jueves, 3 de octubre de 2019

Capiteles de la Basílica Patriarcal de Aquileia

Introducción

La Basílica de Aquileia, hoy dedicada a la Asunción de la Virgen,  ocupa un espacio de consagración antigua que sufrió las vicisitudes “teológicas” y tectónicas de la zona y, por supuesto, la destrucción de Atila. El edificio actual es del siglo XI y tiene la particularidad de haber sido construido sobre un complejo anterior del que, tal vez, se usaron algunos elementos. En cierto modo, la situación recuerda, salvando las distancias, a la de la Mezquita Aljama de Córdoba del siglo IX. 


Se sabe que el lugar estuvo ocupado por una comunidad gnóstica y que, poco después, durante el siglo IV, se construyó una basílica con el apoyo de Constantino. Se supone que esta basílica, enriquecida con el paso del tiempo, sufrió el apocalípsis de Atila y que probablemente fue restaurada con posterioridad.
Está documentado que durante el siglo IX, se procedió a reestructurar los edificios antiguos. Sin embargo, también se sabe que el terremoto del año 988 dañó la basílica de modo importante; en consecuencia, en el siglo XI, en tiempos del patriarca Poppone, se procedió a reconstruirla, ya mediante fórmulas románicas.
Sin embargo, no acabaron ahí las intervenciones porque el terremoto de 1348 impuso reformas muy importantes que, entre otras cosas, cambiaron los arcos de la nave —originalmente, de medio punto—, por los que vemos en la actualidad, ojivales.
Por fin, se realizaron modificaciones importantes durante el siglo XVI, cuando se colocó la techumbre actual.
Y aún quedaría mencionar los trabajos de restauración y consolidación recientes, que han convertido el lugar en un "monumento arqueológico" de cualidades ejemplares, en el que se han destacado, muy especialmente, los mosaicos...

Interior de la baílica. Foto Giovanni dall'Orto. Wikipedia
Así, pues, el edificio actual, en su carácter museable, contiene restos de la primera fundación (siglo IV) y de las reformas sucesivas, entre las que se han enfatizado las atribuidas a la época de gran influjo carolingio (siglo IX). No obstante y como veremos enseguida, algunos elementos de la ornamentación arquitectónica podrían proceder de una “época intermedia”, aquella en la que el patriarcado de Aquileia se acercó a fórmulas rituales más vinculadas con “lo oriental” que con “lo occidental” (554-699). 
El alejamiento “de lo romano” se manifestó  en lo ritual, en lo que se ha dado en llamar “rito aquileo o del patriarcado”, que, como protocolo simbólico —de modo similar a lo que sucedió con el rito mozárabe en España—, se mantuvo en uso hasta finales del siglo XVI e, incluso hasta principios del siglo XIX en San Marcos de Venecia.  En contraposición, como sistema organizativo independiente de la jerarquía romana, el Patriarcado de Aquileia sólo existió durante los siglos VI y VII. 
Es en estos años, cuando por efecto de la llegada de los lombardos, las zonas de Aquileia, Friuli y Grado, con sus áreas territoriales de influencia más o menos directa, entran en un complejo proceso de relaciones con las instituciones que se disputaban el poder: los propios longobardos, que se hicieron fuertes en Friuli y se extendieron por casi toda la península italiana, los bizantinos, que dominaban Grado y múltiples enclaves, tanto en el norte como en el sur de Italia, y Roma, que como institución religiosa, pretendía controlar con éxito irregular el entramado administrativo-religioso heredado del Imperio Romano de Occidente.
Esa situación, de gran complejidad, se transformó con rapidez y el Patriarcado de Aquileia no tuvo mayores consecuencias, salvo, tal vez, en el territorio de la ornamentación arquitectónica…

