lunes, 27 de abril de 2015

El yacimiento de Ostia

Aunque a nadie le interese, debo confesar que factores importantes de mis circunstancias personales y profesionales han dilatado más de lo conveniente dar breve noticia sobre este interesantísimo yacimiento, que tanta relación tiene con el estudio de la ornamentación arquitectónica en la Antigüedad y, muy particularmente, con la sistematización de la evolución de los capiteles.
El primer factor deriva, precisamente, del cambio de mi ubicación profesional. Tras haber visitado como profesional un lugar tan relevante, con los privilegios que ello comporta, es frustrante regresar como turista. He experimentado esa sensación en varios lugares: en la Alhambra, muy especialmente, seguramente por la peculiar gestión que aplican sus mandarines; en la mezquita de Córdoba muchas veces, en algunos yacimientos arqueológicos de diferentes lugares y, muy especialmente, en los romanos que hace mucho tiempo, cuando estaba avecinado por aquellos lares, tuve el privilegio de recorrer en compañía de compañeros y, en ocasiones, con insignes estudiosos. Qué tiempos aquellos, cuando tomábamos notas en fichas de cartulina, y hacíamos fotos que luego, entre transformaciones funcionales alucinantes, revelábamos en el aseo.
A ello he debido añadir un factor, que podría parecer estúpido pero que comprenderá el viajero avezado: aunque está muy bien comunicado, el yacimiento de Ostia está fuera de Roma y ello siempre es un inconveniente cuando, descontada la pereza, que es pecado universal, al concretar el viaje, nos vemos obligados a priorizar y rentabilizar esfuerzos. Y, en Roma, siempre había algún lugar más próximos de incuestionable interés... No existe ciudad en el mundo con tantos lugares de interés para quienes tienen preocupaciones o aficiones como los mías.
También ha pesado mucho la envidiable política de divulgación de los resultados arqueológicos, acreditada en esa monumental colección de libros editados por el Istituto Poligrafico (e Zeca) dello Stato que incluyen el "catecismo" (vol VII, 1972) de Patrizio Pensabene, que tantas veces he mencionado en este blog. A ello aún debería unir un tercer "justificante"... Teniendo en cuenta la ambigüedad que se otorga a la ornamentación arquitectónica en los montajes museísticos y en los yacimientos arqueológicos, era de esperar que no estuvieran al alcance del turista más que una parte reducida o muy reducida de lo aparecido en el yacimiento...


Y es que, por lo general, los elementos pétreos de ornamentación arquitectónica no suelen ser primer plato en los "escenarios de ruina" ni, por supuesto, los montajes de los museos, más atentos a la escultura exenta, incluso aunque sea mediocre, seguramente por dar respuesta a las expectativas del público; por otra parte, las buenas prácticas de conservación imponen que todo lo erosionable quede al abrigo de los elementos y, en consecuencia indirecta, al de las miradas curiosas. En definitiva, es previsible que buena parte de estos elementos padezcan sueño eterno en los almacenes peor acondicionados de los museo, donde no existen "arcas" ni otros objetos "maravillosos" para la fantasía del lego. En realidad, en puñetera realidad, los almacenes de los museos arqueológicos conservan, ante todo, ingentes cantidades de fragmentos cerámicos y, por supuesto, ingentes cantidades de restos de ornamentación arquitectónica, que nadie se atreve a tirar a la basura porque sería paradoja salvaje en la práctica conservadora; aunque acaso sean numerosos los directores de los museos que lo harían de buena gana.
Además, seguramente esté preparando nuevas publicaciones y, es costumbre universal preservar de ojos curiosos las piezas inéditas, entre las que probablemente habrá algunas especialmente interesantes.
En todo caso, tenía anotada la visita desde hace algún tiempo y, por fin, en circunstancias favorables, lo pudimos recorrer en un día primaveral apenas incómodo por la brisa del Tirreno, que, en ocasiones, es más molesta que el frío seco de la Meseta. Y debo reconocer, una vez más, que con todos los condicionantes que deseemos poner al sistema de mantenimiento y conservación, con los años transcurridos, me sigue pareciendo un yacimiento muy interesante para contrastar recursos, procedimientos y estrategias en la gestión y conservación de estos importantes recursos científicos, culturales y de proyección turística.

