Lo visitamos hace un mes, coincidiendo con la efeméride de la "reconquista" de Granada, entre toques de campana que sonaban como lamento afónico de muecín... Lo gestiona el Patronato de la Alhambra y el Generalife, ocupa el palacio de Carlos V, está articulado en dos partes ("bellas artes" y "arqueología") con accesos independientes, y es el único espacio del conjunto monumental granadino donde no se pueden hacer fotografías... Quien tenga interés en obtener información gráfica deberá recurrir a los "Recursos de Investigación de la Alhambra", donde ofrecen un repertorio muy amplio de imágenes en blanco y negro, con marcas de agua de la Junta de Andalucía, pero con datos poco útiles para el diletante o, incluso, para el estudioso.
Los vigilantes parecen aleccionados para prestar atención muy especial a ese detalle, porque se agitan inquietos ante cualquier movimiento "sospechoso"; en mi presencia una de las empleadas se avalanzó rápidamente sobre un joven que había movido los brazos para extraer un pañuelo del bolsillo...
Me dirigí a uno de los funcionarios para conocer la razón de la prohibición. Me respondió con amabilidad que era lo más frecuente en los grandes museos y, "por supuesto", en todos los museos de Andalucía... Argumenté que la prohibición era una anomalía porque en otros museos andaluces permiten hacer fotos sin flash y lo mismo sucede en casi todos los museos que conozco.
—Tengo que hacer lo que me mandan —apostilló con una sonrisa tímida y amable.
Cada vez me parecen más agresivas e insultantes esas "órdenes" que me recuerdan el "argumento educativo" esgrimido abiertamente en la Galleria dell'Accademia de Florencia:
—Cada uno pone en su casa las normas que estima oportuno y el visitante debe saber comportarse.
¿Debe llegar tan lejos la función "educativa" de los museos? Me pregunto también por qué prohíben hacer fotos, pero no tomar notas, realizar dibujos o grabar reflexiones verbales... ¿Por qué no prohíben usar gafas, gorros o bufandas? ¿Por qué no exigen a los visitantes que muestren el teléfono móvil apagado? ¿Por qué no dictan silencio absoluto? ¿Por que no imponen que los visitantes vistan de etiqueta o que se desnuden...?
"Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
Estudio, educación y recreo... Al docente le facilita las cosas emplear una cámara para preparar sus clases y también la visita al museo con los alumnos. Contando con los medios que en la actualidad poseen éstos, es una "práctica" trivial sumamente atractiva y educativa encargarles hacer fichas ilustradas contando con la información de Internet y la que ellos mismos puedan generar... En suma, hacer fotografías es una posibilidad fundamental para el estudio y la actividad educativa y, además, en sí misma, es práctica recreativa de arraigo masivo.
¿Qué argumentos "serios" pueden ser más "poderosos"? He oído "argumentos" para todos los gustos. En un museo me dijeron que los mecanismos electrónico alteraban el sistema de seguridad; en cierta catedral del País Vasco, que "había elementos inéditos" y se debía respetar los "derechos de los excavadores"; en otro museo, que había piezas prestadas y que los derechos de reproducción pertenecían a sus dueños legítimos; que los sistemas de enfoque producían graves daños a las obras...
Las excepciones
En paralelo a lo que sucede en casi toda Europa, en España, aunque "los permisos de reproducción comercial" están sujetos a normativas estrictas difíciles de cumplir, lo normal es que sea posible utilizar las cámaras fotográficas sin flash ni trípode (seguramente para limitar la calidad). Sin embargo, además de algunos casos "peculiares" (ciertos conventos y salas de exposiciones), las excepciones más relevantes son significativas:
1. El museo del Prado.
El Museo del Prado lidera la opción "prohibicionista" con rigor comparable al de los vigilantes granadinos. Supongo —acaso sea mucho suponer— que la medida está relacionada con el objetivo de "autofinanciación progresiva" puesto en marcha bajo el actual director, a quien no le ha parecido mal cobrar "entrada reducida" (6 euros) a los jubilados. No se me ocurre otra razón, incluso, aunque se justifique con la pretensión de ofrecer al público una visita "confortable", no incomodada por los molestos "locos de las cámaras".
Frente a la "razón" recaudatoria, los gestores debería tener en cuenta los inconvenientes. Entre ellos, uno particularmente obvio e importante desde su supuesta función social: la prohibición es un factor negativo para estimular la asistencia de los jóvenes, cada vez más vinculados a sus "instrumentos" (smartphones) de comunicación y de personalización existencial.
