Sorprende que con la línea museística del Reina Sofía, podamos visitar una exposición de Wilfredo Lam —siempre sujeto a principios representativos— , incluso aunque se haya producido en colaboración con el Pompidou.
Sorprende menos si recordamos que, por razones estructurales, durante los últimos años la institución parece condenada a "funcionar" en dirección a intereses particulares más o menos relacionado con las entidades que lo patrocinan o con quienes se mueven entre bambalinas. Y aunque alguien pudiera escandalizarse, confieso que no me parece mal que la acción museística genere plusvalías; únicamente lamento no tener obras de Nasreen Mohamedi ni del artista cubano que se sintió embrujado por la luz del Adriático norte.
Además, en este caso concreto, debo manifestar que las obras de Wilfredo Lam me hacen gracia, me parecen divertidas, casi tanto como las de Miró y las de Picasso. Su relación con el malagueño y con Jung alumbraron un repertorio de imágenes en las que destacan las alusiones sexuales que cobraron tanta relevancia en tiempos surrealistas y de gran influjo freudiano.
Recomiedo al lector que pasee las salas de la exposición con la mente abierta y sin prisas: garantizo una experiencia, cuando menos, divertida.
La exposición dedicada a Ulises Carrión me ha producido un profundo malestar, que nacía con el título: "Querido lector. No lea"; no sé si está bien o mal puntuada a tenor de los "cuadros" que ilustran el díptico: "Dear reader." "Don't read.". Supongo que la idea "conceptual" va en la dirección de contraponer la captación visual "directa" frente a la lectura, siempre condicionada por la voluntad de escritores y editores.
El "artista" mejicano lo tenía claro:
"Todas las piezas tienen en común su rechazo de la discursividad. No pretenden ser veraces ni bonitas. Cada pieza es una serie de (...) unidades que se desarrolla de acuerdo con unas reglas sencillas. Su comienzo y su final son arbitrarios. Pueden continuar indefinidamente. Deben continuar. Continúan"
¿Rechazo de la "discursividad" o de la capacidad de la escritura para transmitir información y activar sentimientos? Supongo que esa actitud anti-narrativa proporciona a la obra de Carrión un "plus" muy relevante desde el punto de vista de los postulados procesuales, pero a mí me irrita profundamente. Y que un museo financiado con dinero público ampare y proponga como "especialmente interesante" en el año 2016, planteamientos de este tipo me enferman. Acaso parezca que es exagerado entender que una exposición ajena al interés general pueda ser un factor relevante en asuntos educativos, pero confieso que la herida está tfresca porque se ulcera todos los años en los alrededores del primero de octubre.
En todo caso, insisto en que no me parece mal que se apueste por incrementar la cotización, en este caso, de los "libros de artista" editados por Carrión o por cualquier otra editorial o galería, pero me gustaría encontrar el en MNCARS propuestas más actuales, más comprometidas con la realidad de nuestros días. Qué ingenuidad, ¿verdad?
Sorprende menos si recordamos que, por razones estructurales, durante los últimos años la institución parece condenada a "funcionar" en dirección a intereses particulares más o menos relacionado con las entidades que lo patrocinan o con quienes se mueven entre bambalinas. Y aunque alguien pudiera escandalizarse, confieso que no me parece mal que la acción museística genere plusvalías; únicamente lamento no tener obras de Nasreen Mohamedi ni del artista cubano que se sintió embrujado por la luz del Adriático norte.
Anunciación, 1947 |
Recomiedo al lector que pasee las salas de la exposición con la mente abierta y sin prisas: garantizo una experiencia, cuando menos, divertida.
La exposición dedicada a Ulises Carrión me ha producido un profundo malestar, que nacía con el título: "Querido lector. No lea"; no sé si está bien o mal puntuada a tenor de los "cuadros" que ilustran el díptico: "Dear reader." "Don't read.". Supongo que la idea "conceptual" va en la dirección de contraponer la captación visual "directa" frente a la lectura, siempre condicionada por la voluntad de escritores y editores.
El "artista" mejicano lo tenía claro:
"Todas las piezas tienen en común su rechazo de la discursividad. No pretenden ser veraces ni bonitas. Cada pieza es una serie de (...) unidades que se desarrolla de acuerdo con unas reglas sencillas. Su comienzo y su final son arbitrarios. Pueden continuar indefinidamente. Deben continuar. Continúan"
¿Rechazo de la "discursividad" o de la capacidad de la escritura para transmitir información y activar sentimientos? Supongo que esa actitud anti-narrativa proporciona a la obra de Carrión un "plus" muy relevante desde el punto de vista de los postulados procesuales, pero a mí me irrita profundamente. Y que un museo financiado con dinero público ampare y proponga como "especialmente interesante" en el año 2016, planteamientos de este tipo me enferman. Acaso parezca que es exagerado entender que una exposición ajena al interés general pueda ser un factor relevante en asuntos educativos, pero confieso que la herida está tfresca porque se ulcera todos los años en los alrededores del primero de octubre.
En todo caso, insisto en que no me parece mal que se apueste por incrementar la cotización, en este caso, de los "libros de artista" editados por Carrión o por cualquier otra editorial o galería, pero me gustaría encontrar el en MNCARS propuestas más actuales, más comprometidas con la realidad de nuestros días. Qué ingenuidad, ¿verdad?
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