Introducción
Es uno de esos edificios que se adjudican a tiempos visigodos sin otros datos que un documento impreciso de tiempos de Alfonso III, según el cual existía una iglesia dedicada a Santa Colomba, que se hallaba abandonada desde hacía "más de 200 años"... Algunos historiadores dedujeron de ello que "debía ser" de finales del siglo VII, es decir, posterior a la "unificación" peninsular bajo los reyes visigodos (ha. 576). También este caso parece clara la sobrevaloración de la época visigoda... Y así lo han asumido muchos estudiosos en sus publicaciones y, con raras excepciones, así se ha estado explicando...
Recientemente se ha abierto un debate interesante gracias al trabajo de un equipo de investigadores formado por L. Caballero, F. Arce y M. A. Utrero; éstos llegaron a dos conclusiones, en apariencia, sorprendentes. La primera: que, a pesar de las múltiples reparaciones que ofrecen sus paramentos (muy visibles desde el exterior), el edificio conserva la idea estructural original. La segunda: el edificio podría ser posterior a lo que se creía:
"Los datos aportados por la lectura del documento material entran en contradicción con la explicación histórica generada por el documento escrito. A partir de aquí el texto deja de ser una referencia fiable para conocer el origen y evolución de la iglesia. No se puede basar la historia de Santa Comba en una información de la que no ha sido valorada ni su génesis ni su transmisión: un texto moderno elaborado para prestigiar el pasado de un monasterio en horas bajas (San Miguel de Celanova) en el que se recogen documentos posiblemente interpolados siglos atrás para dirimir disputas de propiedad sobre las posesiones adscritas a la iglesia. La valoración del documento escrito y de los caracteres formales, estructurales y decorativos de Bande acercan a la iglesia a una época posterior, cercana a la arquitectura asturiana del IX y descendiente del influjo oriental transmitido por el mundo omeya."
Los elementos arquitectónicos
El edificio, reparado muchas veces, ofrece un aspecto impecable y magnífico, que fuerza la integración arquitectónica de unos elementos acumulados a lo largo de los siglos; está claro el carácter postizo del actual pórtico y de la espadaña; más difícil es percibir el resto de los elementos que se fueron añadiendo por razones diversas; mil doscientos años son demasiados para una edificación dispuesta en una zona de meteorología sumamente erosiva. Entre lo más reciente, debemos destacar la restauración de A. Ferrant en 1930, que eliminó algunos añadidos de época incierta y añadió otros; con posterioridad, fue sustituido el tejado.
Es obra de sillería irregular pero con amplios paños construidos mediante bloques prismáticos grandes y bien tallados; lo mismo sucede con los arcos que definen las entidades estructurales básicas, con algunas anomalías que podrían explicarse por efecto de las reparaciones que debió imponer su mantenimiento durante más de 1000 años.
En planta se circunscribe a un cuadrado prolongado en el ábside (y, tal vez, en el acceso hoy perdido y sustituido por el actual del siglo XVII) para articular varios volúmenes abovedados con ladrillos, que definen una articulación volumétrica escalonada hasta la bóveda central, de arista y también realizada con ladrillos. Éstos fueron estudiados mediante luminiscencias, que apuntaron al siglo VIII como fecha de su fabricación; al parecer, prácticamente nadie da por buena esta cronología, incompatible con las circunstancias históricas de la zona.
Los arcos son de medio punto, salvo el que se abre al presbiterio, de herradura levemente peraltada; esta circunstancia ha justificado relacionarla con la de San Juan de Baños, aunque en este caso, el diseño parece más dependiente de tradiciones orientales. La combinación de piedra en los muros con ladrillo en las bóvedas puede reforzar esa relación, aunque es fórmula muy utilizada también en tiempos romanos. Santa Eulalia de Bóveda documenta soluciones afines.
La iglesia no cuenta con los alerones volados soportados por modillones, que existen en el edículo de Celanova, en Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña: aquí hay un reducido vuelo, conseguido mediante una imposta de escaso resalte, pero que sólo aparece en el cimborrio; en el resto de las cubiertas esa servidumbre se ha resuelto con fórmulas que podríamos encontrar en obras medievales y en chalets modernos.
