Antecedentes
Victorio Macho fue un escultor (1887-1966) activo en los tiempos de las vanguardia, que optó por una línea creativa a medio camino entre las tradiciones académicas y las primeras corrientes que persiguieron una solución de compromiso entre lo viejo y lo nuevo. De profunda religiosidad e ideas políticas "progresistas", le tocó vivir los tiempos dolorosos de la Guerra Civil y, por significarse del lado republicano, hubo de emigrar. Vivió en Francia, Rusia y Colombia, donde se casó con Zoila Barros Conti y reorganizó su vida hasta que pudo regresar a España, en 1952, cuando ya contaba con 65 años y las autoridades franquistas comenzaron a modificar la política estética, hasta entonces, profundamente academicista. En ese proceso y desde una religiosidad relativamente próxima a la de Unamuno y a la de otros muchos intelectuales españoles de su tiempo, no le costó mucho integrarse en la sociedad española de los años 50 y adquirir cierta notoriedad gracias a las obras realizadas y a las que le encomendaron poco después, casi siempre de profundo sentido religioso.
Entre lo más significativo, destacan varios grupos para parques públicos, como el Monumento a Galdós (Parque del Retiro, 1918), el dedicado a Santiago Ramón y Cajal (asimismo en el Retiro, 1926), el busto de Unamuno (palacio de Anaya), algunas obras más repartidas por lugares diversos y las que es posible ver en el museo de Toledo...
La vinculación de Victorio Macho con Toledo nace en 1933, con ocasión de una visita a Toledo, donde le impresiona el paisaje circundante; fruto de ello, cuando planea regresar a España procura hacerse con la casa que, en Roca Tarpeya, acabará ocupando años después, tras la remodelación de Secundino Zuazo Ugalde, que la convierte en una residencia de panorámicas espectaculares hacia el Tajo y los cigarrales del otro lado del río.
Poco antes de morir (1966),Victorio Macho redactó un testamento complejo que, al parecer, pretendía varios objetivos de engranaje complejo. Según recoge Ángel Dorado Badillo (Archivo Secreto: Revista Cultural de Toledo, 2002) Victorio Macho intentó garantizar que su esposa mantuviera el control de los bienes comunes mientras no se casara con otro hombre. Para ello creó una "fundación benéfico-docente", en la que intentó fundir dichos objetivos íntimos junto con otros de proyección social, entre los que destacaba la voluntad de ceder "a España" su museo:
"Lego a España, mi Patria, el Museo de esculturas y dibujos que acabo de describir e inventariar"
Y, desde las actuales circunstancias de consumo cultural, incluyó en el testamento una curiosa recomendación, que parece sintetizar algunos de los problemas que aún hoy complican la vida a casi todos los directores de museos reacios a asumir pasivamente los inconvenientes del turismo de masas:
"Ruego al Patronato y conservadores que limiten las visitas de masas de turistas, pues es mi deseo que las obras sean contemplada por jóvenes artistas y sus maestros, por las personas cultas y por gentes sencillas y capaces de sentir"
Me pregunto de qué modo pretendería Victorio Macho averiguar si los visitantes formaban parte del grupo de "gentes sencillas con sensibilidad" o de otro menos encomiable; sería divertido que los actuales gestores retomaran esa inquietud...
La escasa capacidad previsora del escultor se manifestó al poco de su muerte, cuando el museo y la fundación dejaron de interesar a las diferentes administraciones relacionadas con el asunto cultural (Ministerio de Cultura, Diputación y Ayuntamiento), acaso porque ya no podían "hacerse la foto" con el viejo artista indómito. Y los diferentes magnates procedieron a pasarse la patata caliente sin que ninguno de ellos se animara a resolver un problema que la propia viuda se encargo de complicar, prestando oídos a "cantos" de sirenas diversas. En consecuencia, aunque el museo abrió en 1967, tres años después ya estaba en situación penosa que forzó a su "propietaria" a buscar alguna solución aunque con ella se alterara la voluntad del escultor.
