sábado, 28 de mayo de 2016

Venezuela

Puede parecer una estupidez, pero nada más lejos de la realidad. Es sabido que desde tiempo inmemorial, lo que sucede en Venezuela tiene repercusión directa en los acontecimientos españoles.
Si alguien piensa que la alusión a Venezuela no es sino agitación de sonaja o fuego de artificio para que las personas menos informadas no salgan del redil definido por el IBEX 35, está muy equivocado; no, no se trata de bloquear con el miedo a quienes suelen votar a los partidos de "la casta", para permitir un gobierno "de progreso" mediante la convergencia surrealista de PP, PSOE y Ciudadanos; en absoluto.
Sabiendo que según, J. Gleick, si el aleteo de una mariposa agita hoy el aire de Pekín, se puede modificar el sistema climático de Nueva York del mes próximo, no quiero ni imaginarme lo que podría suceder si al señor Maduro le afectara un catarro o un meteorismo de "alubión". Y nadie crea que me excedo en los alardes de ironía barata que me caracterizan, porque las consecuencias de la teoría del caos las tengo comprobadas en carne próxima. Concretamente, un amigo que trabajaba en una empresa de construcción se vio envuelto en las consecuencias de la crisis de finales de los setenta; como escaseaban las obras en España. la empresa le propuso cambiar de aires e incorporarse a la delegación que estaban abriendo en Ciudad Bolívar, en un cargo de cierta responsabilidad y con un substancioso incremento de sus emolumentos.
Durante unos días, el mencionado amigo se informó sobre las circunstancias de Venezuela, que por entonces experimentaba un proceso singular de expansión social y económica, valoró las magníficas posibilidades profesionales que ello le abría y, por supuesto, también los inconvenientes. Después de conversar con un compañero que había pasado unos meses en la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, rehusó el ofrecimiento.
En contrapartida natural, como a la constructora le sobraba plantilla en España, meses después el mencionado amigo se encontraba con una carta de despido, que le hizo replantearse la vida en lo personal y en lo profesional.
De nuevo y por razones diferentes, entró en ciclo de reflexiones y pasados unas cuantas noches de insomnio y días de conversaciones familiares, se lió la manta a la cabeza y decidió cambiar de profesión. Y con grandilocuencia de quien ocasionalmente tiene menos lúmenes que una noche de luna nueva, se dijo:

—Ya está bien de pasar penalidades en las obras, donde hace mucho frío en invierno y demasiado calor en verano. Me dedicaré a las humanidades porque quiero ser profesor de universidad —así, con dos bemoles, y se quedó más ancho que largo.



Por delirante que pudiera parecer el objetivo y para poner de manifiesto nuevamente que los dioses escriben derecho sobre renglones torcidos, a los pocos años del despido mi buen amigo se doctoraba con honores académicos y poco después, por un extraño milagro de incuestionable origen divino, empezaba a dar clases en una facultad madrileña. Y muy poco después, gracias a una situación activada por los intereses de los PNN's metidos en política bajo la bandera del PSOE, se encontró ante un tribunal de oposición como único candidato...

En poco más de seis años, de estar padeciendo toda suerte de penalidades y de confraternizar con carpinteros rudos y albañiles ásperos, pasó a verse acompañado de una cohorte de alumnos y alumnas más o menos receptivos pero siempre encantadores. Y bendijo mil veces las circunstancias venezolanas que le habían proporcionado un cambio de vida tan radical y satisfactorio. Se lo oí decir muchas veces porque no se cansa de repetirlo a quien le pregunta o escucha con mayor o menor credulidad:

—Si no hubiera sido por las condiciones de seguridad de Ciudad Bolívar, a estas alturas seguiría pateando obras...

Desde entonces, el mencionado amigo, a quien me unen relaciones personales y profesionales irregulares, dados los momentos "oscuros" de su personalidad, cuando ha de tomar una decisión, con carácter de preludio estabilizador y metafísico, se informa en profundidad sobre los acontecimientos de Venezuela: según él, allí siempre están las claves de los sucesos importantes que nos afectan a todos; allí reside la mariposa de Gleick que nos interesa, esa que al batir las alas produce vendavales en todos los territorios de la "Madre Patria" y, por supuesto, también en el palacio de la Moncloa y en los aledaños del poder.
Obviamente, el caso de mi amigo no es el único: conozco a otras muchas personas que pueden testificar situaciones parecidas. Sé de uno que tras pasar varios años el Helsinki estudiando la historia de Venezuela y muy atento a los medios de la oposición, decidió emigrar a México, donde vive a cuerpo de rey; otro tuvo un romance con una mujer venezolana de orientación política desconocida y, desde entonces por razones ignoradas, su vida dio un giro radical para convertirse en un importante empresario del sector de la charcutería...

Aunque prevalezca el escepticismo en mi manera de entender las cosas, debo reconocer que la historia de mi amigo no se puede explicar sin tomar en consideración las circunstancias de Venezuela: es obvio que ellas condicionan nuestras vidas hasta extremos inimaginables si contemplamos la cuestión con la prepotencia de una lógica antigua que no integra fenómenos tan indiscutibles, inescrutables e inapelables como la teoría del caos.
Esa ha de ser la razón por la que el viernes pasado se reunió el Consejo de Seguridad Nacional, bajo la presidencia del señor Rajoy, indiscutible seguidor de la teoría del caos, para tratar la incidencia que los sucesos de Venezuela puedan tener sobre los españoles que allí residen y sobre los que residen aquí, con mayor fundamento.
Así, pues, si alguien cree que abrir informativos de televisión o primeras páginas de los diarios con imágenes de Nicolás Maduro obedece a la pretensión de agarrotar el voto pasivo, sepa que está muy equivocado. Lo hacen por el bien de todos y todas.

4 comentarios: