Preliminares
Desde que se inauguró el Museo de al-Zahra, para visitar el yacimiento próximo es necesario dejar el automóvil en el aparcamiento anexo al edificio de Nieto Sobejano. Si nos acercamos directamente a tomar el autobús y se nos ocurre preguntarle, el conductor nos explicará que es obligado sacar la entrada —gratuita— en el museo. Así lo hicimos y, con ella en la mano, cuando estábamos a veinte pasos del transporte, éste se ponía en marcha... acaso con un pelín de mala leche. Lo dice la sabiduría popular: quien conduce el tranvía no se siente servidor sino dueño. Según la empleada del museo, el autobús pasa cada 10 o 15 minutos... A nosotros nos correspondió esperar veinte, y otros diez más hasta que se puso en movimiento...
En los alrededores del yacimiento han acotado el pequeño y antiguo aparcamiento para uso exclusivo de los trabajadores; seguramente hay razones poderosas para no ampliarlo e impedir a los visitantes elegir entre dejar el coche en la parte alta o en la baja. Los gestores, como el tanviario, ejercen su función imponiendo normas... Es la esencia prosaica del poder.
Al cruzar la puerta, pregunté a quien la guardaba qué sucedería si el turista desinformado llegaba sin la entrada. Me respondió con una sonrisa mientras se encogía de hombros... No me sorprendería que le obligaran a repetir periplo. La amabilidad no puede ni debe alterar el rigor estadístico.
El yacimiento. La ciudad palatina
También aquí la lentitud de los trabajos arqueológicos y de adaptación está forzando la integración de lo excavado en el contexto natural hasta extremos escandalosos; el tiempo ha ido fundiendo los restos originales y los suplementos "modernos" —cada vez más antiguos— en una amalgama extraña... Son numerosos los fragmentos de relieve descontextualizados y tapizados de sales y líquenes, sembrados por el suelo con mayor o menor orden... a la espera de Godot. De seguir así, los arqueólogos del futuro deberán especializarse en arqueología de la arqueología... y no sólo con los daños colaterales de las intervenciones de Velázquez Bosco.
Aunque han menudeado las propuestas y los planes de actuación, el yacimiento ha cambiado relativamente poco durante los últimos treinta años. Las zonas ajardinadas han madurado y, con ello, han impuesto cambios importantes en la percepción del conjunto... He advertido reconstrucciones en algunas zonas que antaño sólo mostraban restos de cimentación; han definido itinerarios y áreas visitables, junto con "reservas arqueológicas" inaccesibles... Me parece bien que así sea, pero cada vez me duele más el ritmo de los trabajos, desesperadamente lento.
Cuando acudimos, durante los primeros días de mayo, no era posible visitar el "Salón Rico" ni muchas áreas "marginales"... Aquél, porque están impermeabilizando la alberca... Lástima. Me pregunto si no podrían haber planificado los trabajos sin sacrificar el interés de los visitantes.
Realizamos el recorrido en compañía del grupo generado por el autobús: una pareja joven, tres alemanes de edad avanzada, un grupo familiar compuesto por madre, padre y niño de 10 o 11 años y varias señoras, dicharacheras y andaluzas, que no se vieron capacitadas para llegar a las zonas bajas o, tal vez, para regresar. Cuando estábamos cerca de la supuesta "casa de Yafar", el niño preguntó a su padre por qué los muros eran tan bajos.
—Es que quienes vivían aquí eran muy bajos... como enanos. Allí —señaló en la dirección del Salón Rico— vivían los altos; aquí, los bajitos...
(sic)
Tal y como está concebida la visita, el itinerario debe recorrerse, primero en bajada, para culminar en un ascenso de importante pendiente, especialmente duro para quienes tengan problemas de movilidad. Me pregunto asimismo si no se podría organizar un periplo más cómodo, teniendo en cuenta la magnitud del espacio arqueológico y las posibilidades de los visitantes. Es sabida la relevancia de la "tercera edad" en asuntos de interés cultural...
En suma, al yacimiento adolece de los “vicios” de otros muchos: para recorrerlo hay que tener mucha afición por el asunto estético-histórico, pero sobre todo, una elevada capacidad de sacrificio y muy especialmente, no tener limitaciones de movilidad. A lo mejor no era mala idea crear algún sistema de ascensores, como el de la alcazaba de Málaga o, incluso, más ambicioso, que permitiera el recorrido por “niveles”, por supuesto, en función de la voluntad del visitante.
