Las recientes elecciones al Parlamento Europeo han puesto el foco en una situación, que era perceptible desde hace mucho tiempo. Si extrapolamos los resultados electorales en el Parlamento, advertiremos que, para conservar la actual posición político-económica española de sometimiento a las directrices "de los mercados", sería obligado un pacto entre PP y PSOE. Por desgracia para los intereses generales, lo previsible pero difícil de imaginar en su premura, al adquirir nitidez repentina, enseña perfil de aristas abruptas e hirientes.
Quienes apuestan por la estabilidad, de momento, pueden estar tranquilos porque aún quedaría un tercer partido (UPD) que podría ser coeficiente de seguridad en el reajuste. Con los datos sociológicos recientes y desde la perspectiva de los medios de comunicación más o menos apesebrados, parece asegurada la continuidad y estabilidad de un sistema de gobierno sobradamente capacitado para afrontar el espinoso problema catalán y para poner coto mediante cataplasmas legales al inconformismo social. En el “mejor de los casos”, bastaría con sumar los diputados del PP y del PSOE; en el peor, socialistas y conservadores deberían asociarse con la señora Díez.
No obstante, los resultados de las recientes elecciones europeas han modificado substancialmente el panorama, porque tal y como ahora mismo está dispuesta la pecera política y con los antecedentes de corrupción estructural y de deslegitimación, no creo que esa "gran coalición" tuviera capacidad para enfrentarse con garantía de éxito al empuje de los movimientos ciudadanos ni, por supuesto, al reto catalán que, según explican quienes lo están desarrollando, debería culminar en el año 2016, cuando se podría declarar unilateralente la independencia de la República Catalana. Y como en los tiempos de Kissinger, aquí sí debiéramos tener en cuenta las previsibles consecuencias del "efecto dominó"... en el País Vasco, perceptibles ya si sumamos los votos conseguidos durante los recientes comicios por los partidos nacionalistas.
Para complicar las cosas a quienes apuestan por el mantenimiento del status quo, durante las elecciones europeas han emergido indicios contradictorios con el optimismo inquebrantable de los politólogos del "aparato socialista" y de los grupos de presión más activos. El más revelador: la situación del PSOE tanto en el País Vasco como en Cataluña; en ambas "comunidades" el PSOE ha perdido presencia de modo continuo y radical y, aún en ésta, inmediatamente después de conocerse los últimos resultados, algunos dirigentes históricos del PSOE han decidió formar un partido nuevo y, por supuesto, independiente de la estructura estatal.
Puestas así las cosas, podría suceder algo que tal vez se les haya pasado por alto a quienes recomendaron a Felipe González la "gran coalición": que sucediera en todas partes lo mismo que en las comunidades "problemáticas", es decir, que cayera estrepitosamente el número de votantes socialistas. Situación menos inimaginable de lo que pudiera parecer a primera vista si tenemos en cuanta la posibilidad de que, ante circunstancias tan importantes para el interés general, se movilizara una parte del electorado "de izquierdas" que sestea en la abstención. Creo que algunos analistas pecan de optimismo al no tomar en cuenta siquiera esta posibilidad que, manifestada parcialmente, ayuda a explicar los magníficos resultados obtenidos por Podemos.
Lo que suceda durante los próximos meses dependerá mucho de varios factores: la gestión de la debacle del PSOE y de cómo se articule la más que evidente convergencia programática entre los planteamientos de IU y de Podemos, si son capaces de ofrecer una estrategia que compense la previsible campaña de imagen que se les va a venir encima. Los “analistas” próximos a los pijos del monopoly ya están aplicando tinta de calamar, con la desclaificación implícita en los términos al uso, reiterados hasta la saciedad: los de Podemos son castristas, chavistas, proetarras, frikis radicales de izquierda, contrasistema, terroristas, etc.; como los de IU. Si se materializara de forma razonable el pacto IU-Podemos, podría darse una situación sumamente interesante, porque, tal y como están las cosas, no sería inimaginable que esa coalición obtuviera más votos en toda España que un PSOE con muchas dificultades para renovarse, dada la rigidez de su “aparato”, encarcelado por los compromisos asumidos en múltiples territorios —no sólo físicos— durante muchos años y por la voluntad contemporizadora de sus dirigentes.