Pila del baptisterio del obispo Cromazio, siglos IV-V.
Los capiteles

La Basílica patriarcal de Aquileia contiene un conjunto de capiteles de interés excepcional, que elevan la reutilización de material arquitectónico a cotas inimaginables para quienes entienden las corrientes culturales medievales desde el punto de vista de la situación en los territorios que hoy ocupan Francia y Alemania.
Dejando a un lado la basílica como entidad arquitectónica global, los capiteles definen, cuando menos, tres (o cuatro) momentos culturales perfectamente diferenciados, que se proyectan en la actual realidad arquitectónica: la época imperial romana, un momento de gran influjo bizantino pero sin fórmulas específicamente bizantinas, una fase que podríamos llamar “de transición” y, por fin, un momento ya orientado en direcciones más medievales que antiguas.
A esa “realidad” aún habría que unir la desvelada por los trabajos arqueológicos, que documentan lo que fue la historia del emplazamiento cristiano desde el siglo IV...


Capiteles romanos 

Me ha sido posible documentar gráficamente cuatro capiteles romanos de cualidades diversas, que muy probablemente, formarían parte de las primeras edificaciones cristianas. 
El ABPT042 cumplió funciones de pila de agua bendita y es un capitel corintio de pilastra con algunas peculiaridades dignas de ser destacadas. Entre ella y acaso la más relevante, sea la manera de resolver el conjunto axial, según fórmula próxima a las empleadas por las variedades corintizantes, para dar testimonio, nuevamente, de cómo fluían las fórmulas ornamentales de unas modalidades a otras. Este detalle orienta la clasificación hacia la segunda mitad del siglo I.
El tipo de acanto, con hojas de gran carnosidad, folíolos alargados y ojales de cierta longitud, sugiere adelantar un poco esa valoración
También tienen interés, la existencia de collarino moldurado liso en la base y el ornato del frente del ábaco mediante olas de un “realismo” destacable.
V. Scrinari (1952, nº 25), sin indicar una datación concreta, lo colocaba entre los capiteles de mediados del siglo I. A mi juicio, podría situarse en los alrededores del año 100.

ABPT042

ABPT003
Al ABPT003 es un capitel corintio colocado en la ventana dispuesta sobre la entrada, cuyo estado de erosión no permite afinar las valoraciones. Se distingue un tipo de acanto sumamente característico, de ojales pequeños y folíolos cortos que, en cierto modo, anticipan las fórmulas de los capiteles teodosianos. La referencia más clara se encuentra en el Arco de Séptimo Severo (193-211), a cuya época se suelen adjudicar capiteles con este tipo de ornato.
Hacia el año 200.

Capitel del Arco de Séptimo Severo

ABPT017
El ABPT017 es un capitel corintio asiático, colocado en la zona de la cabecera, en deplorable estado de conservación,  que, sin embargo, consiente conocer las cualidades de sus elementos. 
A destacar la que la concepción sumamente evolucionada, tal y como acredita el tipo de folíolos y de los ojales, se supedita al mantenimiento de todos los elementos del orden, incluido el conjunto axial, sumario y la concepción volumétrica del kalathos
Son significativos también el carácter de las volutas, sumamente delicadas, y el ábaco, de escaso espesor; es muy probable que ambas cualidades tengan que ver con el mal estado de conservación.
Es el nº 35 de V. Scrinari, que lo relacionaba otro del Duomo de Grado y situaba en los alrededores del año 300. A mi juicio, podría ser algo anterior, pero en todo caso no debería alejarse de los tiempos de Diocleciano.

ABPT018
Es un capitel jónico de esquina, de concepción similar a los 3 y 4 del Corpus de V. Scrinari. Lo más destacable: la configuración de las medias palmetas que arrancan de las volutas, el ancho ábaco y el contario de la base.
Primera mitad del siglo I.

