla, desde un cierto hermetismo poético, con un lenguaje meticuloso y complejo.
Coleman incorpora proyecciones sincronizadas de diapositivas, películas, narraciones de audio y bandas sonoras para crear una mise-en-scène a partir de referencias tomadas de la vida cotidiana, la literatura, la pintura, el teatro o el cine. Y presenta escenarios visuales abiertos a la interpretación (imágenes dobles, repeticiones, disociación entre imagen y texto, diferentes ritmos y tiempos narrativos, alternando pasado y presente) que invitan a participar al espectador a una posición activa al tener que generar un sentido a la obra propuesta. Esta exposición es la primera gran retrospectiva que se dedica a su extensa y reconocida trayectoria, y reúne una amplia selección de trabajos que incluye sus piezas de los años 70, obras de los años 90, como Lapsus Exposure e I N I T I A L S, y piezas significativas como Fly, Box, Untitled: Philippe VACHER, y Retake with Evidence. Asímismo se muestra por primera vez al público una cuidada selección de sus archivos personales.

Demasiada palabrería para justificar una puesta en escena que sólo tiene sentido en un contexto estético altamente cualificado, al amparo de esos sobreentendidos que sólo son intercambio de opiniones personales —por lo general, banales— elevadas a la estratosfera de las categorías alejandrinas. Y ello a pesar de que la calidad visual de las obras de James Coleman es bastante alta.
Seguramente por razones afines a las que "justifican" las mismas limitaciones en otras partes del museo, está prohibido hacer fotografías...  Deduzco que los gestores tienen la intención de controlar la "explotación" de las imágenes de la exposición, pero me pregunto quién tendría interés en ello. 
Lógicamente, los diletantes entran, permanecen un rato contemplando los "espectáculos" y salen a la búsqueda de "cosas" más asequibles y psicológicamente menos perturbadoras; el montaje de "la sala de las bóvedas" parece concebido para activar desequilibrios psíquicos o para torturar a los visitantes. Además hay peligro de coscorrón.

Como de costumbre, las salas próximas al Guernica estaban llenas de las personas que proyectan matiz vital sobre un museo, cuyos gestores pretenden colocar en la órbita de intereses demasiado especializados... 

Me han sorprendido positivamente los "asaltos de Danza en el Museo Reina Sofía", propuestos para celebrar el Día Internacional de la Danza, que nos han salido al encuentro en las galerías bajas y en el patio. A continuación, unas imágenes de Arrieritos Danza.








sábado, 28 de abril de 2012

Piranesi en CaixForum Madrid


Hace unos días se ha inaugurado una muestra sobre Piranesi en colaboración con la Fondazione Giorgio Cini y Factum Arte. Y de nuevo me he preguntado por qué los diseños expositivos de la entidad financiera dejan en tan mal lugar a nuestras instituciones culturales...
La exposición ofrece un recorrido "laberíntico" sobre la personalidad de Giovanni Battista Piranesi, que podemos seguir en diferentes facetas: como arquitecto, "documentalista gráfico", antecesor del surrealismo, diseñador y, por supuesto, como grabador. Aunque no es difícil encontrar en Internet abundante información sobre su obra, merece la pena darse un paseo tranquilo por la tercera planta del edificio de Herzog & Meuron...
Es común destacar la faceta más innovadora, asociada a las "cárceles", pero en esta ocasión me ha interesado más la vertiente documental, que ofrezco al lector con las imágenes adjuntas; ellas interpretan piezas en algunos casos aún existentes en los museos romanos. Naturalmente, no son dibujos realizados con el criterio científico actual, pero ofrecen una interesante solución de compromiso entre la voluntad creativa y la descripción objetiva.























miércoles, 25 de abril de 2012

Restaurar el Coliseo y vender zapatos


A principios de 2011 Silvio Berlusconi firmó un acuerdo con Diego della Valle, dueño de la empresa zapatera Tod's, según el cual éste proporcionaría 25 millones de euros para restaurar el Coliseo; en contrapartida, asumiría en exclusiva los derechos para explotar las imágenes del proceso durante un periodo de entre 2 y 15 años, según el carácter de éstas, y sin que ello implicara limitación alguna a la obtención de imágenes del Coliseo por parte de cualquier persona.
Atendiendo al oscurantismo que rodeó a las negociaciones preliminares y a las reclamaciones de algunos arqueólogos y otros profesionales del universo cultural —que veían hipotecada su labor a intereses publicitarios—, el sindicato UIL interpuso una denuncia que desencadenó múltiples reacciones, no siempre afortunadas. Al menos, así lo creyó el alcalde de Roma (Alemanno), que se ha expresado con indignación en varias ocasiones, enfatizando los peligros inminentes a los que está expuesto el famoso edificio.
Con el paso de los meses y aunque en Italia han menudeado las anomalías en el campo de la restauración mediante iniciativas comparables, parece ser que se han enfriado las reivindicaciones, de modo que podríamos estar a las puertas de la resolución "definitiva" del problema, en un sentido comparable al que ya conocemos en otras iniciativas afines (Palacio de la Señoría en Florencia, sin ir más lejos).


Las ventajas de estos acuerdos son obvias: 25 millones de euros es una cifra muy estimable... En contrapartida, los inconvenientes derivan de otra obviedad: la gestión de todas las acciones aplicadas al edificio (restauración, estudios arqueológicos, y de cualquier otro tipo) estarán condicionadas por los intereses de Diego della Vale, durante 15 años.

The Turner Contemporary Gallery


Por Rebeca Valenciano

¿Se puede hablar hoy en día de los objetivos de un museo, de un modo casi transparente?  En el caso del museo Turner Contemporary Gallery, sí. En el 2011 fue inaugurado en la ciudad de Margate, condado de Kent, bajo la intención de impulsar el crecimiento económico de una de la zonas más golpeadas por la crisis en el Reino Unido. Y qué mejor manera de presentar dicho museo a la civilización, que con una retrospectiva de Turner, quien se inspiró en las costas de la ciudad de Margate, y quien se encargará de convertir el museo en el emblema estrella de la ciudad. Pero no será el único culpable, ya que la Tate Britain de Londres prometió a Victoria Pomery, directora del museo, realizar numerosos préstamos para que la retrospectiva de Turner cuente con al menos ochenta de sus trabajos. Finalmente, la retrospectiva contará con 76 acuarelas y 12 óleos, bajo el título de Turner and the Elements.El proyecto de la construcción del museo se inició en 2006 y fue diseñado por David Chipperfield. Por lo tanto, se han invertido cinco años y cerca de 20 millones de euros.
Pero si hablamos de beneficios, pasado un año desde su apertura, el museo Turner Contemporary Gallery ha beneficiado al condado de Kent en 16 millones de euros aproximadamente. Ha superado las 496000 visitas, más del triple de lo previsto, y ha generado 130 puestos de trabajo.


Los programas de aprendizaje que el museo ofrecía han llegado a alcanzar los 20000 participantes y se han contabilizado 35000 escolares de visita.
Objetivo cumplido. Margate resurge de sus cenizas. Sus costas inspiraron a Turner tanto como Turner ha inspirado a los precursores del museo. Victoria Pomery aseguró que traer una exposición de la obra de Turner era algo que llevaba esperando diez años. ¿Esperando la exposición o esperando los beneficios?
Ambos conceptos van de la mano en el mundo-mercado del arte. La balanza de Victoria Pomery está muy desequilibrada, pesando más la economía que el arte, habiendo sido este el que la ha levantado. Para una experta como Pomery, esto no ha sido más que uno de sus grandes proyectos y, por supuesto, de los más exitosos.
Nuevas y renovadoras esperanzas para Margate... Buen trabajo, Turner.

Uffizi, un museo peculiar.


