viernes, 20 de junio de 2014

El fin de una época

Aunque lo han enfatizado exageradamente los medios, el cambio de época no coincide con la abdicación de Juan Carlos I y la llegada al trono de Felipe VI, el Correcto; entre otras razones porque, como han enfatizado los mismos "medios", el cambio en la jefatura del Estado se ha hecho bajo el estigma de una continuidad sacralizada. Y por si quedara alguna duda, ahí estuvo el muy formidable aparato policial puesto al servicio de un evento destinado a la prensa del corazón: nada ni nadie podía alterar la imagen de una coronación-aclamada-por-el-pueblo, para consumo del electorado más pasivo, aquel sobre el que se justifica la legitimidad de nuestro muy peculiar y corrupto sistema democrático. En correspondencia con la "realidad real" de la sociedad española —discúlpeseme el intento frustrado de oxímoron chusco y cínico—el respaldo popular fue tan tibio que se desfiguró el "mensaje" prefabricado. A pesar de las sugerencias de todas las autoridades, el pueblo de Madrid ni siquiera se sintió motivado para hacer la foto al paso de la comitiva y, al tiempo, cubrir carrera como en tiempos remotos y, de acuerdo con el objetivo secundario del evento, se quedó en casa contemplando la televisión...  Supongo que, en la misma postura, ese sector social arde de inquietud por ver cómo los periodistas vedettes sacan partido o consiguen espectáculo morboso, a los besuqueos en la balconada del Palacio Real, a los vestidos de los protagonistas, a las presencias y las ausencias, a la actitud de la infantas —¡pobres niñas!—, al porte de la familia de la reina Leticia, etc. Seguramente por esa vía se incremente la valoración social de la Monarquía... ¿Será posible que el sistema monárquico se justifique en porcentaje tan elevado por su capacidad para dar beneficios a los programas del corazón?
Foto enmarcada publicada en Huffington Post
A la vista del cuidado extremo de la policía por garantizar la seguridad del plató, se diría que no había otro objetivo: ambientación cuidada al milímetro, personajes maquillados de modo impecable, iluminación perfecta, sonido perfecto, niñas dirigidas con rigor profesional... hasta se pusieron sistemas férreos de "control de plagas" frente a la muy temible luciérnaga tricolor. No parecía un acto político, sino un evento concebido para marcar solemnemente el cambio de protocolo —ni siquiera de protagonistas— en la sección "Familia Real" de la prensa del corazón, principalmente dirigido a los sectores sociales más pasivos. Quienes diseñaron el acto pueden sentirse satisfechos, absolutamente satisfechos: han cumplido con creces el objetivo de ofrecer Continuidad y, en consecuencia, el cambio de rey no ha supuesto ninguna transformación destacable.
La transformación verdaderamente relevante ha sucedido a muchos kilómetros de distancia, en Brasil, donde se celebra el Mundial de Fútbol: contra todas las previsiones, frente a la esperanza de una masa orgullosa de ser española y ebria de símbolos patrios a beneficio de la cohesión grupal, la selección de fútbol ha caído eliminada en la primera ronda. No podía suceder en peor momento para los intereses de quienes medran gracias a la Continuidad del sistema... Se mantienen las sombras de la maldición china: seguiremos viviendo tiempos interesantes.
Y me vuelvo a preguntar qué futuro se puede construir sobre un nacionalismo de fútbol y prensa rosa...

Foto Huffington Post

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