Desde hace muchos años, he estado vinculado a Asturias de varias formas y en varias ocasiones. Uno de mis mejores amigos, a quien debo mucho más de lo ofrecido, nació en Asturias. Mi primer trabajo profesional —encargado y financiado por el Ministerio de Cultura— se centró en un conjunto muy amplio de edificios asturianos de épocas diversas, que debimos recorrer emulando a los pioneros de principios del siglo XX. Y aunque en aquel empeño sufrí, por primer y única vez, la inquietante sensación que producen las armas de fuego cuando apuntan a la cabeza de uno, reconozco que, salvando ese incidente, en pocas zonas me he sentido tan bien tratado y en ninguna otra he comido mejor. Quizás por ello, en muchas ocasiones he sentido como propias cosas que sólo lo eran en mi emotividad y que nada tenían que ver con la imagen mítica que nos proponen de Asturias desde los ambientes vinculados a la grandilocuencia ultraconservadora.
Santullano, una iglesia anómala.
"...et asturorum regnum diuina providentia exoritur"
(Crónica Albeldense)
Vigilan la iglesia dos mujeres jóvenes, especialmente atentas a imponer disciplina a los visitantes, sobre todo, en lo relacionado con la prohibición de hacer fotografías y de entrar en el presbiterio. A ver el cartel de la prohibición iconográfica con un sello de la "parroquia de San Julián, Oviedo", hago un comentario agrio y la de la puerta me contesta con un argumento de sargento chusquero.
—Es para proteger las pinturas... Antes estaba permitido hacer fotos sin flash, pero como algunas personas no lo desconectaban, decidieron —no pregunté quién o quienes— prohibirlas con flas y sin flash.
Y ante mi insistencia de mal tono —por supuesto, sin perder los buenos modales—, siguió con sonrisa de labios y mirada de halcón:
—Está prohibido hacer fotos como en el Museo del Prado y en casi todos los museos importantes...
—Si usted lo dice...
Hacer la guerra a la imagen fotográfica es condición necesaria para obtener mayor categoría cultural; supongo que existirá un comité de expertos para certificarlo.
Al pagar, entregan un díptico acorde con esa categoría, con un resumen descriptivo en cuatro idiomas (español, francés, inglés y alemán), un supuesto "comentario histórico" y un fragmento de la "Carta a los artistas" de Juan Pablo II, especialmente adecuado para la situación:
"Toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo. Por ello, constituye un acercamiento muy válido al horizonte de la fe...
... Cuando con el edicto de Constantino, se permitió a los cristianos expresarse con plena libertad, el arte se convirtió en un cauce privilegiado de manifestación de la fe. Comenzaron a aparecer majestuosas basílicas, en las que se asumían los cánones arquitectónicos del antiguo paganismo, plegándolos a su vez a las exigencias del nuevo culto"
Curiosa manera de explicar las consecuencias arquitectónicas derivadas de la asociación de la religión cristiana al poder político... que también sirve para conectar el interés por el arte con ciertos planteamientos filosóficos e ideológicos... Y volví a recordar la figura de Bertrand Rusell.
Se supone que la antigua iglesia de San Julián y Santa Basilisa fue realizada durante el "reinado" de Alfonso II, El Casto, entre los años 812 y 842, a partir de testimonios escritos no demasiado explícitos. Sin embargo, las "piedras hablan" en dirección diferente, porque existen circunstancias que hacen pensar en una apropiación, comparable a otras muchas derivadas de los cambios institucionales acaecidos en la península Ibérica a partir del siglo VI y, muy especialmente, desde el año 711.
Arquitectura de tradición greco-latina.
A nadie se le ha escapado que esta iglesia tiene un diseño muy relacionado con las primeras iglesias cristianas (mal llamadas "paleocristianas"). Y para cuando Alfonso II alcanzó el trono, habían pasado muchos años como para imaginar la existencia de un "arquitecto" versado en ellas. El uso, por ejemplo, de arcos de descarga en ladrillo sobre cargaderos de piedra es un recurso muy empleado en la arquitectura romana, perfectamente acreditado en todo el mundo mediterráneo. Lo mismo sucede con el tipo de aparejo, organizado mediante sillares irregulares y bloques mejor tallados en las partes comprometidas de la estructura (esquinas, jambas, etc.); y con el resto de los detalles que apreciamos en las cornisas, los pilares, etc.
