lunes, 19 de abril de 2010

"Socialidad identitaria" del Reina Sofía.


¿Se trata de un reality show? ¿Es una performance? ¿Quizás una cámara oculta…? Sea lo que fuere, es un curioso y singular espectáculo ver a los conserjes y empleados de seguridad en el Reina Sofía moverse con frenesí para evitar que los visitantes realicen fotografías o desborden la línea “de seguridad” sugerida mediante trazos delante del Guernica…
―Es peligroso acercarse al Guernica.
―¿Peligroso para quién…?
―¡No se pueden tomar fotos!
Cuando alguien les pregunta por las razones de la prohibición, los vigilantes señalan el icono correspondiente, que está en las zonas de paso:
―No se pueden hacer fotos porque está prohibido.
Argumento contundente… La cortesía y el protocolo, como cualquier convencionalismo, se justifican en su propia materialidad y definen la imagen social que conviene ofrecer. 
Desde hace tiempo y durante los domingos, la sala del Guernica ofrece un panorama singular: flanqueado por dos vigilantes (por lo general, del género femenino) atentos a la actitud de los visitantes, el Guernica parece "camello" (ni caballo ni toro) apresado por la benemérita y expuesto en la picota para escarnio y escarmiento general... ¿No existe una fórmula menos chusca y patética para proteger la integridad de la obra emblemática del Reina Sofía?

Pero el domingo fue pródigo en anécdotas… Me atropelló un grupo de japoneses… Seguramente les han sugerido no detenerse ante nada ni ante nadie para evitar inconvenientes. Alguien debería poner un cartel que limite la velocidad de desplazamiento dentro del museo. Podrían poner radares…
También me llamaron la atención por tocar una vitrina accidentalmente.
―Se mira pero no se toca ―me recordó la “vigilanta”, como si el "padre prefecto" me hubiera sorprendido en actitud indecorosa.

Y el primer incidente "identitario" (flashback): Al cruzar el pasillo que conduce a los ascensores de la zona norte, me crucé con un "segurata" que, perplejo ante mi gesto de quitarme la gorra de pana, que suelo emplear para caldearme la calva, me abordó con los ojos como platos:
―¡Hacía años que no veía a nadie quitarse el gorro! Se han perdido los buenos modales.
―Pues dígaselo al director―respondí entre carcajadas mal contenidas.

Estará encantado de ejercer sus funciones ordenando la colocación de un cartel como el de la imagen adjunta, que prohíba acudir al museo con vestimenta veraniega, comer helados de cucurucho, beber anís, usar gorros (así como boinas, sombreros y demás tocados), comunicarse mediante el teléfono móvil, realizar fotografías (muerto el perro, se acabó la rabia), montar en patinete y llevar animales.

En la página oficial dicen que es misión del Museo:

"El museo no se concibe como la institución que exhibe un saber universal, identitario (sic) y excluyente, sino como un lugar capaz de generar nuevos espacios intersticiales de socialidad (sic) y discusión en la esfera pública. En este sentido, debemos comprender qué modelos de resistencia proporciona en una sociedad en la que el consumo y la mercancía abarcan espacios de privacidad y en la que la producción se ha fragmentado y desmaterializado ocasionando no sólo un mapa geopolítico inédito, sino nuevas clases sociales, relaciones y subjetividades. En este contexto, el entramado de la(s) narración(es) alternativa(s) a la historia moderna, el pensamiento de nuevas formas de intermediación y la consideración del espectador no como un sujeto pasivo ni consumidor, sino como agente, un sujeto político son las tres líneas de fuerza propuestas por el Museo".

Para morirse de risa.

6 comentarios:

  1. Gracioso es un rato. Lamentablemente, no me sorprende.

    Alguien podría decirles que peligrosos serían los flashes, que el disparo no va a robarle el alma al cuadro...

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  2. Ese pie del guernica...

    Mira, lo mejor para ir a un museo es llevar a dos micos de 8 y 5... Creerás y acertarás que las vigilantas me persiguen, no vaya a ser que las niñas hagan algo raro. No las dejan correr, me obligan a cogerlas, si miran las vigilan... es repugnante.