Existen unos cuantos ventanucos, cuyos cargaderos son arcos de medio punto, unas veces definidos con ladrillos, otros con granito; también hay huecos con cargaderos horizontales de piedra, algunos fracturados.
Esta variedad de recursos constructivos impone valorar la existencia de "restauraciones" y remodelaciones de épocas diversas. La ventana del ábside conserva una celosía de motivo "escamado", que parece haber sido colocada después de una alteración del tamaño de la abertura; debió ser realizada después de la reducción del hueco, acaso en tiempos de "repoblación", cuando se reorganizó la estructura administrativa de esta zona peninsular.
Obviamente, nos encontramos ante un edificio de concepción muy próxima al mausoleo de Gala Placidia (ha. 430), en el que se sustituyeron los ladrillos de los muros por bloques de granito, de acuerdo con las posibilidades del lugar. Ello nos proporciona una pista bastante clara sobra la función que pudo tener esta edificación: muy probablemente, fuera concebida como mausoleo o, si se prefiere, como hito conmemorativo de carácter funerario.
La ornamentación
La ornamentación está organizada definiendo dos zonas separadas por el arco que conecta el presbiterio con el resto de la iglesia. En ésta existe una imposta discontinua con relieves en espiguilla (no creo que se pueda hablar de "sogueado"), que induce a pensar en un edificio enfoscado, cuando menos, por el interior. En la misma dirección apunta la combinación de piedra (muros) y ladrillo (bóvedas).
La imposta del presbiterio, que lo recorre por completo y recerca la ventana axial, es de concepción totalmente distinta al resto de los elementos de la iglesia: entre dos listeles discurren motivos vegetales relativamente estilizados (zarcillos, flores, racimos, yemas, etc.), pero de talla muy cuidada. La carencia de motivos animados impide adelantar demasiado su cronología. Supongo que este detalle ha sido valorado como elemento de influencia andalusí, porque el relieve se acerca mucho a las cenefas de los atauriques cordobeses; pero también podría ser interpretado como importación directa de las fórmulas hispanorromans tardías y, muy especialmente, de cuando se expandieron los influjos bizantinos por todo el Mediterráneo
Algunos autores relacionan este elemento con San Pedro de la Nave, pero esa relación, que también es obvia, puede explicarse entendiendo ambas iglesias en el contexto de las referencias tardoromanas, regionales y orientales que se imitaron durante la Alta Edad Media.
Los capiteles, que descansan sobre fustes probablemente reutilizados, forman dos parejas tipologicamente afines dos a dos. Los de la primera serie repiten modalidad de orden corintio conocida en Galicia y en el sur de Francia y caracterizada por un tratamiento algo tosco pero aún dentro de la "ortodoxia" de las fórmulas romanas. Aunque se parecen bastante, estos dos más próximos a las variedades corintias, ofrecen diferencias en los tipos de acanto y en el modo de resolver el cuerpo superior, que permiten suponer procedencias diversas. Destaca en ellos la moldura abocelada en la parte inferior del cesto (a modo del astrágalo que, por lo general, se tallaba en el fuste), que no es rara en la Península; cuentan con dos coronas de hojas de acanto, que aún conserva las fórmulas habituales a partir del siglo II. El conjunto superior se distingue por un cáliz muy desarrollado que oculta las volutas, en un caso por completo; sin embargo, no tapan el frente del ábaco, donde se aprecia una cartela asimismo muy evolucionada. Aunque no conozco piezas como éstas que hayan aparecido contextualizadas, existen varias comparables en el noroeste peninsular (por ejemplo, en Santa María de Ourense; también en San Fructuoso de Montelius); creo que el año 300 marcaría el momento de mayores posibilidades para situar su realización.
