Hacía tiempo que no nos acercábamos al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, que acredita una actividad encomiable, teniendo en cuenta los medios puestos a la disposición de sus gestores. Reconozco el pecado de no haberlo visitado para ver la exposición anterior, que era preludio de ésta: desde esa carencia, cualquier juicio estará condicionado por mi indolencia. Pero aún y así, me gustaría comentar unos cuantos aspectos relacionados con ella.
El primero: a medida que pasan los años, las instalaciones ofrecidas por el Museo Regional cambian poco en el énfasis pedagógico que le es propio. Me he manifestado varias veces en este sentido e insisto en que me parece un error táctico dejar de lado la vertiente lúdica que justifica la idea de museo desde cuando en el año 2007 el ICOM fijó un criterio, a mi juicio, encomiable:
“Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
Está bien no olvidar ni la educación ni el estudio pero me parece terrible desdeñar el recreo; por fortuna, para muchas personas en edad adulta, visitar museos es una forma de recreo, incluso aunque para sus gestores esa circunstancia resulte odiosa, porque los museos deben ser lugares tan serios como los entierros de primera..
La exposición ofrece muchos paneles explicativos y pocas piezas. Supongo que es fácil justificar esa carencia dado el título del evento. Pero si realmente se nos está hablando de la conquista de Hispania, acaso hubiera sido más apropiado ofrecer un discurso más militar, al estilo de De bello civili, de Julio César... Aunque no sé como se podría conciliar el espíritu bélico con el pedagógico.
Entre las piezas destacan el relieve de mármol con la representación de un acopio de armas, de la colección de los duques de Cardona (Córdoba), la escultura de personaje romano con aspecto de Hércules (120-130 d.C.) del Museo del Prado, procedente de la colección del cardenal Livio Odescalchi, y alguna otra pieza de potencial eminentemente arqueológico, en sentido estricto. Con carácter de "relleno" ofrecen tres piezas de especial interés desde mi punto de vista: el altar en forma de columna jónica perteneciente al museo arqueológico de Girona, y dos capiteles procedentes de Cartagena.
El altar es una de las pocas piezas griegas de ornamento arquitectónico y calidad excepcional aparecidas en la península Ibérica; acaso de las primeras que fueron trasladadas a la Península no sé si por razones religiosas, comerciales, emblemáticas o de otro tipo. En todo caso, define el inicio de una "tradición" que se mantendrá secularmente para concretar lo que podríamos entender como preliminar flujo "comercial" de objetos artísticos. El fenómeno se dejará sentir, sobre todo, en las ciudades portuarias, pero también en zonas del interior: poseen obras "griegas" (orientales) Girona, Mallorca, Barcelona, Narbona, etc. pero también Chirigan, Toulouse, Wamba, Toledo... A partir del año 1000 cambiará el sentido del flujo y objetos de ornamentación arquitectónica "hispanas" (andalusíes) cruzarán el mediterráneo hacia Marruecos e Italia, pero esa es otra historia.
El altar de Girona es de de mármol pentélico y quienes lo han estudiado lo fechan entre los siglos III y II a.C, pero podría ser anterior; en todo caso advierto al lector que en asuntos de orden jónico, escasamente documentado en la península Ibérica, mi juicio es poco fiable.
Los capiteles de Cartagena fueron tallados en arenisca local y aparecieron en contexto arqueológico altoimperial en el peristilo de la "domus de Salvius" (se guardan en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena). Me hizo gracia que en la cartela del jónico, se leyera: "estilo jónico"... Me consta que en ciertos ambientes se etiqueta como "estilo" el orden jónico, pero no sé si es buena idea que un museo arqueológico se una a esa "costumbre". Hablar de estilo puede tener sentido para ciertas épocas, pero tratando sobre objetos de época grecolatina y dejando al margen ciertos fenómenos de "moda", sensibles, incluso, en el terreno de la ornamentación arquitectónica, el término informa, más sobre quien lo usa que sobre el objeto mismo.
Resueltos "viejos problemas" de índole prosaica, el montaje museístico es, como suele ser frecuente en esta institución, de marcada inclinación escenográfica, con lo que ello implica para bien y para mal. Para bien, porque el aspecto general de la exposición es bastante atractivo; para mal, porque la iluminación genera demasiadas irregularidades de gradiente lumínico, tal y como refleja la imagen adjunta, que no facilitan precisamente la lectura de la mayor parte de los carteles.
En todo caso, darse un paseo por Alcalá de Henares puede ayudarnos a reflexionar sobre lo que supuso que la península Ibérica saliera de la Protohistoria para formar parte de un fenómeno cultural que marcó definitivamente el desarrollo histórico del sur de Europa y el norte de África.
