martes, 1 de octubre de 2019

Los cimacios de la Mezquita Aljama de Córdoba del siglo IX.

Como "todo el mundo " sabe, la Mezquita aljama de Córdoba está construida mediante un sistema estructural que comporta el uso de cimentación, basas, fustes, capiteles, cimacios, etc. Dejando a un lado los fustes y basas, por razones de estrategia personal, quedaría enfrentarse con los cimacios, que, a pesar de su aparente sencillez, ofrecen un panorama especialmente complejo e interesante.
Forzando la síntesis, podríamos agruparlo en dos conjuntos:

Cimacio realizado ex-profeso para la mezquita del siglo VIII. CM0210
Los que realizaron ex-profeso, que tienen forma de artesa, sin molduración alguna, con una estrecha sección prismática y un tronco de pirámide en la parte inferior, de caras lisas y planas. La fórmula está documentada tanto en la mezquita del siglo VIII como en la del IX y, en principio, es complicado saber si estas piezas fueron labradas a partir de los bloques obtenidos en las canteras o de elementos que ya habían cumplido función tectónica en otros edificios. En todo caso, los cimacios de este grupo ilustran sobre las posibilidades de los tallistas de los siglos VIII y IX,

Cimacio realizado reaprovechando una pieza romana para la mezquita del siglo VIII. CM0205
Los reutiizados, que definen dos subgrupos de diferente interés: los que se emplearon sin alteración alguna y los que se realizaron a partir de bloques o piezas tallados con anterioridad, que se adaptaron a las necesidades específicas de cada caso. En este grupo se pueden distinguir, a su vez, varias "familias" más o menos homogéneas, pero, en general, la mayor parte de ellos fueron obtenidos a partir de fragmentos de cornisas, entablamentos u otros elementos constructivos romanas, que, como piezas de un Lego gigantesco, fueron recortados para adaptarlos a la nueva función. Entre ellos predominan los bloques de perfil moldurado y escalonado, con diseños de perfil diverso, que suelen tener la cara de corte de perfil similar al de los cimacios islámicos, es decir, con perfil mixtilíneo de tramo vertical y tramo tendido lisos. Cuando estos bloques se emplearon junto a columnas adosadas, se mantuvieron visibles las tres zonas molduradas; ello da una idea bastante clara de los planteamientos estéticos empleados por los constructores de la mezquita, especialmente receptivos a integrar elementos labrados romanos siempre que fuera posible y a anteponerlos a los resultados de los canteros de los siglos VIII y IX. No obstante, se debe tener en cuenta la posibilidad de que algunos de estos cimacios fueran retallados para edificios de época cristiana, de donde serían tomados para la nueva mezquita.

Fig. 1. CM0521. Cara en estado original, pero cortada en la parte derecha.
Aunque todos los cimacios y, en especial, los que fueron realizados a partir de piezas arquitectónicas romanas (molduradas), requieren atención, desde los planteamientos de este blog, interesan especialmente los que conservan restos de relieve ornamental, que componen varias familias de rasgos comunes y unas cuantas piezas sueltas. Fiel al principio de estamos ante objetos de cultura material, los ofrezco a continuación otorgando preeminencia a los más significativos en ese sentido, es decir, por grupos de homogeneidad.


Primer grupo. Cimacios de roleos y olas

Dos de los cimacios más interesantes se encuentran en la zona de Abderramán II sobre capiteles de diseño peculiar, los CM0521 y CM0621. Son dos piezas de cualidades paralelas, sujetas a envolvente similar a la definida a propósito de los cimacios islámicos: artesa con pequeño prisma en la parte superior y tronco de pirámide invertida en la parte inferior. Están molduradas escalonadamente en dos de sus caras opuestas y cortada en liso en las otras dos. Las caras molduradas poseen en la parte superior, sobre las caras del prisma, una banda con roleos, olas, “frutos” y “flores”, en algún caso,  con restos de pintura, que no parece ser muy antigua. Por fin, una de las dos caras recortadas carece de ornato en la parte superior y en la superficie tendida del tronco de pirámide.
El lector interesado encontrará una descripción exhaustiva de los relieves en la tesis del profesor Marfil, que los asignaba la siguiente valoración:  “Esta ejecución del tema es un auténtico logro de la escultura omeya emiral en al-Andalus, y evidencia la calidad artística del artesanado que trabaja en la mezquita aljama de Córdoba. Una producción escultórica que influirá en la decoración de la Puerta de los Visires”.

