Está en un paraje magnífico, de los más espectaculares de Pamplona, cerca de una de las ampliaciones modernas (Iturrama), y en la zona universitaria; es relativamente fácil llegar caminando y mucho más en automóvil, aunque la peculiar concepción de la avenida de Navarra puede inducir algún despiste.
El visitante que llega en automóvil se encuentra con una valla cerrada y un intercomunicador. Obviamente no estamos en una universidad pública, sino en una institución del Opus Dei. Expresada la voluntad de visitar el museo, la barrera se levanta y el automóvil accede a un pequeño aparcamiento agradable pero mal acondicionado para la solanera.
Según indican los medios, aunque hubo intensas negociaciones para que la colección recogida en el museo Universidad de Navarra quedara en manos públicas, no fue posible el acuerdo, al parecer, porque la dueña tenía la intención de exponerla en la Ciudadela en condiciones contradictorias con la Ley de Patrimonio Histórico Español en materia de protección monumental
La persona que entrega las entradas aún se excede en sus obligaciones profesionales e indica al visitante las salas que debe recorrer para contemplar lo más relevante del museo, incluida la terraza… Las recomendaciones son de agradecer porque, tal vez a causa de que la instalación museística no está finalizada, la visita supone afrontar un recorrido casi tan aleatorio como el de un museo estrictamente posmoderno; ignoro si más adelante los gestores resolverán ese "problemilla". Ello acentúa un planteamiento, acaso accidental, que enfatiza la relevancia de las referencias retóricas sobre los procesos estéticos, tal y como predican las ideologías dominantes. En este caso, las referencias componen un “mosaico” de obras sin otro nexo de unión que el "gusto" de quienes las seleccionaron o adquirieron, en este caso concreto, la familia Huarte, dirigida en estos asuntos por María Josefa Huarte, según dicen, mujer "de gusto exquisito" y profunda admiradora de Balenciaga.
La familia Huarte fue una de las más activas en el mecenazgo del arte de vanguardia español durante una época del franquismo dominada por la voluntad de homologar la "cultura oficial" con el entorno sociopolítico impuesto tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Por suerte o por desgracia, esa homologación apenas fue aparente, porque los diferente grupos sociales definidos tras la Guerra Civil, con las salvedades regionales mencionadas en este blog de vez en cuando, guardaban (guardan) poca relación con los de las sociedades democráticas desarrolladas. Y seguramente, una de esas diferencias estaba (está), precisamente, en el territorio estético.
De momento, la colección ofrecida al público es demasiado reducida en la parte relevante, donde destaca la sala dedicada a Tápies, con una de las obras de mayor proyección social: "El espíritu catalán", de manifiesta voluntad representativa. El resto, las obras menos “reconocidas”, tienen el mismo interés que sus afines…
Tuvimos la suerte de coincidir con un grupo al que un joven, seguramente vinculado al museo, explicaba las obras y la situación me pareció particularmente esperpéntica. Como he vivido mil veces situaciones afines no puedo sino solidarizarse con los apuros del “guía” para “hacer comprender” a los visitantes las cualidades específicas de unas corrientes estéticas alejadas de la voluntad de representación verosímil, de ofrecer testimonio de habilidad o de proponer imágenes bellas, en el sentido tradicional del término. Los problemas estéticos planteados en el desarrollo de las vanguardias del siglo XX no han calado prácticamente nada entre las personas que no fracasaron en el periplo educativo.
Teniendo en cuenta esa situación, que sólo podría cambiarse mediante un incremento substancial de los conocimientos estéticos adquiridos en el proceso educativo, me resultó divertido que los organizadores del museo se hayan preocupado por una especie de coeficiente espacial de idoneidad estėtica, implícitamente integrado en la limitación del número de visitantes, según indican las letras y números marcados en el suelo. Francamente, teniendo en cuenta las obras ofrecidas, no creo que el museo concite gran curiosidad popular y que los vigilantes deban preocuparse por las aglomeraciones. Además, tengo la sensación de que la propia instalación museística está concebida con la voluntad de ofrecer una experiencia estética de "alto nivel", al estilo de la que se nos ofrece, por ejemplo, en la Gliptoteca de Munich, y esos planteamientos apenas movilizan a los aficionados al fútbol y a los culebrones.