Supongo que en IU y Podemos estarán frotándose las manos al contemplar cómo se está planteando la sucesión de Pérez Rubalcaba, mediante debates pueriles cada vez más alejados de lo que realmente preocupa a la gente, la torpeza política, la corrupción, el funcionamiento descabalado del aparato judicial, el paro, los desahucios, el poder anacrónico de la Iglesia, etc.
Y para redondear la situación, el partido nos ofrece "líderes" como Elena Valenciano, cuya categoría personal sólo da para reforzar la imagen de moderación que preconizan los mandarines autodenominados progresistas. De hecho, ahora quienes pretenden ponerse al frente del partido son personas con escasa capacidad para ofrecer una imagen de renovación creíble:
Carme Chacón está demasiado condicionada por haber participado en el, tal vez, peor gobierno español en muchos años y por la fragilidad de su propia figura política, excesivamente vinculada a las estrategias de su marido. Durante su período de mayor notoriedad pública aparecía en los medios demasiado ajustada a lo conveniente, a lo políticamente oportuno, incluso, en su pretendida imagen rompedora: quintaesencia de transgresión integrada.
Eduardo Madina, a su vez, está "contaminado" por su relación con Patxi López, el primer protagonista de una "proto-gran-coalición" en el gobierno del País Vasco, que desconcertó e irritó a sus electores hasta el punto que reflejan los actuales resultados (menos del 14 % de los votos). Y cuando habla de política aparece tan engolado y procura ser tan políticamente correcto que parece un ex-primer ministro de su graciosa majestad la reina Victoria.
En principio, la propuesta con mejores horizontes sería la de Susana Díaz, que ha obtenido buenos resultados en Andalucía a pesar del escándalo de los ERES; pero su designación podría levantar ampollas en las regiones "conflictivas" porque el perfil sociológico de Andalucía es muy diferente al de cualquier otra Comunidad y con ella, muy probablemente, las repercusiones en Cataluña y País Vasco podrían ser catastróficas. Desde esa consideración, que seguramente ha sido valorada para respaldar a los otros, de momento, dos candidatos, obviamente sería recomendable un personaje catalán, pero mucho me temo que ahora mismo los socialistas de esa parte de la Península ya se habrán metido en el acuario de Barcelona en compañía de una legión de calamares...
En suma, parece difícil encontrar algún líder del PSOE que no está ahormado a los cánones de realismo liberal pasivo derivados de tantos años de ejercer el poder sin afrontar ninguno de los grandes problemas endémicos del Estado español. La posibilidad de un cambio significativo en esa actitud resulta tan improbable que, a estas alturas, ni los más inquebrantables fieles al voto-útil-de-izquierdas se lo creen. Y si en esas condiciones éstos adivinaran en el horizonte la posibilidad de un pacto con el PP, el futuro del PSOE estaría más cerca del PSI de Bettino Craxi que del refundado por Riccardo Nancini.
Paradójicamente, la única opción que les queda a los magnates del PSOE, si no quieren acabar de turismo por Túnez, es convertirse en moderadores de un pacto amplio de izquierdas con IU y Podemos, que, a su vez, pusiera en marcha la reforma constitucional que, en principio, ayudara a encauzar la cada vez más difícil solución del problema catalán; desde luego, en el supuesto de que los nacionalistas se avinieran a detener un proceso que, activado con inteligencia, parece discurrir a velocidad de crucero y con fluidez. En ese escenario, poco probable, deberían asumir el cada vez más obligado debate sobre la forma de Estado, que parece resuelto en los ambientes de inconformismo social, donde son muy abundantes las banderas republicanas. Y hoy por hoy, esa posibilidad parece bloqueada.
