miércoles, 30 de octubre de 2013

San Cebrián de Mazote y Gómez-Moreno (San Cebrián de Mazote-y-Gómez-Moreno)

Es, a mi juicio, una de las iglesias "antiguas" (prerrománicas) más interesantes de cuantas aún existen en la península Ibérica... por razones ajenas a lo aparente. Forma parte del llamado "grupo mozárabe", es decir, de las que supuestamente fueron construidas o reconstruidas durante el siglo X y acreditan gran influjo bizantino. Está en un lugar incómodo para quienes vivimos en Madrid, pero cerca de Mota del Marqués y de la carretera A 6, a 32 Km. de Tordesillas. Es curioso y significativo recordar cómo se apreciaba esta circunstancia poco después de cuando fue "descubierta", en los alrededores de 1900:

"Pueden utilizarse para ir allá los automóviles y coches que prestan servicios de Valladolid a la Mota del Marqués y a Tiedra, andando al fin un trayecto de cinco a tres kilómetros en ambos casos, respectivamente, y con mucha pérdida de tiempo. La distancia desde Valladolid es de unos 38 kilómetros por carretera directa, que pasa por Bemba y Torrelobatón, de suerte que, aun en coche, puede recorrerse el camino de ida y vuelta en un día. También desde Hornija puede irse a caballo" 
Iglesias mozárabes, 1919, p. 173, nota (1)

Por fortuna, en la actualidad no es tan complicado y sólo hay que tener cuidado para girar antes de salir del pueblo, puesto que no está señalizada... o no lo estaba durante el verano pasado. 

Los datos documentales

No existen datos documentales claros anteriores al siglo XII. Entre los que podrían arrojar luz tenue sobre una posible iglesia durante el siglo X, Gómez Moreno citaba un privilegio de 952, a favor del monasterio de Castañeda (Sanabria), "... pues habiéndose allí memoria de los tiempos de Ordoñoa II y año 916, desde cuando poseyó dicho monasterio las pesquerías del lago de Sanabria, declárase que aquellos monjes son los que primero habitaron, con su abad Martin, en Mouzoute".  Gómez Moreno deducía que ese Martín sería el mismo abad cordobés que aparece en un documento leonés (donación al monasterio de Abellar), de hacia 921, en el que se habla de un "Martinus abba cordovensis".  Y culminaba que la iglesia de Mazote estaría relacionada con Escalada, Castañeda y Sahagún...
Con un punto de vista menos aventurado, a partir de los escasos documentos conocidos, podemos suponer la existencia de una lugar llamado Mazote (Mazout, Mozot, Mouzoute, etc.) desde, al menos, el siglo X, donde pudo haber una comunidad de monjes y, tal vez, una iglesia. Es importante tener en cuenta que durante aquellos años los Concilios se manifestaban frecuentemente para regularizar la situación de las comunidades religiosas, con frecuencia vinculadas a la voluntad del fundador, cuya muerte podía coincidir con el ocaso de la fundación. Y en el caso hispano, aún deberíamos recordar que durante el siglo X, el territorio peninsular dependía al menos nominalmente de Córdoba y que esa dependencia indujo cierta "inestabilidad" en tiempos de Almanzor, en sentido muy diferente al de los "historias oficiales", que lo pintan como un azote diabólico. En esa época el ejército califal integraba importantes contingentes de "cristianos del norte", pero fueron frecuentes las revueltas y,en consecuencia, las consecuencias.
A partir del siglo XII la existencia de la iglesia parece clara...
¿Es posible que existiera una comunidad de "monjes cordobeses" en Mazote durante el siglo X? Evidentemente, sí. ¿Es probable? Conocidas las circunstancias de Alándalus, es más probable que se asentara una comunidad de ese tipo a finales del siglo X, cuando la capital cordobesa se convirtió en un lugar "poco saludable" y muchas personas regresaron a sus lugares de origen. Pero también es más probable que existiera una comunidad cristiana ajena a lo andalusí desde antes; incluso, desde el siglo IX; durante el siglo X, las fuentes árabes hablan de los "gallegos",  para referirse no sólo a quienes habitaban en la actual Galicia, como personas rudas y de religión cristiana.

San Cebrián de Mazote en la actualidad
San Cebrián de Mazote antes de la restauración
La restauración

Cuando el ilustre estudioso la conoció, ofrecía un estado deplorable y afín al de tantas otras repartidas por las zonas de menor implantación urbana:

"Desgraciadamente la conservación de esta iglesia deja mucho que desear y, entre partes destruidas, encubiertas y renovadas, lógrase a duras penas formar juicio de su aspecto antiguo, quedando siempre incertidumbres, que sólo una exploración de piqueta y azada podrá resolvernos"
Iglesias mozárabes, p, 174

Con la voluntad de los arqueólogos de aquellos años, San Cebrián de Mazote fue "restaurada" con la muy noble pretensión de recuperar la iglesia "original", mediante un proceso complejo e interminable. La primera intervención, dictada por el prestigio de Gómez Moreno, comenzó en los años treinta, cuando ya se había consagrado su Iglesias mozárabes (1919) y, tras un amplio período de vacilaciones, finalizó sesenta años después, según un proyecto de Salvador Mata. El resultado "final" —de momento— ofrece una concepción arquitectónica tan limpia como no la hubieran conocido los lugareños si hubieran tenido capacidad para recordar lo vivido sesenta años antes.

Cuanto más antigua es la edificación, más complejo y delicado es averiguar el diseño primigenio, porque si no se trata de un edificio "estandarizado" (por ejemplo, una iglesia gótica), no suelen existir referencias de contrastación claras; dicho de otro modo: la restauración de estos edificios, inevitablemente, requiere una carga hipotética en la interpretación formal (espacial) siempre condicionada por las "creencias" de quienes toman decisiones. Y ya puede imaginar el lector las consecuencias de una restauración de este tipo cuando quien toma las decisiones parte de creencias discutibles. En este caso concreto, Gómez Moreno partió de una hipótesis que hoy parece sumamente frágil: la iglesia de Mazote, por su naturaleza "mozárabe", "debía" seguir un fórmula arquitectónica comparable a la de Santiago de Peñalba.
Sin embargo, lo que Lampérez encontró no se acercaba a la iglesia de las proximidades de Ponferrada, porque ésta tiene planta de cruz con una única nave y la de Mazote, tres... ; aquella es muy pequeña; ésta, bastante más grande, La de Peñalba ofrecía una concepción arquitectónica perfectamente integrada, mientras que la de Mazote presentaba varias iniciativas constructivas acumuladas, entre las que destacaban las bóvedas barrocas; la de Santiago no contaba con piezas reutilizadas; la de Mazote sí...
Acaso, por todo ello, el propio Lampérez la emparentó inicialmente con la que, en las proximidades, más se le parecía: la de San Miguel de Escalada; como ella, ofrecía acumulación de iniciativas de épocas diversas, no tenía unidad arquitectónica, contaba con múltiples objetos reutilizados...
Pero como ya he mencionado, el criterio que se impuso fue el del erudito granadino: Mazote era "mozárabe" y, en consecuencia, "tenía que tener" bóvedas (o/y cúpulas) y una estructura de arcos de herradura que la relacionara con aquella iglesia y, por supuesto, con la mezquita mayor de Córdoba, referencia fundamental y primordial para todo el arte "mozárabe".
Pero además, también existen otros peligros y, entre ellos, uno sumamente relevante cuando tratamos con edificios de zonas "marginales". Es aventurado sobreentender que un edificio modesto construido en un “área marginal” durante el siglo X —o, incluso, antes— tiene que participar de las grandes corrientes culturales de su tiempo; y aún es arriesgado imaginar que un edificio de ese tipo tiene que estar concebido según criterios arquitectónicos unitarios, afines a los de nuestros días, articulando la forma, la estructura  y las diferentes funciones (desde las más prosaicas hasta la impuesta por el orden litúrgico) según modelos definidos por la creatividad del “arquitecto”, de “un arquitecto” o, incluso según las fórmulas substanciadas por los maestros de obras (alarifes) de ese tiempo.  Lo más probable es que, si no mediaba iniciativa institucional, durante aquellos años el proceso constructivo estuviera más condicionado por las posibilidades (materiales y medios disponibles) de un constructor local que por las corrientes culturales dominantes.
Cada vez que entro en San Cebrián me acuerdo del informe detallado que publicó Lampérez en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, con plano de planta incluido. Y lo que allí había tenía poco que ver con lo que hoy hay... Si comparamos las plantas de la iglesia tal y como apareció a principios del siglo XX con la actual, enseguida advertiremos los aspectos discutibles: el contra-ábside en forma de herradura con su béveda gallonada, los arcos de herradura transversales, inexistentes según las fotografías antiguas, la planta de la capilla central del ábside y, por supuesto, la "cúpula" del crucero. Quiero suponer que los cambios de ventanas y puertas se hicieron de acuerdo con indicios revelados durante las primeras intervenciones...
Javier Rivera Blanco dejó unas anotación sumamente sabrosas sobre la campaña "restauradora" de los años 1933-34. Durante los trabajos el edificio... "ha ganado en altura, al rebajarse su suelo recrecido, descubriéndose las basas de sus columnas; se ha podido precisar la elevación de los muros de su nave central, ocultos por feas bóvedas de panderete; aquel ábside situado a los pies de la iglesia, que el maestro Gómez Moreno descubriera por insignificantes indicios, perfila hoy la curva ultrasemicircular de su planta. En la cabecera podemos estudiar, libre de aditamentos, el ábside, que conserva todavía en su centro parte del basamento de un altar, una bella imposta con vástagos de vid, y el arranque de una bóveda de gallones. En el crucero falta actualmente por resolver el problema de la cubierta del tramo central, pues desgraciadamente no existen indicios claros de cómo pudo resolverse; el hecho de que los tramos laterales, que se perfilan en exedras, se cubran con bóvedas de gallones y que esta sea también la que se dispone sobre el ábside, tal vez permita suponer cubierta idéntica para esta parte."
Y lo discutible no finalizó en el seguimiento de las hipótesis de Gómez Moreno, porque tampoco parece demasiado “original” la actual contraposición de tonos blancos, rojos, rosados, y grises en la coloración de las naves por el interior; ni oportuno el “descarnamiento” de la mampostería por el exterior ni el uso de aparejo de ladrillo visto para “completar” los paramentos exteriores y establecer diferencias entre lo nuevo y lo antiguo…