Aunque suene a herejía o a provocación cínica, en este caso me sumo a las estrategias aparentes de sus gestores y me declaro partidario de convertir el yacimiento en una cátedra ilustrada sobre la realidad áulica que, además, tenga la virtud de funcionar como punto de atracción turística. Por supuesto, sin que ello suponga romper con la práctica "anti-falsificación" vigente. Y ello, contando, incluso, con una futura gestión deficiente o muy deficiente... tal y como parece ser norma en la nueva al-Ándalus.
En algunos casos, responder con más decisión a esta idea no sería difícil. Por ejemplo, bastaría con ampliar la explanada de las paradas militares; tal y como está en la actualidad, es difícil imaginar contingentes mayores a cien o doscientos soldados. Tampoco sería complicado afrontar la reconstrucción de la mezquita, puesto que gracias a los trabajos de quienes la excavaron, se conocen casi todas sus cualidades estructurales y ornamentales. Etc.
Es obvio que en la situación actual, el único lugar que se aproxima a esa idea es el “Salón Rico” (o salón de Abderramán III). En "la casa de Yafar" y en casi todas las zonas parcialmente "reconstruidas", se ha optado por soluciones tímidas que desfiguran el sentido original de la ciudad. Seguramente, la crisis se dejará sentir en este sentido con matices aún más penosos...
La ciudad palatina
Tengo la sensación de que jamás se quiso explotar decididamente esta yacimiento; a lo mejor me equivoco, pero creo que en los ambientes de poder sigue hiriendo el recuerdo de un pasado incompatible con los principios sobre los que se ha "construido" una historia de España concebida para reforzarlos. El resplandor cultural, político y militar del califato sigue molestando. No encuentro otra "razón" para explicar que llevemos más de cien años excavando uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes del mundo y que apenas se haya estudiado alrededor del 20 % del espacio potencialmente "fértil".
Medina al-Zahra fue la ciudad palatina donde residieron quienes ordenaron los trabajos que convirtieron la mezquita mayor de Córdoba en un lugar de excepcionales cualidades estéticas. En consecuencia, la reconstrucción de al-Zahra debería corresponder a esa circunstancia. Cabe la posibilidad de que el muto de la quibla recibiera un tratamiento estético y ornamental singular, pero el resto de lo conservado ofrece modelo global para hacerse una idea de cómo debieron ser los palacios de al-Zahra y, desde luego, para componer una referencia para la "reconstrucción”.
Si creemos a las fuentes literarias, los salones de recepciones de al-Zahra estaban concebidos para que en ellos se concretara la magnificencia y el poder del Califato. Existe un texto anónimo de hacia 1500, que recoge relatos más antiguos y describe un salón de recepciones, al que denomina al-Qalbaq (Molina, 2004, al-Qantara), en los siguientes términos:
"Su techumbre era de oro y mármol de grueso volumen y color puro, en sus distintos tonos, lo mismo que sus muros. En el centro de este salón peregrino se hallaba la perla única que le regaló el rey de Constantinopla. Las tejas de este salón eran de oro y plata. En el centro tenía un gran estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano con incrustaciones de oro y diversos tipos de piedras preciosas, que reposaban en columnas de mármol coloreado y cristal de roca puro, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz cegadora. Cuando el soberano quería asustar a los presentes, hacía un gesto a uno de sus esclavos y éste removía ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, mientras que otros afirman que estaba fijo alrededor del estanque. Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenía."
Quizás no sea factible reconstruir un estanque de mercurio… por simples razones sanitarias, pero desde los datos de las distintas fuentes, sí se podrían afrontar otras muchas iniciativas; de hecho, con ello se han realizado las "reconstrucciones" del museo que, tal vez, se hayan quedado cortas en magnificencia.
