En la entrada dedicada a los capiteles de Santa Eulalia, quedó pendiente concretar las piezas conservadas en el Parador Nacional de Mérida...
El Parador de Mérida ocupa el antiguo Convento de Jesús Nazareno, fue construido durante el siglo XVIII, reconstruido durante el siglo XIX y reparado unas cuantas veces cuando se transformó en hospedería y, por fin, en Parador Nacional. En su interior se conservan varias piezas repartidas en dos conjuntos: las reutilizadas en el propio edifico y las que muestran como reliquias en la sala de paso que conduce al "jardín arqueológico". Según el relato de G. Fernández y Pérez, recogido en una cartel del Parador:
"(...) las doce hermosas columnas que formaban el claustro y otras que hay en la cocina, todas ellas con sus capiteles arabescos, se estrageron de la excavación que se hizo en la misma plazuela, y se conoce que estas columnas sirvieron también en alguna mezquita de los moros, pues en las más se ven grabados renglones de letras árabes que los moros solían escribir en ñas columnas y paredes de sus templos".
Historia de las antigüedades de Mérida, 1857
Se supone que los restos encontrados en el Parador proceden de una iglesia construida durante el siglo V, que luego fueron reutilizados en edificios islámicos tal y como atestiguan las inscripciones cúficas de los fustes. Pero tal y como ya hemos visto en múltiples ocasiones, la existencia de una iglesia del siglo V, no garantiza que los restos de ornamentación arquitectónica procedentes de ella fueran realizados al efecto. Así, pues, nos enfrentamos a un problema varias veces planteado y, en cierto modo, comparable al de algunos capiteles de
Tarragona citados en una entrada anterior.
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MPT01 |
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MPT02 |
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MPT03 |
De hecho, los tres capiteles del Parador (MPT01, MPT02 Y MPT03) que forman grupo con los de Santa Eulalia tienen estructura relativamente próxima a los de Els Munts: el tratamiento del conjunto cáliz-volutas es comparable al de esos capiteles, aunque no creo que se puedan extraer demasiadas conclusiones de un paralelismo algo forzado.
Los tres capiteles del Parador muestran evidentes rasgos de reutilización: fueron mutilados por la parte inferior, seguramente, para adaptarlos al lugar elegido. Más allá de ese detalle, son similares a los de
Santa Eulalia y lo expuesto entonces sirve para éstos. Parece obvio que los seis y los similares debieron pertenecer a una edificación realizada en Mérida, muy probablemente, durante el siglo III.
Los cuatro capiteles reutilizados en el patio (MPT04, MPT05, MPT06 Y MPT07) presentan un estado de conservación aceptable si prescindimos de observar las "reparaciones" de época incierta y las modernas, que apenas dejan ver el ábaco en algún caso porque se han retacado los huecos, probablemente para evitar desprendimientos en el arranque de los arcos. Por fortuna, el MPT07 y el MPT08 permiten advertir el primer dato que orienta en su filiación cultural: la existencia de molduración sobre una articulación de cierta concavidad es síntoma de momentos no demasiado avanzados. Otro tanto sucede con la configuración estructural, derivada del orden compuesto pero con un cuerpo superior atrofiado, y con un cesto troncocónico recubierto de dos coronas de hojas lisas que, en algún caso (MPT04 Y MPT05), pudieron ser recortadas para ajustarlos a las "necesidades" del segundo o tercer uso. Todos ellos tiene marcada la zona del contario mediante dos incisiones lineales de escasa profundidad.
Tal y como ya indiqué en
otra entrada, a propósito del MMV01 (del Museo Visigodo de Mérida) la existencia de tantas piezas de concepción similar, también en la mezquita mayor de Córdoba, obliga a pensar en un momento de cierta capacidad constructiva; la inexistencia de elementos de indicación cristiana obliga a pensar en época anterior al "cambio de religión oficial" y, por lo tanto, más cerca del año 300 que del 400.
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MPT04 |
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MPT05 |
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MPT06 |
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MPT07 |
Es interesante enfatizar las diferencias del que no está integrado en la edificación, que presenta una fórmula más próxima a los paralelos de la mezquita mayor de Córdoba en en tratamiento de las volutas, rematadas en espiral, y del frente del ábaco moldurado mediante tres incisiones. No obstante, seguramente fue realizado al mismo tiempo que los anteriores.
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MPT08 |
Completa la colección un capitel en aceptable estado de conservación, colocado en la sala-pasillo que conduce al jardín de antigüedades . Aunque presenta ornato de cierta "originalidad", importa advertir que conserva la estructura del orden corintio, según fórmula propia del Pleno Imperio: aunque carece de labio, el
kalathos está bien definido. Cuenta con dos coronas de hojas con venas axiales definidas mediante tres incisiones para dos venillas paralelas; folíolos individualizaso mediante incisiones inclinadas y ojales de escasa plasticidad, asimismo sesgados. En el cuerpo superior aparece el conjunto caulículos-cáliz envolvente-volutas con mutilaciones que pueden despistar a quien no esté familiarizado con estos objetos. Se han perdido las volutas exteriores y las interiores fueron trazadas para que en los extremos quedaran "tapadas" por florones de gran tamaño, configurados mediante dos flores superpuestas y de tamaño desigual, de modo que la interior, de seis pétalos, parece un botón.
Bajo las volutas, casi perdidas, se desarrollan formas vegetales que sobresalen con cierto volumen y determinan remates en espiral.
Contiene conjunto axial, que arranca de una especie de yema bulbosa del que nace un tallo perfectamente marcado hasta el florón.
Por su parte, el ábaco, muy erosionado, presenta brazos cóncavos con fórmula también propia del Pleno Imperio.
Carece de elementos que se puedan relacionar con las corrientes orienalizantes o con las bizantinas y tampoco se aprecian signos cristianos.
En suma, aunque se tiende a clasificar capiteles como éste en "época visigoda", reitero que es muy probable que capiteles como éste fueran realizados muchos antes; en este caso, me inclino por situarlo en los alrededores del año 200.
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MPT09 |
El pequeño museo contiene también un fragmento de cancel, tallado por las dos caras de carácter estrictamente cristiano, que nos sitúa nuevamente ante el problema de la ornamentación arquitectónica supuestamente visigoda. Reitero mi convicción en el sentido tantas veces mencionado de que deberíamos valorar estas piezas como pertenecientes al primer impulso de las instituciones hispanas por materializar la oficialización del cristianismo, a partir de la segunda mitad del siglo IV.
Aunque me consta que son numerosas las instituciones turísticas españolas que conservan restos arqueológicos de mayor o menor entidad, me pregunto si no sería conveniente trasladar todas esas piezas a lugares más "razonables", aunque para ello se procediera, como tantas veces se ha hecho, a dejar réplicas en dichas instituciones.
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