Vista hacia la cabecera
San Cebrián de Mazote en 1902 (vista hacia la cabecera) 
En suma, la iglesia de San Cebrián de Mazote, en su configuración actual, debe más a Gómez Moreno y a quienes aceptaron sus hipótesis, derivadas de su visión de la arquitectura hispánica altomedieval,  que a los constructores "originales" (¿del siglo X?).

El edificio original

Una iglesia es, ante todo y por su carácter específico, un edificio supeditado a usos rituales que se han ido modificando con el paso de los años. Suponiendo que, en realidad, el edificio “original” fuera concebido en el siglo X, deberíamos tener en cuenta que hubo un cambio importante en este sentido cuando los cristianos de la península Ibérica se desvincularon de las relaciones tradicionales y se unieron al centralismo romano; en ese momento debieron realizarse alteraciones importantes que no se restituyeron, acaso porque hubieran sido anacrónicas para el uso como parroquia. A ello deberíamos añadir los imponderables de una conservación sólo condicionada por la funcionalidad exigida en cada momento por la jerarquía y por los caprichos de quienes lo cuidaron.
Desde los datos conocidos, es imposible tener una idea fidedigna de la situación original; no obstante, aún quedan unos cuantos elementos sobre los que no existen dudas: las columnas exentas y, cuando menos, los cimacios y el arranque de los arcos longitudinales. Entre todo ello, ocupan un lugar destacado los capiteles, que permanecen exactamente donde los encontró Lampérez, donde acaso llevaran colocados muchos siglos, para dar testimonio de su propia naturaleza.

San Cebrián de Mazote en 1902
Los capiteles

Lógicamente, la extraordinaria colección llamó la atención de Gómez Moreno que se expresó sobre los ocho exentos de la nave central del siguiente modo:

"Su belleza, perfección técnica y refinamientos ponen estos capiteles (se refiere a los exentos de la nave central) a la cabeza de todos sus similares, españoles y franceses, correspondientes a la Edad Media remota, pudiéndose asegurar de ellos una cosa, y es su abolengo oriental, siríaco acaso, más bien que bizantino, y con tal pureza de estilo y tal variedad que han de creerse obra de artistas asiáticos. Es de advertir que estas piezas inauguraron porción de otras más -las del pórtico de Escalada entre ellas- esparcidas por tierras leonesas en edificios de la primera mitad del siglo X exclusivamente, no volviéndose a hallar del Duero para abajo, ni en Galicia, Asturias y Castilla, salvo imitaciones en Lebeña y Vilanova, de fecha algo posterior que los originales marmóreos. Y más admirable es que ni en Cairuán, cuya Gran mezquita brinda con riquísima serie de capiteles bizantinos, ni en Italia no en Oriente mismo conozcamos ejemplares equiparables, haciendo inverosímil la hipótesis de que fuesen piezas de comercio traidas de un extremo a otro del Mediterráneo (...) Respecto de fecha, viene diciéndose que todos estos mármoles son godos, y en verdad que su estilo no es indigno del siglo de Justiniano; pero falta razón positiva en su apoyo: ni las iglesias godas que aun subsisten, ni el caudal de sus despojos, conservado copiosamente en Toledo, Mérida, Sevilla, Córdoba, etc., ofrecen un solo ejemplar que ni de lejos se les parezca, y en cambio los edificios leoneses del siglo X les mantienen siempre en series homogéneas, como hechos expresamente para ellos (...) Fueron hechos, pues, para construcciones ajenas a los métodos visigodos, en cuanto podemos juzgar de ellos, inclinando todos los indicios a creer que son de la primera mitad del siglo X, y que se harían en la región de Astorga o del Bierzo, donde hay canteras de mármol blanco, por ejemplo en Filiel y Camposagrado"

Los ocho capiteles mejor conservados, más interesantes y de técnica más depurada, descansan sobre fustes exentos, que parecen ser reutilizados (son de concepción y materiales diversos), y soportan las arquearías que, a su vez, delimitan la nave central según orden que los enfrenta por proximidad formal y de concepción.

