domingo, 2 de abril de 2017

CentroCentro a finales de marzo del 2017

Merecía la pena dar un paseo por CentroCentro, por ver cómo languidece el antiguo Palacio de Correos, travestido en centro cultural de rango especial, en el organigrama de la política cultural del Ayuntamiento de Madrid. Y continúan dando pena contemplar cómo se ha condenado este espacio de posibilidades infinitas en un lugar de difícil calificación, donde habitualmente es posible ver exposiciones de cualidades irregulares. En varias ocasiones he redactado comentarios que, al final, acabaron en la papelera. En este caso, aunque sea con cierto retraso, me ha parecido oportuno dejar testimonio de las impresiones recibidas hace unos días, a finales de marzo, cuando lo recorrí con las sensaciones que proporciona caminar por espacios deshumanizados.


Manteniendo el orden que ofrece el propio Ayuntamiento en su página web, la primera exposición es "El borde de una herida", diseñada por Juan Guardiola, reputado comisario, que es director del Centro de Arte y Naturaleza de Huesca, centrada sobre "Migración, exilio y colonialidad en el Estrecho" (sic). Se anuncia en la página del Ayuntamiendo del siguiente modo:

"Esta exposición articula una serie de obras de arte, así como proyectos e intervenciones, que reúnen características afines al concepto de Colonialismo interno, especialmente en el caso de los inmigrantes, los “ciudadanos” sin derechos que ha forjado la colonialidad.
Esta muestra, realizada desde la crítica y la denuncia, se centra en el área del Estrecho y en las comunidades europeas, magrebíes y subsaharianas que lo protagonizan. Los diferentes trabajos presentes en El borde de una herida reflexionan sobre conceptos como el colonialismo interno, soberanía e inmigración a través de una lectura crítica de la Ley de extranjería.
En democracia, la soberanía, frente a las dictaduras o monarquías absolutas reside en la población civil. Sin embargo, la democracia actual, lejos de ser participativa, se ha convertido en un sistema de poder alejado de los ciudadanos. La ciudadanía social es el estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad, es decir, el conjunto de derechos civiles, políticos, sociales, culturales y otros de ellos derivados, que una sociedad atribuye a sus ciudadanos. Este estatus o derecho conlleva un elemento diferencial y exclusivista, pues presenta un privilegio del que carece el ajeno a dicha colectividad. Se trata de una de las paradojas del concepto de ciudadanía, qué si bien representa la integración y la igualdad, también implica la desigualdad pues define al sujeto migrante como un ciudadano de tercera clase o, incluso, como no sujeto a derecho."

Aunque la exposición tenga algunas obras de cierta calidad objetiva y sea útil para el desarrollo profesional de quienes participan en ella, francamente, no se me ocurre la capacidad que pueda tener para inducir en el visitante una reflexión de calado mínimo sobre lo enunciado en los párrafos anteriores. Sucedía lo mismo con "ATLAS [DE LAS RUINAS] DE EUROPA". Me pregunto si no serían más indicadas estas muestras para un lugar especializado, donde acudan personas predispuestas a lidiar con las corrientes "procesuales"; encajarían mejor en el MNCARS o en alguna de las dependencias a él asociadas... Como es natural, este reparo se desvanecería si, de hecho, estuviéramos contemplando un proceso que culminara en que CentroCentro acabara siendo, bajo el mandato de Ahora Madrid, en un satélite del MNCARS...
En todo caso, sobre planteameintos como el manifestado en esta exposición, inevitablemente se enciende en mi mente la pregunta de si ellos no tendrán alguna relación con los movimientos "indeseables" que se están implantando en algunas zonas de Europa y que, de momento, han supuesto la salida del Reino Unido. Y me pregunto también si el mundo del la creación artística contemporánea no debiera huir de los juegos maniqueos y entrar en la médula de la complejidad...


