El teatro es un local pequeño de escasas posibilidades para albergar montajes ambiciosos; me recordó del Pequeño Teatro de la calle Magallanes, que durante unos años fue referencia de innovación teatral en Madrid, allá por los años setenta. Como éste y por sus cualidades es ideal para ofrecer espectáculos centrados en la experimentación interpretativa, en la proyección del análisis de las circunstancias psicológicas de los personajes... Los "viejos problemas" del teatro moderno, aquellos que ocuparon el magisterio de William Layton, de tanta influencia en Madrid, y que en la actualidad adquieren un perfil especialmente nítido.
¿Se puede hacer teatro con pocos medios, bajo una presión impositiva brutal? Aunque la pregunta, formulada así, parece una vacilación estúpida, puede adquirir cierta oportunidad si la remitimos a las circunstancias circundantes y la acotamos en términos relativos: en la actualidad, contando con una política muy agresiva hacia el "sector cultural", ¿es posible hacer teatro sociológicamente relevante con pocos medios?; ¿se dan circunstancias más favorables que las que arruinaron el proyecto TEI en tiempos franquistas?
Los organizadores de la función en el Teatro del Arte, forzados por esta realidad, han apostado por una iniciativa razonable: una obra (Málaga, de Lukas Bärfuss) de manifiesta orientación psicológica, que no requiere grandes alharacas escenográficas, porque lo importante es la conexión entre el asunto planteado y el público, esa conexión que se favorece cuando éste está muy cerca de los actores y cuando éstos presentan situaciones que, por su inmediatez, facilitan la proyección empática o la identificación. Y el mecanismo puede funcionar contando, incluso, con las deficiencias de una sala organizada al espartano modo.
Lukas Bärfuss es un dramaturgo suizo nacido hace poco más de 40 años, del que no tengo muchos datos; desde ellos es difícil hacer una valoración no condicionada por demasiadas hipótesis. La obra fue publicada en 2010 y, sin embargo, en lo substancial —dejando al margen algunas referencias iconográficas , podría haber sido escrita en un momento indefinido a partir de los tiempos de Arthur Schnitzler (finales del siglo XIX), contando incluso con la capacidad de matización de dichas referencias. La obra, en su aproximación al conflicto entre "principio" del placer" y "principio de la realidad", enlaza con la tradición literaria centroeuropea de la primera mitad del siglo XX, que pervive en muchas líneas de la actividad creativa.
El punto de partida es un conflicto trivial: Vera y Michael, que convivieron juntos y tienen una hija de 9 años en custodia compartida, discuten por quién debe ocuparse de ella durante un fin de "semana especial", porque les ha fallado la "canguro". Él, a quien corresponde cuidarla, "debe acudir" a un congreso del que depende su proyección profesional. Ella ha planeado pasarlo en Málaga con un amigo y no está dispuesta a quedarse. Las estrategias del ego frente a las necesidades del id... Dos personajes sobre el escenario capaces de postular una síntesis integral de los conflictos que acompañan, irremediablemente, a todos.
La solución será convocar a un joven aficionado al cine de 19 años (Álex), a quien corresponderá activar el desenlace del conflicto....
Álex me ha recordado al protagonista de La naranja mecánica y con ello, a la trama argumental subyacente en la película. También aquí Bärfuss reconoce haber apostado por aprovechar en beneficio de la representación el interés que al ser humano (al espectador) le produce la representación de lo horroroso, lo que en castellano denominamos "morbo". La capacidad catártica de la tragedia, que dirían algunos; los restos atávicos que recuerdan nuestra naturaleza depredadora, que dirían otros...