Sabemos que la arquitectura ramirense se distancia de las tradiciones tardoimperiales... No tiene mucho sentido que se conserven tradiciones arquitectónicas de gran complejidad durante 500 años y, súbitamente, desaparezcan con el paso de un "rey" a otro... a no ser que fuera el mismo rey quien colocaba los bloques de piedra. Además, los tiempos de Alfonso II no eran los más propicios para construir una iglesia con techumbre de madera; hubiera sido más práctico hacerla más pequeña como las de tiempos de Ramiro, y con bóveda.
Elementos reutilizados.
Los elementos arquitectónicos reutilizados están repartidos en dos zonas: la ventana alta exterior y el presbiterio. En la ventana hay dos capiteles de estructura diferente, que seguramente fueron reutilizados. El primero está mal conservado y sigue un diseño con paralelos próximos en contextos tardoimperiales (La Olmeda, mezquita de Córdoba, etc.): el segundo también parece de cronología afín.
En el presbiterio hay un conjunto de piezas reutilizadas (capiteles y placas) de concepción muy variada entre las que destacan algunas, probablemente, de cronología temprana, acaso del siglo IV.
Desde las cualidades de estas piezas, resulta especialmente sugerente la posibilidad de que la iglesia de Santullano fuera construida en los momentos de la expansión cristiana en el noroeste de la península Ibérica. Desde esa hipótesis sería aceptable que en tiempos de Alfonso II se recuperara para el culto cristiano tras una también hipotética fase de abandono por influjo de las autoridades islámicas.
Las pinturas
Las pinturas definen el problema más interesante y, en cierto modo, paradógico. Es complejo entender una ornamentación de manifiesto sentido iconoclasta en un ámbito cultural que, según las fuentes literarias, estaba muy vinculado con las fórmulas carlongias. Paradójicamente, la explicación podría venir por una línea especialmente irritante para quienes defienden la continuidad "católica" del cristianismo hispano, desde que Santiago "llegó" a Galicia.
Si aceptamos que la monarquía astur, desde don Pelayo, pretendía recuperar las tradiciones y legitimación de tiempos visigodos, no tendría nada de particular esa iconoclastia, porque así quedó acreditado en el canon XXXVI de concilio de Elvira (principios del siglo IV):
"Placuit picturas in ecclesia esse non debere, ne quod colitur et adoratur in parietibus depingatur" (Decidimos que en las iglesias no debe haber pintura, para evitar retratar en las paredes lo que se adora y reverencia)
Y también en el XII concilio de Toledo (681). En el canon XI se recordó solemnemente el mandato bíblico, para combatir con medios radicales la pervivencia de cultos paganos:
"Son preceptos del Señor, quien dijo: "No te harás obra de escultura, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo de abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra; no las adorarás ni les darás culto. (...) Recordando estos preceptos del Señor, no para castigo de los delincuentes, sino para terror no imponemos por este nuestro decreto la pena de muerte, sino que avisamos a los adoradores de los ídolos, a los que veneran las piedras, a los que encienden antorchas, y adoran las fuentes y los árboles, que reconozcan cómo se condenan espontáneamente a muerte aquellos que hacen sacrificios al diablo"
¿Podemos deducir que la iglesia hispana fue iconoclasta entre los siglos IV y VII? Frente a la contundencia documental que reflejan los dos textos recogidos, debemos recordar que existen pocos objetos con representaciones cristianas animadas y una iglesia que parece contradecir tajantemente esa hipótesis: San Pedro de la Nave. Y de nuevo aparece un asunto ya rancio: asumir el trágala de Gómez Moreno o no.
En todo caso, la decoración de Santullano —cualquier que fuera el momento de su realización— indica que en tiempos de Alfonso II aún pervivía la tradición iconoclasta, puesto que no resultó problemático una iglesia con tan peculiar decoración. De ello podemos deducir que sus religiosos seguían las tradiciones de la iglesia hispana de época visigoda y también las de los obispos que permanecían bajo el poder de Córdoba.
