Tenía especial interés por visitar la basílica de Mértola y,
por fin, en circunstancias algo forzadas por el calor, la agenda y las
peculiaridades urbanísticas y topográficas de esta hermosa ciudad, me fue
posible acercarme a ella y, “de paso”, a la iglesia de Nossa Senhora da
Aunciaçao, cuyo solar fue ocupado por una mezquita, que, a su vez, pudo haber
sido edificada sobre una iglesia anterior.
La “basílica paleocristiana” de Mértola (así la titulan
oficialmente) se ofrece al visitante como un espacio museográfico convencional,
con expositores y cartelas, yuxtapuesto a los restos de la antigua edificación,
que se ofrecen en su propio “valor arqueológico”. El conjunto está protegido por una estructura de discreto valor
arquitectónico… que no es poco en tiempos dominados por la tendencia a ofrecer
alardes creativos en casos similares.
El conjunto propone una experiencia que, para el lego y en relación a los problemas que planteaba en una entrada anterior,
trasciende la pobreza relativa de los restos, y para los diletantes, deviene
propuesta elogiable, contando incluso con ciertos aspectos discutibles que
destacaré enseguida. En todo caso, algunas de las piezas tienen un interés muy especial desde
ciertas cuestiones tratadas en este blog.
Como el lector ya habrá adivinado ese interés se polariza en torno a los restos de ornamentación arquitectónica y también a la colección de lápidas funerarias que concentran un número singular de datos
para documentar que, al menos durante el siglo VI, en esa zona peninsular, se empleaba el arco de herradura —más o menos peraltado— en las lápidas funerarias. En dos o tres el arco ultrapasado está sugerido levemente, mientras
que en la de Andreas no cabe la menor duda sobre la voluntad "representativa" de quienes intervinieron en el encargo. La lápida de Andreas, primer cantor de la sacrosanta Iglesia Mertiliana, que
falleció a los 36 años, el 30 de marzo del año 525, está organizada
mediante una “puerta” con arco de herradura doblemente sogueado, según fórmula
mal adaptada a la posible “realidad representada” dado que la rosca exterior queda
“volada”, como superposición sobre la interior, apoyada sobre una especie de
capitel exageradamente peraltado, en cuyo interior existen tres niveles de
volutas de diseño caprichoso; bajo ellos, el artífice colocó dos fustes sogueados
con basa de moldura doble. El arco rodea un Crismón de hechura convencional
para le época en que fue realizado y la inscripción se completa con una cruz
con alfa y omega, asimismo, frecuente durante los “primeros años” del
cristianismo.
No creo que en esta entrada merezca la pena debatir si lo
representado respondía a algún tipo de “realidad arquitectónica”, pero sea como
fuere, me parece un dato muy relevante en el sentido de lo planteado en la entrada dedicada específicamente al arco de herradura: en el siglo VI y, al menos, en esta zona, el arco de herradura era un elemento arquitectónico familiar para quien encargó
la lápida y, por supuesto, para quien la talló. No sé si accidentalmente, en este caso el arco aparece asociado a elementos ornamentales específicamente "mozárabes", empleados con mucha frecuencia en lo que a este descarado amanuense le parecen testimonios de un "extraño" influjo bizantino documentado en la diócesis de Astorga y sus proximidades durante el siglo VI.
También tienen especial interés los
dos capiteles que aparecieron en las proximidades del recinto de la basílica y
que, acaso con cierta precipitación, los arqueólogos que los publicaron en el año 1993
consideraron coetáneos a la basílica. Sin embargo, existen dos circunstancias que
dificultan esa adscripción o, cuando menos, que fueran realizados expresamente
para ella:
1. Tiene alturas
diferentes (41 cm y 30 cm., respectivamente) de manera que es difícil imaginar que fueron
concebidos para la función estructural reflejada en la instalación
museográfica.
2. Pertenecen a
concepciones tipológicas diferentes y, muy probablemente, a circunstancias
culturales alejadas en el tiempo, de
manera que resulta muy forzado adjudicarlos a los siglos VI-VII como proponen
quienes redactaron el “informe” de 1993 coordinado por C. Torres y S. Macías.