Si el Álex de Kubrick-Burgess tiene predisposición positiva hacia la música culta, el personaje de Bärfuss pretende ser creador cinematográfico... con unos gustos que abren puertas a relacionar el desenlace con las fórmulas cinematográficas construidas desde la "libertad" de los intérpretes para aportar "lo que lleven dentro". Y de esa posibilidad surge una cualidad que multiplica la complejidad argumental de la trama, porque el propio Alex enfatiza la identificación entre la hija de Vera y Michael con Pippi Långstrump (Pipi Calzaslargas), paradigma de lo más característico de la última infancia femenina: la unión entre una realidad progresivamente compleja —no siempre ingenua— y la fantasía. ¿Es posible encontrar algo más que fantasía infantil en la voluntad transgresora de Pipi Calzaslargas? Sin desvelar el desenlace, muy conectado con algunas ideas de Bärfüss recogidas en la documentación, puedo indicar que me ha parecido percibir una alusión sutil a Pipilotti Rist —que también jugó a dar continuidad al personaje literario sueco— como "forma simbólica" de enriquecer las motivaciones de Álex. Acaso me pase pero, conocidas las implicaciones de las obras de la videoartista suiza, no puedo evitarlo, incluso aunque sea un milímetro perverso.
Desde las limitaciones mencionadas, no puedo valorar globalmente el trabajo de la dirección (Aitana Galán), salvo en los aspectos más inmediatos. La obra fluye como es debido, mantiene atento al espectador; hace reír cuando corresponde; reflexionar en todo momento y quebrarse con el desenlace. Sólo detecté un detalle, a mi juicio, mejorable en la finalización de la obra. Ignoro cómo se podría resolver pero contando, incluso, con el carácter abierto, me pareció que "faltaba algo"; a lo mejor es tan simple como enfatizar una pausa, incluir un grito o lanzar un destello... A lo peor sólo es un juicio derivado de mis limitaciones o de un desajuste inducido por las especiales circunstancias del estreno...
Ana Wagener está bastante bien en su papel de Vera; Críspulo Cabezas ofrece un Álex espectacularmente sólido y creíble. Roberto Enríquez mantiene el tono alto de la interpretación aunque en algunos momentos del arranque levantó la voz excesivamente; supongo que con el paso de las representaciones, irá modulando con mayor precisión la metamorfosis del personaje.
No observé nada discordante en el resto de los componentes del montaje. La escenografía, en su sencillez, favorece el juego actores-espectadores requerido por el texto. El vestuario está bien; la ambientación musical, los efectos sonoros, las proyecciones y la iluminación, cumplen sus respectivas misiones con eficacia.
El público aplaudió a rabiar.
¿Se puede hacer teatro con pocos medios, bajo una presión impositiva brutal? Aunque la pregunta, formulada así, parece una vacilación estúpida, puede adquirir cierta oportunidad si la remitimos a las circunstancias circundantes y la acotamos en términos relativos: en la actualidad, contando con una política muy agresiva hacia el "sector cultural", ¿es posible hacer teatro sociológicamente relevante con pocos medios?; ¿se dan circunstancias más favorables que las que arruinaron el proyecto TEI en tiempos franquistas?
Los organizadores de la función en el Teatro del Arte, forzados por esta realidad, han apostado por una iniciativa razonable: una obra (Málaga, de Lukas Bärfuss) de manifiesta orientación psicológica, que no requiere grandes alharacas escenográficas, porque lo importante es la conexión entre el asunto planteado y el público, esa conexión que se favorece cuando éste está muy cerca de los actores y cuando éstos presentan situaciones que, por su inmediatez, facilitan la proyección empática o la identificación. Y el mecanismo puede funcionar contando, incluso, con las deficiencias de una sala organizada al espartano modo.
Lukas Bärfuss es un dramaturgo suizo nacido hace poco más de 40 años, del que no tengo muchos datos; desde ellos es difícil hacer una valoración no condicionada por demasiadas hipótesis. La obra fue publicada en 2010 y, sin embargo, en lo substancial —dejando al margen algunas referencias iconográficas , podría haber sido escrita en un momento indefinido a partir de los tiempos de Arthur Schnitzler (finales del siglo XIX), contando incluso con la capacidad de matización de dichas referencias. La obra, en su aproximación al conflicto entre "principio" del placer" y "principio de la realidad", enlaza con la tradición literaria centroeuropea de la primera mitad del siglo XX, que pervive en muchas líneas de la actividad creativa.