El edificio ofrece buena parte de los aditamentos del “estilo Moneo”: espacios agradables, juego de texturas bien medido, concreción de “nobleza inmaterial”, monumentalidad… lo habitual; en este caso, sin "anomalías dignas de resaltar", al menos, mientras el museo no esté completamente instalado. No me duelen prendas en reconocer, en este caso y teniendo en cuenta lo que pudimos contemplar, que el proyecto arquitectónico unido al museográfico definen unos espacios que se ajusta bastante bien a lo que, a mi juicio, debe ser un museo. Lo más positivo: la actitud de las personas que atienden al visitante, una muy cuidada distribución de las obras, los fondos neutros, la obtención de un ambiente luminoso bastante diáfano y la colocación de asientos amplios y cómodos en las salas.
En la página web han acotado la misión del museo atendiendo a tres circunstancias propias de la tradición museística occidental, potenciando la investigación, la docencia y la difusión:
Aunque creo entender lo escrito, se me ocurre que era posible expresarlo con más claridad, incluso, para que lo entendieran sin matices engolados estudiantes universitarios que, por lo general, tienen escasa formación (e información) sobre el arte de nuestros días. Me parece magnífico que el museo nazca con vocación docente, y ojalá consiga mejorar la calidad educativa de las aulas y ayudar a divulgar el arte en la vida universitaria, pero desde lo que vimos a mediados de agosto yo diría que la finalidad primordial, no aludida en la expresión de principios mencionada, es otra, concretamente, ofrecer una experiencia estética alejada de los planteamientos "materialistas" de Baumgarten pero próxima al sentido cristiano del término, es decir, en el juego sutil definido entre el Bien, la Verdad y la Belleza.
En suma, a la espera de que la instalación definitiva resuelva ciertos problemas (que refiero dejar en "la nevera"), lo más interesante del museo se concreta en dos circunstancias. La primera, el diseño arquitectónico y museográfico, concebido para enfatizar una colección privada en ambiente privado (¿universitario?) y para ofrecer una experiencia estética que aprovecharán especialmente los aficionados al fenómeno estético con cierta formación específica y quienes participen de ciertos principios ideológicos, aquellos que, durante los años cincuenta del siglo X, justificaron la decidida apuesta de un sector de la Iglesia por el arte de vanguardia. ¿Se puede hacer apostolado para elites universitarias desde las obras de la colección Huarte? Imaginar esa posibilidad pensando en El espíritu catalán de Tàpies me alborota las meninges... De todas formas, la sorprendente afinidad o coincidencia entre el interés por el arte contemporáneo consagrado por los historiadores ortodoxos y el Opus Dei da que pensar sobre los valores espirituales del arte e vanguardia del siglo XX...
La segunda: las limitadas posibilidades de la colección Huarte casi impone la necesidad de que el Museo Universidad de Navarra se vea obligado a asumir un planteamiento expansivo, que ya se advierte en la página web, sujeta a una dinámica de progreso envidiable. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que se integre en él alguna otra colección importante. En Navarra existe una con graves problema que s...
El visitante que llega en automóvil se encuentra con una valla cerrada y un intercomunicador. Obviamente no estamos en una universidad pública, sino en una institución del Opus Dei. Expresada la voluntad de visitar el museo, la barrera se levanta y el automóvil accede a un pequeño aparcamiento agradable pero mal acondicionado para la solanera.
