En el universo de los "artistas heterodoxos" de su generación, Frank von Bayros (1866-1924), que trabajó entre Viena y Munich, acaso fuera uno de los más inclinados a la explotación de un universo erótico próximo a las fórmulas iconográficas de las llamadas "revistas pornográficas" del siglo XX; por supuesto, obviando las limitaciones propias de aquellos años. Se le suele encasillar en la difusa parcela del decadentismo y, si entendemos la "casilla" sin incluir en ella las derivaciones líricas de la literatura española, acaso pudiera tenérsele como máxima expresión visual de la voluntad transgresora que acompañó a los escritores más interesantes (Baudelaire, Wilde, D'Annunzio).
Frente a las imágenes eróticas de los años anteriores —por ejemplo, las que aparecieron en la edición de Justina de 1791— las obras de van Bayros se distinguen por seguir concepciones y estructuras compositivas perfectamente integradas dentro del Art Nouveau y, por lo tanto, ajenas también a la voluntad naturalista y descriptiva asociada al enciclopedismo (Jean-Jacques Lequeu). Esta línea, reforzada por la Revolución Francesa, acaso fuera una de las más recurrentes, tal y como acredita entre nosotros "Los Borbones en pelota", que seguramente realizaron los hermanos Bécquer.
Como sucediera en la época de los Carracci, algunas obras de von Bayros se justifican en sus cualidades, por razones obvias: sol "ilustraciones" de las situaciones descritas en los relatos o en las narraciones correspondientes; esta circunstancia ofrece solvencia "culta" a unas composiciones que, de otro modo, hubieran resultado más inaceptables de lo que fueron (von Bayros fue perseguido por los jueces alemanes). La justificación ingenua también es obvia: el factor retórico (culto) junto con el componente estético, unidos en vínculo místico, supuestamente desvirtúan cualquier componente erótico. Era muy pronto para que los sectores bien informados aceptaran en el seno de las artes visuales que el componente erótico fuera una simple dimensión más del disfrute estético. En España esa cuestión fue asunto de interés social en tiempos de la II República y no se resolvió con exceso de sentido común.
En el contexto modernista, siempre propenso a las estilizaciones y a las elipsis, sorprenden algunas composiciones especialmente atrevidas, que pudieran seguir los pasos de ciertas estampas japonesas.
Y todo ello, por supuesto, dentro de las expectativas de un público mayoritariamente masculino, que seguramente demandaba estas imágenes —especialmente, las de la serie "EX-LIBRIS"— para consumo íntimo... Hubiera sido absurdo esperar otra cosa.
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