Así, pues, sólo se me ocurre una posibilidad "realista" para materilizar la muy hipotética "coalición de izquierdas": que Podemos e IU suavicen sus pretensiones y se embadurnen de tinta hasta donde sea menester... Si en el proceso cristalizaran situaciones ventajosas para la mayoría, el sacrificio merecería la pena; en caso contrario...
Tiempo habrá para observar cómo evolucionan las cosas… De momento, será interesante contemplar cómo reaccionan los diferentes grupos de comunicación, a los que acaso se les fuera la mano en la voluntad de restar posibilidades a IU, para erosionar la popularidad de Pablo Iglesias y evitar que la coalición de izquierdas —los medios ultacentristas ya hablan de "Frente Popular"— se acabe imponiendo y con ello, estallen los cristales del acuario. De momento, hasta el Papa Francisco, vestido de sotana alba, se ha escandalizado por la situación del paro en Andalucía... "casualmente" gobernada mediante un acuerdo entre PSOE e IU. Sutilezas de la diplomacia vaticana.
Quienes apuestan por la estabilidad, de momento, pueden estar tranquilos porque aún quedaría un tercer partido (UPD) que podría ser coeficiente de seguridad en el reajuste. Con los datos sociológicos recientes y desde la perspectiva de los medios de comunicación más o menos apesebrados, parece asegurada la continuidad y estabilidad de un sistema de gobierno sobradamente capacitado para afrontar el espinoso problema catalán y para poner coto mediante cataplasmas legales al inconformismo social. En el “mejor de los casos”, bastaría con sumar los diputados del PP y del PSOE; en el peor, socialistas y conservadores deberían asociarse con la señora Díez.
No obstante, los resultados de las recientes elecciones europeas han modificado substancialmente el panorama, porque tal y como ahora mismo está dispuesta la pecera política y con los antecedentes de corrupción estructural y de deslegitimación, no creo que esa "gran coalición" tuviera capacidad para enfrentarse con garantía de éxito al empuje de los movimientos ciudadanos ni, por supuesto, al reto catalán que, según explican quienes lo están desarrollando, debería culminar en el año 2016, cuando se podría declarar unilateralente la independencia de la República Catalana. Y como en los tiempos de Kissinger, aquí sí debiéramos tener en cuenta las previsibles consecuencias del "efecto dominó"... en el País Vasco, perceptibles ya si sumamos los votos conseguidos durante los recientes comicios por los partidos nacionalistas.
Para complicar las cosas a quienes apuestan por el mantenimiento del status quo, durante las elecciones europeas han emergido indicios contradictorios con el optimismo inquebrantable de los politólogos del "aparato socialista" y de los grupos de presión más activos. El más revelador: la situación del PSOE tanto en el País Vasco como en Cataluña; en ambas "comunidades" el PSOE ha perdido presencia de modo continuo y radical y, aún en ésta, inmediatamente después de conocerse los últimos resultados, algunos dirigentes históricos del PSOE han decidió formar un partido nuevo y, por supuesto, independiente de la estructura estatal.
Puestas así las cosas, podría suceder algo que tal vez se les haya pasado por alto a quienes recomendaron a Felipe González la "gran coalición": que sucediera en todas partes lo mismo que en las comunidades "problemáticas", es decir, que cayera estrepitosamente el número de votantes socialistas. Situación menos inimaginable de lo que pudiera parecer a primera vista si tenemos en cuanta la posibilidad de que, ante circunstancias tan importantes para el interés general, se movilizara una parte del electorado "de izquierdas" que sestea en la abstención. Creo que algunos analistas pecan de optimismo al no tomar en cuenta siquiera esta posibilidad que, manifestada parcialmente, ayuda a explicar los magníficos resultados obtenidos por Podemos.