Capiteles derivados del orden corintio. Los capiteles "tipo Aquileia"

El conjunto de capiteles más numeroso de la Basílica de Aquileia ofrece una configuración prácticamente inalterable, derivada del orden corintio, pero con varias peculiaridades. Si lo analizamos de arriba abajo, advertimos el collarino liso de cierto espesor, que nos remite a una circunstancia recuperada en tiempos de hegemonía bizantina. 
Sobre el collarino hay dos coronas de hojas, que recuerdan las fórmulas de los capiteles corintios asiáticos tardíos, por la longitud de los ojales, aunque se alejan de ellos por el carácter de los folíolos, alargados, pero de remate romo. También es interesante advertir que los “acantos” de la corona baja únicamente poseen una vénula axial que culmina en un motivo almendrado o de gota invertida, dispuesto en la vuelta de la penca. 

ABPT009
Por su parte, los acantos de la corona superior nacen de una especie de agrupación de tallos colocado entre las coronas del nivel inferior, que hace pensar en los caulículos no sólo por su apariencia sino también porque el elemento que ocupa el lugar de los caulículos, en el cuerpo superior, es muy similar. A destacar cómo se organizan los folíolos de la parte baja de la corona inferior, mediante agrupaciones que, sin paralelismos claros, hacen pensar en fórmulas varias veces vistas en este blog, por ejemplo, en ciertos capiteles de San Miguel de Escalada y del claustro de Benevento.
El cuerpo superior ofrece las “anomalías” más relevantes: la inexistencia de conjunto axial y el anómalo diseño volumétrico del kalathos, que cuenta con labio superior prácticamente recto, de forma muy alejada del diseño circular tradicional. Entiendo que este detalle hace pensar en la voluntad de copiar modelos antiguos, sin “entender” el carácter orgánico que subyace en la naturaleza de los capiteles romanos.
Estos capiteles cuentan con caulículos de diseño sumamente simplificado y remate de dos listeles horizontales. De ellos nacen las dobles volutas, de concepción sumamente simple y un acompañamiento “vegetal” —no me atrevo a hablar de cáliz— que se limita a acompañar a las volutas exteriores y a proporcionarles soporte.
Completan la pieza un ábaco anómalo, de perfil moldurado en la parte inferior y liso en la parte superior, de escasa concavidad, con cartelas de perfil tendido sobre las volutas interiores, con ornato de hoja similar a la de los acantos.
A destacar la manera de ornar el triángulo definido por el espacio comprendido, bajo las volutas exteriores, entre los acompañamientos vegetales de éstas.
Es difícil encontrar paralelos para estos capiteles fuera de las áreas próximas a Aquileia y Grado, donde son relativamente comunes. Y muy especialmente en las diócesis que mantuvieron relación con el Patriarcado de Aquileia.
Algunos estudiosos los consideran coetáneos de la Iglesia. Sin embargo, son numerosos los detalles que apuntan hacia la reutilización, no sólo de los capiteles. Los más claros:

1. Los capiteles componen dos grupos de anchuras similares pero de alturas diferentes. Esta circunstancia es difícil de explicar contando, incluso, con la ajetreada "vida" del edificio. Las reformas posteriores al año 1348, cuando se cambió el sistema de arcos, debieron afectar a las columnas, suponiendo incluso que alguna quedara en pie. Es posible que ciertos capiteles cambiaran de posición, pero en todo caso, es indiscutible que en el edificio del siglo XI hubo una distribución de éstos poco constructiva, si aceptamos que todos ellos fueron realizados en esos años.

2. Los fustes ofrecen remates de cualidades diversas. Obviamente, la atormentada historia del edificio ayuda a explicarlo, pero en todo caso, ahí están las distintas fórmulas empleadas en la fabricación de los fustes.

3. Se aprecian múltiples recursos para ajustarlos en altura y nivelar la colocación de los cimacios y el arranque de los arcos. Algunos capiteles carecen de collarino. En otros casos se han empleado sobreábacos. Cabría argumentar que se emplearon estos recursos, un tanto chapuceros, como procedimientos constructivos “de oficio” durante el siglo XIV, pero no sería descabellado valorar que los reajustes se realizaron durante el siglo XI.

4. Los capiteles de las naves marcan referencia evolutiva para los capiteles que se han supuesto de época carolingia (siglo IX). Aunque sea discutible esta cronología —a mi juicio, lo es—, parece claro que los capiteles más evolucionados derivan de los de las naves. Si aceptamos la cronología carolingia para los más evolucionados, los de las naves deberían ser anteriores al siglo IX.