Hemos pasado unos día en Italia cumpliendo deseos viejos: recorrer la Toscana con cierta amplitud y no demasiada profundidad: algo así como un visita de exploración en segundo grado. Las expectativas no han sido defraudadas.
Florencia sigue, como de costumbre, hermosa y amable como mujer generosa, aunque las autoridades italianas y ciertos “negociantes” hacen todo lo posible por embarrar la imagen. Por fortuna, la solución a ese inconveniente es simple: basta con mimetizarse y hacer lo que haría cualquier vecino del extrarradio florentino: tomarse las cosas con calma.
Tenía mucho interés en visitar de nuevo la Galleria degli Uffizi y a ello dediqué una mañana… Sí, ya sé que es poco, pero hubiera sido absurdo emplear más tiempo por las razones que esgrimiré a continuación.
A primera hora la gallería está en buenas condiciones para la contemplación y el disfrute estético, pero esa situación cambia radicalmente pasados unos minutos, porque las salas más interesantes enseguida se llenan de la beatería estética universal y, por supuesto, de los jóvenes estudiantes conducidos por sus circunspectos profesores que se mueven como si tuvieran claro su destino vital. Media hora después de la apertura de las puertas, las salas "más importantes" se parecen más a los vagones del metro en las horas punta que a las de un museo convencional. Y en esas condiciones sólo son relativamente confortables las salas con obras menos populares y el corredor de las estatuas. Allí es posible sentarse y contemplar el  desfile de turistas, entre los que destacan grupos compactos de japoneses y otros menos disciplinados de procedencia oriental.




¿Cómo resolver las aglomeraciones? Supongo que si es axioma indiscutible la ubicación actual, contemplar las obras de este museo en condiciones de confortabilidad estética será imposible por los siglos de los siglos. No hay sino echar un vistazo a las colas que se forman en la piazzale degli Uffizi, para entenderlo. No quiero ni imaginarme lo que sucederá en temporada alta.
Las autoridades italianas, enfrentadas a una situación tan contundente, parecen tenerlo claro. No conozco museo o galería en Occidente (incluyendo España) con instalaciones museísticas aparentes  más deficientes.  Y sin embargo, la gente no deja de acudir… Las cualidades trascendentes de los pintores renacentistas italianos atraen con demasiado vigor.
Antes de entrar imaginaba que los gestores del museo ya habrían encontrado algún sistema de protección que hubiera resuelto los inconvenientes de los paneles de protección que había visto años atrás… Ha sucedido lo contrario: cada vez son más numerosas las pinturas protegidas de un modo incompatible con la contemplación de la obra, porque los reflejos parásitos entorpecen la percepción visual.  Además, a esa penalidad aún debemos añadir otra declinada en la misma dirección: una muy deficiente iluminación que induce demasiados reflejos. 
Y para colmo, sus gestores no han conseguido resolver problemas tan elementales como la acción de los insectos xilófagos, que han engordado a costa de alguna especialmente mítica. 


  

Se siente la presencia de las reliquias divinas, pero es imposible contemplarlas mejor que en un buen libro.
Está prohibido hacer fotografías y, por consiguiente, es divertido observar el repertorio de argucias y triquiñuelas empleadas por quienes desean obtener un recuerdo de las reliquias; en ocasiones se dispara un flash y los escasos vigilantes se agitan como sabuesos perezosos, sin deseos de localizar al infractor, que esconde la cámara en el bolsillo rápidamente.  Apasionante.
Completan el aderezo museístico otras carencias de interés variable... Como la mala comunicación vertical, que se puede convertir en un suplicio para las personas de cierta edad, con problemas de movilidad. Existe un ascensor  de escasa capacidad que no siempre está bloqueado...  Las escaleras no siguen las actuales pautas ergonómicas y, en consecuencia, son incómodas y muy agresivas con los gemelos... Lo habitual en los edificios antiguos.
Para culminación de despropósitos, los aseos del sótano parecen tener problemas constructivos —acaso serios— en la gestión de las aguas fecales. O quizás sean los restos putrefactos de los Medicis... Sea como fuere, los efluvios aromáticos desvirtúan la sacralidad del lugar y proyectan importantes dosis de ironía al turista poco informado.


Sólo las tiendas cumplen plenamente la función para la que fueron diseñadas. En ellas se pueden comprar las bagatelas apetecibles por el turista medio y por los jóvenes que deben llevar algo a sus familiares en primer grado.

Están realizando obras en la zona oriental, donde ahora está la salida... Es posible que dentro de algunos meses, si lo consiente la actual crisis, la Galería presente menos carencias; pero conociendo el sentido práctico de los italianos y sabiendo que la gente no dejará de venir aunque la reciban a latigazos, no creo que cambien mucho las actuales penurias, porque la funcionalidad turística —su concepción como infraestructura turística— está a salvo. ¿A quién preocupan las servidumbres específicas de los museos... ?