Uno de los puntos de mayor interés del evento generado en torno a la conmemoración del IV Centenario de la muerte del Greco se encuentra en el Centro Cultural San Marcos, perteneciente a la Fundación Caja de Castilla La Mancha; es uno de esos edificios rehabilitados en tiempos de vacas gordas, cuando la institución financiera se gestionaba de acuerdo con los intereses de los círculos endogámicos que hoy nos hieren. La reconversión del antiguo convento finalizó en el año 2000, según un proyecto de Ignacio Mendaro Corsini, para un complejo arquitectónico dentro del cual también está el nuevo Archivo Municipal. El arquitecto procuró recuperar las ideas espaciales de Jorge Manuel Theotocópuli, autor de un edificio entre las tradiciones herrerianas y las fórmulas barrocas que apenas calaron en Toledo porque, durante el siglo XVII, los procesos creativos de gran proyección histórica estaban lejos del Tajo.
Supongo que a quienes organizaron los eventos del Centenario, les pareció ideal contar con el espacio pergeñado por el hijo del pintor para situar en él una exposición que materializara de algún modo la proyección hacia “el futuro y más allá” de uno de los pintores más destacados del “Parnaso español”, aunque él mismo jamás dejara de sentirse orgulloso de una placenta cultural que le emparentaba con la cuna de la cultura occidental. Por suerte o por desgracia, nadie lo diría tras darse un paseo por la exposición comisariada por Elena Ochoa Foster, entre otras razones porque las pretensiones del proyecto caminaban por cauces diferentes:
"(...) El proyecto, en colaboración con la Fundación El Greco 2014, ofrece una mirada contemporánea de la ciudad de Toledo, de su realidad pasada, presente y futura.
Doce artistas han realizado series de fotografía sobre la ciudad española: José Manuel Ballester, Philip-Lorca diCorcia, Matthieu Gafsou, Dionisio González, Rinko Kawauchi, Marcos López, David Maisel, Abelardo Morell, Vik Muniz, Shirin Neshat, Flore-äel Surun y Massimo Vitali, además de la colaboración especial de Michal Rovner y el compositor y director de teatro y música alemán Heiner Goebbels.
(...)
Toledo cuenta con un importante pasado histórico y ha sido objeto de representación desde el siglo XVI. Su carácter pintoresco pervivió en el XVIII y XIX mientras que en los siglos XX y XXI la fotografía recogió todo el aspecto iconográfico de la ciudad que ahora se ve actualizada por el proyecto ToledoContemporánea (…)"
¿Mirada contemporánea de Toledo? Reconozco que lo ofrecido en el Centro Cultural San Marcos tiene mucho que ver con esa idea, sin embargo, el protagonismo adjudicado a la obra de Michal Rovner y Heiner Goebbels, concebida como propuesta “parareligiosa”, modifica substancialmente cualquier conclusión derivada de ella. De hecho, los diseñadores de la instalación han forzado ese planteamiento hasta convertir el espacio de la antigua iglesia en un lugar mucho más oscuro de lo que fue durante sus usos religiosos originales: han restringido radicalmente las fuentes de luz y aún han cubierto la tarima del suelo con tela negra. El resultado global es espectacular: las imágenes fotográficas, de calidad sobresaliente, destacan casi como flujos sobrenaturales que ayudan a concentrar la atención en el único elemento dinámico, proyectado sobre el espacio ocupado antaño por el retablo del altar mayor, la mencionada obra de Michal Rovner y Heiner Goebbels. La colocación de cuatro filas de bancos de iglesia invitan a sentarse y dejarse atrapar por los movimientos de flujo continuo y "natural" de las figuras humanas y por sonidos de connotaciones trascendentes, que facilitan la aparición de los sentimientos profundos que la mente del espectador tenga a bien movilizar.
Hacía tiempo que no veía un montaje expositivo tan declinado a convertir la experiencia estética en una experiencia “religiosa” (o “cuasi-religiosa”); y antes de nada, debo reconocer que, en principio, teniendo en cuenta las expectativas de los “diletantes medios” al arte contemporáneo, me ha parecido un acierto. No obstante, creo que una exposición y, muy especialmente, cuando está asociada a un evento como la conmemoración del Centenario del Greco, debería tener en cuenta otros condicionantes y, muy especialmente, las expectativas de quienes esperan encontrar un “programa expositivo general” de cierta coherencia.