Me hizo sonreír la "zona de Yafar", cuyo protagonismo en la historia cordobesa, a mi juicio, se ha forzado exageradamente en los textos devulgativos del pasado reciente, sobre todo, teniendo en cuenta su condición de eunuco eslavo, que permite suponer funciones, ante todo, protocolarias. En la organización del estado califal, el cargo de hayib, que se traduce como "primer ministro", debe entenderse sabiendo que existía un Gran Cadí, un Jefe de los Ejércitos y, por encima de ellos, el Califa. El nombre de Yafar aparece en varias franjas epigráficas y ello ha servido para convertirlo en protagonista de la estética califa y, en consecuencia, en uno de los personajes más relevantes de la cultura cordobesa. Acaso sea buena idea forzar personalizaciones, muy socorridas para concretar los sucesos históricos en ambientes institucionalizados, pero acaso también fuera conveniente advertir que esa personalización no debe entenderse como el mecenazgo de las zonas cristianas. No me parece creíble adjudicar a Yafar las ideas estéticas recogidas en los restos conocidos. La relevancia de la personalidad creadora encaja mal en las sociedades islámicas. Concretamente, en la decoración ornamental del califato de Córdoba existen documento epigráficos con los nombres de diferentes "escultores" (o tallistas), pero no se aprecian rasgos específicos de cada uno de ellos. Se diría que quien "diseñó" las grandes obras áulicas —seguramente el propio Califa o alguien con poder de su entorno— se limitó a dar pocas indicaciones de carácter general, que siguieron a rajatabla los artesanos y artífices.
Los restos artísticos de Córdoba y al-Zahra no hablan de "ideas personales", sino de un fenómeno sumamente interesante, conocido en otros lugares: la pervivencia de fórmulas helenísticas con fuertes matices orientales. La propia "casa de Yafar" repite concepción de domus romana (como muchas de las cordobesas tradicionales) y otro tanto sucede con los elementos ornamentales (ataurique) derivados de modalidades tardorromanas y bizantinas. Los paralelos entre la ornamentación cordobesa y la "ravenática" son asombrosos. Se diría que las observaciones realizadas por Creswell sobre el primer arte islámico, realizado por impulso de los omeyas, como derivación directa de lo tardorromano oriental, sirven para lo construido bajo advocación de los príncipes dela misma familia en al-Ándalus.
Uno de los elementos ornamentales más comunes, las "palmetas" (hojas) de "acanto espinoso", apenas se distancian de los originales romanos por un matiz efectista y de estilización, no siempre exagerada. Y otro tanto se puede decir del resto del repertorio: es complicado encontrar algún motivo no documentado en Roma o Bizancio.
Desde que se inauguró el Museo de al-Zahra, para visitar el yacimiento próximo es necesario dejar el automóvil en el aparcamiento anexo al edificio de Nieto Sobejano. Si nos acercamos directamente a tomar el autobús y se nos ocurre preguntarle, el conductor nos explicará que es obligado sacar la entrada —gratuita— en el museo. Así lo hicimos y, con ella en la mano, cuando estábamos a veinte pasos del transporte, éste se ponía en marcha... acaso con un pelín de mala leche. Lo dice la sabiduría popular: quien conduce el tranvía no se siente servidor sino dueño. Según la empleada del museo, el autobús pasa cada 10 o 15 minutos... A nosotros nos correspondió esperar veinte, y otros diez más hasta que se puso en movimiento...
En los alrededores del yacimiento han acotado el pequeño y antiguo aparcamiento para uso exclusivo de los trabajadores; seguramente hay razones poderosas para no ampliarlo e impedir a los visitantes elegir entre dejar el coche en la parte alta o en la baja. Los gestores, como el tanviario, ejercen su función imponiendo normas... Es la esencia prosaica del poder.
Al cruzar la puerta, pregunté a quien la guardaba qué sucedería si el turista desinformado llegaba sin la entrada. Me respondió con una sonrisa mientras se encogía de hombros... No me sorprendería que le obligaran a repetir periplo. La amabilidad no puede ni debe alterar el rigor estadístico.
El yacimiento. La ciudad palatina
También aquí la lentitud de los trabajos arqueológicos y de adaptación está forzando la integración de lo excavado en el contexto natural hasta extremos escandalosos; el tiempo ha ido fundiendo los restos originales y los suplementos "modernos" —cada vez más antiguos— en una amalgama extraña... Son numerosos los fragmentos de relieve descontextualizados y tapizados de sales y líquenes, sembrados por el suelo con mayor o menor orden... a la espera de Godot. De seguir así, los arqueólogos del futuro deberán especializarse en arqueología de la arqueología... y no sólo con los daños colaterales de las intervenciones de Velázquez Bosco.
Aunque han menudeado las propuestas y los planes de actuación, el yacimiento ha cambiado relativamente poco durante los últimos treinta años. Las zonas ajardinadas han madurado y, con ello, han impuesto cambios importantes en la percepción del conjunto... He advertido reconstrucciones en algunas zonas que antaño sólo mostraban restos de cimentación; han definido itinerarios y áreas visitables, junto con "reservas arqueológicas" inaccesibles... Me parece bien que así sea, pero cada vez me duele más el ritmo de los trabajos, desesperadamente lento.