La segunda exposición es "Tiempos de alegría. Tiempos de desamparo" que, en cierto modo, complementa la anterior. Está comisariada por tres de los artistas participantes en ella (Simeón Saiz Ruiz, Monika Anselment y Wolfgang Wirth) con el siguiente planteamiento:

"En 2012, un grupo de diez artistas europeos organizó una exposición con el nombre de Tiempos de alegría cuyo objetivo era expresar la alegría (social e individual) en el contexto de los eventos sucedidos durante la Primavera Árabe. Ahora, cinco años después, aquellos artistas y otros nuevos se han reunido de nuevo para continuar con el proyecto. 
Tras las esperanzas depositadas durante la Primavera Árabe, comenzaron a surgir los conflictos. Las imágenes cambiaron, en vez de alegría en las plazas, filas de desplazados camino de Europa, niños y sus familias cruzando desiertos, mares y ríos, muertos en las playas de Grecia y Turquía, barreras y vallas cortando el camino en unos sitios y otros.
La unión de ambas exposiciones permite hacer un recorrido de los acontecimientos ocurridos estos últimos años, desde el sentimiento inicial de ilusión y esperanza hasta la grave situación actual. La muestra intenta responder a muchas preguntas: ¿Adónde ha ido la alegría y la esperanza de la gente? ¿En qué ha quedado la Primavera Árabe? ¿Cómo plasmar en imágenes esos sentimientos y pensamientos de confusión, esperanza y miedo?. Pero no pretende repetir las noticias trágicas difundidas ya por los medios sino buscar las visiones que preserven la humanidad de las personas viviendo en circunstancias dramáticas."

La exposición refuerza la visión que los medios occidentales de inclinación "progresista" han ofrecido sobre el asunto y que choca frontalmente con las tragedias monumentales de países como Irak, Afganistán y Siria. Recorriéndola me ha dado la sensación de estar contemplando la iniciativa de un sufrido profesor de un instituto de educación secundaria situado en un barrio periférico de Madrid o de un concejal de cultura de un pueblo marginal de Castilla. Ellos sufren y nosotros, que directa o indirectamente, financiamos las acciones bélicas, hacemos exposiciones de supuesta intención pedagógica... Parece una burla de mal gusto.

Marta Minujín, Minucodes, 1968-2010
Luisa Espino, que es responsable de las exposiciones internacionales del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y gestora cultural en la Galería Elba Benítez y en el Centro Cultural Español de Miami, es la comisaria que ha organizado 24/7. Conectados, que toma el título de un ensayo del crítico de arte y profesor de la Universidad de Columbia Jonathan Crary,  publicado en 2013, en el que se planteaba algunas cuestiones de conducta relacionadas con nuestro actual entorno tecnológico y mediático, apoyándose en Deleuze, Virno, Bauman, Stiegler... y hasta en Tarkovsky: las referencias habituales del pensamiento posmoderno.

"Cada vez resulta más complicado establecer un límite claro, de lugar y de tiempo, entre nuestra vida y el trabajo. Esta separación saltó por los aires con la llegada de Internet a nuestros hogares y a nuestros pequeños teléfonos inteligentes.
Un dato decisivo nos lo da la arquitecta e historiadora Beatriz Colomina al rescatar una estadística publicada por The Wall Street Journal en 2012 donde se afirma que el 80% de los jóvenes profesionales de Nueva York trabajan desde la cama. Esto no sólo demuestra que la oficina se ha colado en nuestras casas hasta entrar en el dormitorio, sino que los límites que separaban la oficina y la casa o el trabajo y el descanso se han desvanecido, sobre todo para una generación que está conectada las 24 horas del día, los 7 días de la semana. La vida en la sociedad actual se aleja de aquellas jornadas de ocho horas que terminaban al salir del trabajo para acercarse a una nueva productividad sin descanso, de la que nos habla en detalle Jonathan Crary en su libro 24/7. El capitalismo al asalto del sueño (2013), del que esta exposición toma su título.
A través de las obras de catorce artistas, la exposición 24/7. Conectados reflexiona sobre cómo los límites que separan nuestro espacio-tiempo personal y laboral están cada vez más diluidos debido a herramientas como Internet, el correo electrónico y las redes sociales. El recorrido comienza trasladándonos a otra época en la que tanto el espacio como el tiempo de trabajo estaban claramente delimitados (un lugar, la fábrica, y un tiempo, la jornada laboral). Hace un guiño a las muchas mujeres que desarrollaban un trabajo invisible en casa, sin horarios ni salario, en un espacio privado al que la entrada de Internet, precisamente, ha hecho llegar el trabajo remunerado. Nos habla también del uso del teléfono, ayer y hoy, de la imagen que estamos proyectando en las redes sociales y, por último, de los efectos (medioambientales, sociales, de descanso, etc.) que esta nueva conectividad provoca. "


