martes, 18 de octubre de 2011

El árbol de la vida, Terrence Malick. Escuchar

Por  Silvia Martín Vázquez

En el cine, como en las demás artes visuales, las imágenes hablan, se puede sentir con ellas, como con la naturaleza. Pero luego están los seres humanos, a rebosar de sentimientos, que tienen que ser escuchados, respetados. Nadie tiene que imponerse a otra persona, anulándola. Esto empieza en la familia, en la educación, en los trabajos, en todas y cada una de las relaciones personales. Acabando con la incomunicación, acabamos con la mayor causa de infelicidad humana. Ésta es una historia universal.
Una obra impecable, con extraordinarias imágenes de la naturaleza; en la que la palabra sólo dice cosas importantes; la música acompaña toda la película con gran sensibilidad; y las imágenes rodadas de la familia hablan por si solas, aunque haya grandes silencios. La película no deja de comunicar ni un solo momento.
La película comienza con un prólogo en el que se emplaza a dos caminos, el de la naturaleza o el de la divinidad, y los dos son mostrados paralelamente:

   - La explosión en el cosmos, la vida en la tierra desde los dinosaurios, en la que la fuerza se impone, la evolución y otra vez la explosión. La muerte.

  - El joven hijo sabe que a la felicidad solo se llega amando, como hacía su madre o su hermano y eso es lo que intenta hacer con su padre, que le hizo sentir odio con su despotismo.
Una gran incomunicación envuelve toda la película: del padre aislado en el trabajo, y del padre con la mujer y los hijos, ya que no escucha, sólo quiere inculcar los valores de dureza ante la vida, porque a él no le gusta su trabajo, querría haberse ganado la vida como músico, que es lo que valora en positivo. Al final de la película, se ve al joven hijo también aislado en el trabajo y con su mujer, en silencio. Igualmente en grandes edificios, como hormigueros.
El relato de su infancia se corta cuando su padre se queda sin trabajo. Sus padres aparecen de nuevo cuando pierden al hijo mediano, en su juventud, y su padre muestra arrepentimiento.
¿El sentido de la vida está en la naturaleza o está en el amor?
La dirección de la película es virtuosa, con un excelente guión. Unos personajes sólidos. Una música que te aproxima a la acción. Todo en ella está tratado con delicadeza, con amor.

PS

He leído críticas de Luis Martínez para “El Mundo”, de Rex Reed  en “The New York Observer” y de Sara Brito para “Püblico”, todas ellas negativas, y creo que no se enteran de nada, que hay que tener cierto grado de sensibilidad, para disfrutar con las cosas que lo merecen, igual que para sufrir si se tercia, que igual que hay que ejercitar el cerebro, a la vez, hay que ejercitar los sentidos, para sentir y pensar al unísono, con coherencia, y que ésta película despierta los sentidos

1 comentario:

  1. ¿Cuándo la gente abandona la sala mucho antes de que finalice la proyección debemos suponer que es problema suyo por no tener los recursos suficientes para interpretarla o debemos culpar a la película? Es algo similar a lo que ocurre con gran parte del arte contemporáneo y que ya hemos comentado en clase: si los que no somos expertos no lo entendemos es porque somos algo zopencos o bien podemos atribuir el error al artista, por hacer algo ininteligible.

    Yo, por mi parte, conseguí aguantar en la butaca las dos horas y cuarto que dura la película, aunque no sin esfuerzo. Indudablemente la cinta tiene grandes aciertos (personalmente, la elección de la música fue lo que más me gustó) sobre los que ya ha hablado Silvia, pero a mí se me hizo algo larga y tediosa, especialmente a partir de la segunda mitad.

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