jueves, 28 de mayo de 2009

Sorolla para masoquistas

Esta mañana he intentado dar un paseo por la exposición Sorolla... Aunque parezca increíble, dada la promoción ofrecida por los medios de comunicación y el interés social que promueve su manera de entender el arte de la pintura, no había mucha gente ante las taquillas, donde existían unos pasillos encintados, de esos que utilizan para ordenar las aglomeraciones, y, aunque asimismo parezca increíble, los gestores del Prado se han manifestado con una iniciativa destinada a velar por la comodidad de los visitantes... Al verlo, casi caigo al suelo de la impresión: han colocado unos toldillos contra la canícula, que torgan a la sacrosanta institución cierto aire payero...

Mucho me temo que si, en los próximos días, cuando suban las temperaturas según la costumbre del estío mesetario, no desean convertir la explanada de la puerta de Goya en un escenario bélico para el famoso travelling de Lo que el viento se llevó, los "gestores" del Museo deberán inspirarse en Benidorm o Marbella, ampliar las zonas de sombra y, sobre todo, instalar máquinas expendedoras de refrescos.


Por desgracia, al llegar a la taquilla (eran las 12), informaban al visitante que no se podía acceder a la exposición de Sorolla hasta las 13, 15... Oh fatalidad, el ticket de aparcamiento me obligaba a recoger el automóvil a las 13 h... ¡A quién se le ocurre emplear el automóvil para ir al Prado, con lo bien que funciona el transporte público!


No sé si volveré otro día... Mi afición por Sorolla y por el disfrute estético no da para reclamar el martirio... Acaso por observar las previsibles aglomeraciones, me dé una vuelta el próximo domingo... Es previsible que el gentío supere lo sucedido con Velázquez.

1 comentario:

  1. he ido hoy a ver si podía visitarla y la cola que había me ha quitado las ganas -iré entre semana- lo que me ha hecho bastante gracia sobre las cintas y las sombrillas y todo ese paripé ha sido su sorprendente parecido con los sistemas que se utilizan para hacer esperar a la gente a la entrada de una montaña rusa en los parques de atracciones.Sólo habia que cambiar la entrada al prado por unos vagones y a la impaciente juventud por una masa de octogenarios alemanes e ingleses

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