Francisco Ruiz de Infante, Disco Duro (transfiguración intermitente), 2017
Tal y como se plantea la exposición, da la sensación de que la lectura de Crary se ha limitado al repertorio de "inconvenientes" de los "teléfonos inteligentes", que citaría cualquier medio de comunicación para armar un debate al uso sobre sus peligros. Obviamente, el repertorio es fácil de rebatir punto por punto. El asunto de la falta de sueño no es específico de nuestros días; la incapacidad para desconectar del trabajo tampoco; que alguien pueda trabajar desde la cama, más parece ventaja que inconveniente... aunque existan imbéciles incapaces de utilizar la parte positiva d ela situación. Otra cosa es que los nuevos recursos tecnológicos estén propiciando fenómenos que, como sucedió con la televisión y con el cine, impliquen ciertos reajustes de los mecanismos psíquicos humanos. Han enfatizado los perceptivos... pero también se podrían destacar otras circunstancias como, por ejemplo, la transformación de los cauces de relación, de especial relevancia para ciertos planteamientos estéticos de nuestros días (Bourriaud). En todo caso, esta reflexión, que apunta hacia las interconexiones entre "lo público y lo privado", y contemplar obras como la instalación de Francisco Ruiz de Infante,  me hacen pensar si no estaremos, de nuevo, ante otra trivialización —demasiado prosaica— de los planteamientos que rigen sobre el actual diseño del MNCARS.
Seguramente, una de las obras que mejor refleja la trivialización que acreditan las exposiciones de arte más o menos relacionadas con las posturas "procesuales" de la pos-posmodernidad se la de Begoña Olavarrieta, que para sintetizar el asunto, nos ofrece una tarjeta de visita con su número de teléfono y la siguiente leyenda en el dorso:
"Atiendo las llamadas que reciba, 
a cualquier hora y cualquier día,
durante el tiempo que dure la exposición.
En esta conversación podremos comentar los
conceptos básico de la misma, alguna obra
o los detalle de mi vida como artista.
Muchas gracias."

Magnífico ejemplo del ingenio prosaico al que aludió el ínclito profesor Marina en su ya "clásico" Elogio y refutación del ingenio, que ya ha cumplido 25 años y sigue tan "actual" como cuando nació, en pleno desfase posmoderno. No quiero ni imaginar la cantidad de llamadas a las que habrá tenido que responder Begoña Olavarrieta y la complejidad de los debates planteados al hilo de la exposición y de su vida como artista. Supongo que habrán discutido sobre la espiritualidad que promueve el auge de los chismes fabricados por la marca de la manzana envenenada entre la gente de bien; de lo peligrosos que son los Smartwaches por el flujo de neutrones que conlleva su funcionamiento...

Lanzadera
, el espacio dirigido por Iñaki Domingo, continúa en su línea de ofrecer un renglón de currículum a los jóvenes fotógrafos, mediante un criterio de selección para mí desconcertante...En todo caso está bien que las instituciones apuesten por respaldar a los jóvenes creadores, incluso aunque se haga de modo tan peculiar.

Lita Callelut, pintura de la serie Camarón (2011), detalle
"AKATHE TE BESHEN, SASTIPEN THAJ MESTEPEN. Aquí nos quedamos, Salud y Libertad" (sic).
Es una muestra comisariada por Moritz Pankok y apoyada por el Goethe Institut y por el Instituto de Cultura Gitana, que ya se ha expuesto en otros lugares europeos y que ofrece un panorama demasiado abierto de una cultura gitana, donde conviven elementos específicos junto con otros m´s propios de la globalización liberal. Desde la heterogeneidad de las propuestas, a mi juicio lo más interesante son las obras de Lita Cabellut, que está triunfando en el mercado internacional de la pintura-pintura. En un panel de la exposición nos explican que "ha efectuado exposiciones en diferentes países del Mundo como Japón o Dubai siendo en la actualidad la pintora Española más cotizada." (sic)

Como una especie de huella de ARCO 2017, aún se puede contemplar el "Inventario de inventos (inventados)":

"CentroCentro acoge Inventario de inventos (inventados), una enorme biblioteca hecha de inventos literarios: objetos que existen tan solo en la ficción, o que existieron primero en las páginas de un libro o en la fantasía de un escritor, desde la máquina de detener el tiempo o el elixir de la verdad, hasta la acera móvil o la máquina de hacer silencio.
Partiendo de la premisa de que los escritores (los artistas en general) son inventores (inventan personajes, historias, situaciones y conflictos; países y geografías; palabras y formas narrativas), Inventario de inventos (inventados) reflexiona e indaga en torno a cómo estos inventos hablan de nuestros deseos (de nuestros sueños humanos) y proponen una manera de resolverlos, nombrarlos y de jugar con ellos."

