Aunque ya existía como Fundación privada sin ánimo de lucro, hace unos días fue inaugurado como museo, con presencia real, en un edificio construido en la segunda mitad del siglo XIX, según proyecto de los hermanos Agustín y Manuel Ortiz de Villajos, que contaba con iglesia, enfermería y hospedería. El complejo fue rehabilitado a finales del siglo XX (1992), según el criterio de los arquitectos Solans-Briales-Del Amo. Del Patronato de la Fundación forman parte:
"Bajo la Presidencia de Su Majestad el Rey integran el Patronato de la Fundación entre otros: al Jefe de la Casa de S.M., los embajadores del Reino de Bélgica, del Gran Ducado de Luxemburgo y del Reino de los Países Bajos en Madrid, el Presidente de la Comunidad de Madrid, el Alcalde de Madrid, el Secretario General y Alto Representante de la PESC de la Unión Europea, el Presidente de la Comunidad Urbana Lille Métropole, el Presidente de la Asociación de los Amigos de la Fundación Carlos de Amberes en Bélgica, el Director General del Patrimonio del Consejo de Europa en Estrasburgo y representantes de instituciones y empresas españoles y del Benelux."
La fundación, fundada a finales del siglo XVI para cuidar de los viajeros de los Paises Bajos, tiene relaciones estrechas con The Saatchi Gallery y durante los últimos seis años ha organizado treinta exposiciones en colaboración con diferentes museos; también han organizado conciertos, conferencias, han patrocinado diversos programas de investigación y convenios de colaboración con entidades de acreditada solvencia. Aunque en la página web no están claros los objetivos, muy alejados de la voluntad de Carlos de Amberes, interpreto que para sus gestores es prioritario: "fomentar los intercambios históricos, culturales y científicos entre España y las antiguas provincias de Flandes, territorios que hoy forman parte de Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos y el norte de Francia." Pero podría estar equivocado...
Las cualidades museísticas responden a fórmulas de inclinación escenográfica, mediante paramentos verticales no siempre neutros e iluminación no siempre homogénea, que potencia la proliferación de reflejos. Como el edificio ofrece posibilidades para una iluminación mucho más diáfana, imagino que habrá prevalecido la intención de conseguir un ambiente de recogimiento similar al de las edificaciones religiosas tradicionales, aquellas concebidas para facilitar el recogimiento que, según dicen, excita los sentimientos de quienes están iluminados por la virtud de la fe. Si es así, hasta los reflejos podrían valorarse como cualidades positivas asociadas al potencial simbólico de la luz...
Me han sorprendido los humidificadores colocados en el suelo y la gran cortina que da acceso al ascensor que, a su vez, conduce a los aseos: en estos casos no soy capaz de encontrar justificaciones metaestéticas...
Más allá de los aspectos museográficos —o sobre ellos—, el museo Carlos de Amberes me ha sumido en la perplejidad por otras razones...
“Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
Desde esta definición, que los hechos han dejado en referencia utópica, al menos desde los tiempos de Thomas Krens, la nueva institución amparada por el nombre de Carlos Amberes es, cuando menos, un museo sorprendente. Sorprende, por ejemplo, que únicamente posea una obra de las que se pueden contemplar en la actual instalación: El martirio de San Andrés, de Rubens (1638-39). Sorprende asimismo que las obras recogidas procedan de tres instituciones:
a) El Museo del Prado ha cedido 10 pinturas.
b) El Museo de Bellas Artes de Amberes ha prestado por un año 21; al parecer, está prevista la ampliación del plazo, al menos, mientras duren las obras de rehabilitación de dicho museo que deberían finalizar en 2017.
c) Y un tapiz perteneciente al Patrimonio Nacional, esa institución de funcionamiento siempre imprevisible y "sorprendente". ¿Mantendrán el préstamo cuando se inaugure el futuro museo de las Colecciones Reales?
Según recogieron los medios de comunicación, no debemos extrañarnos puesto que, para el señor Checa, uno de los responsables de la idea, se trata de “un museo vivo, un museo que cambia”. Asunto resuelto... ¿O no? Tengo entendido que, al menos desde los tiempos de Duncan Cameron, no existe museo en el mundo que no se haya inaugurado con la pretensión de ser un "museo vivo". En todo caso, sería un "museo vivo" raquítico, con menos obras que los despachos de los altos ejecutivos de cualquier empresa del IBEX 35.
Seguramente me equivoque, pero el museo Carlos de Amberes, tal y como ha sido inaugurado, se parece mucho a una sala de exposiciones temporales del Museo del Prado... por supuesto, en precario.
¿Sin fines de lucro? Cobran 7 euros con carácter general; jubilados, estudiantes y familias numerosas deben pagar "sólo" 4; únicamente tienen acceso gratuito los menores de 13 años, los parados, los Amigos de la Fundación Carlos de Amberes y los miembros del ICOM; según comentó quien atendía el mostrador de acceso, no tenía instrucciones cobre los profesionales de la docencia...
Siete euros por contemplar 32 pinturas, 1 tapiz y 11 grabados de Rembrandt —procedentes de la Fundación Custodia-Colletion y de la Biblioteca Nacional—, que se ofrecen como “exposición temporal”. Teniendo en cuenta que apenas nos es dado contemplar seis obras de cualidades excepcionales, podríamos deducir que el suspiro de éxtasis sale a poco más de un euro, que me parece un precio desorbitado, teniendo en cuenta la naturaleza de los oscuros tiempos presentes. Quienes gestionan este museo deberían tener en cuenta que 7 euros son muchos euros para quienes deben vivir con menos de 1000 euros al mes. Desde esta consideración, es sorprendente que la Fundación de la que deriva el actual museo fuera creada para proporcionar auxilio a los necesitados… Según recoge la propia web del museo:
“La historia de la Real Diputación San Andrés de los Flamencos-Fundación Carlos de Amberes se remonta al año 1594, cuando Carlos de Amberes, natural de esta ciudad en el Ducado de Brabante, cedió en escritura pública una serie de inmuebles para que a su muerte sirvieran de albergue y hospedaje a los pobres y peregrinos procedentes de las Diecisiete Provincias de los Países Bajos que visitaban la Villa de Madrid.”
¿Al servicio de la sociedad y abierto al público? Está en una de las zonas más exclusivas de la capital del Estado, en la calle Claudio Coello, entre la Fundación March y el monumento a Juan Pablo II, junto a tiendas que cobran 300 € por un jersey de lana pura y especialmente virgen. Seguramente ahí debemos buscar la razón de un precio tan desorbitado, sabiendo que todo lo ofrecido cabe en tres salas. Es tentador etiquetarlo como “museo para pijos”, pero obviamente sería injusto porque no exigen entrar con ropa adquirida en las tiendas de los alrededores, en la Fifth Avenue, en Piccadilly Place o en Via dei Condotti...
¿Con fines de estudio, educación y recreo? Teniendo en cuenta que, como en los lugares más rancios, prohíben hacer fotografías, nos encontramos, de nuevo ante los indicios mencionados varias veces y que informan negativamente sobre la parte final de la definición del ICOM. Para “compensarlo” y, tal vez, para justificar el exagerado precio de la entrada, entregan con ella un cuadernillo de 34 hojas, con cubiertas de verde esmeralda. Según recogían los medios, “Esta “pequeña pero selecta colección”, como la describe Checa, está pensada para que el público la disfrute sin prisas, y por eso no hay cartelas junto a las obras. El visitante recibirá al adquirir su entrada un catálogo con el que podrá ir leyendo la información referente a cada cuadro.“ ¿Catálogo? Mejor, breviario o epítome.
Reconozco que no esperaba un planteamiento tan "revolucionario" y tan próximo a las pretensiones de recogimiento de la prédica trentina… porque es obvio que las cartelas perturbarían la concentración y el recogimiento necesarios para alcanzar el éxtasis de la trascendencia sublime.
Lo mejor, el breviario, que, con diminutas reproducciones a todo color, proporciona información suficiente para justificar las vertientes cultural y educativa de la institución... por supuesto, si nos olvidarnos de los 7 euros, feridores como hierro candente.
"Bajo la Presidencia de Su Majestad el Rey integran el Patronato de la Fundación entre otros: al Jefe de la Casa de S.M., los embajadores del Reino de Bélgica, del Gran Ducado de Luxemburgo y del Reino de los Países Bajos en Madrid, el Presidente de la Comunidad de Madrid, el Alcalde de Madrid, el Secretario General y Alto Representante de la PESC de la Unión Europea, el Presidente de la Comunidad Urbana Lille Métropole, el Presidente de la Asociación de los Amigos de la Fundación Carlos de Amberes en Bélgica, el Director General del Patrimonio del Consejo de Europa en Estrasburgo y representantes de instituciones y empresas españoles y del Benelux."
La fundación, fundada a finales del siglo XVI para cuidar de los viajeros de los Paises Bajos, tiene relaciones estrechas con The Saatchi Gallery y durante los últimos seis años ha organizado treinta exposiciones en colaboración con diferentes museos; también han organizado conciertos, conferencias, han patrocinado diversos programas de investigación y convenios de colaboración con entidades de acreditada solvencia. Aunque en la página web no están claros los objetivos, muy alejados de la voluntad de Carlos de Amberes, interpreto que para sus gestores es prioritario: "fomentar los intercambios históricos, culturales y científicos entre España y las antiguas provincias de Flandes, territorios que hoy forman parte de Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos y el norte de Francia." Pero podría estar equivocado...
Las cualidades museísticas responden a fórmulas de inclinación escenográfica, mediante paramentos verticales no siempre neutros e iluminación no siempre homogénea, que potencia la proliferación de reflejos. Como el edificio ofrece posibilidades para una iluminación mucho más diáfana, imagino que habrá prevalecido la intención de conseguir un ambiente de recogimiento similar al de las edificaciones religiosas tradicionales, aquellas concebidas para facilitar el recogimiento que, según dicen, excita los sentimientos de quienes están iluminados por la virtud de la fe. Si es así, hasta los reflejos podrían valorarse como cualidades positivas asociadas al potencial simbólico de la luz...
Me han sorprendido los humidificadores colocados en el suelo y la gran cortina que da acceso al ascensor que, a su vez, conduce a los aseos: en estos casos no soy capaz de encontrar justificaciones metaestéticas...
Más allá de los aspectos museográficos —o sobre ellos—, el museo Carlos de Amberes me ha sumido en la perplejidad por otras razones...
“Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
ICOM (2007)
Desde esta definición, que los hechos han dejado en referencia utópica, al menos desde los tiempos de Thomas Krens, la nueva institución amparada por el nombre de Carlos Amberes es, cuando menos, un museo sorprendente. Sorprende, por ejemplo, que únicamente posea una obra de las que se pueden contemplar en la actual instalación: El martirio de San Andrés, de Rubens (1638-39). Sorprende asimismo que las obras recogidas procedan de tres instituciones:
a) El Museo del Prado ha cedido 10 pinturas.
b) El Museo de Bellas Artes de Amberes ha prestado por un año 21; al parecer, está prevista la ampliación del plazo, al menos, mientras duren las obras de rehabilitación de dicho museo que deberían finalizar en 2017.
c) Y un tapiz perteneciente al Patrimonio Nacional, esa institución de funcionamiento siempre imprevisible y "sorprendente". ¿Mantendrán el préstamo cuando se inaugure el futuro museo de las Colecciones Reales?