Tal y como reflejan los edificios del Naranco, esa tradición quebró en tiempos de Ramiro II, anticipando la ruptura radical que en paralelo o poco después manifestará la miniatura mozárabe y unos años después el "movimiento" románico; en ambos casos parece obvio que la influencia francesa fue determinante.
San Tirso
Por desgracia de la iglesia original apenas queda otra cosa que un testero con "ventana" (cegada) de cualidades excepcionales, porque a mi juicio, encierra algunas claves que podrían ser útiles para ordenar el gigantesco rompecabezas de la arquitectura hispana altomedieval.
Es un arco "trigeminado" enmarcado por un alfiz. Los arcos han sido definidos mediante ladrillos a sardinel, tal y como es habitual en las tradiciones romanas, y descansan sobre cuatro capiteles que, a su vez, definen dos parejas. Los centrales son capiteles labrados por las cuatro caras, derivados del orden corintio, pero bastante evolucionados, puesto que las hojas han perdido por completo la idea del acanto, para acercarse a otras fórmulas decorativas más propias de las variedades corintizantes. Y como es habitual en el noroeste, tienen collarino.
La existencia de esta variedad en dos capiteles de pilastra que están sobre fustes cilíndricos pero empotrados en el muro, permite deducir que son piezas reutilizadas, pero no garantiza nada sobre los otros dos porque son más evolucionados y no acreditan falta de correspondencia con los fustes ni con el arranque de los arcos. Si esta hipótesis fuera cierta, podríamos concluir que los dos capiteles centrales fueron realizados, como muy tarde, cuando se construyó el testero de San Tirso y que los otros dos son anteriores. (No obstante, debo manifestar que, según mi juicio, existen muchas posibilidades de que los cuatro sean reutilizados y que fueran realizados alrededor del siglo IV).
En sintonía con la naturaleza adjudicada a la cultura asturiana, se dice que el testero de San Tirso fue realizado en esa época... Mi opinión es que estamos ante un caso parecido al de Santullano, con un factor de anomalía que, según dicen, habla de influencias cordobesas: el alfiz.
Creo que no se puede descartar la hipótesis de que estemos, como en Santullano, ante restos de una edificación realizada en los alrededores del siglo VI, con piezas reutilizadas, acaso del siglo IV.
¿El alfiz? Seguramente el alfiz aparece aquí por las mismas razones que aparece en Córdoba, sencillamente, porque era un elemento ornamental común de la arquitectura hispánica tardorromana, que integraron los musulmanes y también los constructores asociados a los reinos cristianos: en Valdedios también se empleó.
Reconsideración.
"En el Asturorum regnum nació España y cuajó el talante hispánico, pero en él se inició, además, nuestra gran misión histórica y nuestra más importante contribución a la forja de Europa y de lo europeo. El islamismo había roto la multimilenaria unidad histórica del mundo mediterráneo. Es ello hoy indiscutible e indiscutido. Al comenzar en Occidente la resistencia de la Cristiandad frente al Islam, el reino de Asturias se constituyó en rodela de la sociedad, la cultura, el estilo de vida que iba a madurar en el solar de la Europa creadora de valores universales y modeladora del gran proceso de liberación del hombre de liberación de los pueblos. Ese proceso no habría podido realizarse sin nuestro sacrificio. Sin el sacrificio que comenzó al pie de las cumbres de los Picos de Europa" (Sánchez Albornoz, C.: Los orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias. Oviedo, Idea, 1975, t. III, p. 968)
¿Indiscutible e indiscutido? Los seguidores de Pirenne —que son muchos— se partirían de risa. La península Ibérica tuvo la suerte o la desgracia de quedar en tierra "fronteriza" cuando se rompió el mercado mediterráneo en dos universos perfectamente diferenciados, sin que sea fácil determinar quién o qué protagonizó esa fractura: si la aparición del cristianismo o la quiebra de la estructura socioeconómica del Mundo Antiguo. ¿He dicho cristianismo? No, no ha sido un lapsus. Cuando apareció el Islam apenas se podía hacer otra cosa que certificar esa ruptura y aún, acotar desde él otra forma de intentar dar continuidad a la cultura grecolatina. El "mundo cristiano" de Occidente, que podemos personalizar en Carlomagno, presuponía recuperar el "Imperio Romano" —las estructuras de poder del Imperio Romano—, desde las premisas de una cultura que, a consecuencia de las crisis, había dejado las ciudades para refugiarse en el campo. Algo parecido a lo que intentó Justiniano, pero infinitamente más ingenuo. Y ese intento era vano, entre otras razones, porque los cristianos estaban más preocupados de "lo espiritual" que de recuperar una cultura que estaba demasiado contaminada de paganismo. Por ello se perdieron los libros antiguos y, en general, casi todos los testimonios escritos de la Antigüedad