Siete años después de la muerte de Victorio Macho, en 1973, el Ministro de Educación y Ciencia firmó un convenio con Zoila por el que la propiedad del museo pasaba al Estado, a cambio de 16 millones de pesetas y ciertas concesiones de uso, que incrementaron aún más la complejidad de la madeja legal creada por el testamento de quien acaso no intuyera hasta dónde pueden llegar las consecuencias de una torpeza en esos asuntos. En 1984, el Ministerio de Cultura aunque reconocía la inscripción pública de la Fundación Victorio Macho como "Fundación Cultural Privada", permanecía en postura similar a la ofrecida ante muchos "legados" comparables y pertenecientes a artistas de cierto éxito profesional en vida pero de escaso reconocimiento posterior en los ambientes especializados. Ese mismo año el museo, abrumado por la incapacidad de sus gestores para mantener las infraestructuras más elementales, cerraba sus puertas.
El museo actual
La confluencia entre el galimatías engendrado por la última voluntad de Victorio Macho, las maniobras de su viuda y la pasividad de las autoridades, había engendrado una situación propicia para los pescadores de aguas revueltas. Y la Fundación asentada en Roca Tarpeya definía un bocado muy apetecible para quienes defendían que las nuevas instituciones culturales fueran gestionadas por "fundaciones sin ánimo de lucro" en lugar de por los mecanismos administrativos y técnicos "tradicionales". Y como por arte de magia, por fin, Zoila Barros pudo firmar un acuerdo con otra fundación privada, la Real Fundación de Toledo, para que ésta se fundiera con la Fundación Victorio Macho (1996); gracias a ello, poco después, en el complejo de Roca Tarpeya, se abría un museo con las instalaciones remodeladas, que también albergaba la sede de la Real Fundación de Toledo. En suma, se había quebrado la voluntad testamentaria de Victorio Macho, para que sus obras quedaran en manos "de España", pero en contrapartida, se abrían las puertas de un museo con instalaciones aceptables y con un futuro de perspectivas halagüeñas... Estoy seguro de que todo el proceso fue legal, pero...
Según aparece en la página correspondiente, esta institución tiene la siguiente finalidad:
"La Real Fundación de Toledo es una institución cultural privada cuyo fin es contribuir a la conservación y revitalización de la ciudad histórica de Toledo, realizando actividades dirigidas a fomentar su habitabilidad y la protección, estudio y difusión de sus bienes patrimoniales. Asimismo, tiene también como objetivo conservar y difundir el legado del escultor Victorio Macho.
Constituida el 9 de junio de 1988 e inscrita en el Registro de Fundaciones del Protectorado del Ministerio de Cultura, la Fundación nace al sentir un pequeño grupo de personas la necesidad de contribuir directamente a la solución de los graves problemas que afectaban a la ciudad de Toledo, eligiendo el modelo fundacional como el más idóneo para conseguir sus objetivos.
La Fundación es una institución sin ánimo de lucro que canaliza la transmisión de recursos privados a obras y actividades de interés colectivo relacionadas con el patrimonio histórico y cultural de Toledo. Sus fuentes de financiación proceden de las aportaciones de la Junta de Protectores y de los Amigos de la Fundación, del patrocinio privado de proyectos concretos y, en una mínima parte, de subvenciones de carácter público.
Sus líneas de trabajo son actuaciones urbanísticas, restauración de bienes culturales, proyectos de investigación y estudio, exposiciones, publicaciones, organización de cursos, reuniones de trabajo, conferencias, así como una atención especial a los conventos de clausura y su patrimonio."