La segunda serie es más difícil de evaluar y acaso su existencia en este edificio haya servido para forzar hacia el siglo VII o hacia el IX la datación del edificio. Son dos capiteles que han perdido los elementos que caracterizan a las variedades corintias y aún a las corintizantes; sólo quedan dos coronas de hojas de concepción tosca, como pencas, que arrancan de un collarino liso, de ejecución irregular. Los elementos del cuerpo superior apenas son sugeridos por un tratamiento muy estilizado de los componentes tradicionales (caulículo, cáliz, volutas), reinterpretados mediante fórmulas que encajarían bien con la ornamentación sumaria de la imposta desde la que arranca el arco de herradura y con la que existe en la nave central.
Tradicionalmente, capiteles como los de la segunda serie suelen clasificarse en "época visigoda" (Schlunck) y desde esta circunstancia, sería obvio concluir que se realizaron al efecto, durante el siglo VII.
Pero existe otra posibilidad en consonancia con las cualidades de la romanización gallega: que estos dos capiteles fueran realizadas mucho antes de esa época, en un contexto cultural muy ruralizado; en el norte de la península Ibérica han aparecido restos escultóricos y también capiteles que responden a circunstancias de torpeza comparables; si aquellos suelen clasificarse alrededor de los siglos III y IV, éstos no deberían alejarse del mismo momento. No hace mucho han aparecido capiteles muy evolucionados en contextos arqueológicos del siglo IV (Camarzana, ¿La Olmeda?) que, a mi juicio, chocan con lo "generalmente admitido", desde los tiempos de Schlunk. En suma, la serie "degenerada" podría corresponder también a los alrededores del siglo IV.
Frente a lo que algunos estudiosos suelen enfatizar, no aprecio influencias cordobesas ni asturianas por ninguna parte. Los elementos que podrías ser considerados en esa línea (bóveda de ladrillos, arco de herradura,imposta del ábside, etc.) se pueden explicar por derivación directa de las tradiciones tardorromanas. (Ver comentario sobre el arco de herradura)
Hipótesis de clasificación
El panorama de clasificación que ofrece esta pequeña iglesia es, a mi juicio, bastante complejo:
1. Tesis tradicional. Edificio visigodo o de época visigoda.
La iglesia habría sido realizada en tiempos visigodos, tal y como se ha admitido tradicionalmente y aún siguen admitiendo algunos estudiosos. Esta hipótesis se apoya, sobre todo en la relación que el edificio tiene con San Fructuoso de Montelius (a mi juicio, discutible), pero, sobre todo, con San Pedro de la Mata y Santa María de Melque, que, en escalas diferentes, ofrecerían reiteración del mismo paradigma arquitectónico. En contra de esta hipótesis apuntarían las circunstancias mencionadas en este comentario, pero sobre todo, la dificultad de entender que fuera en tiempos visigodos cuando se establecieran fórmulas arquitectónicas asociadas a la uniformidad cultural que ello supone; es más factible situar esos procesos en tiempos anteriores.
2. La iglesia fue remodelada radicalmente durante el siglo IX.
La iglesia preexistente habría sido remodelada, al menos, por el exterior, durante el siglo IX, tal y como sugieren Caballero, Arce y Utrero. Parece obvio que la "recuperación del culto" impusiera una reforma radical del edificio.
3. Iglesia de tiempos suevos
R. Corzo sostiene que la iglesia pude ser obra de tiempos suevos. Me excuso por no analizar este juicio en detalle, que encajaría mal con la cronología que propongo para Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña, al menos, si entendemos que la iglesia fue concebida con el aspecto definitivo. Volveré a ello en otro momento...
4. Aún anterior
A ellas podríamos añadir la que se deduce de los comentarios desgranados en las líneas anteriores.
Si damos por aceptables (aunque no sean precisos) los testimonios literarios, debemos asumir que esta iglesia fue construida "mucho antes" del siglo IX. Y creo que ello es un dato sólido, cuando menos para situar lo que, a mi juicio, parece una posibilidad muy probable: que la primera fundación fuera una pequeña iglesia con planta de cruz griega, arcos de medio punto y bóvedas de ladrillo, sin arcos de herradura (similar al mausoleo de Gala Placidia). Desde este supuesto, teniendo en cuenta la relación con el edificio de Bóveda, cabría desplazar su cronología hacia atrás y asociarla con la primera cristianización de Galicia, en tiempos, incluso, anteriores a la llegada de los suevos y en relación con la expansión territorial de la diócesis de Braga.
