Por: Javier Mateo Hidalgo
Tomando como referencia la figura del artista Aristide Maillol, Fernando Trueba regresa a la pantalla para proponernos una película a la antigua usanza.
“El baile de la victoria” o “El embrujo de Shangai” fueron las excepciones entre un grupo de films con los cuales el madrileño trató de buscar fortuna en campos tan distintos como el documental o la animación. Entre sus últimos títulos destacamos “Chico y Rita”, “El milagro de Candeal” o “Calle 54” como exponentes de este idilio del director con los formatos ya mencionados. En cualquier caso, el director nunca renunció al formato de ficción tradicional y siempre supo alternarlo entre sus novedades experimentales. Tal vez “El embrujo de Shangai” representaría una decepción para el público debido a que originalmente la adaptación de la novela de Marsé había recaído en Víctor Erice, de quien se esperaba (y se sigue esperando) desde “El sur” un nuevo largometraje. No obstante, debido a los problemas de tiempo con los que tan mal se ha llevado el vasco a la hora de rodar (un problema verdaderamente grave en cuestiones económicas para toda productora), el proyecto acabó pasando a manos de Trueba, cuya adaptación no acabó cumpliendo con las expectativas generadas.
“El artista y la modelo” es un relato que quizá hayamos podido ver ya en otras películas. No obstante, ello no es inconveniente para valorarlo en cuanto a su calidad. Son dos sus atractivos más importantes: El primero, ser una cinta producida en colaboración con Francia, lo cual mejora y mucho su calidad respecto a otras propuestas de la raquítica industria cinematográfica española actual (¿y cuando no ha sufrido de depresión nuestro cine?). Es la segunda, el guión, que además de venir firmado por el propio Trueba, cuenta con un nombre bien reconocido dentro de la literatura cinematográfica: Jean-Claude Carrière (asiduo de directores tan importantes como Buñuel). Además, tiene como protagonista a una eminencia del cine francés, Jean Rochefort, que da la talla con más que sobresaliente. Trueba, que no ha podido dejar de contar con nombres fetiches en su filmografía como el de Chus Lampreave (una de nuestras actrices vivas más queridas y que, junto a Luis Ciges, siempre hizo como él de sí misma), nos prepara además otras sorpresas, como la del uso del blanco y negro. Esto no sé si es bueno o malo ni si ha de estar justificado en cine. Con frecuencia se abusa de él aludiendo a que mejora la estética. En el caso de “La artista y la modelo” quizá juegue mejor su papel en relación con la temática que ya es de por sí de intencionalidad artística. Lo peor de todo, a mi juicio, es el uso de cierre de escenas con el recurso tan chapliniano de oscurecer, mediante un círculo cada vez más pequeño, la imagen.
El argumento de la película no es lo suficientemente poderoso como para llenar un largometraje, por lo que puede que la película se nos haga larga excesivamente. Quizá sea una intención por parte del director. Podría definirse del siguiente modo:
Una joven entra a trabajar como modelo en el taller de un escultor. Debido a su provincianismo, en un primer momento desconfía en confiar su desnudez al artista, pero poco a poco va tomando confianza con quien no solo la paga sino quien la va a inmortalizar debido a su fama de reconocido artista. El hombre, ya en el ocaso de la vida, poco a poco va transmitiéndole su concepción del arte y de la belleza a la chica. Nos encontramos en mitad de la Segunda Guerra Mundial (de ahí quizá también la justificación del blanco y negro) y Francia resulta la frontera perfecta para que tanto unos como otros pasen de uno a otro lado por unos u otros motivos bélicos. Un día, un maqui llega al estudio del artista… y qué casualidad, un oficial alemán amigo del escultor también. En este sentido, la vida de Maillol estuvo salpicada de polémica. Se le acusa de haber colaborado con la política de Pétain, el cual apostaba por la amistad con Alemania. Por otro lado, también se habló de su colaboración con algunas personas pertenecientes a la resistencia. Incluso su muerte se achacó a motivos políticos: pudo ser precisamente un maqui quien acabase con su vida.
En el film, todo esto se deja entrever, pero lo que mejor se describe es la concepción pacifista del mundo por parte del artista.
En todo caso, un film agradable y digno de ser visto. Una esperanza al futuro del séptimo arte en España.
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