Fig. 2. CM0521. A la derecha, detalle de zona cortada

Fig. 3. CM0521. A la izquierda, detalle de la zona con remate original

Fig. 4. CM0521. Cara con banda superior en estado original, a la que han suprimido las molduras del plano tendido.

Fig. 5. CM0521. Cara de corte: no hay banda superior ni molduras en la cara tendida

Fig. 6. CM0521

Fig. 7. CM0621

Fig. 8. CM0621
Fig. 9. CM0621
Fig. 10. CM0621
Huelga decir que no estoy de acuerdo en absoluto. Para contrastar ese juicio basta con advertir que una de las de las cuatro caras de los dos cimacios es lisa (Figs. 5 y 8) y, sin embargo, carece de banda ornamental en la parte superior. Si realmente se hubieran tallado las cenefas en el siglo IX lo lógico es que las hubieran desarrollado por las cuatro caras. Pero es que además existen otros detalles que indican en el mismo sentido. Por ejemplo, es posible comparar el arranque de la cenefa en la cara no recortada (fig. , 7 y 10) con el remate en la cara recortada (figs. 2 y 7): en el primer caso, se incluye remate que no aparece en el otro.
En suma, los actuales cimacios deben proceder de bloques cortados con caras opuestas tendidas y molduradas y otra más extrema de perfil vertical o menos tendida, que debió retallarse para componer el tronco de pirámide, necesario para que la pieza funcionara como concentradora de esfuerzos hacia el ábaco del capitel.
Es posible que los dos cimacios formaran parte de una pieza de tamaño superior a la suma de dos cimacios,. tal vez una especie de entablamento corto o algo parecido a los “cimacios dobles” del Mausoleo de Santa Constanza. Si no fuera porque, parafraseando a G. Childe, en ocasiones nos pasamos de sacar conclusiones complejas de datos elementales, me atrevería a sugerir que estos dos cimacios pudieran proceder de una edificación de planta circular... ¿A que es la conclusión peregrina propia de un aficionado?
Sea como fuere, la cuestión relevante en este caso no es valorar las posibilidades de que estos bloques fueran retallados en el siglo IX, a partir de piezas romana, sino aclarar si fueron realizados al mismo tiempo que las molduras o con posterioridad...
Es sabido que este tipo de relieves, que se suelen interpretar como alusiones eucarísticas, es común en las iglesias “paleocristianas” y “prerrománicas”. No creo que merezca la pena hacer, en este caso, un alarde de referencias paralelas… Si hubieran aparecido en otro lugar, por ejemplo, en una iglesia castellana,“no dudaríamos” en situarlos  en los alrededores del siglo X. Como no pueden ser posteriores al siglo IX, únicamente quedaría elegir entre los alrededores del siglo II o los alrededores del IV. Dicho de otro modo, podría tratarse de piezas romanas (siglo II) reaprovechadas con bandas ornamentales realizadas en los alrededores del año 400, tal vez, para un edificio cristiano; pero también de piezas realizadas con anterioridad., en los alrededores del siglo II. El lector adivinará con facilidad cuál es mi clasificación favorita, la que entiendo más probable...
Siglos II-IV.


Segundo grupo.  Cimacios de palmas

Uno de los conjuntos más numerosos está compuesto por cimacios que contienen palmas de seis hojas que alternan con yemas encurvadas de tres ápices, que, a su vez, las rodean parcialmente.
Únicamente uno de ellos, el CM0304 está sobre una columna exenta; los demás están sobre capiteles adosados.
Gracias al CM0304 sabemos que la cenefa pudo aplicarse a piezas romanas molduradas, de manera que, muy posiblemente, los bloques sufrieron dos reutilizaciones, como es común entre las elegidas en esta entrada.