El primer capitel (MERT01) es, a mi juicio, un capitel de
orden corintio y hojas lisas, según configuración común durante el Pleno
Imperio. Aunque es difícil situar con precisión los capiteles de este tipo, el
carácter de los caulículos, las volutas perfectamente marcadas incluso en volumen, la manera de marcar el labio del
kalathos y, sobre todo, el eje axial (compárese con el FAM516 del Museo de Faro), apuntan hacia fórmulas relacionadas con
la “declamación imperial” de los siglos I y II. Es fácil encontrar paralelos en los trabajos de Scrinari, Pensabene, etc.
El MERT02 es algo más difícil de situar puesto que su
organización estructural responde a fórmulas “más evolucionadas”. No obstante,
la mera de interpretar las hojas, mediante “pencas” gruesas, sugiere la
posibilidad de un momento más tardío o en un ambiente menos "oficial" que el
correspondiente al MERT01. Estructuralmente es un capitel derivado del orden
corintio o “corintizante” que consta de dos coronas de hojas de concepción
tosca, volutas angulares, kalathos irregular pero con labio bien marcado, ábaco de escasa concavidad y brazos prácticamente rectos. De nuevo se plantea el dilema que, a efectos de catalogación, nos obliga a elegir entre una fórmula derivada de los modelos imperiales o de
las variedades del Bajo Imperio o, incluso, de época bizantina. En este caso, a
juzgar por la naturaleza del kalathos, es más probable que se trate de una pieza
relativamente temprana, de los alrededores del año 400, realizada por un taller
poco versado en la talla de la piedra y, tal vez, concebido para ser “acabado”
mediante ornamento “vegetal” pintado.
Como el lector ya imaginará, aunque estos dos capiteles
fueran realizados en momentos dispares, ello no supone discutir la posibilidad
de que fueran empleados en la basílica cristiana: no existe impedimento alguno para admitir la posibilidad de que fueran reempleados; por supuesto, también
cabe la posibilidad de que no fuera así.
En la iglesia de Nossa Senhora da Aunciaçao, que fue
mezquita y, probablemente, también iglesia, hay varias piezas de
interés. Los trabajos arqueológicos han rescatado varios fragmentos de
ornamentación arquitectónica, que se exhiben en una zona de ambientación museográfica manifiestamente
mejorable. A ellos aún hay unir dos capiteles reutilizados que continúan en la
iglesia cumpliendo función estructural.
Los MERT05 y MERT06 incrementan la familia de capiteles de
hojas lisas que mencioné al recoger los del Parador de Mérida y los de Santa Eulalia; se distinguen de los primeros porque siguen la tradición del orden corintio y ello los pone en relación con los similares al C0203 de la mezquita mayor de Córdoba. Los de Mértola definen
pareja caracterizada por la peculiar manera de ornar el borde del kalathos, en un sentido próximo al mencionado capitel cordobés Teniendo en cuenta los precedentes
emeritenses, también estos capiteles pudieron ser concebidos para que
completaran el ornato artífices “pintores”, que los recubrirían con acantos,
tal y como está documentado en el llamado Templo de Diana de Mérida (del Culto Imperial).
MERT03 |
El capitel MERT03, que apareció descontextualizado, sigue
fórmula estructural de volutas en V, pero muy evolucionada, con dos coronas de
hojas de pencas, volutas muy estilizadas y ábaco prácticamente cuadrado. En las
entradas anteriores he recogido algunas piezas italianas que podrían servir
para definir referencias algo forzadas; entre ellas destaca la BSSM06, del Museo de Benevento, de estructura diferente pero con un cuerpo superior muy similar.
En la cartela lo adjudican al siglo VI. A mi juicio, podría
ser algo posterior: siglos VI-VII.
También ofrecen un cimacio muy geometrizado, que adjudican a los siglos VI-VII, a mi juicio, con buen criterio.
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