Según recogieron los medios de comunicación, no debemos extrañarnos puesto que, para el señor Checa, uno de los responsables de la idea, se trata de “un museo vivo, un museo que cambia”. Asunto resuelto... ¿O no? Tengo entendido que, al menos desde los tiempos de Duncan Cameron, no existe museo en el mundo que no se haya inaugurado con la pretensión de ser un "museo vivo". En todo caso, sería un "museo vivo" raquítico, con menos obras que los despachos de los altos ejecutivos de cualquier empresa del IBEX 35.
Seguramente me equivoque, pero el museo Carlos de Amberes, tal y como ha sido inaugurado, se parece mucho a una sala de exposiciones temporales del Museo del Prado... por supuesto, en precario.
Anverso y reverso de la entrada o viceversa |
Siete euros por contemplar 32 pinturas, 1 tapiz y 11 grabados de Rembrandt —procedentes de la Fundación Custodia-Colletion y de la Biblioteca Nacional—, que se ofrecen como “exposición temporal”. Teniendo en cuenta que apenas nos es dado contemplar seis obras de cualidades excepcionales, podríamos deducir que el suspiro de éxtasis sale a poco más de un euro, que me parece un precio desorbitado, teniendo en cuenta la naturaleza de los oscuros tiempos presentes. Quienes gestionan este museo deberían tener en cuenta que 7 euros son muchos euros para quienes deben vivir con menos de 1000 euros al mes. Desde esta consideración, es sorprendente que la Fundación de la que deriva el actual museo fuera creada para proporcionar auxilio a los necesitados… Según recoge la propia web del museo:
“La historia de la Real Diputación San Andrés de los Flamencos-Fundación Carlos de Amberes se remonta al año 1594, cuando Carlos de Amberes, natural de esta ciudad en el Ducado de Brabante, cedió en escritura pública una serie de inmuebles para que a su muerte sirvieran de albergue y hospedaje a los pobres y peregrinos procedentes de las Diecisiete Provincias de los Países Bajos que visitaban la Villa de Madrid.”
¿Al servicio de la sociedad y abierto al público? Está en una de las zonas más exclusivas de la capital del Estado, en la calle Claudio Coello, entre la Fundación March y el monumento a Juan Pablo II, junto a tiendas que cobran 300 € por un jersey de lana pura y especialmente virgen. Seguramente ahí debemos buscar la razón de un precio tan desorbitado, sabiendo que todo lo ofrecido cabe en tres salas. Es tentador etiquetarlo como “museo para pijos”, pero obviamente sería injusto porque no exigen entrar con ropa adquirida en las tiendas de los alrededores, en la Fifth Avenue, en Piccadilly Place o en Via dei Condotti...
¿Con fines de estudio, educación y recreo? Teniendo en cuenta que, como en los lugares más rancios, prohíben hacer fotografías, nos encontramos, de nuevo ante los indicios mencionados varias veces y que informan negativamente sobre la parte final de la definición del ICOM. Para “compensarlo” y, tal vez, para justificar el exagerado precio de la entrada, entregan con ella un cuadernillo de 34 hojas, con cubiertas de verde esmeralda. Según recogían los medios, “Esta “pequeña pero selecta colección”, como la describe Checa, está pensada para que el público la disfrute sin prisas, y por eso no hay cartelas junto a las obras. El visitante recibirá al adquirir su entrada un catálogo con el que podrá ir leyendo la información referente a cada cuadro.“ ¿Catálogo? Mejor, breviario o epítome.
Reconozco que no esperaba un planteamiento tan "revolucionario" y tan próximo a las pretensiones de recogimiento de la prédica trentina… porque es obvio que las cartelas perturbarían la concentración y el recogimiento necesarios para alcanzar el éxtasis de la trascendencia sublime.
Lo mejor, el breviario, que, con diminutas reproducciones a todo color, proporciona información suficiente para justificar las vertientes cultural y educativa de la institución... por supuesto, si nos olvidarnos de los 7 euros, feridores como hierro candente.
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