Obviedades y observaciones 


"Caseggiato del Larario" (zona comercial con habitáculos), construido en 120 d.C
Dada a extensión del yacimiento y la precariedad de mis posibilidades, en este caso me limitaré a desgranar unas pocas obviedades y algunas observaciones en la línea de "mis preocupaciones"... La primera obviedad: la protección de los muros ofrece un panorama como de ruina bloqueada y, en cierto modo, artificial, que sugiere un montaje estético más o menos predefinido, acaso discutible por lo que supone de alteración perceptiva del conjunto, pero sumamente eficaz para evitar los procesos de degradación que encontramos en muchos lugares protegidos con menor eficacia. Los restos de un muro descubierto en una excavación son demasiado vulnerables a la erosión. De hecho, lo que hoy contemplamos coincide sensiblemente con lo que se veía hace veinte años si descontamos la erosión y los líquenes, que funden lo antiguo con lo moderno mediante fórmula que seguramente habría confundido a Piranesi.
La segunda obviedad: obviamente, también aquí, como en la práctica totalidad de los enclaves arqueológicos italianos, se percibe cierta dejadez, más sensible de la "habitual", seguramente relacionada con las restricciones presupuestarias de los últimos años.
La tercera: la propuesta que se ofrece al turista interesado es algo timorata. Las indicaciones y los recursos informativos son pobres; los paneles informativos deberían ser renovados; el restaurante es manifiestamente mejorable, por no hablar de los aseos...

Las observaciones... El yacimiento merece una visita detallada por múltiples aspectos y, entre ellos, por algunos de estrecha relación con los asuntos que suelo enfatizar en este blog. Ostia Antica es otra enciclopedia de recursos constructivos que nos ayuda a entender el desarrollo de ciertos elementos relacionados con el ladrillo que, acaso con demasiado frivolidad, algunos estudiosos suelen vincular con las tradiciones "orientales". Observe el lector mejor informado las molduras que se aprecian en los muros de ladrillo, que podrían informar sobre el origen de elementos "específicamente" hispnoislámicos como el alfiz. Suponiendo el origen oriental, parece claro que en tiempos del Imperio Romano se habían convertido en elementos perfectamente integrados en sus tradiciones constructivas y ornamentales.
Lo mismo se podría decir de los juegos de diferente concepción conseguidos combinando ladrillos en formatos y colores diferentes, que podemos ver en diferentes lugares y, muy especialmente, en Caseggiato del Larario y en la necrópolis de la vía Ostiense.
Como otros grandes complejos romanos dilatados en el desarrollo temporal, Ostia proporciona muchos ejemplos de soluciones estructurales basadas en la combinación de ladrillos y opus caementicium. En esta ocasión me interesa destacar la concepción de los paramentos exteriores de las insulae, que acreditan fórmulas de cierta sofisticación, que seguramente se mantuvieron en las ciudades europeas durante muchos años después de la caída nominal de la cultura romana.

Fachada de las ínsulas de "Hércules niño y del techo pintado". La modalidad constructiva se difundió durante el siglo II
El museo

Mención a parte merece el pequeño museo donde se ofrecen al visitante los restos de escultura aparecidos en el yacimiento, entre los que destacan el conjunto Eros y Psique niños, convertido en "símbolo para turistas", el Perseo con cabeza de Medusa prácticamente entero y alguna cabeza de especial calidad. Desde ciertos aspectos aludidos en este blog, la cabeza de Mitra en configuración solar, que hace pensar en la conservación de este tipo iconográfico hasta tiempos medievales (Quintanilla de las Viñas, "tapiz de la catedral de Girona", etc.)

Relieve con busto del Sol del Mitreo della Planta Pedis (segunda mitad del siglo II)
Perseo con la cabeza de Medusa (hacia el año 100 d.C.
Desde el punto de vista museográfico, las instalaciones también aquí piden a gritos una renovación urgente, no sólo por el aspecto anacrónico de algunas cartelas, sino también y sobre todo, porque la percepción general de los espacios expositivos está demasiado condicionada por un suelo, que acaso fuera "resultón" hace dos mil años, pero que hoy es todo un canto disonante y hortera, propio de Justo, el piadoso de Mejorada del Campo. En todo caso, como el desarrollo de las actividades arqueológicas no se ha detenido, parece necesario un espacio considerablemente más amplio y espectacular que, afrontado con criterios actuales, añadiría al yacimiento un atractivo turístico más. Supongo que las autoridades competentes estarán esperando tiempos mejores...