5. Son abundantes los paralelos que en otros lugares se sitúan en el siglo VI. Estos capiteles definen un paso evolutivo más al establecido por la serie de piezas de tiempos de Teodorico (493-526) que han llegado a nuestros días repartidas irregularmente por el norte de Italia. O. Farioli situaba uno de la iglesia del Espíritu Santo de Rávena, en esa época (O. Farioli, C.S.A.  Ravenna, nº 12). G. Panazza y A. Tagliaferri consideraron del siglo VI un capitel muy similar de San Salvador de Brescia (C.S.A, Brescia, 1966, nº 171).

Pero lo más interesante de los capiteles "tipo Aquileia" no esté en los componentes formales, analizados a brocha gorda en las líneas anteriores, sino en lo que implican sus cualidades generales y, por supuesto, sus carencias. No creo que, ante ellos, se pueda hablar de “elementos bizantinos”; es como si quienes los tallaron hubieran tenido claro que no debían integrar los usos de los “vecinos” en sus fórmulas ornamentales. El tipo de acanto, por ejemplo, se aproxima más a las fórmulas del corintio asiático que a las modalidades ravenáticas y bizantinas.
Y sin embargo, algunos elementos hablan indirectamente de esa proximidad. Tal es el caso del collarino, que apenas se había empleado en los capiteles de tradición romana entre los siglos I y IV. Y, muy especialmente tal es el caso de las posibilidades técnicas y artesanales necesarias para realizar los capiteles de la Basílica Patriarcal. Sin unos artesanos familiarizados con lo que se estaba haciendo por impulso bizantino y dotados de herramientas afines a las empleadas por los tallistas “oficiales”, no hubiera sido posible la realización de estos capiteles. Obviamente, este argumento podría replicarse si se tratara de piezas del siglo XI.

Aunque el lector prudente ya imaginará que no sebe descartar la posibilidad de que los capiteles fueran realizados durante el siglo XI e, incluso, que algunos fuera tallados durante las reformas posteriores al siglo XIV, me parece más probable que fueran tallados para un edificio paralelo a la creación del Patriarcado, es decir, en los alrededores del año 560. Desde sus cualidades, parecen reflejo de la compleja situación vivida en aquellos territorios, sujetos a la relación con los longobardos, con el Imperio Romano de Oriente y con Roma como lugar de pretendida preeminencia en el desarrollo institucional del cristianismo.
En suma, para clasificarlos deberíamos asumir una horquilla que fuera del siglo VI al XI, a mi juicio, con mayor probabilidad de que fueran realizados en los alrededores del año 600.

ABPT012. Capitel con sobreábaco perfectamente individualizado
Aunque todos los capiteles son sensiblemente similares, existen varios que están asociados a sobreábacos. El que ofrece esa circunstancia con mayor claridad es el ABPT012, que cuenta con un suplemento de diseño comparable a los ábacos romanos de frente liso, con cierta concavidad y “brazos” curvos. Obviamente, el arranque de los arcos y, por consiguiente, los elementos anexos, debieron ser manipulados durante la última reforma, que modificó el carácter de los arcos. No obstante, es probable que esa circunstancia nos esté hablando de una fórmula relacionada con el uso original de estos capiteles y propia de la zona, seguramente, por influjo bizantino: ya vimos que está acreditada entre los capiteles bizantinos de la fachada de San Marcos. 
La fórmula es similar a la documentada en San Cebrián de Mazote, pero muy diferente de la empleada en la Mezquita de Córdoba, donde no hay estos suplementos. En Córdoba se regula el nivel del arranque de los arcos, unas veces recortando los capiteles, otras, acuñando con mortero la unión del cimacios con el ábaco y otras, mediante la altura de los cimacios, sensiblemente diferentes de configuración y altura. En la Basílica de Aquileia también se emplearon cimacios de alturas diversas y se aprecian recortes de la zona baja de los capiteles y de las columnas.

