lunes, 3 de septiembre de 2012

COLONIA CLVNIA SVLPICIA


Estuvimos en Clunia hace dos años y, desde entonces, poco ha cambiado uno de los yacimientos romanos potencialmente más importantes de España, que merecería convertirlo en un centro de atracción cultural y turístico de primerísima magnitud. Tal y como están las cosas, Clunia compite en desventaja con los pueblos de los alrededores, bien dotados de patrimonios histórico y con algún matiz surrealista. En Coruña del Conde  han colocado un avión (Saeta) junto al castillo —probablemente construido con piedras de Clunia— para homenajear a Diego Marín Aguilera, que en 1793 construyó un "ingenio" mediante una estructura forrada con plumas; con él recorrió (¿planeó?) alrededor de 360 metros...  pero, por fortuna,  sobrevivió, aunque sus vecinos no fueron demasiado comprensivos con sus demarrajes. Dicen que fue un precursor... ¿Como el marqués de la Ensenada?


Seguramente por indicación de un preboste ambicioso de la Diputación de Burgos, cobran 4 € por entrar en el yacimiento de Clunia y no aplican las reducciones habituales en los museos dependientes de la Junta de Castilla-León; demasiado dinero para un país empobrecido teniendo en cuenta la política de precios de la Junta y lo que se ofrece a la contemplación del público.
El acceso sigue siendo peligroso y poco apto para autobuses. Además la calzada es tan estrecha que no se podrían cruzar dos vehículos medios sin riesgo de que las ruedas salgan de ella.
Se han excavado pocos metros cuadrados y se diría que la recuperación de los trabajos va para largo; hay herramientas y utensilios de construcción abandonados por todas partes; las marquesinas de protección y las de trabajo ofrecen un aspecto deplorable. Se diría que también las autoridades del siglo XXI han dejado Clunia a su suerte.


Durante los años pasados sus gestores concentraron los esfuerzos presupuestarios en la recuperación del teatro, que ofrece un aspecto magnífico. La combinación de grandes escuadrías de madera y gaviones me parece un acierto; quizás conviniera no mantener tanto espacio en la situación previa a la intervención.
Es encomiable el intento de sus gestores por animar a los visitantes a imaginar cómo debieron ser en el estado original algunas zonas, como las termas. Me pregunto si no habría sido mejor reconstruirlas completamente, por supuesto, marcando con claridad las zonas originales; de ese modo se facilitaría mucho mejor la comprensión de los restos, se detendría la erosión de éstos y el conjunto ganaría en espectacularidad. Sí, ya sé que este planteamiento es del siglo XIX, pero la actual política cultural española está en flashback permanente.
El exceso de celo en conservar los restos en su estado original culmina en fenómenos acreditados por otros yacimientos y que ya he descrito en otras ocasiones... Los arqueólogos excavan y estudian el yacimiento, pero si la administración bloquea los presupuestos y no se prevén obras de protección y consolidación o éstas son precarias —lo más habitual—, aparece el proceso que Fellini describió en Roma: el aire de nuestro tiempo los aniquila, aunque la metáfora no se ajuste a la estricta "verdad", porque la naturaleza tiene más fuerza que la estupidez humana.


El aula de interpretación es demasiado pequeña, teniendo en cuenta que, al ser un yacimiento arqueológico con tanto potencial, lo previsible es que aumenten rápidamente las necesidades expositivas. Además, las posibilidades en este sentido son tales que es imposible enfatizar las cualidades —en algunos casos, excepcionales— de de las piezas. Me han interesado especialmente los elementos arquitectónicos —estudiados y publicados por M.A. Gutiérrez Behemerid, antes y después de aquella feliz coincidencia romana—, pero también el "retrato de Nerón niño" y alguna otra pieza conservada en el Museo de Burgos.
Merece la pena visitarlo para materializar la escasa entidad de la romanización temprana sobre la Meseta Norte, por las panorámicas del paisaje próximo, para enfrentarse a un pasado casi borrado por la erosión meteorológicas y para comprobar en carne viva hasta dónde llega ella desidia de las autoridades por nuestro patrimonio histórico y su sagacidad para aprovecharlo creando zonas de atracción turística. Es difícil jugar peor con cartas tan excepcionales.
En este punto del comentario, advierto que no he mencionado Atapuerca y pensaba hacerlo ¡Qué despiste!

Lo mejor: las personas que cuidan el yacimiento, muy atentas a las solicitudes de los visitantes, lógicamente, muy escasos; y la página web.

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