La falta de correspondencia entre el arco del presbiterio y el resto de los arcos abre una posibilidad que, además, encajaría con la naturaleza de la moldura que lo recorre: que se abriera el muro este para colocar un arco de herradura que diera paso a la parte más sagrada del tempo. Naturalmente, también sería posible que la heterogeneidad en el tratamiento de esa zona se deba, como sucede en otros lugares, al interés en enfatizar lo más noble. Pero para desequilibrar levemente la situación, por el exterior se aprecian irregularidades en el enjarje de los muros y cambios apreciables en la modulación de las hiladas, que abonaría la primera hipótesis; y algo parecido sucede con las dovelas del propio arco y con los sillares colocados sobre él: los bloques de unión entre la rosca del arco y el muro son exageradamente irregulares si los comparamos con los del resto de los paramentos.
En definitiva, parece probable que la iglesia actual sea resultado de una remodelación, tal vez, temprana y por razones difíciles de adivinar, acaso relacionada con el cambio de los ritos, resuelta mediante procedimientos constructivos similares a los iniciales, para añadir el presbiterio al que se accedería mediante un arco de herradura y una banda ornamental de fuerte sentido bizantino; y acaso, también el primer cuerpo de acceso. Por supuesto, desde los testimonios escritos, habría que contar con una segunda remodelación a partir del siglo IX y con otras sucesivas... En alguna de las primeras pudieron ser sustituidos los ladrillos de la bóveda, que fueron fechados experimentalmente en el siglo VIII.
Para finalizar... entre dudas
A modo de epílogo, debo manifestar que no pondría la mano en el fuego sobre esta valoración, porque, desde los datos que puedo manejar (me hubiera gustado estar presente en las obras de restauración de Ferrant) y frente a lo que sucede, por ejemplo, con los capiteles de Mazote, la banda de roleos me parece un dato de escasa contundencia. Si realmente la iglesia hubiera sido construida de una vez, la fecha propuesta por R. Corzo, en tiempos de Martín de Braga (activo en Gallaecia entre 550 y 579), sería la más factible. En todo caso, lo más probable es que se trate de un edificio del siglo VI.
Es uno de esos edificios que se adjudican a tiempos visigodos sin otros datos que un documento impreciso de tiempos de Alfonso III, según el cual existía una iglesia dedicada a Santa Colomba, que se hallaba abandonada desde hacía "más de 200 años"... Algunos historiadores dedujeron de ello que "debía ser" de finales del siglo VII, es decir, posterior a la "unificación" peninsular bajo los reyes visigodos (ha. 576). También este caso parece clara la sobrevaloración de la época visigoda... Y así lo han asumido muchos estudiosos en sus publicaciones y, con raras excepciones, así se ha estado explicando...
Recientemente se ha abierto un debate interesante gracias al trabajo de un equipo de investigadores formado por L. Caballero, F. Arce y M. A. Utrero; éstos llegaron a dos conclusiones, en apariencia, sorprendentes. La primera: que, a pesar de las múltiples reparaciones que ofrecen sus paramentos (muy visibles desde el exterior), el edificio conserva la idea estructural original. La segunda: el edificio podría ser posterior a lo que se creía:
"Los datos aportados por la lectura del documento material entran en contradicción con la explicación histórica generada por el documento escrito. A partir de aquí el texto deja de ser una referencia fiable para conocer el origen y evolución de la iglesia. No se puede basar la historia de Santa Comba en una información de la que no ha sido valorada ni su génesis ni su transmisión: un texto moderno elaborado para prestigiar el pasado de un monasterio en horas bajas (San Miguel de Celanova) en el que se recogen documentos posiblemente interpolados siglos atrás para dirimir disputas de propiedad sobre las posesiones adscritas a la iglesia. La valoración del documento escrito y de los caracteres formales, estructurales y decorativos de Bande acercan a la iglesia a una época posterior, cercana a la arquitectura asturiana del IX y descendiente del influjo oriental transmitido por el mundo omeya."