El punto de partida es un conflicto trivial: Vera y Michael, que convivieron juntos y tienen una hija de 9 años en custodia compartida, discuten por quién debe ocuparse de ella durante un fin de "semana especial", porque les ha fallado la "canguro". Él, a quien corresponde cuidarla, "debe acudir" a un congreso del que depende su proyección profesional. Ella ha planeado pasarlo en Málaga con un amigo y no está dispuesta a quedarse. Las estrategias del ego frente a las necesidades del id... Dos personajes sobre el escenario capaces de postular una síntesis integral de los conflictos que acompañan, irremediablemente, a todos.
La solución será convocar a un joven aficionado al cine de 19 años (Álex), a quien corresponderá activar el desenlace del conflicto....
Álex me ha recordado al protagonista de La naranja mecánica y con ello, a la trama argumental subyacente en la película. También aquí Bärfuss reconoce haber apostado por aprovechar en beneficio de la representación el interés que al ser humano (al espectador) le produce la representación de lo horroroso, lo que en castellano denominamos "morbo". La capacidad catártica de la tragedia, que dirían algunos; los restos atávicos que recuerdan nuestra naturaleza depredadora, que dirían otros...
Si el Álex de Kubrick-Burgess tiene predisposición positiva hacia la música culta, el personaje de Bärfuss pretende ser creador cinematográfico... con unos gustos que abren puertas a relacionar el desenlace con las fórmulas cinematográficas construidas desde la "libertad" de los intérpretes para aportar "lo que lleven dentro". Y de esa posibilidad surge una cualidad que multiplica la complejidad argumental de la trama, porque el propio Alex enfatiza la identificación entre la hija de Vera y Michael con Pippi Långstrump (Pipi Calzaslargas), paradigma de lo más característico de la última infancia femenina: la unión entre una realidad progresivamente compleja —no siempre ingenua— y la fantasía. ¿Es posible encontrar algo más que fantasía infantil en la voluntad transgresora de Pipi Calzaslargas? Sin desvelar el desenlace, muy conectado con algunas ideas de Bärfüss recogidas en la documentación, puedo indicar que me ha parecido percibir una alusión sutil a Pipilotti Rist —que también jugó a dar continuidad al personaje literario sueco— como "forma simbólica" de enriquecer las motivaciones de Álex. Acaso me pase pero, conocidas las implicaciones de las obras de la videoartista suiza, no puedo evitarlo, incluso aunque sea un milímetro perverso.
Desde las limitaciones mencionadas, no puedo valorar globalmente el trabajo de la dirección (Aitana Galán), salvo en los aspectos más inmediatos. La obra fluye como es debido, mantiene atento al espectador; hace reír cuando corresponde; reflexionar en todo momento y quebrarse con el desenlace. Sólo detecté un detalle, a mi juicio, mejorable en la finalización de la obra. Ignoro cómo se podría resolver pero contando, incluso, con el carácter abierto, me pareció que "faltaba algo"; a lo mejor es tan simple como enfatizar una pausa, incluir un grito o lanzar un destello... A lo peor sólo es un juicio derivado de mis limitaciones o de un desajuste inducido por las especiales circunstancias del estreno...
Ana Wagener está bastante bien en su papel de Vera; Críspulo Cabezas ofrece un Álex espectacularmente sólido y creíble. Roberto Enríquez mantiene el tono alto de la interpretación aunque en algunos momentos del arranque levantó la voz excesivamente; supongo que con el paso de las representaciones, irá modulando con mayor precisión la metamorfosis del personaje.
No observé nada discordante en el resto de los componentes del montaje. La escenografía, en su sencillez, favorece el juego actores-espectadores requerido por el texto. El vestuario está bien; la ambientación musical, los efectos sonoros, las proyecciones y la iluminación, cumplen sus respectivas misiones con eficacia.
El público aplaudió a rabiar.
Incluso existe un ligero parecido físico entre Críspulo Cabezas y el joven Malcolm McDowell en 'La naranja mecánica'.
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