Sin menospreciar la inteligencia de sus gestores, sólo se me ocurre una explicación para esta estrategia: evitar que la cifra de visitantes desborde las posibilidades físicas del museo. Sería terrible que se alcanzaran los más de 6 millones del MET (Metropolitan Museum of Art), donde, en este aspecto, han apostado justo por lo contrario. Debo reconocer, no obstante, que en contrapartida, la web del Museo del Prado, concebida a imagen y semejanza de la de otros menos cicateros. ofrece aceptables imágenes de sus obras aunque de escasa resolución... ¿para que quien desee mejores imágenes tenga que darse un paseo por las librerías especializadas?
En el museo de la Alhambra, donde podrían argumentar seguimiento del magisterio madrileño, ni tan siquiera existe esta posibilidad. Una visita por la web de La Alhambra y el Generalife aleja radicalmente las expectativas que el curioso tiene sobre los centros culturales para conducirle a ámbitos de estricta explotación turística. La parte dedicada al museo ofrece información escasa y la que existe en otras páginas no es demasiado operativa.
2. El Patrimonio Nacional
Su gestión es tan peculiar, que no me produciría extrañeza encontrar exigencias sorprendentes a las puertas de los palacios o los conventos... Concretamente, sólo se puede visitar uno de ellos con finalidad religiosa: "EL ACCESO PÚBLICO AL VALLE DE LOS CAÍDOS LO ES A EFECTOS DE USOS RELIGIOSOS". Algo parecido sucede en algunos edificios religiosos, donde parece primar una cicatería exagerada. No obstante, a ciertos prelados ya se les ha ocurrido una fórmula "brechtiana" para solventar la hipotética pérdida de ingresos por efecto de las fotografías y al mismo tiempo "hacer caja": como ya hacían en algunos países "exóticos" (Rusia y Turquía, por ejemplo), cobrar una tasa por el derecho a obtener fotografías.
Por fortuna, los complejos palaciegos y conventuales no tienen título de "museos"... de momento.
3. Guggenheim-Bilbao.
Como en la "casa matriz" de Manhattan, no permiten hacer fotografías, salvo de los elementos arquitectónicos. Desde el planteamiento de este comentario, cuenta con una anomalía relevante: aunque aparentemente es un museo convencional, la propia Fundación Solomon Guggenheim matiza esa función en su propia página oficial. Observe el lector las sutiles pero muy relevantes modificaciones respecto de la definición del ICOM:
"The mission of the Solomon R. Guggenheim Foundation is to promote the understanding and appreciation of art, architecture, and other manifestations of visual culture, primarily of the modern and contemporary periods, and to collect, conserve, and study the art of our time. The Foundation realizes this mission through exceptional exhibitions, education programs, research initiatives, and publications, and strives to engage and educate an increasingly diverse international audience through its unique network of museums and cultural partnerships".
Sencillo, claro, directo... La exposición de intenciones es mucho más concreta que las retóricas distorsionadas y grandilocuentes de ciertos museos españoles. El párrafo me hace pensar si no estará concebido para "superar" la definición tradicional de museo, para ofrecer un paradigma a tono con los valores del sistema liberal. De hecho, son numerosas las entidades o "fundaciones sin ánimo de lucro" que han reorientado sus actividades en esa dirección, aunque no se atrevan a expresarlo públicamente. La "misión" de los nuevos "museos" vinculados a ellas es "promover el entendimiento y la apreciación del arte, la arquitectura y otras manifestaciones de la cultura visual, sobre todo de las épocas moderna y contemporánea, y recoger, conservar y estudiar el arte de nuestro tiempo. Las entidades museísticas realizan esta misión a través de exposiciones excepcionales, programas educativos, iniciativas de investigación y publicaciones, y se esfuerzan por involucrar y educar a un público internacional cada vez más diversificado, gracias a la red conformada entre los museos y las organizaciones culturales". Esta traducción, definición novedosa para satisfacción de mentes liberales, supone leve pero significativo cambio: desaparecen la promoción desinteresada ("sin ánimo de lucro) y "el recreo"... El negocio de los museos es asunto muy serio.
¿Acabarán asumiéndola todos los museos del "mundo"? ¿Se acabarán imponiendo las posibilidades de negocio a la idea de servicio implícita en la definición aún vigente del ICOMl? Si prevalece la faceta espectacular sobre los aspectos educativos y de estudio, hasta parecería "natural" el cambio... De momento, si consultamos la página correspondiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, observaremos que ofrece funciones equidistantes entre las fórmulas del Guggenheim y las del ICOM: documentación, difusión, conservación e investigación.