¿Sin ánimo de lucro? Hemos planteado tantas veces en este blog lo que ese objetivo aparente encierra que no insistiré más por no abusar de la paciencia del lector; pero para no eludir lo que se supone corresponde a un blog de orientación eminentemente crítica, me limitaré a recordar los análisis de Hans Haacke, la idea de Lovemark y, subrayar la nómina de entidades y personalidades relacionadas con este museo: La Junta de Castilla.La Mancha, el ministerio de educación cultura y Deportes, el Ayuntamiento de Toledo, la Diputación de Toledo, el ministerio de medio ambiente, la Fundación Banco Santander, Globalcaga, Caja Rural de Castilla-La Mancha, etc. La relación de quienes forman parte de la Junta de Protectores asimismo es significativa.
¿Una mínima parte procede de subvenciones de carácter público? ¡Quién lo diría!
La instalación museística
El museo está en un emplazamiento envidiable que, por sí mismo, justifica la visita. A ello debemos añadir que el complejo diseñado por Zuazo es particularmente agradable gracias a un proyecto arquitectónico bien integrado en el contexto topográfico y ajardinado con buen criterio.
Aunque en general el museo resulta coqueto, se echan en falta indicaciones más precisas en algunas piezas y las que sirvieran para construir una imagen más completa de la producción global de Victorio Macho; no le vendrían mal algunos paneles con detalles sobre las obras de ubicación pública más relevantes.
Desde el territorio de las anécdotas significativas, me ha hecho gracia el texto de la placa colocada en la puerta desde la que da acceso al jardín exterior, desde el que se puede contemplar un panorama espectacular, y por el que se llega a la taquilla:
"Esta puerta da acceso a una institución privada. Si entra está obligado a pagar la entrada en la tarifa que le corresponde (sic). Si no tiene intención de realizar esta visita, le rogamos se abstenga de entrar. Gracias por su colaboración"
Como suele ser frecuente en las instituciones sin ánimo de lucro y en los edificios del patrimonio religioso, no se escapan de pagar ni los jubilados...
¿Las obras de Victorio Macho? Bocado de cardenal para quienes entienden al arte como "imitación de la realidad", aunque sus planteamientos estéticos no fueran "realistas" ni "naturalistas" en sentido estricto; para los demás, testimonio de una situación bastante alejada de lo que preocupaba en los ambientes europeos más inquietos de la primera mitad del siglo XX, que acentúan brutalmente obras religiosas especialmente anacrónicas.
Victorio Macho fue un escultor (1887-1966) activo en los tiempos de las vanguardia, que optó por una línea creativa a medio camino entre las tradiciones académicas y las primeras corrientes que persiguieron una solución de compromiso entre lo viejo y lo nuevo. De profunda religiosidad e ideas políticas "progresistas", le tocó vivir los tiempos dolorosos de la Guerra Civil y, por significarse del lado republicano, hubo de emigrar. Vivió en Francia, Rusia y Colombia, donde se casó con Zoila Barros Conti y reorganizó su vida hasta que pudo regresar a España, en 1952, cuando ya contaba con 65 años y las autoridades franquistas comenzaron a modificar la política estética, hasta entonces, profundamente academicista. En ese proceso y desde una religiosidad relativamente próxima a la de Unamuno y a la de otros muchos intelectuales españoles de su tiempo, no le costó mucho integrarse en la sociedad española de los años 50 y adquirir cierta notoriedad gracias a las obras realizadas y a las que le encomendaron poco después, casi siempre de profundo sentido religioso.
Entre lo más significativo, destacan varios grupos para parques públicos, como el Monumento a Galdós (Parque del Retiro, 1918), el dedicado a Santiago Ramón y Cajal (asimismo en el Retiro, 1926), el busto de Unamuno (palacio de Anaya), algunas obras más repartidas por lugares diversos y las que es posible ver en el museo de Toledo...
La vinculación de Victorio Macho con Toledo nace en 1933, con ocasión de una visita a Toledo, donde le impresiona el paisaje circundante; fruto de ello, cuando planea regresar a España procura hacerse con la casa que, en Roca Tarpeya, acabará ocupando años después, tras la remodelación de Secundino Zuazo Ugalde, que la convierte en una residencia de panorámicas espectaculares hacia el Tajo y los cigarrales del otro lado del río.