CM0304
CM0304

CM0322
CM0422

CM0722
CM0822
Uno de los detalles más significativos de estos cimacios es su escaso espesor, que los aleja de los más habitual en la Mezquita y les otorga personalidad estructural propia. Tanto en la parte superior como en la inferior cuentan con una pequeña moldura acanalada. Esos detalles hacen pensar en la organización estructural de los capiteles cesto o imposta bizantinos que encontramos, por ejemplo en Cairuán. Desde ese paralelismo, podríamos deducir que estos cimacios fueron concebidos casi como suplemento regularizador (sobreábacos) para proporcionar una superficie lisa y homogénea sobre la que apoyar otros elementos constructivos, exactamente igual que la documentada en la Mezquita Aljama de Córdoba.
Lógicamente, esa función estaría justificada si los capiteles correspondientes tenían ábacos cierta complejidad...

Capitel bizantino de la mezquita de Cairuán
La fórmula ornamental sigue modos del universo helenístico y todos ellos fueron realizados con recursos técnicos y humanos no muy alejados de lo habitual entre lo siglos I y II, pero perfectamente individualizados: los relieves que se suelen atribuir a “época visigoda” (ver los mencionados Museos de Mérida y Beja) se distinguen, ante todo, por un tipo de relieve bastante plano, que se apoya en los biseles y que ha perdido la “carnosidad” que distinguió a los mencionados del Pleno Imperio. Con el paso de los años y en un proceso casi continuo, el fundamento “orgánico” del ornamento giró hacia la estilización y lo geométrico, sin que sea fácil establecer jalones que definan los diferentes pasos evolutivos. En el universo de los capiteles ese proceso está algo más claro, seguramente, por la complejidad de talla que ellos imponen, siempre condicionados por su decisiva función estructural.
Aunque es posible encontrar paralelos relativamente afines en piezas de cronología cristiana, también es sencillo hallarlos en ambientes precristianos. La Mezquita Aljama de Cairuán muestra un repertorio de cierta relación pero perfectamente caracterizados por su vinculación con las fórmulas bizantinas de los siglos V y VI
A efectos de datación, en este caso, deberíamos pensar en un momento ajeno a esa influencia, al menos de forma directa, pero marcado por el uso de fórmulas estructurales condicionadas por los cimacios.
En consecuencia, de nuevo aparecería la banda banda comprendida entre los siglos IV y VI, con mayor probabilidad, en este caso, de que se realizaran más cerca del año 600 que del 400, por supuesto, en contexto de la expansión cristiana. Si estuviéramos en otro lugar, el siglo VI pudiera ser una buena “solución de compromiso”, es decir, de máxima concentración de posibilidades, pero tratándose de la Bética… La inexistencia de referencias bizantinas claras —ya sé que para muchos estudiosos están “clarísimas”— impone prudencia y ensanchar la horquilla. Más adelante desarrollaré  brevemente la posibilidad de que en la Bética se emplearan cimacios en un momento relativamente temprano, sin que mediara la influencia bizantina.


Grupo de rombos

CM0405
El cimacio CM0405 también parece haber sido reempleado en dos ocasiones, dado que dos de sus caras cuentan con relieves geométricos de rombos con puntos en el interior que acaso quieran representar racimos, y en la otras dos nos encontramos con perfil moldurado y escalonado. Un motivo similar está documentado en una pieza del Museo Visigodo de Mérida.
Probablemente, en la primera reutilización se empleó una pieza procedente de una cornisa, que se cortó para adaptarla a la  nueva función como cimacio. 
En este caso también se advierte que el ajuste entre capitel y cimacio no es demasiado fino.
Debe proceder de una iglesia levantada entre los siglos IV y VI, pero más cerca del VI que del IV.

CM0406
El CM0406 es similar al anterior; también ha sido objeto de doble reutilización y también en él se advierte cierto desajuste entre la base del cimacio y el ábaco del capitel.
Siglos IV-VI, ídem anterior.

Grupo de "hachas"

El CM0801 pudiera ser una pieza reaprovechada sin retoque (no se pueden ver dos caras) con cenefa de dobles "hachas" 
Siglos IV-VI.

CM0801
El CM0802 repite la composición ornamental del anterior, pero en un cimacio tallado parcialmente en dos caras, probablemente porque la pieza estaría adosada a un muro. Las diferencias de coloración que manifiesta pueden deberse a algún aditamento aplicado cuando ya formaba parte de la Mezquita Aljama o de la Mezquita-Catedral.
Siglos V-VI.

CM0802
Piezas sueltas. 

