Hace unos días, Edward me pasó la referencia a un artículo aparecido en ARTnews firmado por Georg Stolz, que elogiaba el desarrollo sufrido por el Museo del Prado durante los últimos años, bajo la dirección del actual director. Y recogía un comentario de Jonathan Brown:
“I’ve been going to the Prado since 1958, and what Miguel has managed to do would have been unthinkable until only recently,” (...) “Before, it was basically a huge, wonderful warehouse of Western painting with absolutely nothing of what you would expect a museum to provide. I can’t think of any major museum that has reinvented itself to the extent the Prado has.”
Y otro de Marc Roglán, director del Meadows Museum de la Southern Methodist University de Dallas y ex-conservador del Museo del Prado:
“The Prado has become a completely different place under Miguel. (...) He’s like a great orchestra director; he knows how to talk to everyone, the politicians, the administrators, the curators, the educators. He gets the best out of all of them—and he gets what he wants, too.”
No estoy de acuerdo, sobre todo, en la descalificación implícita a los directores anteriores, algunos de los cuales ya no pueden defenderse...
Y hoy mismo, antes de ponerme ante la pantalla para expresar mi disconformidad, se me ha ocurrido dar una vuelta, como solía hacer hace muchos años, cuando sólo era "un maravilloso almacén de pintura". Visto desde los ojos del "aficionado", el museo no ha cambiado tanto, entre otras razones, porque el edificio Villanueva, que sigue siendo la parte mollar, tampoco ha cambiado demasiado, sobre todo, si recordamos que durante algún tiempo, cuando formaban parte de "lo visitable" el Casón y el palacio de Villahermosa, ese "almacén de pintura" contaba con una superficie expositiva considerable y era un instrumento educativo muy dinámico y eficaz.
Es notorio que el museo ha incrementado considerablemente sus posibilidades y recursos técnicos; es obvio que, contando con alguna mezquindad, cuenta con una página web comparable a la de cualquier otro museo de "primera categoría"; es indiscutible que, contemplado con ojos profesionales, las sucesivas ampliaciones lo han mejorado mucho: ha mejorado la iluminación, se han realizado restauraciones primorosas, las nuevas salas de exposiciones son magníficas, la cafetería funciona bien y no es cara, se han subsanado viejos errores... Aun quedan ciertos "problemillas" de los que hoy no deseo acordarme... Como diría un político a la hora del balance, "queda mucho por hacer, pero el balance es positivo". ¿Seguro?
Pero también se ha convertido en un lugar mucho más serio, menos próximo a los visitantes. Basta observar la actitud de los vigilantes: ¡no sonríe ninguno! Da la sensación de que han sido aleccionados para imponer orden y disciplina y no para ayudar al público. Visto con ojos de contribuyente "aficionado a la cosa estética", de visitante ocasional, y teniendo en cuenta la formidable inversión realizada en él, el juicio sobre la labor del actual director no está tan claro. En varias entradas anteriores ya he formulado juicios no tan positivos como el de los señores Brown, cuya obra admiro, y Roglán. Sigo pensando que la mayor parte de las reformas realizadas durante este período han tenido por objeto mejorar la parte "más técnica" y profesional del Museo, pero entiendo que, en consecuencia a los nuevos planteamientos políticos y estructurales, el interés del público y, por supuesto, del contribuyente, ha quedado marginado. La prohibición de hacer fotografías acaso sea un síntoma muy significativo... Pero hay más "síntomas": el incremento del precio de la entrada, la gestión de grupos, algunos planteamientos expositivos (como el de los venecianos), el sistema de accesos, etc.
Hoy mismo he sido testigo de como una vigilante, uniformada casi de luto riguroso, se encaraba con unos jóvenes que pretendían fotografiar una pintura de Tiziano con su smartphone. Pero aún hay otro dato más elocuente: la evolución de la cifra de visitantes no es paralela a la de los museos que le sirven de referencia, contando con un año en el que la tendencia general ha definido resultados muy positivos, por encima del 5 % de incremento medio. Según datos del propio museo, durante este año 2013 se espera una caída del 25 %. Aún teniendo en cuenta las consecuencias perniciosas de la crisis, la cifra refuerza la percepción crítica: no consiguen que la gente acuda ni en los momentos de gratuidad...