    Y tengo dos hijas que jamás han hecho otra cosa que comportarse como niñas en los museos (como niñas, no como subnormales), es decir, mirar, moverse con libertad un tanto caótica, recorrer la sala a su antojo, correr buscando a papá, a mamá o un cuadro... y nunca tocar. ¿Por qué tengo que soportar que un subnormal me diga lo que tengo que hacer sin llegar a tocar?... porque tú tocaste Enrique, pero mis hijas ni siquiera osan pensar eso, y sin embargo, ahí tienes a la vigilanta acechando.

    Postdata publicitaria: El guernica, debe estar hipermegaprotegido porque si no,... no sería la obra supermegamaster. Al menos se ve. La gioconda del louvre ni eso.

    las exposiciones que monta el guggenheim son de las de tocar, algunas...

    Pero tú tranquilo, llegará el día en que - por coherencia- el arte pueda "tocarse" como se soban algunos objetos sagrados hasta el desgaste.

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  3. El guernica es como la sábana santa o algo así..
    Lo de tanta vigilancia y prohibiciones claro está que es para acentuar la importancia de la obra, lo que no se es si lo hacen aposta, sabiendo que esto va a ser así.

    No se si has estado en la Capilla Sixtina, supongo que si. Recuerdo que no dejaban tomar fotos y tenías la sensación de estar un lugar hypersagrado, en el mismo paraíso. A mi sin embargo se me escapó el flash de la camara varias veces, para ver que pasaba (es gracioso) y los de seguridad casi me matan de no ser por la cantidad de gente que había y mi rapidez para escabullirme.
    Pues como esto un muntón de cuadros o sitios...

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  4. Pues, curiosamente, la última vez que estuve, a pesar del cartelito de no flash, la gente hacía lo que le daba la gana y la seguridad no se inmutaba mucho. Era muy gracioso, parecía una discoteca. Lleeeeno hasta los topes y con luces intermitentes!

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  5. Para Lucrezia

    Depende de los vigilantes (suelen ser "vigilantas"). Hay un par de ellas que se lo toman muy a pecho; otras son más discretas. Pero el resultado siempre es cómico. Unas veces son los visitantes quienes sobreactuan y otras los vigilantes.

    Para Vera

    Yas sabes lo que opino de la actitud de los museos españoles hacia los niños. Con alguna excepción, sólo sirven para que los peques se vayan civilizando en el peor sentido del término; por eso, cuando empiezan a manifestar capacidad crítica y cierta autonomía (a partir de los 12 ó 13 años) los odian. Lo penoso es que algunos conservadores, tan ambiciosos ellos, preconicen una "meta-ritualidad" (a mi también me gustan los neologismos "culturetas") tan significativa. Tal y como veo el asunto, cada vez estoy más convencido de que personajes como los señores Borja, Zugaza, Baquedano, etc. so tienen otra pretensión profesional que adornar el curriculum y que les suda la zona genital cuando advierten las expectativas de los visitantes. Y, como mucho, se atribuyen el rol social de "educadores incomprendidos". He oído mil veces la misma cantinela: "No hay forma de conseguir que la gente entienda el arte."
    Según mi punto de vista, es mucho más evidente otra cosa: "no hay forma de que los "museólogos de postin" asuman que les pagan el sueldo los contribuyentes y que, en consecuencia, como cualquier otro empleado de la Administración, deben asumir su función como SERVICIO A LOS CIUDADANOS. Ý de nuevo me remito a la definición del ICOM. Alguien debería castigarlos a escribir mil veces la definición, como en las escuelas viejas.

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  6. Me refería a la Sixtina, respondiendo a David.

    De todas formas, los museos de arte son una parte del conjunto museístico, una parte muy especialita. Y yo a veces me temo que discrepo con las definiciones establecidas por ICOM ( y con actitudes en general, que creo que pecan un poco de obsoletas)

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