También me ha dejado perplejo que en la exposición no existieran paneles informativos ni dípticos ni cualquier otro elemento que ayudara a contextualizar estéticamente la propuesta. Pregunté a las personas de la puerta y me indicaron que podía consultar la página de Ivorypress o comprar el catálogo al módico precio de 39,90 €. Por desgracia, la información de la página web tampoco es para tirar cohetes…
En suma, no parece existir mucha voluntad de ayudar al visitante curioso, pero sí de ofrecer un espectáculo que satisfaga al “cliente” (promotores) y, en un lugar muy secundario, frente al visitante ocasional, justifique lo pagado en taquilla por contemplarlo. Obviamente, cuando se utiliza el arte para ganar dinero, lo prioritario es garantizar el espectáculo, la experiencia trascendente y, de ese modo, crear las necesidades espirituales que coloquen al “creyente” en la posición de sacrificar lo que sea necesario para continuar el camino de sublimación, purificación o salvación… según los casos. Más o menos lo mismo que lleva haciendo la Iglesia desde que se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano.
Reconozco no obstante, que la propuesta de la señora Ochoa acaso sintonice con ciertas fórmulas "sublimadoras" (de incitación a la actividad espiritual) empleadas por un pintor difícil de "comprender" con la mentalidad castellana de finales siglo XVI y aún con la de nuestros días. Tal y como observaron los predicadores y, sobre todo, los tratadistas que escribieron con posterioridad al Concilio de Trento, cumple al arte la misión de ofrecer al fiel estímulos que movilicen sus mecanismos emotivos; y para ello, siempre habrá que contar con lo más específico del proceso perceptivo, responsable de abrir el habitáculo donde sestean los sentimientos más elementales.
Para conseguir hoy un ambiente de "profunda espiritualidad" siguen sirviendo las imágenes distorisionadas y estilizadas del Greco —me viene a la memoria la obra de Bacon y la de muchos neoexpresionistas— , como otras fórmulas también documentadas en la obra del Greco y en el montaje de Ivory Press: expresiones ambiguas, fondos oscuros, miradas frontales, tensiones verticales, ambientes de recogida luminosidad...
Los pocos visitantes que se atrevían a entrar el día que lo visitamos, recorrían los espacios del Centro Cultural con interés, pero sin detenerse en los bancos de la nave central salvo de modo efímero.
Por lo demás... se ha empezado a estropear el entelado que recubre la tarima en algunas zonas, de modo que es previsible algún tropiezo; también pudimos contemplar que uno de los ascensores tenía una de las puertas de vidrio rota...
Supongo que a quienes organizaron los eventos del Centenario, les pareció ideal contar con el espacio pergeñado por el hijo del pintor para situar en él una exposición que materializara de algún modo la proyección hacia “el futuro y más allá” de uno de los pintores más destacados del “Parnaso español”, aunque él mismo jamás dejara de sentirse orgulloso de una placenta cultural que le emparentaba con la cuna de la cultura occidental. Por suerte o por desgracia, nadie lo diría tras darse un paseo por la exposición comisariada por Elena Ochoa Foster, entre otras razones porque las pretensiones del proyecto caminaban por cauces diferentes:
"(...) El proyecto, en colaboración con la Fundación El Greco 2014, ofrece una mirada contemporánea de la ciudad de Toledo, de su realidad pasada, presente y futura.
Doce artistas han realizado series de fotografía sobre la ciudad española: José Manuel Ballester, Philip-Lorca diCorcia, Matthieu Gafsou, Dionisio González, Rinko Kawauchi, Marcos López, David Maisel, Abelardo Morell, Vik Muniz, Shirin Neshat, Flore-äel Surun y Massimo Vitali, además de la colaboración especial de Michal Rovner y el compositor y director de teatro y música alemán Heiner Goebbels.
(...)