Sólo hay un "pequeño inconveniente" para el modelo liberal: "los museos "menores", aquellos que no poseen obras o cualidades espectaculares o de gran atracción popular, no parecen incrementar el interés del público, al menos, en cotas significativas. ¿Habrá que cerrarlos "por reforma"?
El caso concreto del Museo de la Alhambra
En este ambiente, podríamos deducir que algunos museos, como el de la Alhambra, parecen tener muy asumida la misión formulada desde la Fundación Guggenheim... Sin embargo, la situación no parece clara en este caso porque, aunque sea sorprendente desde las cifras de visitantes que acuden a la Alhambra anualmente (2.260.299 en 2012), el acceso al museo está segregado de la visita general y además es gratuito. Teniendo en cuenta que se pueden hacer fotografías en todo el recinto de la Alhambra, deduzco de ello que la prohibición de emplear la cámara en el museo no está determinada por el celo recaudador... Eliminada esa opción, varias son las posibilidades que se me ocurren para explicarlo...
Hace unos meses, una persona con responsabilidad profesional en un museo español justificaba la compleja normativa administrativa que aún rige para permitir oficialmente la publicación de imágenes de objetos conservados en ellos, en que las instituciones públicas deben velar porque lo que se publique no erosione la buena imagen de la institución.
—No se puede consentir que cualquier persona diga tonterías sobre cualquier pieza.
¿La libertad de expresión con soporte gráfico no puede llegar al territorio museístico? ¿Podemos exponer nuestras opiniones sobre cualquier cosa menos sobre lo atesorado en los museos? ¿Qué encierra ese exceso de celo? Tengo la impresión de que, tal y como es habitual en otros muchos sectores de la "cultura española", algunos de estos profesionales, herederos de los antagonistas de Larra, interpretan su función con más componentes de "protección" y "cuidado" que de servicio público. Pero entiendo que la "protección" no puede servir para justificar normas caprichosas que inducen circunstancias ajenas al carácter de un museo público en el siglo XXI. Si estuviera "externalizado", sería otro cantar.
Aunque sólo sea por respeto a quien lo argumentó, debo incluir las implicaciones directas del aparente "error de emulación": "en los museos importantes no permiten hacer fotografías". En todo caso, aunque sea una simpleza, que también fue mencionada en otro comentario de este blog, la situación informa sobre cómo se alecciona en ciertos museos a los vigilantes en sus relaciones con el público. Cualquiera que sea el supuesto hermenéutico o implícito en la respuesta, parece obvio que los responsables del museo no informan a los subalternos sobre este asunto de modo consecuente... Sea como fuere, desde esa circunstancia, la imagen del museo y sus gestores queda seriamente comprometida y alimenta a quienes creen que la administración española está excesivamente anquilosada.
Fuera de estas posibilidades, me quedo sin explicaciones porque estoy seguro de que en este caso los responsables del Museo de la Alhambra no han dictado esa norma para evitar que alguien pueda documentar salas prácticamente vacías, explicaciones manifiestamente mejorables, catalogaciones erróneas o instalaciones deplorables. Estoy completamente seguro. También estoy seguro de que el museo no tiene ninguna pieza de "procedencia dudosa", cuya existencia se quiere ocultar para evitar que la reclame la autoridad cultural de un país vecino... Pero aunque sólo fuere por razones de simple transparencia y por no herir la inteligencia del visitante, debería imponerse como norma que los museos no limiten las posibilidades de documentación gráfica que hoy tenemos gracias al desarrollo tecnológico. En suma, cada vez es más obvio que la limitación es un síntoma de práctica museística, cuando menos, discutible, por no emplear términos más duros...
¿Cómo es el museo? Me siento incapaz de comentar nada y además creo que no es necesario: los dos millones de personas que visitan anualmente la Alhambra hacen innecesario cualquier valoración, incluso, aunque entre esos dos millones sean pocos quienes entren en él.
Si vuelvo en otra ocasión y no ponen impedimentos a la libertad del visitante que los dictados por el sentido común, acaso formule algún elogio e indique alguna circunstancia problemática... No me atrevo a hacerlo sin soporte documental, pero transcurridos muchos días desde la visita, creo recordar ciertas "anomalías" museísticas importantes y alguna catalogación discutible... Pero podría equivocarme.