Los capiteles con ábaco suplementado

Los dos primeros, avanzando desde los pies de la iglesia, ofrecen concepción estructural singular, porque aunque guardan relación con algunas series bizantinas evolucionadas (posteriores al siglo V), en realidad, no son capiteles en sentido estricto, sino conjuntos en dos piezas de capitel y cimacio, de diseño anómalo entre lo bizantino: los cimacios tienen un grosor relativamente reducido para lo que es habitual en las soluciones orientales o ravenáticas y además están concebidos para dar continuidad a la sección del ábaco del capitel; de modo que, más que cimacio, son prolongaciones de aquél que cumplen función estructural similar a la de los cimacios.
No conozco nada parecido en las zonas de gran influjo bizantino, donde los cimacios tienden a ser troncopiramidales,  ni en las más occidentales, donde no tengo registrado ningún capitel con un ábaco tan exagerado.
Por lo demás, son piezas de concepción estructural muy dependiente de las tradiciones grecolatinas, con cesto troncocónico perfectamente marcado y dobles volutas; con ornato vegetal inferior, un única corona de hojas de diseño con las anulaciones características de los del pórtico de Escalada y alguno de Sahagún. Destaca la modalidad de talla, comparable a la de los capiteles orientales tardíos, aunque aquí con soluciones formales muy dependientes de las tradiciones romanas. Probablemente, contaron con collarino, puesto que el remate inferior con un segmento liso de cierto espesor así parece indicarlo.
El ábaco es muy estrecho, carece de florón y sus "brazos" son rectos, frente a lo más habitual entre los capiteles romanos y bizantinos

Capitel con suplemento de ábaco a modo de cimacio
Capitel con suplemento de ábaco a modo de cimacio 
En suma, estos dos capiteles determinan una variación sumamente original de las fórmulas bizantinas, puesto que en éstas lo más frecuente son los cimacios gruesos que tienden a apoderarse del capitel, sobre todo, en las modalidades de tradición jónica. Obviamente, la fórmula empleada en estos de Mazote guarda relación con los del pórtico de Escalada, Peñalba y Lebeña, donde existen grandes cimacios mucho más próximos a lo que es frecuente entre lo bizantino, pero en ninguno de estos lugares es posible documentar la voluntad "prolongadora" de Mazote, que parece indicar un punto de equidistancia entre los cimacios bizantinos y los ábacos amplios de tradición romana.
La falta de coherencia con los falsos cimacios que definen el arranque de los arcos induce a pensar que, como los fustes sobre los que descansan, son piezas reutilizadas.
A mi juicio, "personalizan" la fusión de una tradición romana aún poderosa con influjos ornamentales orientales, que sólo puedo entender en los alrededores del siglo VI.

Los capiteles paralelos a los de la Cisterna de Estambul

El segundo grupo está compuesto por cuatro piezas de carácter bien definido por sus manifiestas relaciones con ciertos modelos bizantinos, que algunos estudiosos se empeñan en interpretar como "copias" tardías. Desde esta hipótesis faltaría conocer de qué modelos partieron quienes ofrecieron piezas homologables con lo que habían realizado los talleres de Constantinopla desde momentos ya muy lejanos (si suponemos que fueron "copias tardías").
Estos cuatro piezas de Mazote forman grupo cultural (no tipológico) con el de Bamba y con unos cuantos más repartidos por la geografía peninsular que conjuntamente informan de una relación mucho más intensa de lo que suelen aceptar la mayor parte de quienes han escrito sobre la tardoantigüedad hispana.

Capitel similar al de Bamba, conservado en Roma
Por hilar la argumentación, merece la pena recordar el juicio que dicho capitel de Bamba, transformado en pila de agua bendita, mereció de Gómez Moreno:

"Una gran pieza decorativa posee esta iglesia y es su pila para agua bendita, de mármol blanco, en forma de taza gallonada por dentro, exactamente igual que las árabes, y con aspecto de capitel corintio por fuera, tallados sus caulículos y hojas sobriamente y con cierta rigidez de líneas, a modo griego; la parte medial de cada frente queda lisa y algo convexa, y por abajo, en vez de astrágalo, lleva una escotadura: su alto, 40 centímetros. (...) Respecto de tiempo, su parecido con capiteles de Mazote, y en general con toda la decoración bizantina mantenida en este grupo leonés mozárabe, aconseja reputarla como del siglo X; pero reconociendo ser la pieza más arcaizante y clásica entre todas, de suerte que su mayor vecindad artística se halla en capiteles de de Itálica y de la Catedral de Córdoba, correspondientes al período romano, aunque de cincel griego."

Capitel de Bamba
Tal y como ya indiqué sucintamente en otra entrada, el de Bamba (o Wamba) forma parte de un conjunto formado por seis piezas recogidas por Kautzsch (162 a 167) y, según su criterio, realizadas en Constantinopla, aún conservadas en diferentes lugares; a ellas deberíamos unir unas cuantas más aparecidas en yacimientos de Estambul y hoy conservadas en el Museo Arqueológico de esa ciudad, las dos españolas mencionadas (una de Toledo y ésta de Bamba), otra más de Kairuán (Harrazi, 343) y una más (medio capitel) localizada en Roma, con detalles ornamentales peculiares. Son capiteles derivados de las fórmulas orientales tardorromanas, con volutas angulares de relieve suave, cáliz sencillo y sin la corona superior de hojas; la inexistencia de volutas interiores y de las hojas del segundo "piso" deja un espacio libre que permite llamarlos "de medallón", según el criterio de algunos estudiosos.
Pero en todo caso, parece indiscutible que todas ellas fueron realizadas durante el siglo VI, en un contexto cultural muy próximo (o idéntico) al que contempló la realización de las de Mazote. Con los datos que tenemos en la actualidad, no creo que se pueda argumentar siquiera que el de Bamba es el menos evolucionado...
La concepción de los cuatro de Mazote es sensiblemente próxima a los anteriores, pero algo menos estilizada. Estructuralmente derivan de los corintios asiáticos y tienen dos coronas de hojas de folios alargados, según la tradición iniciada en tiempos de Adriano, volutas externas (angulares) de poco volumen y ábaco de brazos sesnsiblemente rectos de suave concavidad; carecen de cáliz bajo volutas y ofrecen cartela o diseño vegetal estilizado donde, en los modelos más antiguos, existía flor para definir los ejes del ábaco. Presentan escasas variaciones de unos a otros; uno de ellos tiene marcadas el alfa y la omega con una cruz en una de las cartelas del ábaco, según fórmula habitual en las inscripciones lapidarias de los siglos V y VI.

