viernes, 5 de abril de 2013

El MACBA entre el compromiso social y la testosterona

Me cuesta hacer comentarios elogiosos, lo reconozco. Cuando los hago me chirrían las neuronas y me escuece el alma: recuerdo la obligación que todos tenemos de luchar contra el conformismo, esa pústula que alimenta los gérmenes del pensamiento conservador. Hace unos días, durante la última semana de marzo, entré en el MACBA con la sana esperanza de encontrarlo más o menos como lo recordaba del año anterior... Reconozco que me sentí profundamente defraudado: el muestrario de carteles publicitarios de cierta entidad financiera que se veían entonces por doquier había desaparecido...  De hecho, las entidades "colaboradoras" apenas acreditan su enjundiosa labor con discreción, como corresponde al pudor que debe regir sobre las promociones "desinteresadas"...
Además, la selección de los diferentes bloques expositivos no elude incluir de vez en cuando obras de especial "interés"... aunque sea mediante recursos prosaicos.


Coincidimos con un grupo de jóvenes escolares conducidos por pocos profesores; tendrían unos 14 o 15 años, se mostraban bulliciosos aunque respetuosos, probablemente fueran holandeses o daneses y nos ofrecieron una anécdota  muy significativa sobre algunas cuestiones relevantes dela práctica museística en casi todos los países de la Unión Europea. Los chavales recorrieron con tranquilidad disciplinada las diferentes salas hasta que llegaron  a la instalación de Hélio Oiticica y Neville Almeida  (Cosmococa)...

"Mediante proyecciones, sonido, instrucciones y dibujos realizados con cocaína, insinúan que la nueva circulación planetaria ya no es un fenómeno exterior sino interior. En una instalación lúdica y festiva, la cocaína se convierte en metáfora de un tráfico ya global. Estamos ante una globalización metabolizada.
(...)
"El transporte, los medios de comunicación y el capital sobrepasaban las fronteras nacionales, y este proceso favorecía nuevas formas de vida. Una parte destacada de las prácticas artísticas entendió que el arte no podía ignorar el momento social y político que se estaba gestando. Bajo el título El arte de la primera globalización este episodio muestra una primera imagen de aquel nuevo orden histórico a través de las obras de artistas como Marcel Broodthaers, Öyvind Fahlström, Hans Haacke, Miralda y Hélio Oiticica.
(...)
En Nueva York, durante los años setenta, el artista brasileño Hélio Oiticica concibió , junto con el cineasta Neville Almeida, varios proyectos con el nombre de Quasi-Cinemas, una serie de proyecciones performance que incluía 'Experimentos en bloque en Cosmococa -programa en progreso' (1973). Los Cosmococa, numerados del CC1 al CC9, consisten en ambientes complejos que incluyen proyecciones sincronizadas con bandas sonoras muy trabajadas y una decoración específica. En ellos se proyectan imágenes de personajes conocidos sobre los que se han trazado rayas de cocaína. El polvo blanco toma forma y modifica la imagen como un maquillaje o una máscara. Oiticica ha dicho con frecuencia que son un 'juego de placer' y 'una farsa'. Con la cultura pop, la música latina y americana y la cocaína, Oticica ofrece la visión de una globalización metabolizada "


Me consta que formulaciones como ésta, tan comunes en el mundo del arte contemporáneo, quedan muy lejos de las preocupaciones de los adolescentes e, incluso, de la capacidad de comprensión verbal de un joven universitario (estadísticamente medio) de nuestros días. Sin embargo, la presentación de "la obra" ofrece un marco tentador para que los adolescentes se manifiesten en consonancia con sus apetencias, con sus resortes vitales... Es una habitación pequeña, apenas iluminada por el sistema de proyección y por la puerta de acceso, de unos 40 o 50 metros cuadrados, con suelo de arena forrado de plástico y sobre él varias pelotas de colores; para acceder a ella es preciso descalzarse...
Y los jóvenes transformaron el carácter estético de la instalación en una performance trivial que, a su vez, convirtió la sala en un espacio de desfogue vital: chicos y chicas penetraron allí y sin prestar mayor atención a las imágenes proyectadas, comenzaron a golpear frenética y violentamente las pelotas, de tal modo que se oían los impactos sobre las paredes desde las salas próximas sin que mediara acción alguna de los vigilantes, que se movían por los alrededores como si aquella situación fuera habitual...
Supongo que las intenciones de Neville Almeida y Hélio Oiticia serían más atemperadas, pero el espectáculo del que fui testigo me pareció grandioso: jamás vi a un grupo de adolescentes gozar de modo tan desinhibido en un museo de arte contemporáneo.
Mis felicitaciones para los gestores del MACBA por consentir situaciones que en otras instituciones afines habrían abierto la caja de los truenos. Romper los protocolos cuasi-religiosos y conseguir que los museos sean lugares donde los jóvenes se sientan cómodos, incluso aunque sus conductas estén en la frontera de lo inconveniente, me parece una actitud encomiable y tremendamente sensata.