Según indican los medios, aunque hubo intensas negociaciones para que la colección recogida en el museo Universidad de Navarra quedara en manos públicas, no fue posible el acuerdo, al parecer, porque la dueña tenía la intención de exponerla en la Ciudadela en condiciones contradictorias con la Ley de Patrimonio Histórico Español en materia de protección monumental
La persona que entrega las entradas aún se excede en sus obligaciones profesionales e indica al visitante las salas que debe recorrer para contemplar lo más relevante del museo, incluida la terraza… Las recomendaciones son de agradecer porque, tal vez a causa de que la instalación museística no está finalizada, la visita supone afrontar un recorrido casi tan aleatorio como el de un museo estrictamente posmoderno; ignoro si más adelante los gestores resolverán ese "problemilla". Ello acentúa un planteamiento, acaso accidental, que enfatiza la relevancia de las referencias retóricas sobre los procesos estéticos, tal y como predican las ideologías dominantes. En este caso, las referencias componen un “mosaico” de obras sin otro nexo de unión que el "gusto" de quienes las seleccionaron o adquirieron, en este caso concreto, la familia Huarte, dirigida en estos asuntos por María Josefa Huarte, según dicen, mujer "de gusto exquisito" y profunda admiradora de Balenciaga.
La familia Huarte fue una de las más activas en el mecenazgo del arte de vanguardia español durante una época del franquismo dominada por la voluntad de homologar la "cultura oficial" con el entorno sociopolítico impuesto tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Por suerte o por desgracia, esa homologación apenas fue aparente, porque los diferente grupos sociales definidos tras la Guerra Civil, con las salvedades regionales mencionadas en este blog de vez en cuando, guardaban (guardan) poca relación con los de las sociedades democráticas desarrolladas. Y seguramente, una de esas diferencias estaba (está), precisamente, en el territorio estético.
De momento, la colección ofrecida al público es demasiado reducida en la parte relevante, donde destaca la sala dedicada a Tápies, con una de las obras de mayor proyección social: "El espíritu catalán", de manifiesta voluntad representativa. El resto, las obras menos “reconocidas”, tienen el mismo interés que sus afines…
Tuvimos la suerte de coincidir con un grupo al que un joven, seguramente vinculado al museo, explicaba las obras y la situación me pareció particularmente esperpéntica. Como he vivido mil veces situaciones afines no puedo sino solidarizarse con los apuros del “guía” para “hacer comprender” a los visitantes las cualidades específicas de unas corrientes estéticas alejadas de la voluntad de representación verosímil, de ofrecer testimonio de habilidad o de proponer imágenes bellas, en el sentido tradicional del término. Los problemas estéticos planteados en el desarrollo de las vanguardias del siglo XX no han calado prácticamente nada entre las personas que no fracasaron en el periplo educativo.
Teniendo en cuenta esa situación, que sólo podría cambiarse mediante un incremento substancial de los conocimientos estéticos adquiridos en el proceso educativo, me resultó divertido que los organizadores del museo se hayan preocupado por una especie de coeficiente espacial de idoneidad estėtica, implícitamente integrado en la limitación del número de visitantes, según indican las letras y números marcados en el suelo. Francamente, teniendo en cuenta las obras ofrecidas, no creo que el museo concite gran curiosidad popular y que los vigilantes deban preocuparse por las aglomeraciones. Además, tengo la sensación de que la propia instalación museística está concebida con la voluntad de ofrecer una experiencia estética de "alto nivel", al estilo de la que se nos ofrece, por ejemplo, en la Gliptoteca de Munich, y esos planteamientos apenas movilizan a los aficionados al fútbol y a los culebrones.
El edificio ofrece buena parte de los aditamentos del “estilo Moneo”: espacios agradables, juego de texturas bien medido, concreción de “nobleza inmaterial”, monumentalidad… lo habitual; en este caso, sin "anomalías dignas de resaltar", al menos, mientras el museo no esté completamente instalado. No me duelen prendas en reconocer, en este caso y teniendo en cuenta lo que pudimos contemplar, que el proyecto arquitectónico unido al museográfico definen unos espacios que se ajusta bastante bien a lo que, a mi juicio, debe ser un museo. Lo más positivo: la actitud de las personas que atienden al visitante, una muy cuidada distribución de las obras, los fondos neutros, la obtención de un ambiente luminoso bastante diáfano y la colocación de asientos amplios y cómodos en las salas.