No sé qué pretendían con la exposición más relevante de este año, "La belleza encerrada", pero es obvio que ofrecer al público una exposición sobre los contenidos del propio museo, no tiene sentido más que para justificar la gestión ante sus propios gestores y, tal vez, para "vender" la idea a los publicistas del banco que la han patrocinado.
No puedo negar que enfatizar algunas obras "menos relevantes" en un montaje expositivo puede tener cierto interés, en momentos de crisis. Pero de nuevo observo estrategias "discutibles": hacer una exposición sustituyendo las cartelas por números que obliguen al visitante a consultar el folleto ofrecido a la entrada, puede parecer una idea original y aún entrañable; pero contemplado desde las expectativas del diletante, incluso contando con que ya se haya hecho algo parecido en otros importantes museos, no deja de ser un detalle simpático o una chorrada, según el talante de quien la valore; pero en todo caso, para la mayoría de las personas, tener que recurrir por obligación al folleto es un incordio. No obstante, también estoy convencido de que para los ejecutivos del banco promotor y para quienes han intervenido en el diseño de la exposición, la idea es una genialidad. Y si le hubieran consultado al señor Brown, acaso estuviera más cerca de la visión del director que de la mía. Son las contrapartidas naturales de recibir tratamiento vip.
Pero también estoy seguro de que por ese camino la pérdida de visitantes está garantizada.
Durante estos días los medios de comunicación se hacen eco de la caída en el número de turistas que viajan a Madrid. Alguien está metiendo la pata por no comprender que los museos y en general, los centros culturales, además de ser centros engolados, serios y sesudos, que sirven para educar la sensibilidad de los ciudadanos, "funcionan" de hecho como infraestructura turística. Algún polémico, espumoso y muy erudito magnate está metiendo la pata por no saber defender que los gastos en "cultura", cuando se hacen con inteligencia, es decir, sin ceder a presiones endogámicas, no son dispendio ni derroche, sino inversiones muy rentables.
“I’ve been going to the Prado since 1958, and what Miguel has managed to do would have been unthinkable until only recently,” (...) “Before, it was basically a huge, wonderful warehouse of Western painting with absolutely nothing of what you would expect a museum to provide. I can’t think of any major museum that has reinvented itself to the extent the Prado has.”
Y otro de Marc Roglán, director del Meadows Museum de la Southern Methodist University de Dallas y ex-conservador del Museo del Prado:
“The Prado has become a completely different place under Miguel. (...) He’s like a great orchestra director; he knows how to talk to everyone, the politicians, the administrators, the curators, the educators. He gets the best out of all of them—and he gets what he wants, too.”
No estoy de acuerdo, sobre todo, en la descalificación implícita a los directores anteriores, algunos de los cuales ya no pueden defenderse...
Y hoy mismo, antes de ponerme ante la pantalla para expresar mi disconformidad, se me ha ocurrido dar una vuelta, como solía hacer hace muchos años, cuando sólo era "un maravilloso almacén de pintura". Visto desde los ojos del "aficionado", el museo no ha cambiado tanto, entre otras razones, porque el edificio Villanueva, que sigue siendo la parte mollar, tampoco ha cambiado demasiado, sobre todo, si recordamos que durante algún tiempo, cuando formaban parte de "lo visitable" el Casón y el palacio de Villahermosa, ese "almacén de pintura" contaba con una superficie expositiva considerable y era un instrumento educativo muy dinámico y eficaz.
Es notorio que el museo ha incrementado considerablemente sus posibilidades y recursos técnicos; es obvio que, contando con alguna mezquindad, cuenta con una página web comparable a la de cualquier otro museo de "primera categoría"; es indiscutible que, contemplado con ojos profesionales, las sucesivas ampliaciones lo han mejorado mucho: ha mejorado la iluminación, se han realizado restauraciones primorosas, las nuevas salas de exposiciones son magníficas, la cafetería funciona bien y no es cara, se han subsanado viejos errores... Aun quedan ciertos "problemillas" de los que hoy no deseo acordarme... Como diría un político a la hora del balance, "queda mucho por hacer, pero el balance es positivo". ¿Seguro?