Una de las exposiciones-estrella del momento está dedicada a Lawrence Weiner:


"Con una clara referencia a la navegación y a la hoja de ruta, ESCRITO EN EL VIENTO presenta a uno de los artistas que han sido más decisivos en los últimos cincuenta años a través de un medio humilde y al mismo tiempo fundamental como es el dibujo. La exposición invita a conocer la obra de Lawrence Weiner (Nueva York, 1942) a través de la que es quizá su faceta menos conocida. ESCRITO EN EL VIENTO constituye un análisis exhaustivo de las obras sobre papel de Weiner, un artista que nos ha enseñado que el arte no necesita de un soporte físico: es suficiente su formulación verbal. Con una producción que se extiende desde principios de los años sesenta hasta la actualidad, destaca su recurrente intención comunicativa. Weiner se vale de un elemento tan democrático y universal como el lenguaje para construir una obra que abarca desde objetos intangibles –sus conocidas esculturas hechas con palabras–hasta trabajos sonoros y películas."

Me aburre cada vez más seguir la inercia de las corrientes conceptuales "secundarias", reconvertidas en poéticas objetuales reiterativas, vacías de contenido y declinadas hacia fórmulas ornamentales de excesiva simpleza. Y aún me aburren más cuando se muestran con sutiles indicios de "intereses colaterales", como en este caso: demasiadas obras pertenecen a galerías de gran relevancia en los circuitos internacionales. Comprendo que los museos tienen la obligación de llevarse bien con bien con ellas, sobre todo en tiempos de penuria económica, pero me recuerdan la parte más oscura del entramado (sistémico) del arte contemporáneo. Y cuando aparecen las "sospechas" se me disparan las alarmas...


La exposición de Ahlam Shibli ha sido organizada con la colaboración del Jeu de Paume y el Museo de Arte Contemporáneo de Serralves (Oporto); presenta una peculiar visión de la problemática palestina entre otras cuestiones sociales más o menos vidriosas. Las imágenes no ofrecen, a mi juicio, nada relevante a “lo sabido” sobre el “asunto palestino”; su “punto de vista” beduino desenfoca más que aclara el panorama. Me cuesta entender que se ofrezca su obra en un contexto como el del MACBA… por supuesto, sin tomar en consideración las circunstancias “políticas” que pueden justificarlo y que, probablemente, sean muy poderosas. Me asalta la duda de si estas obras, las concebidas desde parámetros estéticos de la "alta cultura", no tendrán por objeto "compensar" o neutralizar las que nos ofrecen todos los días los reporteros gráficos. Éstos enfatizan el drama, aquellos convierten el drama en "anécdota metafísica" y, por consiguiente, lo esconden, lo disimulan. Si es complicado expresarse estéticamente en un país como España, hacerlo en Israel tienen que ser especialmente complejo. Ni aquí ni allí es buen tiempo para la lírica.


La exposición de Eulàlia Grau justifica, por sí sola la visita al MACBA, contando incluso con las limitaciones plásticas que, a mi juicio, tienen sus obras. Entiendo que el compromiso social exigible a una institución financiada con el dinero de todos debe materializarse en propuestas menos atentas a los flujos endogámicos y más comprometidas con la realidad social. Desde esta consideración me parece muy oportuna la coincidencia con la muestra de Lawrence Weiner, a quien le unen algunas implicaciones estéticas:

“Las imágenes extraídas de los medios de comunicación impresos constituyen la materia prima del arte de Eulàlia Grau (Terrassa, 1946). Desde principios de los años setenta, crea montajes fotográficos y collages que actualizan la tradición vanguardista del arte comprometido con valores que están en crisis en el momento histórico de la producción de la obra. La artista denuncia el modo en que la prensa de la época, en línea con los poderes económico y político, sirve a los intereses de una sociedad vigilada, censurada, injusta y machista. Los medios propagan modelos sociales de dominación económica y cultural, y formas de violencia ideológica y física. La obra de Eulàlia se ha convertido en el documento de un periodo de cambios y crisis que presenta incómodos paralelismos con el presente. Su opción estética no se entiende sin un firme compromiso ético: ocupa un lugar destacado entre las prácticas artísticas que constituyen el espacio de expresión de los feminismos de finales de la modernidad, y forman parte de los movimientos de opinión que impulsan profundos cambios en la sociedad durante los últimos años de la dictadura de Franco y la Transición”.

El montaje ofrece una panorámica bastante completa del periplo creativo de Eulàlia Grau, adaptando los diferentes espacios expositivos a las características de cada momento creativo. Lo más espectacular es la sala dedicada a las imágenes más dramáticas enfatizadas con factores de inquietud que incrementan las posibilidades motivadoras recogidas en el "lema" de de la exposición: "Nunca he pintado ángeles dorados". Algunos adolescentes del grupo escolar manifestaron gran interés por el montaje paralelo de las circunstancias trágicas de un trabajador con las escandalosas del caso Matesa. Como indican en el propio Museo, ciertos aspectos de su obra adquieren violenta actualidad, acaso porque muchos de los recientes sucesos son reflejos cíclicos de los procesos históricos no asimilados. Quien no conoce su historia, reitera en las torpezas y la repetición suele implicar connotaciones surrealistas de rango creciente. El escándalo Matesa parece un juego de niños ante la actual zahúrda...

Por lo demás... Aunque ya se aprecien rasgos de precariedad en su funcionamiento aparente, el MACBA sigue definiendo un espacio urbano agradable donde continúan algunos mendigos a los que se han sumado grupos más convenientes: la plaza se ha convertido en una pista de skateboarding... No sé si a los jóvenes de los patines se les ocurrirá entrar en el MACBA, pero dan buen tono al entorno.

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