Por Erc
No sé que asusta más, si las historias de fantasmas de “Ciudadano Paranormal” que presenta el artista peruano Gabriel Acevedo, o recorrerse tres de las cuatro exposiciones del Programa Fisuras del MNCARS y no hacer ni una sola interpretación correcta de las mismas, si atendemos a la información de los folletos explicativos. Desde luego, un poco de miedo da el mundo del arte actual si las cuatro propuestas del programa reflejan su situación, como comenta el director del centro en el vídeo de presentación
Quizá la más desconcertante de todas las exposiciones sea la titulada “Poetica (s) de lo inacabado”, proyecto iniciado por Alejadra Riera. Se sitúa en la Sala de Bóvedas del Edificio Sabatini, la cual recuerda irremediablemente a las oscuras mazmorras donde se encerraba a los locos del hospital que era antes el museo. Esta atmósfera lúgubre ya se ha utilizado previamente como contrapunto perfecto de la obra de artistas como Miroslav Balka, con “Ctrl”, en 2010. Sin embargo, si el espacio en sí resulta especialmente evocador, no diría yo tanto del contenido actual que lo ocupa. Teniendo en cuenta que según una de las vigilantes de la zona, nuestro grupo de estudiantes batimos el récord de tiempo dedicado a explorar la exposición, no creo que el propósito de la misma esté quedando especialmente claro al público, que al parecer no dedica ni cinco minutos. Según la dirección del MNCARS se trata de una práctica “que va desde la terapia hasta lo propiamente artístico”; según el visitante, yo me atrevería a comentar que más bien estamos ante un exceso de datos inconexos. Y después, digamos que las “clarificadoras” explicaciones de la documentación a disposición del público no ayudan mucho, véase un ejemplo: “Poética(s) entonces de un “inacabamiento”, que sin embargo no implican la imposibilidad de empezar y acabar gestos, sino que crean tensiones a partir de las cuales poder “acabar con” lo que nos pesa, lo que formatea o gobierna nuestras mentalidades”.
En el caso de “Ciudadano Paranormal” la propuesta gira en torno a un video consistente en la simulación de un programa en el que varios empleados de edificios oficiales de Perú relatan acontecimientos paranormales que supuestamente han experimentado en su interior. A mí personalmente me hizo reflexionar acerca de los entresijos de la televisión, sus verdades y mentiras, y su poder de influencia, lo cual era una de las intenciones del autor. Sin embargo no me queda tan claro cómo relacionar esto con “los funcionarios públicos que sirven de dudoso mediador entre ese espectro del Estado y el ciudadano-espectador”. En este caso, creo que al público español le dificulta el no conocer de cerca el panorama político y económico de Perú, así como ciertos acontecimientos históricos, que ayudarían en la interpretación de una segunda proyección de 4 minutos que encontramos en la Sala de Protocolo.
Por último, “Las fieras”, de María Loboda, según la información por escrito a disposición del visitante “remite a la cultura como un ente precario, que no nace de la tierra, sino de su defensa contra ella, como sugiere la copia de un león procedente de la Porte Dorée de París que da la espalda al visitante (...) la amenaza visible en la tensión de sus músculos parece anunciar la posibilidad de una rebelión contra el castigo que lo infantiliza”. Pero, de verdad, cómo puede uno pensar de buenas a primeras que la escultura de un león pisando unos guantes “remite a la cultura como ente precario”. Y eso que yo veía en la propuesta principalmente un carácter lúdico, una búsqueda del arte que aparece donde menos lo esperas, que genera sorpresa y desconcierto.
