domingo, 19 de septiembre de 2010

La mezquita mayor de Córdoba, un ejemplo bochornoso de gestión patrimonial

He vuelto a la mezquita de Córdoba.. Tenía pendiente actualizar mi fichero fotográfico. Y de nuevo, me he escandalizado por los modos de explotación que aplica la Iglesia a uno de los edificios más singulares del planeta, que como tal ya fue valorado por el propio Carlos V: "Habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes".

Me ha escandalizado que, sin valorar la inteligencia de los visitantes, utilice la antigua mezquita como parte de un decorado subalterno, como telón de fondo, que, por contraste y proximidad, debe enaltecer ese otro edificio que es materialización de imposición cultural. Quienes encargaron su construcción seguramente también estaban "enfermos"... de soberbia y petulancia . Me ha irritado oír a los guías aleccionados decir necedades dirigiéndose a las personas de la "tercera edad", que conducen por entre las columnas como a borregos; me ha molestado ver cómo esos profesionales intentan manipular las conciencias de los visitantes e imponen finalizar la visita en la nave central del edificio trivial. Me ha dolido el abandono que se aprecia en muchas partes de la antigua mezquita mayor de la capital del califato; me ha apenado que no se puedan visitar zonas especialmente relevantes... Me ha molestado ver en qué condiciones penosas están los aseos, insuficientes para el número de visitantes.

En la catedral de Córdoba debe existir algún canónigo "enfermo", encargado de imponer doctrina a los restos arqueológicos... De otro modo no se comprenderían hechos comparables a los de los gamberros y que chocan frontalmente con la Ley del Patrimonio Histórico Español.
En la capilla de la Santísima Trinidad existen capiteles encerrados entre barrotes y pintados de modo ultrajante; uno de ellos, corintizante liriforme, ha quedado "muy mono", coloreado en rojo y negro, como un alegato anarquista. Debe ser para que purguen los pecados del pasado; seguramente formaron parte de algún templo pagano y el paganismo no se cura de un día para otro. Asimismo, además de los capiteles que fueron repintados en tiempos precientíficos, son frecuentes las piezas iluminadas recientemente de modo grosero o accidentalmente, y otras torturadas con alambres, clavos y otras herramientas de tortura...
Me gustaría saber qué sucedería si a un conservador enfermo de algún museo arqueológico se le ocurriera pintar bigotes a las imágenes de la Virgen guardadas en los almacenes... Y nadie imagine que intento reivindicar respeto para las comunidades islámicas. Para nada. En estos asuntos, suscribo los postulados de Richard Dawkins y defiendo la supresión de los privilegios consuetudinarios asociados a las religiones que se han desarrollado con vocación de poder. Y desde los planteamientos de este blog, exijo que nadie —ni siquiera los "enfermos católicos"— puedan pasar por encima de las leyes de protección del Patrimonio Histórico-Artístico.
Desgraciadamente, durante los últimos años el Estado español no ha tenido voluntad ni capacidad para imponer el cumplimiento de Ley a los poderosos — tampoco en esta parcela—. Si a un prelado se le ocurre "embellecer" un capitel o cualquier otra "genialidad", nadie le pedirá explicaciones...
Lo que sucede en la mezquita de Córdoba es bochornoso. Supongo que la ministra de cultura está muy ocupada buscando el modo de imponer los intereses especulativos a los ciudadanos para prestar atención a algo tan magro como la erosión sistemática del patrimonio histórico. Además, en la mezquita de Córdoba hay demasiados capiteles.

2 comentarios:

  1. El desinterés general por el patrimonio comienza en el momento en que a finales de 2010 la ley vigente que trata esta materia data de 1985.

    Y como las competencias están transferidas, pero las leyes autonómicas tienen que hacer referencia a la estatal, pues por mucho que la última revisión de la de Andalucía date 2007, sus principios y criterios serán tan vagos y abstractos como los de la ley general.

    Y exijo que el acceso a los templos sea gratuito de una santa vez.

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  2. Me uno a la exigencia; cada vez es más costoso rezar a Júpiter Capitolino.

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