Al salir del convento de la Madre de Dios me acordaba de la exposición recientemente clausurada en cierta institución financiera sobre la mujer en Roma, en colaboración con el Museo del Louvre. Y de nuevo comprendí que las comparaciones pueden llegar a ser particularmente odiosas. Alegrémonos porque el dinero dedicado a actividades culturales se canalice mayoritariamente por las vías financieras, gracias al espíritu noble que caracteriza a quienes lo poseen en abundancia: es sabido que el dinero ennoblece.
El primero: a medida que pasan los años, las instalaciones ofrecidas por el Museo Regional cambian poco en el énfasis pedagógico que le es propio. Me he manifestado varias veces en este sentido e insisto en que me parece un error táctico dejar de lado la vertiente lúdica que justifica la idea de museo desde cuando en el año 2007 el ICOM fijó un criterio, a mi juicio, encomiable:
“Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”
Está bien no olvidar ni la educación ni el estudio pero me parece terrible desdeñar el recreo; por fortuna, para muchas personas en edad adulta, visitar museos es una forma de recreo, incluso aunque para sus gestores esa circunstancia resulte odiosa, porque los museos deben ser lugares tan serios como los entierros de primera..
La exposición ofrece muchos paneles explicativos y pocas piezas. Supongo que es fácil justificar esa carencia dado el título del evento. Pero si realmente se nos está hablando de la conquista de Hispania, acaso hubiera sido más apropiado ofrecer un discurso más militar, al estilo de De bello civili, de Julio César... Aunque no sé como se podría conciliar el espíritu bélico con el pedagógico.
Entre las piezas destacan el relieve de mármol con la representación de un acopio de armas, de la colección de los duques de Cardona (Córdoba), la escultura de personaje romano con aspecto de Hércules (120-130 d.C.) del Museo del Prado, procedente de la colección del cardenal Livio Odescalchi, y alguna otra pieza de potencial eminentemente arqueológico, en sentido estricto. Con carácter de "relleno" ofrecen tres piezas de especial interés desde mi punto de vista: el altar en forma de columna jónica perteneciente al museo arqueológico de Girona, y dos capiteles procedentes de Cartagena.
El altar es una de las pocas piezas griegas de ornamento arquitectónico y calidad excepcional aparecidas en la península Ibérica; acaso de las primeras que fueron trasladadas a la Península no sé si por razones religiosas, comerciales, emblemáticas o de otro tipo. En todo caso, define el inicio de una "tradición" que se mantendrá secularmente para concretar lo que podríamos entender como preliminar flujo "comercial" de objetos artísticos. El fenómeno se dejará sentir, sobre todo, en las ciudades portuarias, pero también en zonas del interior: poseen obras "griegas" (orientales) Girona, Mallorca, Barcelona, Narbona, etc. pero también Chirigan, Toulouse, Wamba, Toledo... A partir del año 1000 cambiará el sentido del flujo y objetos de ornamentación arquitectónica "hispanas" (andalusíes) cruzarán el mediterráneo hacia Marruecos e Italia, pero esa es otra historia.
El altar de Girona es de de mármol pentélico y quienes lo han estudiado lo fechan entre los siglos III y II a.C, pero podría ser anterior; en todo caso advierto al lector que en asuntos de orden jónico, escasamente documentado en la península Ibérica, mi juicio es poco fiable.
Los capiteles de Cartagena fueron tallados en arenisca local y aparecieron en contexto arqueológico altoimperial en el peristilo de la "domus de Salvius" (se guardan en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena). Me hizo gracia que en la cartela del jónico, se leyera: "estilo jónico"... Me consta que en ciertos ambientes se etiqueta como "estilo" el orden jónico, pero no sé si es buena idea que un museo arqueológico se una a esa "costumbre". Hablar de estilo puede tener sentido para ciertas épocas, pero tratando sobre objetos de época grecolatina y dejando al margen ciertos fenómenos de "moda", sensibles, incluso, en el terreno de la ornamentación arquitectónica, el término informa, más sobre quien lo usa que sobre el objeto mismo.
Capitel de la domus de Salvius (Cartagena) |
En todo caso, darse un paseo por Alcalá de Henares puede ayudarnos a reflexionar sobre lo que supuso que la península Ibérica saliera de la Protohistoria para formar parte de un fenómeno cultural que marcó definitivamente el desarrollo histórico del sur de Europa y el norte de África.
Al salir del convento de la Madre de Dios me acordaba de la exposición recientemente clausurada en cierta institución financiera sobre la mujer en Roma, en colaboración con el Museo del Louvre. Y de nuevo comprendí que las comparaciones pueden llegar a ser particularmente odiosas. Alegrémonos porque el dinero dedicado a actividades culturales se canalice mayoritariamente por las vías financieras, gracias al espíritu noble que caracteriza a quienes lo poseen en abundancia: es sabido que el dinero ennoblece.
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