Según informan los medios, la exposición de Björk se ha convertido en un forúnculo en el apeadero vegetativo de Glenn Lowry o, cuando menos, de su prestigio profesional. Los más escandalizados le reprochan que haya sacrificado el interés de su "público principal" por hacer taquilla. Sin embargo, hasta sus detractores más ardorosos, reconocen que, de acuerdo con el desarrollo del propio museo, se impone encontrar fórmulas que resuelvan los retos actuales y futuros de manera razonable. Y si el reto Björk no se ha resuelto bien, el error no ha sido colocar a la "artista" islandesa en el templo del arte contemporáneo, sino la fórmula elegida...
Creo que en el fondo Glenn Lowry ha escrito en la partitura una melodía desconocida para muchos de los músicos de nuestras orquestas actuales, tanto globales como locales. Es obvio que si los museos del futuro inmediato desean subsistir, han de encontrar el punto justo para conciliar (armonizar, integrar, sintonizar, etc.) la "Alta Cultura" con la "cultura popular"; no tiene sentido mantener estrategias endogámicas.
Me estoy imaginando el reflejo de esta iniciativa en "la periferia" y me tiemblan las canillas de tanto reír... ¿Qué artista podríamos elegir para el MNCARS? ¿Qué tal Alaska?...
(Ver artículo de Charlotte Burns)
Creo que en el fondo Glenn Lowry ha escrito en la partitura una melodía desconocida para muchos de los músicos de nuestras orquestas actuales, tanto globales como locales. Es obvio que si los museos del futuro inmediato desean subsistir, han de encontrar el punto justo para conciliar (armonizar, integrar, sintonizar, etc.) la "Alta Cultura" con la "cultura popular"; no tiene sentido mantener estrategias endogámicas.
Glenn Lowry, foto Timoty Greenfield-Sanders, MoMA |
(Ver artículo de Charlotte Burns)
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