Hace muchos años, con ocasión de una de mis primeras actividades profesionales en el universo estético, hube de enfrentarme con una situación que entonces me pareció insólita: la ubicación de la Delegación de Hacienda en Oviedo sobre los restos del Convento de Santa Clara. La readaptación de Ignacio Álvarez Castelao me pareció, cuando menos, discutible. Eran tiempos en los que regía una manera de entender la conservación e integración de los restos en mal estado de conservación opuesta radicalmente a la fórmula de palermitana, donde aún hoy indican que tal o cual palacio está en ruinas porque fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy me reconozco incapaz de formular reparos ante las “restauraciones” que suponen integrar los restos antiguos en proyectos nuevos, sobre todo, cuando éstos no tienen una relevancia excepcional y llegan a la actualidad como llegó el convento de Santa Clara de Oviedo.
La situación se complica cuando la decisión ha de asumir la existencia de un edificio de excepcional interés, como el templo romano de Córdoba. La construcción del “nuevo” Ayuntamiento recuerda la” colocación” de la polémica catedral sobre la mezquita mayor de la misma ciudad; pero en honor a la verdad, el templo romano llegó completamente arruinado y en esa situación, no parece tan atrevida la idea de enlazar tangencialmente la construcción nueva con la vieja…
Entre las mil posibilidades que se han ido generando en la práctica arquitectónica de los últimos cien años, dudo que existan muchas soluciones comparables a las de la diminuta iglesia de Aghia Dynamis (siglo XVI) en Atenas.
Deseamos construir la nueva sede del Ministerio de Educación y Religión en la calle Mitropoleos, donde hay una diminuta iglesia dedicada a la Natividad de la Virgen, cargada de connotaciones históricas y simbólicas, porque jugó un papel relevante en la guerra de independencia, porque ocupa el solar de un antiguo templo dedicado a Hércules y porque aún algunas griegas parturientas acuden a ella para buscar protección. ¿Cómo conciliar los intereses sociales con los religiosos, los especulativos, los urbanísticos, los políticos, etc.? La solución es simple: construyamos sobre ella.
Da vértigo pensar que algún iluminado autorice la construcción de un rascacielos fálico de Norman Foster sobre Santa María la Antigua... antes de relajarse tomando un café con leche.
La situación se complica cuando la decisión ha de asumir la existencia de un edificio de excepcional interés, como el templo romano de Córdoba. La construcción del “nuevo” Ayuntamiento recuerda la” colocación” de la polémica catedral sobre la mezquita mayor de la misma ciudad; pero en honor a la verdad, el templo romano llegó completamente arruinado y en esa situación, no parece tan atrevida la idea de enlazar tangencialmente la construcción nueva con la vieja…
Entre las mil posibilidades que se han ido generando en la práctica arquitectónica de los últimos cien años, dudo que existan muchas soluciones comparables a las de la diminuta iglesia de Aghia Dynamis (siglo XVI) en Atenas.
Deseamos construir la nueva sede del Ministerio de Educación y Religión en la calle Mitropoleos, donde hay una diminuta iglesia dedicada a la Natividad de la Virgen, cargada de connotaciones históricas y simbólicas, porque jugó un papel relevante en la guerra de independencia, porque ocupa el solar de un antiguo templo dedicado a Hércules y porque aún algunas griegas parturientas acuden a ella para buscar protección. ¿Cómo conciliar los intereses sociales con los religiosos, los especulativos, los urbanísticos, los políticos, etc.? La solución es simple: construyamos sobre ella.
Da vértigo pensar que algún iluminado autorice la construcción de un rascacielos fálico de Norman Foster sobre Santa María la Antigua... antes de relajarse tomando un café con leche.
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