Los elementos arquitectónicos
El edificio, reparado muchas veces, ofrece un aspecto impecable y magnífico, que fuerza la integración arquitectónica de unos elementos acumulados a lo largo de los siglos; está claro el carácter postizo del actual pórtico y de la espadaña; más difícil es percibir el resto de los elementos que se fueron añadiendo por razones diversas; mil doscientos años son demasiados para una edificación dispuesta en una zona de meteorología sumamente erosiva. Entre lo más reciente, debemos destacar la restauración de A. Ferrant en 1930, que eliminó algunos añadidos de época incierta y añadió otros; con posterioridad, fue sustituido el tejado.
Fotografía que empleó H. Schlunk en Ars Hispaniae, vol II (1947). |
Santa Comba de Bande antes de la restauración de A. Ferrant |
En planta se circunscribe a un cuadrado prolongado en el ábside (y, tal vez, en el acceso hoy perdido y sustituido por el actual del siglo XVII) para articular varios volúmenes abovedados con ladrillos, que definen una articulación volumétrica escalonada hasta la bóveda central, de arista y también realizada con ladrillos. Éstos fueron estudiados mediante luminiscencias, que apuntaron al siglo VIII como fecha de su fabricación; al parecer, prácticamente nadie da por buena esta cronología, incompatible con las circunstancias históricas de la zona.
Los arcos son de medio punto, salvo el que se abre al presbiterio, de herradura levemente peraltada; esta circunstancia ha justificado relacionarla con la de San Juan de Baños, aunque en este caso, el diseño parece más dependiente de tradiciones orientales. La combinación de piedra en los muros con ladrillo en las bóvedas puede reforzar esa relación, aunque es fórmula muy utilizada también en tiempos romanos. Santa Eulalia de Bóveda documenta soluciones afines.
La iglesia no cuenta con los alerones volados soportados por modillones, que existen en el edículo de Celanova, en Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña: aquí hay un reducido vuelo, conseguido mediante una imposta de escaso resalte, pero que sólo aparece en el cimborrio; en el resto de las cubiertas esa servidumbre se ha resuelto con fórmulas que podríamos encontrar en obras medievales y en chalets modernos.
Existen unos cuantos ventanucos, cuyos cargaderos son arcos de medio punto, unas veces definidos con ladrillos, otros con granito; también hay huecos con cargaderos horizontales de piedra, algunos fracturados.
Esta variedad de recursos constructivos impone valorar la existencia de "restauraciones" y remodelaciones de épocas diversas. La ventana del ábside conserva una celosía de motivo "escamado", que parece haber sido colocada después de una alteración del tamaño de la abertura; debió ser realizada después de la reducción del hueco, acaso en tiempos de "repoblación", cuando se reorganizó la estructura administrativa de esta zona peninsular.
Obviamente, nos encontramos ante un edificio de concepción muy próxima al mausoleo de Gala Placidia (ha. 430), en el que se sustituyeron los ladrillos de los muros por bloques de granito, de acuerdo con las posibilidades del lugar. Ello nos proporciona una pista bastante clara sobra la función que pudo tener esta edificación: muy probablemente, fuera concebida como mausoleo o, si se prefiere, como hito conmemorativo de carácter funerario.
La ornamentación
La ornamentación está organizada definiendo dos zonas separadas por el arco que conecta el presbiterio con el resto de la iglesia. En ésta existe una imposta discontinua con relieves en espiguilla (no creo que se pueda hablar de "sogueado"), que induce a pensar en un edificio enfoscado, cuando menos, por el interior. En la misma dirección apunta la combinación de piedra (muros) y ladrillo (bóvedas).
La imposta del presbiterio, que lo recorre por completo y recerca la ventana axial, es de concepción totalmente distinta al resto de los elementos de la iglesia: entre dos listeles discurren motivos vegetales relativamente estilizados (zarcillos, flores, racimos, yemas, etc.), pero de talla muy cuidada. La carencia de motivos animados impide adelantar demasiado su cronología. Supongo que este detalle ha sido valorado como elemento de influencia andalusí, porque el relieve se acerca mucho a las cenefas de los atauriques cordobeses; pero también podría ser interpretado como importación directa de las fórmulas hispanorromans tardías y, muy especialmente, de cuando se expandieron los influjos bizantinos por todo el Mediterráneo
Algunos autores relacionan este elemento con San Pedro de la Nave, pero esa relación, que también es obvia, puede explicarse entendiendo ambas iglesias en el contexto de las referencias tardoromanas, regionales y orientales que se imitaron durante la Alta Edad Media.