Autorretrato 1904 (detalle) |
"Lego a España, mi Patria, el Museo de esculturas y dibujos que acabo de describir e inventariar"
Y, desde las actuales circunstancias de consumo cultural, incluyó en el testamento una curiosa recomendación, que parece sintetizar algunos de los problemas que aún hoy complican la vida a casi todos los directores de museos reacios a asumir pasivamente los inconvenientes del turismo de masas:
"Ruego al Patronato y conservadores que limiten las visitas de masas de turistas, pues es mi deseo que las obras sean contemplada por jóvenes artistas y sus maestros, por las personas cultas y por gentes sencillas y capaces de sentir"
Me pregunto de qué modo pretendería Victorio Macho averiguar si los visitantes formaban parte del grupo de "gentes sencillas con sensibilidad" o de otro menos encomiable; sería divertido que los actuales gestores retomaran esa inquietud...
La escasa capacidad previsora del escultor se manifestó al poco de su muerte, cuando el museo y la fundación dejaron de interesar a las diferentes administraciones relacionadas con el asunto cultural (Ministerio de Cultura, Diputación y Ayuntamiento), acaso porque ya no podían "hacerse la foto" con el viejo artista indómito. Y los diferentes magnates procedieron a pasarse la patata caliente sin que ninguno de ellos se animara a resolver un problema que la propia viuda se encargo de complicar, prestando oídos a "cantos" de sirenas diversas. En consecuencia, aunque el museo abrió en 1967, tres años después ya estaba en situación penosa que forzó a su "propietaria" a buscar alguna solución aunque con ella se alterara la voluntad del escultor.
Siete años después de la muerte de Victorio Macho, en 1973, el Ministro de Educación y Ciencia firmó un convenio con Zoila por el que la propiedad del museo pasaba al Estado, a cambio de 16 millones de pesetas y ciertas concesiones de uso, que incrementaron aún más la complejidad de la madeja legal creada por el testamento de quien acaso no intuyera hasta dónde pueden llegar las consecuencias de una torpeza en esos asuntos. En 1984, el Ministerio de Cultura aunque reconocía la inscripción pública de la Fundación Victorio Macho como "Fundación Cultural Privada", permanecía en postura similar a la ofrecida ante muchos "legados" comparables y pertenecientes a artistas de cierto éxito profesional en vida pero de escaso reconocimiento posterior en los ambientes especializados. Ese mismo año el museo, abrumado por la incapacidad de sus gestores para mantener las infraestructuras más elementales, cerraba sus puertas.
El museo actual
La confluencia entre el galimatías engendrado por la última voluntad de Victorio Macho, las maniobras de su viuda y la pasividad de las autoridades, había engendrado una situación propicia para los pescadores de aguas revueltas. Y la Fundación asentada en Roca Tarpeya definía un bocado muy apetecible para quienes defendían que las nuevas instituciones culturales fueran gestionadas por "fundaciones sin ánimo de lucro" en lugar de por los mecanismos administrativos y técnicos "tradicionales". Y como por arte de magia, por fin, Zoila Barros pudo firmar un acuerdo con otra fundación privada, la Real Fundación de Toledo, para que ésta se fundiera con la Fundación Victorio Macho (1996); gracias a ello, poco después, en el complejo de Roca Tarpeya, se abría un museo con las instalaciones remodeladas, que también albergaba la sede de la Real Fundación de Toledo. En suma, se había quebrado la voluntad testamentaria de Victorio Macho, para que sus obras quedaran en manos "de España", pero en contrapartida, se abrían las puertas de un museo con instalaciones aceptables y con un futuro de perspectivas halagüeñas... Estoy seguro de que todo el proceso fue legal, pero...
Según aparece en la página correspondiente, esta institución tiene la siguiente finalidad:
"La Real Fundación de Toledo es una institución cultural privada cuyo fin es contribuir a la conservación y revitalización de la ciudad histórica de Toledo, realizando actividades dirigidas a fomentar su habitabilidad y la protección, estudio y difusión de sus bienes patrimoniales. Asimismo, tiene también como objetivo conservar y difundir el legado del escultor Victorio Macho.