Toledo cuenta con un importante pasado histórico y ha sido objeto de representación desde el siglo XVI. Su carácter pintoresco pervivió en el XVIII y XIX mientras que en los siglos XX y XXI la fotografía recogió todo el aspecto iconográfico de la ciudad que ahora se ve actualizada por el proyecto ToledoContemporánea (…)"
¿Mirada contemporánea de Toledo? Reconozco que lo ofrecido en el Centro Cultural San Marcos tiene mucho que ver con esa idea, sin embargo, el protagonismo adjudicado a la obra de Michal Rovner y Heiner Goebbels, concebida como propuesta “parareligiosa”, modifica substancialmente cualquier conclusión derivada de ella. De hecho, los diseñadores de la instalación han forzado ese planteamiento hasta convertir el espacio de la antigua iglesia en un lugar mucho más oscuro de lo que fue durante sus usos religiosos originales: han restringido radicalmente las fuentes de luz y aún han cubierto la tarima del suelo con tela negra. El resultado global es espectacular: las imágenes fotográficas, de calidad sobresaliente, destacan casi como flujos sobrenaturales que ayudan a concentrar la atención en el único elemento dinámico, proyectado sobre el espacio ocupado antaño por el retablo del altar mayor, la mencionada obra de Michal Rovner y Heiner Goebbels. La colocación de cuatro filas de bancos de iglesia invitan a sentarse y dejarse atrapar por los movimientos de flujo continuo y "natural" de las figuras humanas y por sonidos de connotaciones trascendentes, que facilitan la aparición de los sentimientos profundos que la mente del espectador tenga a bien movilizar.
Interior del Centro Cultural San Marcos (la fotografía ha incrementado considerablemente la iluminación general) |
También me ha dejado perplejo que en la exposición no existieran paneles informativos ni dípticos ni cualquier otro elemento que ayudara a contextualizar estéticamente la propuesta. Pregunté a las personas de la puerta y me indicaron que podía consultar la página de Ivorypress o comprar el catálogo al módico precio de 39,90 €. Por desgracia, la información de la página web tampoco es para tirar cohetes…
En suma, no parece existir mucha voluntad de ayudar al visitante curioso, pero sí de ofrecer un espectáculo que satisfaga al “cliente” (promotores) y, en un lugar muy secundario, frente al visitante ocasional, justifique lo pagado en taquilla por contemplarlo. Obviamente, cuando se utiliza el arte para ganar dinero, lo prioritario es garantizar el espectáculo, la experiencia trascendente y, de ese modo, crear las necesidades espirituales que coloquen al “creyente” en la posición de sacrificar lo que sea necesario para continuar el camino de sublimación, purificación o salvación… según los casos. Más o menos lo mismo que lleva haciendo la Iglesia desde que se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano.
Reconozco no obstante, que la propuesta de la señora Ochoa acaso sintonice con ciertas fórmulas "sublimadoras" (de incitación a la actividad espiritual) empleadas por un pintor difícil de "comprender" con la mentalidad castellana de finales siglo XVI y aún con la de nuestros días. Tal y como observaron los predicadores y, sobre todo, los tratadistas que escribieron con posterioridad al Concilio de Trento, cumple al arte la misión de ofrecer al fiel estímulos que movilicen sus mecanismos emotivos; y para ello, siempre habrá que contar con lo más específico del proceso perceptivo, responsable de abrir el habitáculo donde sestean los sentimientos más elementales.
Para conseguir hoy un ambiente de "profunda espiritualidad" siguen sirviendo las imágenes distorisionadas y estilizadas del Greco —me viene a la memoria la obra de Bacon y la de muchos neoexpresionistas— , como otras fórmulas también documentadas en la obra del Greco y en el montaje de Ivory Press: expresiones ambiguas, fondos oscuros, miradas frontales, tensiones verticales, ambientes de recogida luminosidad...
Los pocos visitantes que se atrevían a entrar el día que lo visitamos, recorrían los espacios del Centro Cultural con interés, pero sin detenerse en los bancos de la nave central salvo de modo efímero.
Por lo demás... se ha empezado a estropear el entelado que recubre la tarima en algunas zonas, de modo que es previsible algún tropiezo; también pudimos contemplar que uno de los ascensores tenía una de las puertas de vidrio rota...
No hay comentarios:
Publicar un comentario