Cuando acudimos, durante los primeros días de mayo, no era posible visitar el "Salón Rico" ni muchas áreas "marginales"... Aquél, porque están impermeabilizando la alberca... Lástima. Me pregunto si no podrían haber planificado los trabajos sin sacrificar el interés de los visitantes.
Realizamos el recorrido en compañía del grupo generado por el autobús: una pareja joven, tres alemanes de edad avanzada, un grupo familiar compuesto por madre, padre y niño de 10 o 11 años y varias señoras, dicharacheras y andaluzas, que no se vieron capacitadas para llegar a las zonas bajas o, tal vez, para regresar. Cuando estábamos cerca de la supuesta "casa de Yafar", el niño preguntó a su padre por qué los muros eran tan bajos.
—Es que quienes vivían aquí eran muy bajos... como enanos. Allí —señaló en la dirección del Salón Rico— vivían los altos; aquí, los bajitos...
(sic)
Tal y como está concebida la visita, el itinerario debe recorrerse, primero en bajada, para culminar en un ascenso de importante pendiente, especialmente duro para quienes tengan problemas de movilidad. Me pregunto asimismo si no se podría organizar un periplo más cómodo, teniendo en cuenta la magnitud del espacio arqueológico y las posibilidades de los visitantes. Es sabida la relevancia de la "tercera edad" en asuntos de interés cultural...
En suma, al yacimiento adolece de los “vicios” de otros muchos: para recorrerlo hay que tener mucha afición por el asunto estético-histórico, pero sobre todo, una elevada capacidad de sacrificio y muy especialmente, no tener limitaciones de movilidad. A lo mejor no era mala idea crear algún sistema de ascensores, como el de la alcazaba de Málaga o, incluso, más ambicioso, que permitiera el recorrido por “niveles”, por supuesto, en función de la voluntad del visitante.
Aunque suene a herejía o a provocación cínica, en este caso me sumo a las estrategias aparentes de sus gestores y me declaro partidario de convertir el yacimiento en una cátedra ilustrada sobre la realidad áulica que, además, tenga la virtud de funcionar como punto de atracción turística. Por supuesto, sin que ello suponga romper con la práctica "anti-falsificación" vigente. Y ello, contando, incluso, con una futura gestión deficiente o muy deficiente... tal y como parece ser norma en la nueva al-Ándalus.
En algunos casos, responder con más decisión a esta idea no sería difícil. Por ejemplo, bastaría con ampliar la explanada de las paradas militares; tal y como está en la actualidad, es difícil imaginar contingentes mayores a cien o doscientos soldados. Tampoco sería complicado afrontar la reconstrucción de la mezquita, puesto que gracias a los trabajos de quienes la excavaron, se conocen casi todas sus cualidades estructurales y ornamentales. Etc.
Es obvio que en la situación actual, el único lugar que se aproxima a esa idea es el “Salón Rico” (o salón de Abderramán III). En "la casa de Yafar" y en casi todas las zonas parcialmente "reconstruidas", se ha optado por soluciones tímidas que desfiguran el sentido original de la ciudad. Seguramente, la crisis se dejará sentir en este sentido con matices aún más penosos...
La ciudad palatina
Tengo la sensación de que jamás se quiso explotar decididamente esta yacimiento; a lo mejor me equivoco, pero creo que en los ambientes de poder sigue hiriendo el recuerdo de un pasado incompatible con los principios sobre los que se ha "construido" una historia de España concebida para reforzarlos. El resplandor cultural, político y militar del califato sigue molestando. No encuentro otra "razón" para explicar que llevemos más de cien años excavando uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes del mundo y que apenas se haya estudiado alrededor del 20 % del espacio potencialmente "fértil".
Medina al-Zahra fue la ciudad palatina donde residieron quienes ordenaron los trabajos que convirtieron la mezquita mayor de Córdoba en un lugar de excepcionales cualidades estéticas. En consecuencia, la reconstrucción de al-Zahra debería corresponder a esa circunstancia. Cabe la posibilidad de que el muto de la quibla recibiera un tratamiento estético y ornamental singular, pero el resto de lo conservado ofrece modelo global para hacerse una idea de cómo debieron ser los palacios de al-Zahra y, desde luego, para componer una referencia para la "reconstrucción”.
