El País se ha hecho eco de una noticia publicada recientemente en Inglaterra, que ilustra fenómenos comparables por doquier, incluyendo topografías inmediatas... El gobierno británico no tiene claro el carácter de algunas "donaciones filantrópicas", como las de David Hockney a la David Hockney Foundation, porque a efectos de contabilidad fiscal, la entrega de obras propias puede ser buen negocio.
Dejando a un lado las consideraciones estratégicas de Saatchi &Saatchi (nos ocuparemos de ellas en otro momento), en primer lugar, esas donaciones resuelven problemas de stock; pero también consolidan la cotización mediante "tasaciones oficiales" y aún quedarían las desgravaciones... Si además quien entrega los bienes controla la gestión de la fundación que los recibe, el negocio puede ser esférico.
Para resolver las prevenciones de los peor pensados, las autoridades británicas han propuesto establecer un límite a esas "donaciones" y los representantes de las sociedades "filantrópicas", en su papel, se han manifestado indignados.
Los "filántropos españoles" pueden dormir tranquilos, porque las autoridades de este país no son receptivas a los "mal pensados" y reciben los gestos filantrópicos y demás fruslerías con sonrisa beatífica y goce desinteresado... Aquí prevalece la presunción de inocencia y, por supuesto, todos conocemos el poder motivador del "amor al arte". Por "amor al arte" se organizan exposiciones, se crean museos, se renuevan edificios para emplearlos como salas de exposiciones, se entregan sumas de dinero a museos, se prestan obras a fundaciones mediante acuerdos firmados ante autoridades foráneas... Todo por amor al arte.
El arte es maravilloso, pero como sucede en los sótanos de Uffizi, cada vez hiede peor en sus proximidades.
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