Pero también se ha convertido en un lugar mucho más serio, menos próximo a los visitantes. Basta observar la actitud de los vigilantes: ¡no sonríe ninguno! Da la sensación de que han sido aleccionados para imponer orden y disciplina y no para ayudar al público. Visto con ojos de contribuyente "aficionado a la cosa estética", de visitante ocasional, y teniendo en cuenta la formidable inversión realizada en él, el juicio sobre la labor del actual director no está tan claro. En varias entradas anteriores ya he formulado juicios no tan positivos como el de los señores Brown, cuya obra admiro, y Roglán. Sigo pensando que la mayor parte de las reformas realizadas durante este período han tenido por objeto mejorar la parte "más técnica" y profesional del Museo, pero entiendo que, en consecuencia a los nuevos planteamientos políticos y estructurales, el interés del público y, por supuesto, del contribuyente, ha quedado marginado. La prohibición de hacer fotografías acaso sea un síntoma muy significativo... Pero hay más "síntomas": el incremento del precio de la entrada, la gestión de grupos, algunos planteamientos expositivos (como el de los venecianos), el sistema de accesos, etc.
Hoy mismo he sido testigo de como una vigilante, uniformada casi de luto riguroso, se encaraba con unos jóvenes que pretendían fotografiar una pintura de Tiziano con su smartphone. Pero aún hay otro dato más elocuente: la evolución de la cifra de visitantes no es paralela a la de los museos que le sirven de referencia, contando con un año en el que la tendencia general ha definido resultados muy positivos, por encima del 5 % de incremento medio. Según datos del propio museo, durante este año 2013 se espera una caída del 25 %. Aún teniendo en cuenta las consecuencias perniciosas de la crisis, la cifra refuerza la percepción crítica: no consiguen que la gente acuda ni en los momentos de gratuidad...
No sé qué pretendían con la exposición más relevante de este año, "La belleza encerrada", pero es obvio que ofrecer al público una exposición sobre los contenidos del propio museo, no tiene sentido más que para justificar la gestión ante sus propios gestores y, tal vez, para "vender" la idea a los publicistas del banco que la han patrocinado.
No puedo negar que enfatizar algunas obras "menos relevantes" en un montaje expositivo puede tener cierto interés, en momentos de crisis. Pero de nuevo observo estrategias "discutibles": hacer una exposición sustituyendo las cartelas por números que obliguen al visitante a consultar el folleto ofrecido a la entrada, puede parecer una idea original y aún entrañable; pero contemplado desde las expectativas del diletante, incluso contando con que ya se haya hecho algo parecido en otros importantes museos, no deja de ser un detalle simpático o una chorrada, según el talante de quien la valore; pero en todo caso, para la mayoría de las personas, tener que recurrir por obligación al folleto es un incordio. No obstante, también estoy convencido de que para los ejecutivos del banco promotor y para quienes han intervenido en el diseño de la exposición, la idea es una genialidad. Y si le hubieran consultado al señor Brown, acaso estuviera más cerca de la visión del director que de la mía. Son las contrapartidas naturales de recibir tratamiento vip.
Pero también estoy seguro de que por ese camino la pérdida de visitantes está garantizada.
Durante estos días los medios de comunicación se hacen eco de la caída en el número de turistas que viajan a Madrid. Alguien está metiendo la pata por no comprender que los museos y en general, los centros culturales, además de ser centros engolados, serios y sesudos, que sirven para educar la sensibilidad de los ciudadanos, "funcionan" de hecho como infraestructura turística. Algún polémico, espumoso y muy erudito magnate está metiendo la pata por no saber defender que los gastos en "cultura", cuando se hacen con inteligencia, es decir, sin ceder a presiones endogámicas, no son dispendio ni derroche, sino inversiones muy rentables.
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