El lugar
Hace unos cuantos años se puso en marcha la restauración interior de una de las catedrales más relevantes de Europa y, seguramente, la más celebrada en el contexto gótico. La distinguen: el emplazamiento, según dicen, sacralizado desde el origen de los tiempos; los conjuntos escultóricos, particularmente ricos, excepcionales e interesantes; la vidrieras, mejor conservadas que en otros muchos lugares y con un tono especial de azul; la mesurada concepción arquitectónica y algunos otros detalles mayores o menores como las reliquias y el celebérrimo laberinto. Para muchos es un edificio que, en la articulación de múltiples factores de épocas diversas, simboliza o expresa la confluencia de diferentes formas de entender la comunión entre lo telúrico y lo espiritual, entre la materia y lo trascendente, entre el hombre y el universo. Un edificio mítico de primerísimo orden que, además (o por ello), es el segundo lugar de peregrinación religiosa de Francia, después de Lourdes. La "razón católica" de ese fluir es la posesión de una reliquia singular, un fragmento de tejido que se ha llamado "túnica de la Virgen" o "velo de la Virgen", supuestamente regalado por el Emperador de Constantinopla a Carlomagno y que Carlos el Calvo envió a Chartres en 876, que protagonizó un milagro excepcional: el incendio que consumió la iglesia anterior respetó el lugar donde se encontraba; gracias a ello y, sobre todo, a la difusión del hecho por los caminos de Europa, comenzaron a fluir los peregrinos y a dejar el dinero necesario para levantar la actual catedral. ¿Los milagros construyeron catedrales o la construcción de las catedrales medievales fue un extraño milagro? Paradojas de la historia...
Supongo que, como en Santiago de Compostela, muchas personas peregrinan por "razones" ajenas a la elementalidad de las reliquias y en esa línea el laberinto posee un protagonismo muy relevante. Los guías dicen que se empleó como "sustituto" de la peregrinación a Tierra Santa: los fieles debían recorrerlo de rodillas... Otros lo interpretan como una metáfora de la fe, de la dificultad de mantener incólume la virtud de la fe ante las celadas del Perverso. Sin embargo, su relación con el laberinto de Minos ofrece aún otras posibilidades más complejas —¿simbólicas?— y diferentes, derivadas de la entrada redentora de Teseo para matar al Minotauro. Cristo, como Teseo, volvió de la muerte para redimir a todos los hombres... ¿Referencias simbólicas de fundamento pagano en el siglo XIII? ¿O simples pervivencias paganas? En una sociedad donde las reliquias jugaban un papel tan importante, encajan mal las sutilezas del pensamiento simbólico complejo; entre otra razones, porque para establecer la relación entre Teseo y Jesucristo serían necesarios fieles familiarizados con las "historias" de ambos, y francamente, ello me parece un supuesto forzado en momentos muy anteriores a los siglos XVI y XVII, cuando comenzaron a usarse las "fábulas mitológicas" como alegorías de intención "pedagógica". Es más razonable imaginar la existencia del laberinto como forma asociada a cualidades mágicas difíciles de adivinar hoy, acaso pervivencias paganas que, según recogen las crónicas antiguas, suponían un importante obstáculo para la implantación de la ortodoxia ritual. Y aún quedarían "explicaciones" más o menos caprichosas, entonadas con una sociedad dominada por la credulidad, las supersticiones y el ingenio de los desaprensivos.
Sea como fuere, la fusión de tradiciones religiosas diversas y las supuestas cualidades telúricas del lugar ayudan a entender que sean numerosos quienes aún adjudican al laberinto cualidades mágicas y acuden a Chartres con finalidades difusa,s relacionadas con la idea de obtener una experiencia trascendente y singular, comparable a la de casi todos los centros de peregrinación de arraigo milenario.
La restauración
Por un estrecho margen temporal, durante estos días es posible contemplarla sin andamios y hacerse una idea de cómo se han invertido los millones empleados en la restauración (mayoritariamente procedentes de la Unión Europea), puesto que la cabecera ya está prácticamente acabada.