Capitel de Mazote

Caipel de Mazote
Su relación con un conjunto de la Cisterna de Estambul (532) es patente (ver imagen adjunta), aunque ofrecen algunas diferencias notorias. Los de Mazote son algo más sencillos, puesto que carecen de la ornamentación vegetal dispuesta bajo las volutas angulares de los de Constantinopla. Asimismo, éstos carecen de collarino y se advierte una diferencia muy acusada en la fórmula empleada para resolver las anulaciones de los foliolos más cortos de la corona inferior; los de Mazote muestran un "toque" de trépano de cabeza cónica que no existe en los del Bósforo y que los vncula con otras familias del conjunto "mozárabe" (pórtico de Escalada, Santiago de Peñalba, etc.). Sin embargo, esa circunstancia no es anómala en el universo de los capiteles orientales posteriores al siglo V. También es curioso observar que los de Mazote tienen protuberancias cóncavas, a modo de botones, entre las volutas y el ábaco que parecen aludir a diminutos discos solares (el carácter iconográfico no se percibe bien en todas ellas).

Cisterna de Estambul
Estos cuatro capiteles de Mazote documentan el nexo de unión entre las soluciones de Constantinopla y las documentadas en las series un paso más evolucionadas del pórtico de Escalada, Lebeña, Sahagún, Peñalba, etc.,  mediante variaciones acaso debidas al capricho de los tallistas o la carencia de referencias directas... El análisis de soporte material sobre el que fueron tallados debería decirnos si fueron realizados en la península Ibérica o si, como parece indicar el de Bamba, fueron traídos del otro lado del Mediterráneo. Mi impresión es que, muy probablemente, los cuatro de Mazote fueron realizados en la península Ibérica, por supuesto, durante el siglo VI por tallistas bizantinos (no creo apropiado decir "tallistas griegos", como proponía Gómez Moreno).
Frrente a lo que dijera el erudito granadino, tampoco creo que fueran concebidos para esta iglesia, puesto que, como todos los capiteles, han de cumplir una misión estructural de concentrar las cargas desde el cimacio al los fustes y ello impone correspondencia de dimensiones que no se aprecia en Mazote. Y de acuerdo con esa servidumbre, no es imaginable que se pusiera en marcha un taller de la complejidad exigida por estos modelos, para colocarlos de cualquier modo en cualquier sitio. Lo más probable es que fueran pensados para soportar cimacios comparables a los que aún subsisten en la Cisterna de Estambul (en las zonas no alteradas) o, sin ir tan lejos, según las fórmulas documentadas en Peñalba y Lebeña. 

Los dos más evolucionados

Los dos más próximos al crucero ofrecen una modalidad más evolucionada que los cuatro anteriores (corintios asiáticos de volutas angulares), pero de sentido comparable a los de ábaco ampliado, aunque también es obvia la vinculación con lo bizantino y el alejamiento de las tradiciones romanas tardías que indican aquellos. Aquí, por ejemplo, no está bien definido el cesto troncocónico y se sugiere ese elemento con un abultamiento definido entre la corona superior y el ornato de la cartela, alejado de la tradición de Calímaco. De ahí que sea tentador clasificarlos como los más evolucionados del conjunto (de los ocho de la nave central).
Entre lo más sobresaliente del grupo destacan los botones dispuestos entre las volutas de cordón y las cartelas, como en la serie anterior, que definen pequeños círculos solares, que nos hacen pensar en tradiciones muy arraigadas en el noroeste de la península Ibérica:  los discos solares son frecuentes en las estelas romanas y, en ocasiones, asociados con arcos de herradura... (volveré sobre ello en otra entrada)
También se curiosa la manera de "acodar" la vuelta de las hojas bajo las volutas sogueadas, mediante pequeñas columnillas, seguramente concebidas para evitar la frecuentísima fractura de estas partes en los capiteles de mayor vuelo. 





También en éstas aparece el collarino doblemente sogueado (o laureado) y el ornato de las hojas mediante los diseños más frecuentes en las series de la misma familia (pórtico de Escalada, etc.)
Pero, en todo caso, la realización de estos dos capiteles, al igual que la de los dos con ábaco suplementado, debió acontecer durante el siglo VI, por supuesto, en un contexto institucionalmente ajeno a los reyes visigodos, puesto que de otro modo, deberíamos sumarnos al juicio de Gómez Moreno a quien sorprendía que, con esta calidad. no se hubieran realizado para un lugar más significado institucionalmente.
Y también parecen concebidos para soportar cimacios, según las fórmulas estructurales de impronta bizantina, no para soportar las impostas que hoy cargan sobre ellos.

El resto de los capiteles

El resto componen un conjunto de cualidades y cronologías diversas, que describió con relativo acierto el propio Gómez Moreno. El subconjunto más interesante está definido por varias piezas similares a la de la imagen adjunta. Ofrecen una composición derivada de la modalidad "corintizante de motivo liriforme" definida por Pensabene, pero con ornato algo modificado y estilizado; el motivo liriforme ha dejado su lugar a formas elípticas que parecen brotar de una formación vegetal con un motivo que recuerda a una mazorca o una piña estilizada en el eje. Conservan la estructura de los capiteles romanos: tienen cesto troncocónico con "labio" perfectamente definido, volutas exteriores de indicación helicoidal y ábaco de brazos curvos, según articulación común desde el siglo I. Lo más relevante acaso sean las "variaciones" locales que aquí están acreditados por un tipo de acanto muy esquemático y por los motivos que sustituyen a los florones del ábaco, que aquí son "flores solares", si se me permite la expresión, puesto que del botón central surgen pétalos que en unos casos son convencionales y en otros, con aspecto de turbina (empleando la terminología de los eruditos portugueses). Aunque estos capiteles suelen considerarse "evolucionados" o "degenerados", ante la progresiva aparición de piezas con esas cualidades en contextos tempranos, me inclinaría por retrasar el ámbito de adjudicación: lo más probable es que fueran realizados entre los siglos II y III. Pensabene situaba uno parecido del Museo Torlonia (Cap. Ostia, 671) en el siglo III; éstos de Mazote parecen más próximos a los modelos más depurados de la capital del Imperio y no cuentan con las intrusiones orientales que se extendieron por todo el imperio a partir de los tiempos de Adriano.

Capitel romano de Mazote
Existen varios capiteles mal conservados con la configuración adjunta (imagen inferior); entre ellos, uno que cumple funciones de pila de agua bendita. Su relación con las series de collarino doblemente sogueado (o laureado) permite situarlos en un momento cultural aún muy dependiente de los influjos bizantinos directos y, por lo tanto, durante el propio siglo VI.


A la misma cronología deben responder una pareja de aspecto muy similar, con ábaco más dependiente de las fórmulas tardoimperiales, que podríamos relacionar con ciertas variedades bizantinas anteriores al siglo VI y que informa sobre la capacidad creativa de unos talleres que, a juzgar por los restos conocidos, debieron tener una actividad frenética.


El capitel adjunto seguramente corresponde al mismo fenómeno constructivo; así lo indica el uso de el doble sogueado (o laureado) en el borde del cesto que proporciona carácter híbrido entre la tradición del orden corintio y la del compuesto. La talla refleja pérdida de virtuosismo y conecta las mejores piezas de Mazote con variedades orientales evolucionadas y con otros de la Cámara Santa de estructura parecida. Como en otros lugares del mundo Mediterráneo, deberíamos relacionarlos con momentos avanzados del influjo bizantino, en los alrededores del año 600.


Hay varios que ofrecen concepción estructural comparable a la de estos últimos (con ábaco levemente cóncavo), pero que se distinguen por no emplear acantos estilizados sino hojas carnosas de borde redondeado, que definen palmas romas, sin anulaciones. De todos ellos, acaso sea el más interesante uno sin las convexidades del cesto, que está ornado con aves afrontadas según fórmula que recuerda las representaciones animadas de las lápidas sepulcrales de estos mismos años (siglo VI-VII).


El capitel adjunto (inferior) docuemntaría un punto intermedio entre las series de hojas con digitaciones y las de fórmulas ornamentales más carnosas. Debe corresponder a la mis época.



Con una concepción estructural comparable a los anteriores, existe otro grupo de ornamentación aún más alejada de los prototipos grecolatinos: uno de ellos está decorado con un kantharos de curiosa concepción, tal vez, de sentido eucarístico. Parece obvia su relación con el mismo fenómeno cultural.