CM0317
El cimacio CM0317, de perfil moldurado, está retallado en tres de sus caras con dos bandas que se adaptan al perfil  del bloque, con ovas y dardos en la parte superior y acantos simplificados en la inferior Ambos temas hacen pensar en fórmulas romanas evolucionadas y, si pensamos en los capiteles, en la serie de capiteles corintizantes de cáliz central, de la propia Mezquita, que se solía relacionar con los tiempos visigodos.
Por las razones esgrimidas varias veces, debió ser realizado hacia el siglo IV.

CM0913
El CM0913 conserva en dos de sus caras y en la parte superior del tronco de pirámide, una cyma reversa ornada con hoja y dardo. Es posible que la superficie de la pieza original haya sido abrasionada hasta la eliminación del resto de las molduras originales.
Hacia el año 400.

CM0913

CM0610A
El cimacio CM0610A contiene roleos con brotes foliáceos curvos, de buena factura, que deberíamos considerar en el mismo grupo que los dos cimacios anteriores, con una acotación relevante: en este caso debemos valorar la existencia de fórmulas más geometrizadas, que imponen cronología más adelantada. 
Es curioso que su concepción sea  comparable a la de los mejores relieves de la llamada Cripta de San Vicente. 
Siglos IV-V.

CM0319
El CM0319 fue retallado a partir de una pieza que en una de sus caras contiene un relieve de talla somera, con una retícula geométrica de cruces y aspas que podrían interpretarse con carácter simbólico cristiano, aunque parece que prevalece el carácter geométrico. Las otras tres caras son lisas. 
El motivo de las aspas seriadas es frecuente entre la ornamentación cristiana y está documentado con generosidad en el Museo Visigodo de Mérida.
Siglos IV-VI.

CM0409
El CM0409 es un cimacio exento reaprovechado sin ninguna rectificación, seguramente procedente de una iglesia. Está decorado con doble sogueado de ejecución torpe en la parte superior, y con retículas de circunferencias secantes, que definen flores aspadas de cuatro pétalos.
Siglos IV-VI.

El CM05110A conserva restos de lo que pudo ser una ornamentación geométrica incisa de diseño particularmente simple, de líneas en zig zag.
Siglos IV-VI.

CM0510A

CM0512
El CM0512 es un cimacio exento reaprovechado sin reajuste alguno, de concepción volumétrica de artesa, con parte prismática y tronco de pirámide.Esta segunda zona esta decorada con círculos secantes que definen flores de cuatro pétalos, en diseños sensiblemente simétricos en tres de las caras; en la cuarta aparece la composición recogida en la imagen adjunta, con alteraciones del orden convencional.
Huelga decir que nos encontramos ante una pieza con ornato típico de tiempos cristianos (Mérida, Beja, etc.), que también está documentado en tiempos romanos.
Lo más probable es que se trate de un cimacio procedente de una edificación cristiana, construida entre los siglos IV y VI.
El CM0702 es otro cimacio reaprovechado sin retoque alguno, recubierto de semirículos anulares de buena factura.
Hacia el siglo VI.

CM0702
El  CM0812 es otro cimacio completo, muy probablemente, tomado de una iglesia. Tiene poca altura y una concepción volumétrica anómala, que podría derivar de un recorte en la parte inferior. Sin embargo, no creo que ese sea el caso; más parece un bloque a medio camino entre el cimacio y el sobreábaco, que nos remite, de nuevo, a lo expuesto en relación a los cimacios de palmas. 
Está decorado en tres de sus caras mientras que en la cuarta se aprecia un perfil de cornisa liso.
Está decorado con curvas sinusoidales y “dientes de sierra”, con florecillas intercaladas la parte baja de aquellos y en los extremos angulares de la banda superior .
Siglos V-VI.

CM0812
El CM1004 es un cimacio recortado a partir de lo que pudiera ser una cornisa o una imposta con retícula de aspas.
Siglos V-VI.

CM1004

CM0603
El CM0603 es otro cimacio de concepción geométrica similar a la de la mayor parte de los cimacios de la Mezquita, decorado con formas sinusoidales y zigzagueantes de hechura torpe. Pudo haber pertenecido a una iglesia construida entre los siglos VI y VII.

Casi con carácter anecdótico, deberíamos tomar en consideración el cimacio del capitel CM0209, de perfil moldurado que en una de las caras conserva restos de una inscripción latina. Parece obvio que la reutilización de materiales arquitectónicos no se "inventó" a finales del Mundo Antiguo.
Se trata, pues, de un bloque doblemente reutilizado.