Bajo la dirección científica de Gilles Fresson, han desarrollado un proyecto cuyo objeto es recuperar el aspecto original del templo, cuando fue consagrado en 1260 o poco después, acreditado mediante el análisis arqueológico de los restos acumulados en la sedimentación temporal. Y el resultado es espectacular, relativamente sorprendente y seguramente, polémico. Aunque muy probablemente serán muchos quienes se rasguen las vestiduras, porque la apuesta de Fresson es muy diferente de las que se han estado aplicando hasta ahora en casi todo el mundo, por la pervivencia de los gustos neoclásicos y de los criterios historicistas de Viollet-le-Duc y sus seguidores. ¿He dicho relativamente sorprendente? El aficionado al arte medieval sabe que la valoración de la textura pétrea no era cualidad del arte gótico ni del románico; las paredes y hasta las esculturas de ambos ciclos se pintaban con colores... "llamativos", por calificarlos de algún modo.
Según los estudios recientes, en tiempos antiguos la catedral de Chartres jamás mostró la piedra en su aspecto natural, porque casi todos los paramentos y los pilares estaban enfoscados con lechada o mortero de cal y “pintados” mediante líneas blancas sobre falsos bloques de tonos ocres claros. Al parecer, en aquellos lejanos tiempos era conveniente ofrecer regularidad visual, acaso porque también entonces los criterios ornamentales estaban decisivamente condicionados por el funcionamiento del sistema perceptivo.
Completaban el diseño otras fórmulas cromáticas más vibrantes que las de los pilares y la plementería superior, distribuidas por diferentes lugares como las claves o parte de los nervios, pintados en rojo, verde, negro, oro…
La espléndida catedral de Chartres, enaltecida por la pátina dorada del tiempo sobre la piedra, fue concebida con epidermis definida mediante materiales “pobres” y pinturas verbeneras… Gilles Fresson respondía a tales lamentaciones argumentando con sentido común que toda restauración implica perder "algo" para ganar "mucho"; que sus constructores pretendían ofrecer a sus conciudadanos una interpretación del Paraíso, según lo entendían en aquellos tiempos, construida mediante un espacio singular matizado con luz y color en su propia excepcionalidad...
La Historia, de nuevo, nos da una lección adversa a la petulancia de ciertas corrientes metodológicas empecinadas en categorizar los materiales constructivos como si fueran personas, entre “nobles” y “pobres”.
Me pregunto hasta dónde llegará la "recuperación" de la catedral original… ¿Afrontarán la policromía de los grupos escultóricos? Sería divertido que se inspiraran en Santa María de los Reyes de Laguardia... El resultado podría ser portentoso.
Hace unos cuantos años se puso en marcha la restauración interior de una de las catedrales más relevantes de Europa y, seguramente, la más celebrada en el contexto gótico. La distinguen: el emplazamiento, según dicen, sacralizado desde el origen de los tiempos; los conjuntos escultóricos, particularmente ricos, excepcionales e interesantes; la vidrieras, mejor conservadas que en otros muchos lugares y con un tono especial de azul; la mesurada concepción arquitectónica y algunos otros detalles mayores o menores como las reliquias y el celebérrimo laberinto. Para muchos es un edificio que, en la articulación de múltiples factores de épocas diversas, simboliza o expresa la confluencia de diferentes formas de entender la comunión entre lo telúrico y lo espiritual, entre la materia y lo trascendente, entre el hombre y el universo. Un edificio mítico de primerísimo orden que, además (o por ello), es el segundo lugar de peregrinación religiosa de Francia, después de Lourdes. La "razón católica" de ese fluir es la posesión de una reliquia singular, un fragmento de tejido que se ha llamado "túnica de la Virgen" o "velo de la Virgen", supuestamente regalado por el Emperador de Constantinopla a Carlomagno y que Carlos el Calvo envió a Chartres en 876, que protagonizó un milagro excepcional: el incendio que consumió la iglesia anterior respetó el lugar donde se encontraba; gracias a ello y, sobre todo, a la difusión del hecho por los caminos de Europa, comenzaron a fluir los peregrinos y a dejar el dinero necesario para levantar la actual catedral. ¿Los milagros construyeron catedrales o la construcción de las catedrales medievales fue un extraño milagro? Paradojas de la historia...