Algunas de las propuestas tienen cierto interés, sobre todo, anecdótico... Me he acordado de las galerías de rarezas de tiempos remotos y de algunos museos antropológicos modernos cuyos gestores parecen tocados por el síndrome de Diógenes. En este caso, sería un síndrome de Diógenes pijo.


Se mantiene el tradicional espacio dedicado al cómic, que me parece oportuno, aunque ofrezca planteamientos tan discutibles como los de Lanzadera y, por supuesto, la zona arquitectónica, dirigida por Inés Caballero, que se dedica durante estos días a tratar sobre la protección de la arquitectura contemporánea:

"Partiendo de una reflexión sobre la desprotección de la arquitectura, Ciudad Decisiva plantea cómo las decisiones sobre la perdurabilidad y los usos de los edificios de patrimonio histórico afectan a la configuración, a la memoria y al valor arquitectónico de Madrid.
Así, esta exposición quiere recordar la importancia de este tipo de arquitectura, su potencial, sus posibilidades y la necesidad de que pasen de ser un bien de consumo a convertirse en arquitectura a preservar. 
Ciudad Decisiva, reúne nueve edificios que presentan diferentes situaciones de riesgo. Edificios en proceso de cambio o modificación, o que han sido demolidos o abandonados. Todos ellos contados a través de diferentes archivos, proyectos documentales y registros del legado arquitectónico de Madrid. Documentos que evocan un tiempo pasado, relativamente cercano, de cuya presencia, directa o indirectamente, todavía podemos ser testigos a través de las obras que permanecen en pie o de los registros que quedaron.
Tres proyectos documentales, cuatro archivos históricos y varias publicaciones muestran la casa Guzmán demolida recientemente, los desparecidos laboratorios Jorba, el mercado de Olavide sustituido por una plaza, el querido frontón de Recoletos, la antigua cárcel de Carabanchel, la polémica del edificio España, la nave Clesa en proceso de reforma, las cocheras de Cuatro Caminos amenazadas de demolición y el pabellón de España en la exposición universal de Bruselas en estado de abandono. Recordemos algunas decisiones tomadas y otras que todavía quedan por hacer".

Colocar sobre la mesa este debate me parece buena idea, aunque estoy seguro de que será muy complicado llegar a acuerdo alguno dada la complejidad objetiva del problema y dados los factores económicos, sociales, académicos, etc. que se ven afectados directamente.


Sintetizando...

Me fue difícil entender el sentido que se se dio a CentroCentro en el momento mismo de su inauguración y me es aún más difícil entender el carácter que se le ha dado desde que está al frente del Ayuntamiento Manuela Carmena. Lo que podría ser el buque insignia de la política cultural de un ayuntamiento progresista se ha convertido en una especie de "ínsula" posmoderna —consulte el lector las diferentes acepciones del término "ínsula" sin perder de vista la cervantina—, con tendencia a convertirse en un híbrido entre un satélite del Reina Sofía y un centro cultural gestionado por un grupo de amiguetes. Y, por supuesto, con las acotaciones en el sentido definido por los grupos de presión más activos que, en algunos casos, también bailan al son de la misma música: "creadores" en fase de despegue profesional, comisarios con necesidades de acrecentar el currículum, aficionados vehementes, etc. Ello entona mal con lo que, según el propio Ayuntamiento, "es" CentroCentro Cibeles:

"CentroCentro Cibeles constituye un equipamiento cultural de carácter polifuncional, abierto tanto a los habitantes de Madrid como a los visitantes que la ciudad acoge a lo largo del año. Ubicado en el Palacio de Cibeles, sede a su vez de la Alcaldía de Madrid, desarrolla una intensa actividad centrada en proyectos expositivos, ciclos musicales y escenarios de debate. Junto a la misma, el edificio se abre a la ciudadanía ofertando espacios de información, de encuentro y de trabajo. Desde su inauguración en 2011 ha alcanzado la cifra sostenida del millón de visitantes anuales.
Si bien ha operado desde su apertura en torno al concepto y la idea de lo urbano, la cultura, entendida como valor y recurso transversal, configura el ADN de CentroCentro. Su dinámica prioriza la implicación del tejido social, entendiendo que es a través de su urdimbre con lo cultural como ha de vehicularse la obtención de claves de interpretación y mejoras de la ciudad. Con Madrid como telón de fondo, sus programas y proyectos persiguen una nueva visibilidad de las periferias que construyen la totalidad de lo urbano: distritos y barrios, identidades y colectivos, diversos modos de pensar.
La dinámica de su programación ha redundado en el posicionamiento de CentroCentro como espacio eminentemente expositivo. Sus cinco plantas dedicadas a exposiciones ofrecen una visión poliédrica, dinámica y cambiante de sus temas de interés, con proyectos que atienden a la diversidad de formatos y soportes que animan la creación contemporánea –propuestas visuales, sonoras, performativas, etc…–, en su mayoría de producción propia y con comisariados jóvenes. Asimismo, otro de los elementos característicos de CentroCentro ha sido la continuidad de una serie de pequeños espacios temáticos y especializados en temas tan diversos como la arquitectura y el urbanismo, la fotografía, el diseño y las viñetas. Del mismo modo, el centro ha consolidado en las últimas temporadas una línea de colaboración con ONG, fundaciones y otras asociaciones sin ánimo de lucro, que da voz a minorías, siempre a través de una doble óptica crítica y pedagógica. 
(...)"



Aunque el texto proporciona substancia para varios comentarios amplios, sólo opondré un detalle mínimo: sin negar que puedan haber acudido un millón de visitantes desde su apertura en 2011, ¿por qué las zonas de exposición están prácticamente vacías incluso los días de mayor afluencia? ¿Por qué quienes lo gestionan no han hecho "lo necesario" para que quienes pasean por la cafetería, las zonas de descanso o suben a la terraza, visiten también las exposiciones? ¿Pudiera ser que entre sus gestores hubieran calado la idea de que los museos de arte contemporáneo se dirijan exclusivamente a quienes estén bien documentados sobre sus planteamientos estéticos? Por no mencionar otras posibilidades menos "constructivas"...
En realidad, creo que en el fondo subyace el mismo problema que mencioné hace pocos días al comentar la transformación funcional de las Salas del Matadero: hacer política cultural sólo con planteamientos bienintencionados no es suficiente. Cierto personaje decía que cuando oía la palabra cultura echaba mano a su pistola; otro se protegía la cartera... Recuerdo que cuando Manuela Carmena ganó las elecciones dijo ante los medios de comunicación que contaba con un equipo de personas maravillosas llenas de buenas ideas para gestionar la política cultural... Por desgracia, en el contexto liberal de nuestros días, hablar de política cultural, en sus diferentes facetas, supone echar mano a la cartera, pero no para dejarla a buen recaudo, sino para regar con generosidad. Hoy, en 2017, la cuestión no es hacer política cultural barata, sino tener capacidad de gestión, selección y promoción, para hacer política cultural de calidad, que movilice un interés ciudadano predispuesto a ello que, para fortuna de gestores advenedizos, no es demasiado exigente. En suma, hacen falta personas maravillosas con magníficas ideas pero también, profesionales acreditados —los hay que también son personas maravillosas— y, por supuesto, mucho dinero.


Pero reconozco que en España, tierra dominada por Mercurio, guía espiritual de los liberales y sus voraces compañeros; Procusto, ejemplo para mediocres, y el Lazarillo de Tormes, paradigma de virtudes para codiciosos y oportunistas, incluso contando con dinero y profesionales acreditados, sería difícil diseñar una política cultural que armonizara los intereses de los diferentes sectores profesionales involucrados. De momento, a la vista de lo que está sucediendo en CentroCentro y en Matadero, prevalecen los sectores vinculados a los planteamientos "procesuales" dictados desde el MNCARS, que parecen ser garantía de apuesta progresista.
Asumiendo que esos discursos deben ser tenidos en cuenta, de nuevo me pregunto si puede ser "progresista" —y, sobre todo, políticamente productivo— un planteamiento municipal que no intenta armonizar los intereses de los diferentes sectores profesionales involucrados y que además rehúsa tomar en consideración los valores estéticos mayoritarios...

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