Los capiteles, que descansan sobre fustes probablemente reutilizados, forman dos parejas tipologicamente afines dos a dos. Los de la primera serie repiten modalidad de orden corintio conocida en Galicia y en el sur de Francia y caracterizada por un tratamiento algo tosco pero aún dentro de la "ortodoxia" de las fórmulas romanas. Aunque se parecen bastante, estos dos más próximos a las variedades corintias, ofrecen diferencias en los tipos de acanto y en el modo de resolver el cuerpo superior, que permiten suponer procedencias diversas. Destaca en ellos la moldura abocelada en la parte inferior del cesto (a modo del astrágalo que, por lo general, se tallaba en el fuste), que no es rara en la Península; cuentan con dos coronas de hojas de acanto, que aún conserva las fórmulas habituales a partir del siglo II. El conjunto superior se distingue por un cáliz muy desarrollado que oculta las volutas, en un caso por completo; sin embargo, no tapan el frente del ábaco, donde se aprecia una cartela asimismo muy evolucionada. Aunque no conozco piezas como éstas que hayan aparecido contextualizadas, existen varias comparables en el noroeste peninsular (por ejemplo, en Santa María de Ourense; también en San Fructuoso de Montelius); creo que el año 300 marcaría el momento de mayores posibilidades para situar su realización.
Capiteles de Santa Comba; el de la izquierda ofrece modalidad muy evolucionada; el de la derecha mantiene los elementos del orden corintio |
Capiteles de Santa Comba; el de la derecha prácticamente ha perdido los elementos del orden |
Tradicionalmente, capiteles como los de la segunda serie suelen clasificarse en "época visigoda" (Schlunck) y desde esta circunstancia, sería obvio concluir que se realizaron al efecto, durante el siglo VII.
Pero existe otra posibilidad en consonancia con las cualidades de la romanización gallega: que estos dos capiteles fueran realizadas mucho antes de esa época, en un contexto cultural muy ruralizado; en el norte de la península Ibérica han aparecido restos escultóricos y también capiteles que responden a circunstancias de torpeza comparables; si aquellos suelen clasificarse alrededor de los siglos III y IV, éstos no deberían alejarse del mismo momento. No hace mucho han aparecido capiteles muy evolucionados en contextos arqueológicos del siglo IV (Camarzana, ¿La Olmeda?) que, a mi juicio, chocan con lo "generalmente admitido", desde los tiempos de Schlunk. En suma, la serie "degenerada" podría corresponder también a los alrededores del siglo IV.
Frente a lo que algunos estudiosos suelen enfatizar, no aprecio influencias cordobesas ni asturianas por ninguna parte. Los elementos que podrías ser considerados en esa línea (bóveda de ladrillos, arco de herradura,imposta del ábside, etc.) se pueden explicar por derivación directa de las tradiciones tardorromanas. (Ver comentario sobre el arco de herradura)
Hipótesis de clasificación
El panorama de clasificación que ofrece esta pequeña iglesia es, a mi juicio, bastante complejo:
1. Tesis tradicional. Edificio visigodo o de época visigoda.
La iglesia habría sido realizada en tiempos visigodos, tal y como se ha admitido tradicionalmente y aún siguen admitiendo algunos estudiosos. Esta hipótesis se apoya, sobre todo en la relación que el edificio tiene con San Fructuoso de Montelius (a mi juicio, discutible), pero, sobre todo, con San Pedro de la Mata y Santa María de Melque, que, en escalas diferentes, ofrecerían reiteración del mismo paradigma arquitectónico. En contra de esta hipótesis apuntarían las circunstancias mencionadas en este comentario, pero sobre todo, la dificultad de entender que fuera en tiempos visigodos cuando se establecieran fórmulas arquitectónicas asociadas a la uniformidad cultural que ello supone; es más factible situar esos procesos en tiempos anteriores.