Supongo que, como en Santiago de Compostela, muchas personas peregrinan por "razones" ajenas a la elementalidad de las reliquias y en esa línea el laberinto posee un protagonismo muy relevante. Los guías dicen que se empleó como "sustituto" de la peregrinación a Tierra Santa: los fieles debían recorrerlo de rodillas... Otros lo interpretan como una metáfora de la fe, de la dificultad de mantener incólume la virtud de la fe ante las celadas del Perverso. Sin embargo, su relación con el laberinto de Minos ofrece aún otras posibilidades más complejas —¿simbólicas?— y diferentes, derivadas de la entrada redentora de Teseo para matar al Minotauro. Cristo, como Teseo, volvió de la muerte para redimir a todos los hombres... ¿Referencias simbólicas de fundamento pagano en el siglo XIII? ¿O simples pervivencias paganas? En una sociedad donde las reliquias jugaban un papel tan importante, encajan mal las sutilezas del pensamiento simbólico complejo; entre otra razones, porque para establecer la relación entre Teseo y Jesucristo serían necesarios fieles familiarizados con las "historias" de ambos, y francamente, ello me parece un supuesto forzado en momentos muy anteriores a los siglos XVI y XVII, cuando comenzaron a usarse las "fábulas mitológicas" como alegorías de intención "pedagógica". Es más razonable imaginar la existencia del laberinto como forma asociada a cualidades mágicas difíciles de adivinar hoy, acaso pervivencias paganas que, según recogen las crónicas antiguas, suponían un importante obstáculo para la implantación de la ortodoxia ritual. Y aún quedarían "explicaciones" más o menos caprichosas, entonadas con una sociedad dominada por la credulidad, las supersticiones y el ingenio de los desaprensivos.
Sea como fuere, la fusión de tradiciones religiosas diversas y las supuestas cualidades telúricas del lugar ayudan a entender que sean numerosos quienes aún adjudican al laberinto cualidades mágicas y acuden a Chartres con finalidades difusa,s relacionadas con la idea de obtener una experiencia trascendente y singular, comparable a la de casi todos los centros de peregrinación de arraigo milenario.
La restauración
Por un estrecho margen temporal, durante estos días es posible contemplarla sin andamios y hacerse una idea de cómo se han invertido los millones empleados en la restauración (mayoritariamente procedentes de la Unión Europea), puesto que la cabecera ya está prácticamente acabada.
Bajo la dirección científica de Gilles Fresson, han desarrollado un proyecto cuyo objeto es recuperar el aspecto original del templo, cuando fue consagrado en 1260 o poco después, acreditado mediante el análisis arqueológico de los restos acumulados en la sedimentación temporal. Y el resultado es espectacular, relativamente sorprendente y seguramente, polémico. Aunque muy probablemente serán muchos quienes se rasguen las vestiduras, porque la apuesta de Fresson es muy diferente de las que se han estado aplicando hasta ahora en casi todo el mundo, por la pervivencia de los gustos neoclásicos y de los criterios historicistas de Viollet-le-Duc y sus seguidores. ¿He dicho relativamente sorprendente? El aficionado al arte medieval sabe que la valoración de la textura pétrea no era cualidad del arte gótico ni del románico; las paredes y hasta las esculturas de ambos ciclos se pintaban con colores... "llamativos", por calificarlos de algún modo.
Según los estudios recientes, en tiempos antiguos la catedral de Chartres jamás mostró la piedra en su aspecto natural, porque casi todos los paramentos y los pilares estaban enfoscados con lechada o mortero de cal y “pintados” mediante líneas blancas sobre falsos bloques de tonos ocres claros. Al parecer, en aquellos lejanos tiempos era conveniente ofrecer regularidad visual, acaso porque también entonces los criterios ornamentales estaban decisivamente condicionados por el funcionamiento del sistema perceptivo.
Completaban el diseño otras fórmulas cromáticas más vibrantes que las de los pilares y la plementería superior, distribuidas por diferentes lugares como las claves o parte de los nervios, pintados en rojo, verde, negro, oro…
La espléndida catedral de Chartres, enaltecida por la pátina dorada del tiempo sobre la piedra, fue concebida con epidermis definida mediante materiales “pobres” y pinturas verbeneras… Gilles Fresson respondía a tales lamentaciones argumentando con sentido común que toda restauración implica perder "algo" para ganar "mucho"; que sus constructores pretendían ofrecer a sus conciudadanos una interpretación del Paraíso, según lo entendían en aquellos tiempos, construida mediante un espacio singular matizado con luz y color en su propia excepcionalidad...
La Historia, de nuevo, nos da una lección adversa a la petulancia de ciertas corrientes metodológicas empecinadas en categorizar los materiales constructivos como si fueran personas, entre “nobles” y “pobres”.
Me pregunto hasta dónde llegará la "recuperación" de la catedral original… ¿Afrontarán la policromía de los grupos escultóricos? Sería divertido que se inspiraran en Santa María de los Reyes de Laguardia... El resultado podría ser portentoso.
UNA IMPORTANTE OBRA DE PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO
ResponderEliminarGracias por esta valiosa información
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