Foto Enlucha (recortada) |
Supongo que en IU y Podemos estarán frotándose las manos al contemplar cómo se está planteando la sucesión de Pérez Rubalcaba, mediante debates pueriles cada vez más alejados de lo que realmente preocupa a la gente, la torpeza política, la corrupción, el funcionamiento descabalado del aparato judicial, el paro, los desahucios, el poder anacrónico de la Iglesia, etc.
Y para redondear la situación, el partido nos ofrece "líderes" como Elena Valenciano, cuya categoría personal sólo da para reforzar la imagen de moderación que preconizan los mandarines autodenominados progresistas. De hecho, ahora quienes pretenden ponerse al frente del partido son personas con escasa capacidad para ofrecer una imagen de renovación creíble:
Carme Chacón está demasiado condicionada por haber participado en el, tal vez, peor gobierno español en muchos años y por la fragilidad de su propia figura política, excesivamente vinculada a las estrategias de su marido. Durante su período de mayor notoriedad pública aparecía en los medios demasiado ajustada a lo conveniente, a lo políticamente oportuno, incluso, en su pretendida imagen rompedora: quintaesencia de transgresión integrada.
Eduardo Madina, a su vez, está "contaminado" por su relación con Patxi López, el primer protagonista de una "proto-gran-coalición" en el gobierno del País Vasco, que desconcertó e irritó a sus electores hasta el punto que reflejan los actuales resultados (menos del 14 % de los votos). Y cuando habla de política aparece tan engolado y procura ser tan políticamente correcto que parece un ex-primer ministro de su graciosa majestad la reina Victoria.
En principio, la propuesta con mejores horizontes sería la de Susana Díaz, que ha obtenido buenos resultados en Andalucía a pesar del escándalo de los ERES; pero su designación podría levantar ampollas en las regiones "conflictivas" porque el perfil sociológico de Andalucía es muy diferente al de cualquier otra Comunidad y con ella, muy probablemente, las repercusiones en Cataluña y País Vasco podrían ser catastróficas. Desde esa consideración, que seguramente ha sido valorada para respaldar a los otros, de momento, dos candidatos, obviamente sería recomendable un personaje catalán, pero mucho me temo que ahora mismo los socialistas de esa parte de la Península ya se habrán metido en el acuario de Barcelona en compañía de una legión de calamares...
En suma, parece difícil encontrar algún líder del PSOE que no está ahormado a los cánones de realismo liberal pasivo derivados de tantos años de ejercer el poder sin afrontar ninguno de los grandes problemas endémicos del Estado español. La posibilidad de un cambio significativo en esa actitud resulta tan improbable que, a estas alturas, ni los más inquebrantables fieles al voto-útil-de-izquierdas se lo creen. Y si en esas condiciones éstos adivinaran en el horizonte la posibilidad de un pacto con el PP, el futuro del PSOE estaría más cerca del PSI de Bettino Craxi que del refundado por Riccardo Nancini.
Así, pues, sólo se me ocurre una posibilidad "realista" para materilizar la muy hipotética "coalición de izquierdas": que Podemos e IU suavicen sus pretensiones y se embadurnen de tinta hasta donde sea menester... Si en el proceso cristalizaran situaciones ventajosas para la mayoría, el sacrificio merecería la pena; en caso contrario...
Tiempo habrá para observar cómo evolucionan las cosas… De momento, será interesante contemplar cómo reaccionan los diferentes grupos de comunicación, a los que acaso se les fuera la mano en la voluntad de restar posibilidades a IU, para erosionar la popularidad de Pablo Iglesias y evitar que la coalición de izquierdas —los medios ultacentristas ya hablan de "Frente Popular"— se acabe imponiendo y con ello, estallen los cristales del acuario. De momento, hasta el Papa Francisco, vestido de sotana alba, se ha escandalizado por la situación del paro en Andalucía... "casualmente" gobernada mediante un acuerdo entre PSOE e IU. Sutilezas de la diplomacia vaticana.
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