sábado, 9 de enero de 2016

El museo Picasso de Málaga vigila cuidadosamente los valores espirituales de las obras de Picasso

Da gusto entrar en lugar tan seguro; todas las salas están vigiladas por personas vestidas de negro riguroso e impecable, como corresponde a los más depurados ritos del buen gusto y a los empleados de Amancio Ortega; de gestos vivaces y miradas activas, tienen encomendada una misión fundamental sobre cualquier otra: evitar que los aficionados insensibles y descreídos realicen fotografías, y de ese modo roben los valores espirituales de las pinturas, sumamente sensibles a la rapiña de los instrumentos electrónicos. Los visitantes deben contentarse con disfrutar de la maravillosa experiencia de contemplar las emanaciones sensibles y telúricas de la obra original, pergeñada por la mente del artista y realizada en virtud de las capacidades de sus manos para manejar los pinceles con maestría excepcional.
Algunos dicen que contemplar las obras de Picasso produce resultados maravillosos en las mentes de quienes tienen la sensibilidad para conectar con las preocupaciones existenciales del genio, siempre trascendentes, y con su voluntad de ofrecer experiencias substanciadas en el universo de los espíritus puros, aquellos que, por su propia naturaleza, son capaces de alcanzar el éxtasis propio en los niveles más elevados del placer desinteresado, donde por encima de los espectros comunes,  moran los espíritus puros, esencialmente nutridos por el maná etéreo de lo sublime.
Sea como fuere, los visitantes se agolpan ante las obras con actitud reverente tal y como hace cien años lo hubieran hecho ante un fragmento del lignum crucis o ante cualquier otra reliquia de cualidades portentosas. No es para menos. Ante las obras de Picasso y, sobre todo, ante su mirada penetrante, los ciegos recuperan la visión, los sordos oyen melodías maravillosas y los estúpidos alcanza la clarividencia...
Ante tales prodigios, es natural que los gestores del museo extremen los cuidados...

Foto de Arnold Newman (1954)
En un alarde de generosidad, no exento de riesgos, los vigilantes tienen instrucciones para que los visitantes puedan fotografiar los carteles explicativos (pero no las cartelas) y de ese modo puedan recordar los elementos fundamentales del dogma estético, aquello que deben recitar como hace años recitaban el Credo. Además, de ese modo queda a salvo la función educativa o doctrinaria que deben tener estas instituciones para que nadie pueda decir que el Museo Picasso de Málaga sólo es un centro de peregrinación para la beatería estética o, simplemente, un pequeño parque temático, por supuesto, de gran interés turístico.

2 comentarios:

  1. Por supuesto. A los museos hay que ir con esa actitud
    https://www.youtube.com/watch?v=KN1lB7Ut8Wc

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  2. ​El público acude a los museos generalmente buscando una explicación que no posee. Esta institución, con fines de estudio, educación y recreo, debe colaborar en la formación cultural y artística de los espectadores. ¿Debe el museo acercarse a la población media y ayudarla a identificar lo que ve en un proceso meramente descriptivo o tal vez debería aportar información de una mayor complejidad para fomentar un mayor conocimiento del arte?

    Tal vez no es del todo negativo que el museo aporte este tipo de información cargada de contenidos estéticos.

    Lástima que se conviertan en comentarios tan presuntuosos que en lugar de generar en el espectador una valoración de la obra de arte porque comprende su interés en términos estéticos, simplemente asume que debe ser "sublime" por la gran complejidad que supone entenderla y, por supuesto, porque ha de aparentar que comprende aquello que está ante su mirar para no estar excluido de esta alta cultura. Si así ocurre, la obra de arte se convertirá en una reliquia mística y el museo en su templo. Este museo parece que es un experto en ello.

    Las explicaciones aportadas deberían acercar al público al arte y la comprensión del mismo y no crear una distancia cada vez más insalvable.

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