Ante esa dualidad, al-Ándalus sintetizó un territorio de transición que, como tal, acaso sea uno de los aspectos más peculiares de las "culturas hispanas", porque desde él quedaron caracterizadas las características de las diferentes áreas geográficas (no quiero decir "nacionalidades", porque entiendo que no sería preciso). Tal y como han puesto de manifiesto los acontecimientos recientes, Sánchez-Albornoz y los ideólogos franquistas se equivocaban radicalmente al confundir "Nación Española" con "Estado Español" y desde ese error era y es absurdo reconstruir un pasado acorde con esa idea. Dentro del área cantábrica, Asturias quedó en una obvia situación de marginalidad geográfica que le dejó al margen de la "colonización" romana y de la "invasión" islámica —¡El poder manipulador de las palabras!—; lo mismo sucedió en Cantabria y, por supuesto, en el actual País Vasco. Galicia fue más permeable sobre todo a las aportaciones romanas por una razón de interés obvio: el control de la ruta marítima a las islas Británicas. Cuando aparecieron los musulmanes—ya se había roto el mercado mediterráneo—, esa circunstancia dejó de tener interés aunque no se rompieron los lazos comerciales por completo, porque se mantuvieron las rutas europeas por las que llegaban esclavos rubios (eslavos) a Córdoba, porque durante el siglo X, el foco de poder más importante de Occidente no era Roma ni Aquisgrán...
Se ha forzado tanto el protagonismo histórico del reino asturiano en función de una "nación española" diseñada desde determinadas posturas ideológicas, que no tiene nada de particular que la Historia del Arte, disciplina de vocación y praxis serviles —el arte siempre está vinculado al poder económico—, haya forzado las atribuciones, en ocasiones, por encima del más elemental sentido común. El arte mozárabe es un magnífico ejemplo. Históricamente, el reino asturiano tuvo una relevancia muy relativa en el desarrollo de los acontecimientos decisivos en desarrollo de la historia de España, aunque en el aspecto institucional, se empleara durante mucho tiempo esa época (hasta el fin de los austrías, cuando menos) como referencia de rancio abolengo, por lo general, legendario —por no decir falsificado de modo burdo— , en paralelo a lo que hicieron las fuentes del siglo IX y posteriores con don Pelayo, pasando por encima de lo más obvio. Basta echar un vistazo a las fuentes hispnoislámicas del siglo X para situar la entidad real de los "reinos cristianos" de aquella época.
Las fuentes del siglo IX, sobre las que se construye el mito, leídas con frialdad hoy resultan, cuando menos, sorprendentes. La Crónica Albeldense —fuente histórica fundamental en esa línea— es un refrito de textos "enciclopédicos" con algunos añadidos sobre los reyes asturianos que no pueden interpretarse como los Anales de Tácito porque están llenos de imprecisiones, referencias míticas, hechos fantásticos, etc. Y lo más interesante y que no se suele mencionar, para no dejar sin fundamento la hipótesis de que recoge datos de una crónica anterior: está escrita en un momento de especial tirantez entre algunas comunidades cristianas y el poder de Córdoba (mártires voluntarios), cuando algunos cristianos reaccionaron radicalmente ante el crecimiento continuo de las apostasías. Para esas comunidades era muy oportuno describir al reino astur como una entidad política poderosa, capacitada para vencer a las tropas cordobesas.
El propio nombre "Pelayo" (Pelagio), por ejemplo, es un término griego que se podría traducir por "marino".... Es anómalo que un noble visigodo, procedente de la corte toledana, se llamara de modo tan poco mesetario y tan poco germánico.