2. La iglesia fue remodelada radicalmente durante el siglo IX.
La iglesia preexistente habría sido remodelada, al menos, por el exterior, durante el siglo IX, tal y como sugieren Caballero, Arce y Utrero. Parece obvio que la "recuperación del culto" impusiera una reforma radical del edificio.
3. Iglesia de tiempos suevos
R. Corzo sostiene que la iglesia pude ser obra de tiempos suevos. Me excuso por no analizar este juicio en detalle, que encajaría mal con la cronología que propongo para Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña, al menos, si entendemos que la iglesia fue concebida con el aspecto definitivo. Volveré a ello en otro momento...
4. Aún anterior
A ellas podríamos añadir la que se deduce de los comentarios desgranados en las líneas anteriores.
Si damos por aceptables (aunque no sean precisos) los testimonios literarios, debemos asumir que esta iglesia fue construida "mucho antes" del siglo IX. Y creo que ello es un dato sólido, cuando menos para situar lo que, a mi juicio, parece una posibilidad muy probable: que la primera fundación fuera una pequeña iglesia con planta de cruz griega, arcos de medio punto y bóvedas de ladrillo, sin arcos de herradura (similar al mausoleo de Gala Placidia). Desde este supuesto, teniendo en cuenta la relación con el edificio de Bóveda, cabría desplazar su cronología hacia atrás y asociarla con la primera cristianización de Galicia, en tiempos, incluso, anteriores a la llegada de los suevos y en relación con la expansión territorial de la diócesis de Braga.
La falta de correspondencia entre el arco del presbiterio y el resto de los arcos abre una posibilidad que, además, encajaría con la naturaleza de la moldura que lo recorre: que se abriera el muro este para colocar un arco de herradura que diera paso a la parte más sagrada del tempo. Naturalmente, también sería posible que la heterogeneidad en el tratamiento de esa zona se deba, como sucede en otros lugares, al interés en enfatizar lo más noble. Pero para desequilibrar levemente la situación, por el exterior se aprecian irregularidades en el enjarje de los muros y cambios apreciables en la modulación de las hiladas, que abonaría la primera hipótesis; y algo parecido sucede con las dovelas del propio arco y con los sillares colocados sobre él: los bloques de unión entre la rosca del arco y el muro son exageradamente irregulares si los comparamos con los del resto de los paramentos.
En definitiva, parece probable que la iglesia actual sea resultado de una remodelación, tal vez, temprana y por razones difíciles de adivinar, acaso relacionada con el cambio de los ritos, resuelta mediante procedimientos constructivos similares a los iniciales, para añadir el presbiterio al que se accedería mediante un arco de herradura y una banda ornamental de fuerte sentido bizantino; y acaso, también el primer cuerpo de acceso. Por supuesto, desde los testimonios escritos, habría que contar con una segunda remodelación a partir del siglo IX y con otras sucesivas... En alguna de las primeras pudieron ser sustituidos los ladrillos de la bóveda, que fueron fechados experimentalmente en el siglo VIII.
Para finalizar... entre dudas
A modo de epílogo, debo manifestar que no pondría la mano en el fuego sobre esta valoración, porque, desde los datos que puedo manejar (me hubiera gustado estar presente en las obras de restauración de Ferrant) y frente a lo que sucede, por ejemplo, con los capiteles de Mazote, la banda de roleos me parece un dato de escasa contundencia. Si realmente la iglesia hubiera sido construida de una vez, la fecha propuesta por R. Corzo, en tiempos de Martín de Braga (activo en Gallaecia entre 550 y 579), sería la más factible. En todo caso, lo más probable es que se trate de un edificio del siglo VI.
Importante y cuidado comentario que invita a un estudio y reflexión más profunda de este enigmático monumento. Atentamente te saludo.
ResponderEliminarA ver si le vais a fastidiar la fuente de ingresos a la buena vigilanta y cuidadora del edificio!
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