lunes, 30 de junio de 2008

Por el altruismo y los valores en el arte.

Por Andrea López Montero

Parece que, ¿hoy en día?, cultura y humanidad suponen un matrimonio imposible, al igual que altruismo y triunfo personal, cual enemigos sin declarar.
A raíz del “coloquio” del martes 17 con “artistas no integrados” (es decir, que no se ciñen al recorrido artístico óptimo para su reconocimiento internacional) y constatando, en primer lugar, mi admiración hacia los mismos y su entrega al arte, sin dejar de destacar las intervenciones de Santiago como elemento de atención a la realidad.
Quisiera por tanto resaltar temas mencionados, que considero esenciales, por aquello de que lo hablado no caiga en el olvido, y posibilitar también el acercamiento a algunos aspectos vistos buscando distintos puntos de interpretación de los mismos.
Quizá sea una mera impresión, algo que parece preocuparnos a los “no iniciados” o quizá sea la preocupación constante que adolece al arte del siglo XX, ahora XXI. Quizá nos toca entristecernos por lo perdido, quizá se hayan entristecido antes.
Lo que creo incuestionable es que ya es hora de reclamar el sentir, de no esconderse de aquello que nos hace humanos.
De no engañarnos, de ser conscientes y consecuentes. Ya lo decía Miguel Ángel Regó en su artículo Arte Científico, ignorar el gen egoísta para convivir, vivir.
Necesidad del artista comprometido con su obra, sincero para con ella, humano para consigo.
Pero ¿es suficiente la autocomplacencia para subsistir en la vida real?: es posible ser altruista sin ser tachado de gilipollas, ¿en la época de la competitividad y el descrédito a divergir? Conformarse con hacer aquello que considera sincero y real en cuanto artista-obra ¿con independencia a externos?
¿El ego del artista le permite un sincero altruismo para con su obra? O, ¿en un intento de altruismo se convertirá en “nuevo dogmático” de consideraciones personales, con el endiosamiento que el contexto artístico le otorga?
Hasta qué punto la necesidad de reconocimiento social pasa por acabar con la personalidad individual para encajar a nivel global o grupal, porque, en el ilícito caso de contar con un ego inexistente o estando este sujeto a consideraciones ajenas (consideraciones qué, en su mayoría, son hijas del capitalismo y el liberalismo, y por tanto dadas a la burla y el descrédito ( o categorización de inferioridad) a aquellos que se muevan por valores humanos, (que no globales e instaurados en lo no gubernamental por las no instituciones que permiten que este sistema se mantenga) ¡cuan elementales y conformistas, qué poco válidos para el mundo de la competitividad y el desarrollo personal!)
Quizá sea demasiado dictatorial juzgar esa necesidad de reconocimiento popular como derivada, o provocadora del derivarse en una experiencia artística o una calidad en el arte desde el reconocimiento/experiencia visual exclusivamente, para a la vez que se opone al conceptualismo imperante, ser aceptado, rebajando el arte a un mero acercamiento perceptivo/visual y negándole ( para dicha aceptación masiva) la complicación y bagaje cultural que indudablemente ( y como se pudo constatar dada la bibliografía recomendada) lo acompaña.
Y haciendo quizá (de manera inconsciente) de dicha experiencia visual perceptiva un discurso dogmático de esta trasladando la percepción del individuo que crea al general.
Que, para que llegue a ser reconocido, en entretener (solo, dado que es un valor que a de conceder el arte indudablemente pero no únicamente) por la experiencia artística, en un intento de salvar ese valor de entretenimiento necesario (y como ya he dicho incuestionable, valga recordar las palabras de un afamado historiador hace poco en el País) que participa del arte, sea su único fundamento haciendo del arte exclusivamente entretenimiento.
Arte entendido como entretenimiento que conlleva la consideración de la tauromaquia como arte, entre otros ejemplos y por seguir con lo mencionado.
Si negar lo indudable, en cuanto a su categorización de alta cultura, nos lleva a simplificarlo y eliminar sus virtudes, adaptación aunque sea desde un intento positivo (la entrega al arte por parte del creador que he mencionado y elogio en ambos, Arturo Prins y Serzo) nos lleva a matar la mitad de su realidad y existencia, aquel misterio de incertidumbre, guiños que enamoran, nos llevan a querer saber más, lo vuelven adictivo. No estamos abogando así por humanizarlo de nuevo o salvarlo de la pérdida de valores de carácter real e indudables, sino unificando sus salidas en una sola, no haciendo justicia a lo que el arte es.
Acercarlo al general de manera ligera, descafeinada.



Destacar como esencial la frase de Serzo: no se trata de popularizar la cultura en tanto que culturizar al pueblo, siendo esta segunda opción la idónea (sin dejar de lado lo que los nuevos medios posibilitan para esta tarea).
Y sin caer en el error de calificar de cultura lo que no es humano sino meramente teórico, o categorizar de cultura al conocimiento de la vida desde un acercamiento rural, que si bien más humano no puede ser equivalente, pero si necesario en cuanto a rescatar dichos valores.

3 comentarios:

  1. ¿Es posible que alguien me pase el artículo que mencionas de Miguel Ángel Regó "Arte Científico"?

    Alp tiene mi e-mai...

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  2. http://marcelodelcampo.blogspot.com/2008/05/arte-cientfico.html

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  3. Leches... pues me lo he leído y lo he olvidado. Me voy al geriátrico ya mismo.

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