Los vigilantes parecen aleccionados para prestar atención muy especial a ese detalle, porque se agitan inquietos ante cualquier movimiento "sospechoso"; en mi presencia una de las empleadas se avalanzó rápidamente sobre un joven que había movido los brazos para extraer un pañuelo del bolsillo...
Me dirigí a uno de los funcionarios para conocer la razón de la prohibición. Me respondió con amabilidad que era lo más frecuente en los grandes museos y, "por supuesto", en todos los museos de Andalucía... Argumenté que la prohibición era una anomalía porque en otros museos andaluces permiten hacer fotos sin flash y lo mismo sucede en casi todos los museos que conozco.
—Tengo que hacer lo que me mandan —apostilló con una sonrisa tímida y amable.
Cada vez me parecen más agresivas e insultantes esas "órdenes" que me recuerdan el "argumento educativo" esgrimido abiertamente en la Galleria dell'Accademia de Florencia:
—Cada uno pone en su casa las normas que estima oportuno y el visitante debe saber comportarse.
¿Debe llegar tan lejos la función "educativa" de los museos? Me pregunto también por qué prohíben hacer fotos, pero no tomar notas, realizar dibujos o grabar reflexiones verbales... ¿Por qué no prohíben usar gafas, gorros o bufandas? ¿Por qué no exigen a los visitantes que muestren el teléfono móvil apagado? ¿Por qué no dictan silencio absoluto? ¿Por que no imponen que los visitantes vistan de etiqueta o que se desnuden...?
Un museo no es una casa regida por un "jefe de familia", a la que puede acceder el público porque así lo ha consentido graciosamente aquél. Un museo es otra cosa... Y la permisividad parece consecuencia obvia de la "finalidad social", tal y como la define el ICOM:
"Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
Estudio, educación y recreo... Al docente le facilita las cosas emplear una cámara para preparar sus clases y también la visita al museo con los alumnos. Contando con los medios que en la actualidad poseen éstos, es una "práctica" trivial sumamente atractiva y educativa encargarles hacer fichas ilustradas contando con la información de Internet y la que ellos mismos puedan generar... En suma, hacer fotografías es una posibilidad fundamental para el estudio y la actividad educativa y, además, en sí misma, es práctica recreativa de arraigo masivo.
¿Qué argumentos "serios" pueden ser más "poderosos"? He oído "argumentos" para todos los gustos. En un museo me dijeron que los mecanismos electrónico alteraban el sistema de seguridad; en cierta catedral del País Vasco, que "había elementos inéditos" y se debía respetar los "derechos de los excavadores"; en otro museo, que había piezas prestadas y que los derechos de reproducción pertenecían a sus dueños legítimos; que los sistemas de enfoque producían graves daños a las obras...
Las excepciones
En paralelo a lo que sucede en casi toda Europa, en España, aunque "los permisos de reproducción comercial" están sujetos a normativas estrictas difíciles de cumplir, lo normal es que sea posible utilizar las cámaras fotográficas sin flash ni trípode (seguramente para limitar la calidad). Sin embargo, además de algunos casos "peculiares" (ciertos conventos y salas de exposiciones), las excepciones más relevantes son significativas:
1. El museo del Prado.
El Museo del Prado lidera la opción "prohibicionista" con rigor comparable al de los vigilantes granadinos. Supongo —acaso sea mucho suponer— que la medida está relacionada con el objetivo de "autofinanciación progresiva" puesto en marcha bajo el actual director, a quien no le ha parecido mal cobrar "entrada reducida" (6 euros) a los jubilados. No se me ocurre otra razón, incluso, aunque se justifique con la pretensión de ofrecer al público una visita "confortable", no incomodada por los molestos "locos de las cámaras".
Frente a la "razón" recaudatoria, los gestores debería tener en cuenta los inconvenientes. Entre ellos, uno particularmente obvio e importante desde su supuesta función social: la prohibición es un factor negativo para estimular la asistencia de los jóvenes, cada vez más vinculados a sus "instrumentos" (smartphones) de comunicación y de personalización existencial.
Sin menospreciar la inteligencia de sus gestores, sólo se me ocurre una explicación para esta estrategia: evitar que la cifra de visitantes desborde las posibilidades físicas del museo. Sería terrible que se alcanzaran los más de 6 millones del MET (Metropolitan Museum of Art), donde, en este aspecto, han apostado justo por lo contrario. Debo reconocer, no obstante, que en contrapartida, la web del Museo del Prado, concebida a imagen y semejanza de la de otros menos cicateros. ofrece aceptables imágenes de sus obras aunque de escasa resolución... ¿para que quien desee mejores imágenes tenga que darse un paseo por las librerías especializadas?