En la página web han acotado la misión del museo atendiendo a tres circunstancias propias de la tradición museística occidental, potenciando la investigación, la docencia y la difusión:
"INVESTIGACIÓN
El Museo estará caracterizado por un acercamiento multidisciplinar al arte. Al nacer en el corazón de un centro académico, estará rodeado de multitud de áreas de conocimiento, dando lugar a la investigación basada en sinergias. El Museo Universidad de Navarra buscará puntos de encuentro entre las diferentes Facultades, Departamentos y Escuelas, y representará un nuevo centro de referencia para la Universidad.
DOCENCIA
El Museo nace con vocación docente, como canal de formación de la comunidad universitaria y para dar un nuevo servicio a la comunidad de Navarra. La presencia del Museo en el campus mejorará la calidad educativa en las aulas y ayudará a expandir el arte en todas las facultades y en la vida universitaria de los alumnos.
DIFUSIÓN
A través de exposiciones temporales, exposiciones de dibujo en la colección del museo permanente, programas públicos y otros eventos artísticos y actuaciones, el Museo participará en un diálogo entre su propia actividad artística y la vida cultural y creativa de la región de Navarra, España y el resto del mundo. Como centro de la cultura visual contemporánea, el Museo de Arte Contemporáneo perfeccionará y ampliará los horizontes culturales, artísticos y académicos de la Universidad de Navarra."
Como suele ser frecuente en las instituciones españolas afines, no es fácil entender unos párrafos tan engolados que desencadenan circunstancias contradictorias, precisamente, con los objetivos asumidos: ¿"Investigación basada en sinergias"? Curiosa manera de explicar aquello de la interdisciplinariedad, que causó furor a finales del siglo XX. Es la magia de las palabras: con sólo cambiar un término o suprimir una preposición las cosas pueden cambiar radicalmente. Observe el lector, en este mismo sentido que el museo no se llama "Museo de la Universidad de Navarra", sino "Museo Universidad de Navarra", Como el "banco Santander". Las preposiciones son como las armas; se disparan solas...Aunque creo entender lo escrito, se me ocurre que era posible expresarlo con más claridad, incluso, para que lo entendieran sin matices engolados estudiantes universitarios que, por lo general, tienen escasa formación (e información) sobre el arte de nuestros días. Me parece magnífico que el museo nazca con vocación docente, y ojalá consiga mejorar la calidad educativa de las aulas y ayudar a divulgar el arte en la vida universitaria, pero desde lo que vimos a mediados de agosto yo diría que la finalidad primordial, no aludida en la expresión de principios mencionada, es otra, concretamente, ofrecer una experiencia estética alejada de los planteamientos "materialistas" de Baumgarten pero próxima al sentido cristiano del término, es decir, en el juego sutil definido entre el Bien, la Verdad y la Belleza.
En suma, a la espera de que la instalación definitiva resuelva ciertos problemas (que refiero dejar en "la nevera"), lo más interesante del museo se concreta en dos circunstancias. La primera, el diseño arquitectónico y museográfico, concebido para enfatizar una colección privada en ambiente privado (¿universitario?) y para ofrecer una experiencia estética que aprovecharán especialmente los aficionados al fenómeno estético con cierta formación específica y quienes participen de ciertos principios ideológicos, aquellos que, durante los años cincuenta del siglo X, justificaron la decidida apuesta de un sector de la Iglesia por el arte de vanguardia. ¿Se puede hacer apostolado para elites universitarias desde las obras de la colección Huarte? Imaginar esa posibilidad pensando en El espíritu catalán de Tàpies me alborota las meninges... De todas formas, la sorprendente afinidad o coincidencia entre el interés por el arte contemporáneo consagrado por los historiadores ortodoxos y el Opus Dei da que pensar sobre los valores espirituales del arte e vanguardia del siglo XX...
La segunda: las limitadas posibilidades de la colección Huarte casi impone la necesidad de que el Museo Universidad de Navarra se vea obligado a asumir un planteamiento expansivo, que ya se advierte en la página web, sujeta a una dinámica de progreso envidiable. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que se integre en él alguna otra colección importante. En Navarra existe una con graves problema que s...
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