CM0209
Los cimacios expresamente cristianos

Es uno de los grupos más interesantes, dado que informan con claridad sobre iglesias hoy desaparecidas y sobre las circunstancias históricas que rigieron sobre las relaciones entre cristianos y musulmanes. Los cimacios de este tipo no son muy numerosos, pero sí muy significativos.

Los cimacios con cruces borradas

En la Mezquita Aljama hay nueve cimacios con relieves entre los que se aprecian, con claridad, cruces borradas.  Son los correspondientes a los capiteles CM0201B, CM0401A, CM0401C, CM0501A, CM0501B, CM0501C, CM0601C, CM0601B y CM0708, cuyos emplazamientos están indicados en el croquis adjunto.  A ellos hay que unir uno más que no tiene cruz borrada alguna pero cuyos rasgos lo vinculan con el grupo inequívocamente: el CM0619.


CM0201B

CM0401C



CM0401A

CM0501A
Todos ellos poseen rasgos similares. Parten de un cimacio troncocónico con listeles lisos y verticales en la parte superior. Sobre las superficies tendidas, por lo general, se compartimenta el espacio en tres cuarteles, con variaciones de poca entidad. Lo más común es que tengan una cruz patada en el central y dos composiciones geométrica en los laterales, definidas mediante un semicírculo del que brotan tres triángulos sumamente agudos. Todo realizado con extremada pobreza de medios y resultados, de modo que, aunque sólo tengamos en cuenta las herramientas documentadas indirectamente, sería complicado relacionarlos con ningún capitel de los reutilizados en la Mezquita Aljama.

Museo Nacional de Mérida, colección "visigoda".
Las cruces (patadas) responden a fórmulas propias de los siglos IV al VII y otro tanto sucede con las capacidades de los tallistas, afines a las que hemos visto en otros puntos del Mediterráneo, cuando no mediaba el poder del Imperio Romano de Oriente o alguna escuela local de especial entidad —casos, por ejemplo, de Benevento o del noreste de Italia.

Museo Visigodo de Beja, Placa de cancel
No está tan claro lo que pudieran representar los semicírculos radiantes, pero me atrevo a sugerir que, como los ápices de os capiteles CM0805 y CM0810B  los elementos afines que proliferan en la ornamentación de esa época, tal vez, sean alusiones a la Trinidad; o cuando menos, se podrían interpretar en esos términos. Es frecuente que en Mérida y las zonas portuguesas próximas, aparezcan elementos afines: una pilastra de la “colección visigoda” del Museo de Mérida contiene el mismo motivo con los “radiaciones” más alargadas, en  cerco perimetral; también aparece algo parecido en varios cimacios; en el Museo de Beja hay relieves con motivos comparables en una pilastra y en, al menos, dos fragmentos, probablemente también de pilastra, con variaciones mínimas, pero seriados en vertical… En el “museo” de la propia Mezquita-Catedral  hay un relieve con venera, cruz de diseño peculiar y borde con el tema “radiante” aplicado en vertical, como en la Lusitania.

CM0501B

CM0501C

CM0601B

CM0601C

CM0708
Y aún faltaría indicar que en la Mezquita Aljama de Cairuán existen cimacios de hechura y concepción similares, aunque de mejor factura, seguramente porque fueron realizados en paralelo a los capiteles bizantinos.
Sólo uno de los cimacios, el CM0708, está sobre un capitel exento, de manera que es posible valorarlo en todas sus circunstancias. Sobre lo ya indicado, faltaría mencionar los pequeños tallos con base triangular y  dos rizos superiores, colocados en los extremos angulares del cimacio.
El CM0401A, el CM0501B y el CM0501C están compartimentados en cinco cuarteles por cara; en los dos añadidos, dispuestos entre la cruz y los aros radiantes, tallaron dos aspas superpuestas, que no fueron borradas.