Si creemos a las fuentes literarias, los salones de recepciones de al-Zahra estaban concebidos para que en ellos se concretara la magnificencia y el poder del Califato. Existe un texto anónimo de hacia 1500, que recoge relatos más antiguos y describe un salón de recepciones, al que denomina al-Qalbaq (Molina, 2004, al-Qantara), en los siguientes términos:
"Su techumbre era de oro y mármol de grueso volumen y color puro, en sus distintos tonos, lo mismo que sus muros. En el centro de este salón peregrino se hallaba la perla única que le regaló el rey de Constantinopla. Las tejas de este salón eran de oro y plata. En el centro tenía un gran estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano con incrustaciones de oro y diversos tipos de piedras preciosas, que reposaban en columnas de mármol coloreado y cristal de roca puro, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz cegadora. Cuando el soberano quería asustar a los presentes, hacía un gesto a uno de sus esclavos y éste removía ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, mientras que otros afirman que estaba fijo alrededor del estanque. Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenía."
Quizás no sea factible reconstruir un estanque de mercurio… por simples razones sanitarias, pero desde los datos de las distintas fuentes, sí se podrían afrontar otras muchas iniciativas; de hecho, con ello se han realizado las "reconstrucciones" del museo que, tal vez, se hayan quedado cortas en magnificencia.
Me hizo sonreír la "zona de Yafar", cuyo protagonismo en la historia cordobesa, a mi juicio, se ha forzado exageradamente en los textos devulgativos del pasado reciente, sobre todo, teniendo en cuenta su condición de eunuco eslavo, que permite suponer funciones, ante todo, protocolarias. En la organización del estado califal, el cargo de hayib, que se traduce como "primer ministro", debe entenderse sabiendo que existía un Gran Cadí, un Jefe de los Ejércitos y, por encima de ellos, el Califa. El nombre de Yafar aparece en varias franjas epigráficas y ello ha servido para convertirlo en protagonista de la estética califa y, en consecuencia, en uno de los personajes más relevantes de la cultura cordobesa. Acaso sea buena idea forzar personalizaciones, muy socorridas para concretar los sucesos históricos en ambientes institucionalizados, pero acaso también fuera conveniente advertir que esa personalización no debe entenderse como el mecenazgo de las zonas cristianas. No me parece creíble adjudicar a Yafar las ideas estéticas recogidas en los restos conocidos. La relevancia de la personalidad creadora encaja mal en las sociedades islámicas. Concretamente, en la decoración ornamental del califato de Córdoba existen documento epigráficos con los nombres de diferentes "escultores" (o tallistas), pero no se aprecian rasgos específicos de cada uno de ellos. Se diría que quien "diseñó" las grandes obras áulicas —seguramente el propio Califa o alguien con poder de su entorno— se limitó a dar pocas indicaciones de carácter general, que siguieron a rajatabla los artesanos y artífices.
Los restos artísticos de Córdoba y al-Zahra no hablan de "ideas personales", sino de un fenómeno sumamente interesante, conocido en otros lugares: la pervivencia de fórmulas helenísticas con fuertes matices orientales. La propia "casa de Yafar" repite concepción de domus romana (como muchas de las cordobesas tradicionales) y otro tanto sucede con los elementos ornamentales (ataurique) derivados de modalidades tardorromanas y bizantinas. Los paralelos entre la ornamentación cordobesa y la "ravenática" son asombrosos. Se diría que las observaciones realizadas por Creswell sobre el primer arte islámico, realizado por impulso de los omeyas, como derivación directa de lo tardorromano oriental, sirven para lo construido bajo advocación de los príncipes dela misma familia en al-Ándalus.
Uno de los elementos ornamentales más comunes, las "palmetas" (hojas) de "acanto espinoso", apenas se distancian de los originales romanos por un matiz efectista y de estilización, no siempre exagerada. Y otro tanto se puede decir del resto del repertorio: es complicado encontrar algún motivo no documentado en Roma o Bizancio.
¿Pudo ser Yafar el generador e impulsor esa idea? Quienes entiendan la Historia como producto de las acciones individuales lo tendrán claro; quienes entiendan que el protagonismo corresponde a los pueblos o a la dinámica del sistema cultural, también. Para los primeros, la cultura hispanoislámica fue una "circunstancia" esencialmente coyuntural; para los segundos, algo mucho más complejo...
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