En suma, las crónicas del siglo IX tienen menos fiabilidad que los panfletos políticos, porque, en cierto modo, son panfletos políticos. Si no fuera por el valor indirecto que aún ofrecen, sería mejor guardarlas en las adecuadas condiciones de seguridad en la Catedral de Santiago...
El valor indirecto: si hablan de un edificio en tal lugar, podemos deducir, cuando menos, que ese edificio existía cuando se escribió la crónica. Y poco más.
En el estado actual de los conocimientos, el "reino asturiano" sería continuación de una estructura "preseñorial"(recientemente han documentado una fortaleza de esa cronología en El Peñón de Raíces), que pervivió en aquel territorio con relativa independencia del poder visigodo (está documentada, una revuelta contra Wamba) y que así se mantuvo también frente al poder emiral.
La especial topografía de la zona ayudaría a entender por qué el norte cantábrico (Asturias, Cantabria y País Vasco) fue romanizado tarde y por qué permaneció al margen del poder islámico. Las comunicaciones difíciles complican el establecimiento de redes administrativas centralistas, sencillamente, porque el sistema de comunicaciones es infinitamente más complejo que en zonas menos irregulares. Y el reino visigodo —especialmente débil— y decididamente volcado hacia el mundo rural, era el menos dotado para romper ese aislamiento.
Esa insularidad topográfica y los testimonios no míticos nos ayuda a entender los sucesos del siglo IX y los edificios correspondientes, en términos diferentes a los de la literatura más divulgada:
1. La cultura material asociada a la monarquía asturiana no acredita lo que presupone la grandilocuencia mítica institucional: no existe influencia visigoda (no existen arcos de herradura afines a los de San Juan de Baños); los restos arquitectónicos de Oviedo y de los pueblos próximos nos hablan de pervivencias grecolatinas, de influencias carolingias y de importantes aportaciones iconográficas de raíz bizantina.
2. Los restos culturales parecen acreditar el retraso —respecto de los grandes focos políticos y militares— que corresponde a su insularidad topográfica (del mismo modo que tardaron en llegar las aportaciones culturales romanas).
3. Desde esas consideraciones es tentador imaginar que Santullano sea más antigua de lo que conviene a una idea de España demasiado condicionada por "el invento" de Claudio Sánchez Albornoz —aún vigente como referencia folclórica y política—. Teniendo en cuenta las muchas "reparaciones" sufridas, los restos antiguos encajan mejor en las proximidades del siglo VI que en el IX. La atribución documental al siglo IX puede interpretarse como la recuperación para el culto cristiano de una iglesia que pudo ser abandonada durante un período de tiempo no muy amplio.
Feliz retorno, aunque sean ya varios los posts. Nos pondremos al día.
ResponderEliminar:-))
ResponderEliminarEs muy interesante como en el texto no se pierde de vista el objetivo de los pueblos hispánicos del norte de recuperar un sistema comercial y económico privilegiado, partiendo de una situación de "exclusión-regularizada" por parte de los invasores árabes. Una situación que propició la consolidación de lazos de amistad con el imperio carolingio, que alivió la hostilidad del nuevo sistema de gobierno musulmán establecido.
ResponderEliminarQuizás sea a través del arte, y de las investigaciones críticas sobre sus manifestaciones, dónde mejor se aprecie la voluntad política del tratamiento de las fuentes documentales. Una voluntad reconstructiva que está en el fondo de este brillante texto, y que sirve para replantearnos nuestra la visión que nos han enseñado de la historia.
Sin querer corregir ninguna de las apreciaciones de Enrique, es importante señalar, como lo hace una de las entradas sobre Santulliano en el blog "el tablero de piedra", que la iglesia procede de una adaptación al culto cristiano, según leyes regias carolingias, de un antiguo templo romano. Lo que explicaría los sistemas constructivos propios del mundo romano, y el sistema de codificación de las pinturas.
El problema viene en su atribución, ya que si nos regimos por su sistema constructivo y por su decoración interior deberíamos situarnos en un periodo anterior a Alfonso II, ya que , como ha dicho muy bien Enrique, no es posible que el modo de trabajar en una zona con "limitada influencia" cambie de manera tan radical.
Pero existen expertos historiadores que se rigen por un sistema de importancia ocupacional, ya que con ello explican el reino Astur como el verdadero continuador de una tradición que marcará la "identidad española" posterior.