CM0619
Y aún debiéramos tomar en consideración la existencia del cimacio CM0619, que ha llegado a nuestros días sin profanación alguna y, tal vez, porque por su condición de adosado no se veían las cruces.
Con un “estilo” comparable al de los anteriores, ofrece un reparto en tres zonas que no contienen cruces;  en su lugar hay dos aspas superpuestas similares a las de los CM0401A, CM0501B y  CM0501C;  y en las zonas laterales, arcos de los que brotan agrupaciones de cinco rayos. Esa circunstancia supondría un reparo importante para aceptar que en los otros se aluda a la Trinidad…
Y todo realizado mediante recursos técnicos similares a los de los anteriores.

Más allá de lo estrictamente formal, si nos detenemos un instante a contemplar dónde están los capiteles de esta familia, enseguida advertiremos que los ocho cimacios “profanados” se encuentran en la zona donde la tradición sitúa la iglesia de San Vicente… Parece obvio deducir que estamos ante piezas que podrían haber pertenecido a ese templo y que partes de ese templo estarían integradas en la Mezquita… Y, con cierta ingenuidd, hasta cabría expresar la posibilidad de que, tal vez, esa parte de la Mezquita acaso permaneciera inalterable desde cuando fue empleada  por los fieles cristianos.
Pero los trabajos arqueológicos no avalan esa hipótesis. Según ellos, la primera mezquita se construyó íntegramente nueva desde los cimientos, bajo los cuales o en niveles similares del patio y alrededores, sólo se encontraron restos que, muy probablemente, corresponden a una edificación romana y a algunas cristianas de entidad incompatible con lo que implica el relato tradicional: únicamente se han encontrado recintos pequeños y de concepción arquitectónica tosca.
Pero se me ocurre que la mencionada tradición podría ser una reinterpretación mítica de un hecho más o menos incuestionable: que en la construcción de la nueva mezquita se emplearon elementos constructivos procedentes de lugares diversos y, entre ellos, de la propia iglesia de San Vicente. Puestas así las cosas, casi parece obvio deducir que esta serie de cimacios procedería de la mencionada iglesia o, si se prefiere, de algún edificio del complejo religioso que la integraba.
Pero sea como fuere, la hechura de estos cimacios permite plantear que fueron realizados en los alrededores del año 600, cuando ya se habían perdido las habilidades del Pleno imperio.
Desde las cualidades acreditadas por los capiteles y los cimacios, desearía enfatizar que si estos cimacios pertenecieron a la iglesia de San Vicente, teniendo en cuenta que no existen capiteles de factura tan pobre, casi con total seguridad, podemos deducir que ésta se construyó con capiteles reaprovechados, que muy posiblemente continúan cumpliendo su sacrificada función en el interior de la Mezquita. Y aunque ello suene extraño a algún estudioso celoso de la memoria de Gómez-Moreno, debo recordar que, como he acreditado tantas veces en este blog, ese procedimiento no fue excepcional en las tierras que estuvieron sujetas al Imperio, ni muchísimo menos; y menos aún en la Península. Sin ir más lejos y por razones que expondré más adelante, viene al caso recordar que todos los capiteles del Mausoleo de Santa Constanza, levantado a mediados del siglo IV, son reutilizados
Y aún cabría hacer notar que la asociación entre estos cimacios y los capiteles corintizantes de cáliz central podría estar ofreciéndonos información sobre el origen común de unos y otros. En ese caso, deberíamos admitir la tesis de que fueran realizados en momentos distintos, es decir, que la iglesia para la que se tallaron estos cimacios fuera levantada con capiteles procedentes de otra edificación que, según la cronología propuesta, podría haber sido cristiana pero también pagana.
Aunque el encadenamiento de condicionales pueda parecer artificioso, debe recordar el lector que éstos no son sino transposición de lo sucedido en otros puntos del Imperio durante los primeros años del cristianismo: nunca debemos descartar que algunas de estas piezas procedieran de edificios cristianos que, con el paso de los años, acabaron siendo heterodoxos.