Cabeza de bárbaro, principios del sigo II a. C.
Unos cuantos capiteles

Atendiendo a la ornamentación arquitectónica, poco es lo que está al alcance de la cámara del turista, pero suficiente para ofrecer una pauta evolutiva clara, sobre todo, en el universo de los capiteles, gracias al trabajo de sistematización ofrecido por P. Pensabene. En las imágenes adjunta y, por supuesto, con criterios tendenciosos (relacionados con las tesis defendidas en este blog), he seleccionado unos cuantos capiteles que ilustran ese proceso y, al mismo tiempo, ofrecen una secuencia clara de cómo evolucionaron los ornamentos vegetales de estos elementos y, en general, de toda la ornamentación arquitectónica.
El primer capitel elegido (Pensabene, 385) es un ejemplar de orden compuesto de la época de Augusto, procedente del teatro, que ofrece un tipo de acanto común en esos años y una concepción del orden declinada hacia la valoración del carácter geométrico del cesto, perfectamente marcado y sin los ornamentos "mediales" que serán propios de tiempos posteriores. Es interesante destacar la ornamentación del listel superior del ábaco, mediante ovas y dardos, que anticipa fórmulas muy repetidas en Hispania.


Entre los de orden corintio, he elegido uno de la segunda mitad del siglo I, procedente del "Tempietto del Foro delle Corporazione" (Pensabene, 225); contiene todos los elementos del orden, interpretados con un vistuosismo excepcional. Destacan las hojas de acanto, concebidas mediante tallos con incisiones en las venas mediales, como de palmeras, que las alejan de los acantos naturales. Es relevante tener en cuenta el aspecto peculiar que definen las hojas cortas que se pliegan hacia la zona central para determina ojales muy alargados y estrechos, muy diferentes de los casi circulares del capitel anterior; para conseguir ese efecto, los tallistas debían recurrir a trépanos de corona más fina que la necesaria para tallar de de otras épocas. Asimismo es interesante observar la elaboración cuidadosa de las volutas y la complejidad de los caulículos.


Para percibir con mayor claridad algunos elementos ornamentales es interesante contemplar el ornato de pilastra con aspecto de capitel de la "Puerta Romana", algo más tosco que el anterior, realizado en los alrededores del año 100 d C.(Ostia 226)


El siguiente capitel (Pensabene, 395) también es de orden compuesto; se desconoce su procedencia  y se distingue del anterior por una concepción algo más "barroca" en el tratamiento general del ornato y por un tipo de hojas de acanto de configuración frecuente durante el siglo II y principios del siglo III. En él ya se han empleado los ornamentos dispuestos entre las hojas de la corona superior. Pensabene lo situaba en tiempos de Caracalla (211-217).

El siguiente es un capitel catalogado por P. Pensabene (Ostia, 336) como "corintio asiático", procedente del pórtico del "Templo Rotondo". Creo que en puridad debiera haber creado una categoría específica, teniendo en cuenta sus peculiaridades, definidas por las "máscaras trágicas" que seguramente poseía en todas las caras, que dan continuidad a la costumbre intermitente de emplear elementos animados en piezas de especial significación. Lo situaron en la primera mitad del siglo III puesto que ofrece un ornato específico de esa época. A destacar la peculiar forma de rematar la parte inferior del cesto, mediante una moldura de cuarto de bocel que adelanta la recuperación de los collarinos propia de los tiempos bizantinos.


Por fin, el capitel de la Casa de Amor y Psique recogido a continuación y atribuido a la segunda mitad del siglo IV  (Pensabene, 485) vuelve a colocar sobre la mesa el problema de las tipologías "degradadas" tantas veces mencionado en este blog. Derivado del orden compuesto, con una única corona de hojas, con discos angulares de "·nacimiento" anómalo y sin ornato fino, ofrece otro testimonio sobre la aparición temprana de estos elementos. (No sé si la colocación del "cimacio" de "hormigón" añadido en la reconstrucción es acertada)

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