En el museo de la Alhambra, donde podrían argumentar seguimiento del magisterio madrileño, ni tan siquiera existe esta posibilidad. Una visita por la web de La Alhambra y el Generalife aleja radicalmente las expectativas que el curioso tiene sobre los centros culturales para conducirle a ámbitos de estricta explotación turística. La parte dedicada al museo ofrece información escasa y la que existe en otras páginas no es demasiado operativa.
2. El Patrimonio Nacional
Su gestión es tan peculiar, que no me produciría extrañeza encontrar exigencias sorprendentes a las puertas de los palacios o los conventos... Concretamente, sólo se puede visitar uno de ellos con finalidad religiosa: "EL ACCESO PÚBLICO AL VALLE DE LOS CAÍDOS LO ES A EFECTOS DE USOS RELIGIOSOS". Algo parecido sucede en algunos edificios religiosos, donde parece primar una cicatería exagerada. No obstante, a ciertos prelados ya se les ha ocurrido una fórmula "brechtiana" para solventar la hipotética pérdida de ingresos por efecto de las fotografías y al mismo tiempo "hacer caja": como ya hacían en algunos países "exóticos" (Rusia y Turquía, por ejemplo), cobrar una tasa por el derecho a obtener fotografías.
Por fortuna, los complejos palaciegos y conventuales no tienen título de "museos"... de momento.
3. Guggenheim-Bilbao.
Como en la "casa matriz" de Manhattan, no permiten hacer fotografías, salvo de los elementos arquitectónicos. Desde el planteamiento de este comentario, cuenta con una anomalía relevante: aunque aparentemente es un museo convencional, la propia Fundación Solomon Guggenheim matiza esa función en su propia página oficial. Observe el lector las sutiles pero muy relevantes modificaciones respecto de la definición del ICOM:
"The mission of the Solomon R. Guggenheim Foundation is to promote the understanding and appreciation of art, architecture, and other manifestations of visual culture, primarily of the modern and contemporary periods, and to collect, conserve, and study the art of our time. The Foundation realizes this mission through exceptional exhibitions, education programs, research initiatives, and publications, and strives to engage and educate an increasingly diverse international audience through its unique network of museums and cultural partnerships".
Sencillo, claro, directo... La exposición de intenciones es mucho más concreta que las retóricas distorsionadas y grandilocuentes de ciertos museos españoles. El párrafo me hace pensar si no estará concebido para "superar" la definición tradicional de museo, para ofrecer un paradigma a tono con los valores del sistema liberal. De hecho, son numerosas las entidades o "fundaciones sin ánimo de lucro" que han reorientado sus actividades en esa dirección, aunque no se atrevan a expresarlo públicamente. La "misión" de los nuevos "museos" vinculados a ellas es "promover el entendimiento y la apreciación del arte, la arquitectura y otras manifestaciones de la cultura visual, sobre todo de las épocas moderna y contemporánea, y recoger, conservar y estudiar el arte de nuestro tiempo. Las entidades museísticas realizan esta misión a través de exposiciones excepcionales, programas educativos, iniciativas de investigación y publicaciones, y se esfuerzan por involucrar y educar a un público internacional cada vez más diversificado, gracias a la red conformada entre los museos y las organizaciones culturales". Esta traducción, definición novedosa para satisfacción de mentes liberales, supone leve pero significativo cambio: desaparecen la promoción desinteresada ("sin ánimo de lucro) y "el recreo"... El negocio de los museos es asunto muy serio.
¿Acabarán asumiéndola todos los museos del "mundo"? ¿Se acabarán imponiendo las posibilidades de negocio a la idea de servicio implícita en la definición aún vigente del ICOMl? Si prevalece la faceta espectacular sobre los aspectos educativos y de estudio, hasta parecería "natural" el cambio... De momento, si consultamos la página correspondiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, observaremos que ofrece funciones equidistantes entre las fórmulas del Guggenheim y las del ICOM: documentación, difusión, conservación e investigación.
Sólo hay un "pequeño inconveniente" para el modelo liberal: "los museos "menores", aquellos que no poseen obras o cualidades espectaculares o de gran atracción popular, no parecen incrementar el interés del público, al menos, en cotas significativas. ¿Habrá que cerrarlos "por reforma"?
El caso concreto del Museo de la Alhambra
En este ambiente, podríamos deducir que algunos museos, como el de la Alhambra, parecen tener muy asumida la misión formulada desde la Fundación Guggenheim... Sin embargo, la situación no parece clara en este caso porque, aunque sea sorprendente desde las cifras de visitantes que acuden a la Alhambra anualmente (2.260.299 en 2012), el acceso al museo está segregado de la visita general y además es gratuito. Teniendo en cuenta que se pueden hacer fotografías en todo el recinto de la Alhambra, deduzco de ello que la prohibición de emplear la cámara en el museo no está determinada por el celo recaudador... Eliminada esa opción, varias son las posibilidades que se me ocurren para explicarlo...
Hace unos meses, una persona con responsabilidad profesional en un museo español justificaba la compleja normativa administrativa que aún rige para permitir oficialmente la publicación de imágenes de objetos conservados en ellos, en que las instituciones públicas deben velar porque lo que se publique no erosione la buena imagen de la institución.
—No se puede consentir que cualquier persona diga tonterías sobre cualquier pieza.
¿La libertad de expresión con soporte gráfico no puede llegar al territorio museístico? ¿Podemos exponer nuestras opiniones sobre cualquier cosa menos sobre lo atesorado en los museos? ¿Qué encierra ese exceso de celo? Tengo la impresión de que, tal y como es habitual en otros muchos sectores de la "cultura española", algunos de estos profesionales, herederos de los antagonistas de Larra, interpretan su función con más componentes de "protección" y "cuidado" que de servicio público. Pero entiendo que la "protección" no puede servir para justificar normas caprichosas que inducen circunstancias ajenas al carácter de un museo público en el siglo XXI. Si estuviera "externalizado", sería otro cantar.
Aunque sólo sea por respeto a quien lo argumentó, debo incluir las implicaciones directas del aparente "error de emulación": "en los museos importantes no permiten hacer fotografías". En todo caso, aunque sea una simpleza, que también fue mencionada en otro comentario de este blog, la situación informa sobre cómo se alecciona en ciertos museos a los vigilantes en sus relaciones con el público. Cualquiera que sea el supuesto hermenéutico o implícito en la respuesta, parece obvio que los responsables del museo no informan a los subalternos sobre este asunto de modo consecuente... Sea como fuere, desde esa circunstancia, la imagen del museo y sus gestores queda seriamente comprometida y alimenta a quienes creen que la administración española está excesivamente anquilosada.
Fuera de estas posibilidades, me quedo sin explicaciones porque estoy seguro de que en este caso los responsables del Museo de la Alhambra no han dictado esa norma para evitar que alguien pueda documentar salas prácticamente vacías, explicaciones manifiestamente mejorables, catalogaciones erróneas o instalaciones deplorables. Estoy completamente seguro. También estoy seguro de que el museo no tiene ninguna pieza de "procedencia dudosa", cuya existencia se quiere ocultar para evitar que la reclame la autoridad cultural de un país vecino... Pero aunque sólo fuere por razones de simple transparencia y por no herir la inteligencia del visitante, debería imponerse como norma que los museos no limiten las posibilidades de documentación gráfica que hoy tenemos gracias al desarrollo tecnológico. En suma, cada vez es más obvio que la limitación es un síntoma de práctica museística, cuando menos, discutible, por no emplear términos más duros...
¿Cómo es el museo? Me siento incapaz de comentar nada y además creo que no es necesario: los dos millones de personas que visitan anualmente la Alhambra hacen innecesario cualquier valoración, incluso, aunque entre esos dos millones sean pocos quienes entren en él.
Si vuelvo en otra ocasión y no ponen impedimentos a la libertad del visitante que los dictados por el sentido común, acaso formule algún elogio e indique alguna circunstancia problemática... No me atrevo a hacerlo sin soporte documental, pero transcurridos muchos días desde la visita, creo recordar ciertas "anomalías" museísticas importantes y alguna catalogación discutible... Pero podría equivocarme.
En el Guggenheim de Bilbao me pusieron una bolsa de plástico sobre la cámara para que no pudiese hacer fotos. La verdad es que no lo entendí muy bien. Recuerdo también en Toledo que para ver El Entierro del Conde Orgaz del Greco había que pagar (no recuerdo cuanto, pero me pareció ridículo tener que hacerlo para ver un solo cuadro) y tampoco te dejaban sacar la cámara. No tiene sentido.
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