Existe un grupo de concepción peculiar con bastantes paralelos en Galicia y Asturias (Valdedios, Santa Eulalia de Bóveda, Museo Arqueológico de Oviedo, etc.) . Se caracterizan por ofrecer una estructura derivada del orden corintio pero muy simplificada (carecen de volutas), aunque mantienen la idea del cesto troncocónico y el ábaco aún ofrece cierta concavidad; la talla es muy tosca.  La ornamentación de las hojas, con anulaciones, induce a relacionarlos con las series bizantinas de mayor calidad, pero también ofrecen rasgos de tradición más latina; en Santa Cristina de Lena hay capiteles con anulaciones comparables que aún conservan volutas con remate helicoidal y ábaco levemente cóncavo. Además, las anulaciones de las hojas también podría derivar de los acantos latinos. La existencia de collarino liso también podría derivar de tradiciones locales ajenas a lo que reflejan los mejores capiteles de la serie de Mazote . Por todo ello y mientras no aparezcan referencias arqueológicas claras, es difícil precisar su cronología. En consecuencia, podríamos sumarnos al criterio del Museo de Oviedo que los valora como "tardorromanos" y considerarlos fruto de iniciativas "marginales" propias de un proceso de romanización no excesivamente profundo. Pero lo más prudente es dejarlos en la "nevera" y clasificarlos entre los siglos IV y VII, a la espera de datos arqueológicos claros.


Hay un capitel de concepción tosca, que guarda cierta relación con algunas variedades documentadas en el norte de la Península, y que ofrece rasgos que lo emparentan tangencialmente con las mejores series de gran influjo bizantino. Su evaluación ofrece problemas similares a los del grupo anterior y, por consiguiente, podríamos situarlo, en principio, en los alrededores del siglo IV. La aparición de una modalidad comparable en contexto arqueológico del siglo IV (en Zamora) y la existencia de piezas similares en Santuyano, inducen a reforzar la cronología antigua.


Además de los "liriformes", existen varios capiteles ajenos al fenómeno bizantino. Entre ellos, acaso se el menos depurado éste, que ofrece una estructura relacionada con la tradición del orden corintio, pero de tratamiento muy burdo. Es difícil conectarlo con un momento cultural concreto, porque puede ser fruto de una iniciativa marginal temprana o de otra posterior más evolucionada. No obstante, la existencia de dos capiteles muy degradados pero diferentes en Santa Comba de Bande parece indicar que ambos son reutilizados y, por consiguiente, anteriores a la fecha que se admite para dicha iglesia.  Así, pues, todo parece indicar que durante los siglos IV y V hubo cierta actividad arquitectónica en el noroeste de la península Ibérica con fuertes componentes "locales" a la que podrían corresponder los capiteles citados, éste de Mazote y unos cuantos más repartidos por diferentes lugares de la misma zona.


Hay otro más de estructura y concepción esquemáticas, dotado de una sola corona de hojas y conjunto de caulículos y volutas vegetales sumamente simplificado; como se han perdido las esquinas es imposible saber cómo estaban rematadas. Tiene ábaco de brazos cóncavos y aunque no se distingue la estructura del cesto, tampoco parece ser demasiado evolucionado. Se parece mucho a otro conservado den el museo arqueológico de Toledo con dos coronas de hojas. Si no tuviéramos las prevenciones derivadas de la aparición de capiteles muy evolucionados en contextos arqueológicos antiguos, diríamos que se trata de un capitel de "época visigoda", pero contando con aquellos datos, deberíamos pensar en un momento anterior, en los alrededores del siglo IV y, muy probablemente, en un ambiente de fuerte localismo.



Existen dos capiteles de hojas lisas, collarino y concepción tosca. Hacen pensar en los más modernos de Escalada. Es probable que sean los más recientes del grupo global, tal vez, del siglo X o, incluso, posteriores.




Desde las reutilizaciones

Lo más "mozárabe", no sé si lo más andalusí o lo más bético en esta iglesia de San Cebrián (o San Cipriano) de Mazote no son, a mi juicio, los arcos de herradura, probablemente relacionados con tradiciones autóctonas, sino una concepción arquitectónica basada en la reutilización de elementos anteriores, tal y como se hizo en las primeras fases de la mezquita mayor de Córdoba y como se ha hecho desde tiempo inmemorial, cuando prevalecía la funcionalidad sobre la ostentación o, incluso, cuando la ostentación jugaba con la legitimidad fáctica proporcionada por la continuidad o cuando pretendía hacer uso de la imposición sobre las culturas o instituciones anteriores. Es conocida la reutilización de edificios con escasas modificaciones, como el palacio de Diocleciano —según dicen, el edificio más antiguo habitado continuamente desde su fundación en la época de Diocleciano—, la catedral de Siracusa (Ragusa) el Panteón o, incluso la catedral de Córdoba. Muchos de los grandes edificios de la Antigüedad que han llegado a nuestros días se conservaron gracias a la misma voluntad reutilizadora: en entradas anteriores he mencionado algunos de Grecia, por ejemplo, el templo de Hefaistos y el mismísimo Partenón.
Pero aun y por razones obvias, es más numeroso el conjunto de edificios sagrados que han empleado elementos arquitectónicos de otros más antiguos; entre lo más señero, deberíamos acordarnos las iglesias más antiguas de Roma, de la de Santa Irene de Estambul, de la mezquita mayor de Cairuán, de la mezquita mayor de Córdoba, de la catedral de Pisa, etc. La relación es innumerable porque la reutilización de elementos arquitectónicos fue una costumbre muy arraigada desde tiempo inmemorial, pero muy especialmente, a partir de las transformaciones religiosas derivadas de la institucionalización del cristianismo.
En este caso, más allá de la voluntad de los eruditos de principios del siglo XX, que desfiguraron una iglesia que los años ya habían desfigurado, informa de la existencia de edificios previos a ella que, muy probablemente, ya estaban arruinados en el momento de la construcción "definitiva". Pero en todo caso, desde los grupos de capiteles definidos y teniendo en cuenta sus cualidades formales y estructurales, podemos deducir la existencia de, al menos, cuatro o cinco concepciones arquitectónicas diferentes: la relacionada con los capiteles de ábaco ampliado, la que hace pensar en soluciones constructivas afines a la cisterna de Constantinopla, otra más derivada de la evolución próxima de estas, la relacionada con modelos constructivos romanos y las que cabe deducir del resto de los capiteles,que amplían las posibilidades de forma ilimitada.