Otro grupo con cruces

CM0522
CM0622
Está formado por tres cimacios de cualidades diversas, pero de hechura más depurada que la de los anteriores: dos de ellos se conservan como debieron ser cuando formaban parte de la edificación cristiana; el tercero ha sido "reajustado".
En una zona afectada por la "reforma cristiana" hay dos cimacios de cualidades afines: los CM0522 y CM0622; esa posición impone prudencia, aunque por la afinidad formal, es imperativo deducir que proceden del mismo edificio.
Estructuralmente también tienen forma de artesa, con una banda lisa vertical, que determina un prisma de escasa altura, y un tronco de pirámide bastante tendido.
Cuentan con una banda de cruces encerradas en círcunferencias deinidas mediante cordones lisos o sogueados, con relleno de fragmentos de cordón curvos y rosetas de pequeño tamaño. Sólo una de las cruces del CM0522 ha sido repicada; las demás se conservan intactas.
Fueron concebidos desde un planteamiento estético supeditado al efecto tapizante, aunque como y he indicado en otros momentos, no creo que ello ayude mucho a clasificarlo, dado que el horror vacui es casi un invariante de las culturas romanas provinciales.
Es más significativo que el tipo de talla sea más cuidado que el de los capiteles repicados, y ello nos sitúa en un momento anterior.
Entre los paralelos se puede mencionar una pilastra de “la colección visigoda” del Museo de Mérida.
Si aceptamos como “hipótesis latente” —formalismo lineal— que la capacidad de los tallistas béticos y lusitanos fue mermando con el paso del tiempo, habremos de situar la realización de estos dos cimacios antes que los de las cruces borradas, es decir, hacia el siglo VI, como muy tarde.
Siglos IV- VI, con mayor probabilidad hacia el año 400.

CM0116
El uso de anillos sogueados y rosetas pequeñas idénticas a las de los dos cimacios anteriores, permite deducir que el cimacio recortado y retallado CM0116 debió ser tallado para la misma iglesia. En este caso, los artífices musulmanes se esmeraron muy especialmente para eliminar las cruces y evitar que se adivinaran.
Se talló a partir de una pieza que tenía una parte empotrada y que debió recortarse para adaptarla a su nueva función como cimacio exento. También fue recortada la parte opuesta al primitivo empotramiento, de manera que se suprimió el relieve que, muy probablemente, contaba con cruces similares a los dos cimacios anteriores.
Merece ser destacada la manera de finalizar el ornato de la cara que podemos contemplar, mediante un encuadre tangencial al anillo sogueado.
Siglos IV-VI, con mayor probabilidad hacia el año 400.

Grupo de arquillos (¿anexo al anterior?)

Hay dos cimacios más que podemos relacionar con los anteriores porque responden a una fórmula estética común y porque coinciden con ellos en el uso de formas circulares comparables ("discos" o "flores").

CM0220
El CM0220 deriva de una pieza de la que únicamente han subsistido dos caras. En una de ellas es posible contemplar el ornato original; en la otra se ha perdió la parte inferior, tal vez, porque se rebajó su superficie para adaptarlo a las dimensiones del capitel, al que se ajusta perfectamente.  Lo que se ha conservado es un friso con dos series de semiarcos contrapeados, limitados en una de las aristas por tres listoncillos verticales.
El CM0316 es similar al anterior; también fue rebajado en una de las caras para adaptarlo al ábaco del capitel y también contiene semiarillos aunque con remates diferentes. En él es donde encontramos detalles que hacen pensar en las flores de cuatro pétalos de la serie anterior.
En la banda definida entre los siglos IV y VI, también en este caso, deberíamos aproximarnos al año 400.

CM0316
Otra pieza suelta


CM0713
También tiene interés el relieve del CM0713, con cruces de diseño original, que incrementan el repertorio de  la iconografía cristiana de la época. En el Museo de Beja hay un pequeño cimacio, atribuido al siglo VII,  con cruces patadas de brazos divergentes comparables con las de éste.. En Toledo (El Salvador) y en el Museo de Sines están documentadas cruces con los extremos de los brazos “mordidos”.
El tipo de talla aconseja situarlo en el siglo VI.


Flashback. ¿Cimacios romanos?

Casi con matices de marginalidad, merecen ser destacados los bloques moldurados que, muy probablemente, fueron tallados en época romana y reutilizados en la Mezquita Aljama. Son alrededor de treinta piezas de cualidades diversas, entre las que hay alguna que pudiera ser fuente o referencia para la realización de los de los siglos VIII y IX. Los hay de envolvente troncopiramidal pero también casi prismáticos y algunos, como ya anticipaba, de forma similar a los cimacios islámicos.
La cantidad y también la variedad permiten sospechar la existencia de estructuras que los comprendieran entre los siglos I y IV.
No sé si en este caso sería adecuado hablar de "cimacios" en sentido estricto ni si cumplieron funciones similares a los que hoy vemos en la Mezquita, pero me parece muy probable que así fuera. En consecuencia, deberíamos acotar en términos de prudencia la máxima que relaciona estas fórmulas con la cultura bizantina...