Constituida el 9 de junio de 1988 e inscrita en el Registro de Fundaciones del Protectorado del Ministerio de Cultura, la Fundación nace al sentir un pequeño grupo de personas la necesidad de contribuir directamente a la solución de los graves problemas que afectaban a la ciudad de Toledo, eligiendo el modelo fundacional como el más idóneo para conseguir sus objetivos.
La Fundación es una institución sin ánimo de lucro que canaliza la transmisión de recursos privados a obras y actividades de interés colectivo relacionadas con el patrimonio histórico y cultural de Toledo. Sus fuentes de financiación proceden de las aportaciones de la Junta de Protectores y de los Amigos de la Fundación, del patrocinio privado de proyectos concretos y, en una mínima parte, de subvenciones de carácter público.
Sus líneas de trabajo son actuaciones urbanísticas, restauración de bienes culturales, proyectos de investigación y estudio, exposiciones, publicaciones, organización de cursos, reuniones de trabajo, conferencias, así como una atención especial a los conventos de clausura y su patrimonio."
¿Sin ánimo de lucro? Hemos planteado tantas veces en este blog lo que ese objetivo aparente encierra que no insistiré más por no abusar de la paciencia del lector; pero para no eludir lo que se supone corresponde a un blog de orientación eminentemente crítica, me limitaré a recordar los análisis de Hans Haacke, la idea de Lovemark y, subrayar la nómina de entidades y personalidades relacionadas con este museo: La Junta de Castilla.La Mancha, el ministerio de educación cultura y Deportes, el Ayuntamiento de Toledo, la Diputación de Toledo, el ministerio de medio ambiente, la Fundación Banco Santander, Globalcaga, Caja Rural de Castilla-La Mancha, etc. La relación de quienes forman parte de la Junta de Protectores asimismo es significativa.
¿Una mínima parte procede de subvenciones de carácter público? ¡Quién lo diría!
Pasionaria, 1937, detalle |
El museo está en un emplazamiento envidiable que, por sí mismo, justifica la visita. A ello debemos añadir que el complejo diseñado por Zuazo es particularmente agradable gracias a un proyecto arquitectónico bien integrado en el contexto topográfico y ajardinado con buen criterio.
Aunque en general el museo resulta coqueto, se echan en falta indicaciones más precisas en algunas piezas y las que sirvieran para construir una imagen más completa de la producción global de Victorio Macho; no le vendrían mal algunos paneles con detalles sobre las obras de ubicación pública más relevantes.
Desde el territorio de las anécdotas significativas, me ha hecho gracia el texto de la placa colocada en la puerta desde la que da acceso al jardín exterior, desde el que se puede contemplar un panorama espectacular, y por el que se llega a la taquilla:
"Esta puerta da acceso a una institución privada. Si entra está obligado a pagar la entrada en la tarifa que le corresponde (sic). Si no tiene intención de realizar esta visita, le rogamos se abstenga de entrar. Gracias por su colaboración"
Como suele ser frecuente en las instituciones sin ánimo de lucro y en los edificios del patrimonio religioso, no se escapan de pagar ni los jubilados...
¿Las obras de Victorio Macho? Bocado de cardenal para quienes entienden al arte como "imitación de la realidad", aunque sus planteamientos estéticos no fueran "realistas" ni "naturalistas" en sentido estricto; para los demás, testimonio de una situación bastante alejada de lo que preocupaba en los ambientes europeos más inquietos de la primera mitad del siglo XX, que acentúan brutalmente obras religiosas especialmente anacrónicas.
El día que lo visitamos no fue posible ver "el vídeo" que ofrecen el el "auditorio" porque estaban celebrando un evento organizado por una de las entidades financieras que forman parte del Patronato. Simple cuestión de prioridades.
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