Cisterna de Estambul: conjunto de capitel, cimacio y bóvedas
Conclusión

Dejando a un lado las prevenciones que provoca contemplar el resultado de un celo hoy inimaginable, aún podemos deducir que, muy probablemente, el edificio que conoció Gómez Moreno, seguramente fue producto de fórmulas constructivas propias de las zonas culturalemente marginales, donde se construye en función de las necesidades y las posibilidades. El uso del arco de herradura, que habitualmente relacionamos con el influjo andalusí o con la "arquitectura visigoda", acaso debería hacernos pensar en formas arraigadas en la mitad norte de la península Ibérica desde mucho antes. No obstante, en este caso y puesto que contamos con la reutilización de piezas situables entre los siglos III y XI, no sería demasiado aventurado aceptar que estamos ante un edificio realmente realizado hacia el siglo X, incluso, en un contexto muy degradado de probable o posible influencia andalusí. Pero lo que aún podemos contemplar, sobre todo, en la organización de la nave central, mediante columnas con toscos cimacios prismáticos, refuerza la hipótesis de un influjo más antiguo, "documentado" en los restos de las edificaciones que suministraron los capiteles aquí reunidos. Y ellos nos hablan de la fusión de tradiciones romanas y aportaciones bizantinas, de modo exactamente igual a lo que sucedió en la práctica totalidad de los territorios bañados por el mar Mediterráneo y sujetos a la aventura utópica de Justiniano por recomponer la unidad del Imperio.

En otras ocasiones he mencionado la perplejidad que me producía y me sigue produciendo ver con qué facilidad y “naturalidad” se explica el influjo bizantino documentado en los edificios asturianos y la "genialidad" de los "arquitectos" de esa zona, que fueron capaces de idear soluciones estructurales comparables a la capilla palatina de Aquisgrán o a las basílicas más evolucionadas de tiempos tardo-imperiales.  Y aún me sorprende más ver cómo desde ciertos ambientes ideológicos resuelven de un plumazo la heterodoxia de las pinturas de Santullano. Francamente, no creo que el bizantinismo asturiano se puedan explicar únicamente recurriendo al mercadeo de telas, marfiles y demás objetos de lujo.
Y hasta me parpadea en la mente la posibilidad de que las relaciones entre la corte bizantina y el califato de Córdoba tuvieran razones mucho más “prácticas” de lo que podría deducirse de la percepción que hoy tenemos de la ortodoxia cristiana. Se me ocurre si no sería razonable pensar en que durante los siglos VIII y IX aún pudieran quedar en el norte de la península Ibéricas comunidades de cristianos más vinculadas a Constantinopla que a Roma… ¿He dicho en el norte? ¿Sólo en el norte? Sabiendo que la pugna por la primacía entre Roma y Constantinopla se comenzó a substanciar a partir de finales del siglo IX, caben muchas posibilidades, sobre todo para "entender" la existencia de grandes influjos bizantinos desde los tiempos de Justiniano hasta el cambio de milenio... A lo mejor es una casualidad, pero los Concilios Ecuménicos de la iglesia cristiana se celebraron en: Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (432), Calcedonia (junto a Constantinopla, 451), Constantinopla (553), de nuevo en Constantinopla (680), Nicea (787), Constantinopla (689); el primer concilio Ecuménico latino no tuvo lugar hasta el año 1122, cuando ya se había substanciado el cisma entre Oriente y Occidente...


Aviso para el diletante

Merece a pena hacer unos kilómetros para contemplar este ejemplo vivo de lo que no se debe hacer para restaurar un edificio, aunque las "circunstancias" no lo facilitan. No la muestran en invierno; para verla en esa época es preciso acomodarse a los horarios litúrgicos y aprovechar los momentos en los que el sacerdote prepara los oficios. Como sucede en otros muchos lugares de Castilla-León, los vecinos del pueblo no tienen interés en mostrarla porque, según manifiestan, no les beneficia en nada. Alguien está haciendo las cosas muy mal...

1 comentario:

  1. Interesantísimo.Soy de Sahagún.Me gusta visitar iglesias.Ayer estuve en San Cebrián de Mazote. Necesitaba saber más sobre sus capiteles. Buscando encontré esta mara Villa de artículo. MUCHÍSIMAS GRACIAS.

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