A continuación, varios ejemplos:

CM0216

CM0204

CM0308

CM0309

CM0310

CM0408
El CM0408 ofrece una fórmula similar a la empleada por los tallistas islámicos. Se distingue por incluir una moldura angular para separar la banda vertical de las caras piramidales.

CM0506

CM0911

CM0805

Conclusiones

Los cimacios reaprovechados de la Mezquita Aljama de Córdoba aportan datos no sólo sobre la edificación de la que forman parte; también proporcionan información indirecta sobre la arquitectura cristiana de la Bética y también sobre la que se adivina rica arquitectura hispanorromana. A continuación, me parece oportuno enfatizar los aspectos más relevantes:

1. Casi todos los cimacios ornados documentan el uso de material arquitectónico hispanorromano. Al parecer, quienes decoraron las primeras iglesias no solo recurrieron a capiteles romanos; también emplearon bloques de la misma filiación cultural para obtener cimacios. Y frente a lo que sucedió con los capiteles, al menos en algunos casos, procedieron a retallar los bloques para decorarlos con elementos del repertorio cristiano. Los constructores musulmanes del siglo VIII, en ese sentido, se limitaron a continuar la tradición...

2. Existen dos conjuntos homogéneos de cimacios  que podrían proceder de otros tantos edificios construidos en momentos diferentes. El más antiguo, que podríamos situar cerca del año 400, correspondería al conjunto de cimacios con palmas y el más moderno a los que tienen cruces borradas, que pudiéramos fechar en los alrededores del año 600. Otro grupo más, el de las cruces de brazos curvilíneos, también debe proceder de otra iglesia levantada en los alrededores del año 500
Los demás parecen ser piezas sueltas, que es difícil relacionar con algún edificio concreto, pero que pudieron realizarse entre las fechas mencionadas.

3. La naturaleza excepcional de los cimacios de talla perimetral completa informa de que, probablemente, las iglesias de procedencia sólo constaban de una nave, es decir, que eran de tamaño reducido. Si hubieran pertenecido a iglesias cierta entidad, por ejemplo, de planta basilical y tres naves, debieran haber aparecido más cimacios exentos que adosados.

4. Si desvinculamos las estructuras vinculadas al uso de cimacios de la referencia bizantina, los cimacios,  como los capiteles, no reflejan otra influencia bizantina que la documentada por la serie de las palmas, que también podríamos explicar, como de costumbre, remitiéndonos a las fuentes helenísticas. Las relaciones del sur de la Península con el Imperio Romano de Oriente, bien documentada por otros medios, no se manifestó en el universo de la ornamentación arquitectónica con claridad.

5. Salvo en el caso de dos o tres cimacios, todos los demás ofrecen un panorama de gran penuria en el arte de la talla. Sólo en esos casos excepcionales sería posible establecer relaciones culturales (tecnológicas, profesionales y estéticas) con algunos de los capiteles de la Mezquita Aljama. Quienes limitaron sus acciones a relieves planos probablemente no tenían capacidad para modelar un bloque de piedra hasta convertirlo en un capitel de, por ejemplo, la serie corintizante de cáliz central.

6. Frente a lo que sucede en otras partes del Imperio, es sorprendente que sólo unos pocos cimacios contengan indicaciones iconográficas cristianas. Compararlos con los ravenáticos o los de Cairuán ilustra que en las circunstancias culturales de la península Ibérica fueron muy diferentes a las del norte de Italia o a las de la actual Túnez..

Por otra parte, pero en relación directa con el problema del influjo bizantino, los cimacios de la Mezquita Aljama de Córdoba documentan el uso de estos elementos desde muy pronto. La existencia de cimacios romanos (CM0202, CM0204, etc.) abre la posibilidad de que existieran de fórmulas estructurales tempranas que los comprendieran; es decir, que se emplearan cimacios en edificios construidos antes del siglo IV. Desde esta circunstancia, se reforzaría la tesis de que la fórmula estructural de la mezquita no fue tan excepcional como hoy parece.

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