El principal problema que subyace, en mi opinión, a las tres propuestas es la grandísima dependencia que tienen del discurso escrito, sin el cual se derrumbarían, porque las significaciones que pretenden que el espectador encuentre están muy lejos de la obra misma, es decir, son muy difícilmente deducibles de su mera contemplación. Y como antes comentaba, lo peor es cuando estos discursos, un tanto ininteligibles a veces, tampoco ayudan mucho. Desde luego, con tanto patrocinador extendiendo su presencia misteriosa por el museo y con alguna exposición de estas más tenemos para otro “Ciudadano Paranormal” de los de Acevedo. En fin, que nunca mejor dicho, parece que al museo se le están colando unos cuantos fantasmas por las fisuras…
No sé que asusta más, si las historias de fantasmas de “Ciudadano Paranormal” que presenta el artista peruano Gabriel Acevedo, o recorrerse tres de las cuatro exposiciones del Programa Fisuras del MNCARS y no hacer ni una sola interpretación correcta de las mismas, si atendemos a la información de los folletos explicativos. Desde luego, un poco de miedo da el mundo del arte actual si las cuatro propuestas del programa reflejan su situación, como comenta el director del centro en el vídeo de presentación
Quizá la más desconcertante de todas las exposiciones sea la titulada “Poetica (s) de lo inacabado”, proyecto iniciado por Alejadra Riera. Se sitúa en la Sala de Bóvedas del Edificio Sabatini, la cual recuerda irremediablemente a las oscuras mazmorras donde se encerraba a los locos del hospital que era antes el museo. Esta atmósfera lúgubre ya se ha utilizado previamente como contrapunto perfecto de la obra de artistas como Miroslav Balka, con “Ctrl”, en 2010. Sin embargo, si el espacio en sí resulta especialmente evocador, no diría yo tanto del contenido actual que lo ocupa. Teniendo en cuenta que según una de las vigilantes de la zona, nuestro grupo de estudiantes batimos el récord de tiempo dedicado a explorar la exposición, no creo que el propósito de la misma esté quedando especialmente claro al público, que al parecer no dedica ni cinco minutos. Según la dirección del MNCARS se trata de una práctica “que va desde la terapia hasta lo propiamente artístico”; según el visitante, yo me atrevería a comentar que más bien estamos ante un exceso de datos inconexos. Y después, digamos que las “clarificadoras” explicaciones de la documentación a disposición del público no ayudan mucho, véase un ejemplo: “Poética(s) entonces de un “inacabamiento”, que sin embargo no implican la imposibilidad de empezar y acabar gestos, sino que crean tensiones a partir de las cuales poder “acabar con” lo que nos pesa, lo que formatea o gobierna nuestras mentalidades”.
Foto Erc |
Por último, “Las fieras”, de María Loboda, según la información por escrito a disposición del visitante “remite a la cultura como un ente precario, que no nace de la tierra, sino de su defensa contra ella, como sugiere la copia de un león procedente de la Porte Dorée de París que da la espalda al visitante (...) la amenaza visible en la tensión de sus músculos parece anunciar la posibilidad de una rebelión contra el castigo que lo infantiliza”. Pero, de verdad, cómo puede uno pensar de buenas a primeras que la escultura de un león pisando unos guantes “remite a la cultura como ente precario”. Y eso que yo veía en la propuesta principalmente un carácter lúdico, una búsqueda del arte que aparece donde menos lo esperas, que genera sorpresa y desconcierto.
El principal problema que subyace, en mi opinión, a las tres propuestas es la grandísima dependencia que tienen del discurso escrito, sin el cual se derrumbarían, porque las significaciones que pretenden que el espectador encuentre están muy lejos de la obra misma, es decir, son muy difícilmente deducibles de su mera contemplación. Y como antes comentaba, lo peor es cuando estos discursos, un tanto ininteligibles a veces, tampoco ayudan mucho. Desde luego, con tanto patrocinador extendiendo su presencia misteriosa por el museo y con alguna exposición de estas más tenemos para otro “Ciudadano Paranormal” de los de Acevedo. En fin, que nunca mejor dicho, parece que al museo se le están colando unos cuantos fantasmas por las fisuras…
La total dependencia del discurso que se argumenta en el artículo, tiene, en mi opinión su ejemplo más claro en el folleto que acompaña, o mejor dicho, sustenta, la exposición de María Loboda.
ResponderEliminarLa exposición “Poética(s) de lo inacabado” –con su correspondiente impreso- es sin duda la más hermética de todas ellas, pero sirve mejor como ejemplo la de Loboda, dado que con menos de una decena de obras y una cuartilla de folio impresa por dos caras se tocan un número asombroso de conceptos, los cuales escaparían totalmente a nuestra compresión si no leyésemos la miniguía que se nos ofrece.
En este texto se nos remite a “una suerte de arqueología contemporánea”, a Freud, a su Unheimlich y al narcisismo. La mitología y lo clásico tienen un hueco importante, aparecen los obeliscos egipcios, el Carcino griego que amenazó a Heracles o el templo de Debod.
Otros conceptos van apareciendo sucesivamente, así se habla del art decó, del crimen original, de Celadón, el protagonista de la novela francesa del s.XVII “L’Astrée”, de la inspiración que supuso una escultura de la Porte Dorée de Paris o del budismo Zen, sin olvidar la cita de George Steiner, famoso ensayista, y que sirve como argumento de autoridad al final del texto.
A mi personalmente no se me pasaban estas explicaciones por la cabeza mientras recorría varias veces el pasillo donde se encuentran las obras.
¿Es tan vital que las obras de arte necesiten de una escolta teórica para ser comprendidas?
¿No debería una imagen de este tipo sustentarse por si misma?
A mi son estas las dudas que me asaltan cuando veo este tipo de propuestas, lo que de ningún modo pienso mientras las contemplo, es, en que exista, como dice Borja-Villel en el video de presentación
“-una relación mas allá de lo formal, que tiene que ser completada por el espectador, no tanto por el autor”.
Para que el espectador completase algo sería necesaria la comunicación entre él y la obra, y dudo que esta sea posible sin un código en común entre emisor y receptor, el cual nos permita un mínimo de comprensión.