Por Puffin
Se puede leer en el cultural un artículo que habla sobre los costes de organizar diferentes tipos de exposiciones, desde bienales pasando por arte antiguo hasta de artistas emergentes. Resulta interesante que se incluyan cifras totales y algunas detalladas como los costes del transporte, seguros o el pellizco de los comisarios, para hacernos una idea aproximada de qué partidas engordan más el presupuesto. Por ejemplo, una bienal suele costar entre 2’5 y 3 millones de euros, las exposiciones vinculadas a estrategias de marca España en torno al millón y en el mundo de las autonómicas encontramos un abanico de precios diverso, aunque alguno de ellos parezca de fichaje de futbolistas. Quizás no tenga nada que ver que se arreglen cuentas con la iglesia, que se fichen los mejores comisarios y se asegure el mejor de los transportes, si al fin y al cabo es lo necesario para que todo salga cristalino en gestión y ejecución.
El tema de las agencias de transportes es especialmente interesante, puesto que como indica el artículo, en algunas partidas presupuestarias implica hasta el 50% del coste total, sobre todo cuando se trata de movimientos transatlánticos de obras de gran formato. Esto podría plantearse como debate, hasta qué punto es necesario mover determinadas obras de su lugar, cómo se podría rentabilizar un préstamo y si se hace todo lo posible para hacerlo.
De cualquiera de los maneras, y teniendo en cuenta que por supuesto hay mucha gente envuelta, muchas garantías a los prestamistas, muchas reformas de albañilería para adecuar los espacios y etc, algunas cifras totales resultan tan aberrantes, que si preguntara al ciudadano de a pie cuánto cuesta organizar la exposición temporal de por ejemplo, Itinerario de Hernán Cortés en el centro de Arte Canal de la Comunidad de Madrid, y escuchara que ha costado 1’7 millones de euros, probablemente caería de culo, por no saber ni que existe esta sala, que encima cuesta dinero la entrada y que quieras o no es financiada con el dinero de todos. Sería interesante que se publicara en los medios una circular emitida por la Comunidad de Madrid al final de la exposición indicando cuánta gente ha acudido a ver la exposición y se dividiera el total de los 1’7 millones de euros.
De todos modos, no es mi intención hacer demagogia puesto que si fríamente valoráramos los costes que suponen para los museos y otras entes de divulgación de cultura las exposiciones temporales, sin contemplar los beneficios indirectos de tenerlas (por ejemplo, cuántas personas acuden a Madrid por interés de conocer la mayor pinacoteca del mundo y ver la exposición X) en turismo y restauración, o bien su valor simbólico para la sociedad, parecería no tener sentido organizar exposiciones temporales.
Sin embargo, lo que sí me parece un despilfarro sin perdón es no saber aprovechar mejor estas ocasiones o el propio patrimonio cultural, que no se apueste por el público general, que no se desarrollen programas por ejemplo en televisión de manera regular y en prime time para promover la cultura, y que sin embargo si se dé más cancha a la telebasura, puesto que así claro que no se despierta interés general y claro que se aleja a la sociedad de la cultura. A modo de conclusión, es para mí una enorme contradicción que en un mismo país se gaste tanto en exposiciones temporales y tan poco en promover desde las entrañas la cultura.
Se puede leer en el cultural un artículo que habla sobre los costes de organizar diferentes tipos de exposiciones, desde bienales pasando por arte antiguo hasta de artistas emergentes. Resulta interesante que se incluyan cifras totales y algunas detalladas como los costes del transporte, seguros o el pellizco de los comisarios, para hacernos una idea aproximada de qué partidas engordan más el presupuesto. Por ejemplo, una bienal suele costar entre 2’5 y 3 millones de euros, las exposiciones vinculadas a estrategias de marca España en torno al millón y en el mundo de las autonómicas encontramos un abanico de precios diverso, aunque alguno de ellos parezca de fichaje de futbolistas. Quizás no tenga nada que ver que se arreglen cuentas con la iglesia, que se fichen los mejores comisarios y se asegure el mejor de los transportes, si al fin y al cabo es lo necesario para que todo salga cristalino en gestión y ejecución.
El tema de las agencias de transportes es especialmente interesante, puesto que como indica el artículo, en algunas partidas presupuestarias implica hasta el 50% del coste total, sobre todo cuando se trata de movimientos transatlánticos de obras de gran formato. Esto podría plantearse como debate, hasta qué punto es necesario mover determinadas obras de su lugar, cómo se podría rentabilizar un préstamo y si se hace todo lo posible para hacerlo.
De cualquiera de los maneras, y teniendo en cuenta que por supuesto hay mucha gente envuelta, muchas garantías a los prestamistas, muchas reformas de albañilería para adecuar los espacios y etc, algunas cifras totales resultan tan aberrantes, que si preguntara al ciudadano de a pie cuánto cuesta organizar la exposición temporal de por ejemplo, Itinerario de Hernán Cortés en el centro de Arte Canal de la Comunidad de Madrid, y escuchara que ha costado 1’7 millones de euros, probablemente caería de culo, por no saber ni que existe esta sala, que encima cuesta dinero la entrada y que quieras o no es financiada con el dinero de todos. Sería interesante que se publicara en los medios una circular emitida por la Comunidad de Madrid al final de la exposición indicando cuánta gente ha acudido a ver la exposición y se dividiera el total de los 1’7 millones de euros.
De todos modos, no es mi intención hacer demagogia puesto que si fríamente valoráramos los costes que suponen para los museos y otras entes de divulgación de cultura las exposiciones temporales, sin contemplar los beneficios indirectos de tenerlas (por ejemplo, cuántas personas acuden a Madrid por interés de conocer la mayor pinacoteca del mundo y ver la exposición X) en turismo y restauración, o bien su valor simbólico para la sociedad, parecería no tener sentido organizar exposiciones temporales.
Sin embargo, lo que sí me parece un despilfarro sin perdón es no saber aprovechar mejor estas ocasiones o el propio patrimonio cultural, que no se apueste por el público general, que no se desarrollen programas por ejemplo en televisión de manera regular y en prime time para promover la cultura, y que sin embargo si se dé más cancha a la telebasura, puesto que así claro que no se despierta interés general y claro que se aleja a la sociedad de la cultura. A modo de conclusión, es para mí una enorme contradicción que en un mismo país se gaste tanto en exposiciones temporales y tan poco en promover desde las entrañas la cultura.
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