Capiteles de diferentes alturas
Tal y como indicaba líneas arriba, en la Basílica hay dos tipos de capiteles de la misma concepción estructural y ornamental pero con alturas diferentes. El ABPT011 es uno de los capiteles “cortos”, que apenas se distingue de sus hermanos peraltados por la proporción de los distintos elementos ornamentales. Compárese, por ejemplo, este capitel con el ABPT008, que es de “los altos”. Las mayores diferencias se aprecian en la anchura de los folíolos. Es como si al replantear el diseño de los de menor altura se comprimieran todos los elementos.

ABPT011. Capitel "corto"

Capiteles "tipo Aquileia" en el exterior

ABPT001

ABPT002
 Capiteles "tipo Aquileia" de las naves.

ABPT007

ABPT008

ABPT009

ABPT010

ABPT011

ABPT012

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ABPT029

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ABPT037

ABPT038
Capiteles singulares

ABPT028
El ABPT028 se distingue de los anteriores, ante todo, por la manera de resolver el conjunto caulículo-cáliz-volutas. Es el único que cuenta con "remate vegetal" sobre el cierre de los caulículos, que en éste está por encima de las hojas de la segunda corona, en fórmula que hace pensar los capiteles del pórtico de San Miguel de Escalada. No creo que se pueda deducir una relación de ese paralelismo, pero sí que los tallistas de Aquileia como los que trabajaron en tierras leonesas participaban de un acervo cultural común.
También se advierten diferencias en la manera de resolver las hojas "de acanto", más simplificadas que en los demás. También es relevante la práctica desaparición de la alusión al labio del kalathos.
En principio, su realización no debería alejarse mucho de la de los demás. Pero conociendo las vicisitudes de este iglesia, deberíamos considerar la posibilidad de que sea una "copia" tardía.

ABPT019
El capitel ABPT019  parece marcar un paso más en el proceso evolutivo que aleja a los tallistas del Fin de la Antigüedad y comienzo de la Edad Media, de las fórmulas “tradicionales”. 
En este caso no sabría decir si deriva del orden corintio o de las variedades corintizantes, dado que sólo cuenta con una corona de hojas, de folíolos cortos agrupados en series de tres o cuatro,  sobre la que se superpone un cuerpo superior que en la zona del conjunto axial, ofrece una hoja de “acanto” comparable a las de la parte baja.
Sólo tiene “volutas” exteriores sogueadas, que hacen pensar en la estructura de volutas en V.
A destacar la voluntad tapizante que convierte todos los vacíos en huecos al servicio del juego de claro-oscuro De hecho, podríamos decir que este capitel lleva a la tradición del orden corintio las ideas estéticas de los capiteles imposta bizantinos.
Me parece relevante la manera de modelar el acompañamiento vegetal a las volutas, mediante folíolos similares a los de los acantos y el collarino de perlado, que recuerda fórmulas del cambio de Era.

Capitel de Baouit, Museo del Louvre, siglos VI-VII.
También es importante advertir que el frente del ábaco, bastante estrecho, se decora mediante motivos seriados que hacen pensar en fórmulas de los siglos I y II.
Importante: no cuenta con ninguna alusión al kalathos en el cuerpo superior; el labio ha desparecido.
A mi juicio se trata de un capitel “paralelo” a las fórmulas bizantinas más difundidas, que en en ello proporciona una pista decisiva para situar culturalmente el conjunto de la Basílica. 
Para quienes insistan en defender la cronología tradicional del siglo XI para los capiteles más comunes, cabría indicar que existe a posibilidad de que únicamente estos capiteles fueran de los siglos V-VI y que los demás se realizaran a partir de ellos. Si así fuera, en evolución formal lineal, no tendría sentido que los tallistas del siglo XI recuperaran el labio del kalathos con carácter tan anómalo. Pero como posibilidad, podría —debería— valorarse…
Me parece más razonable relacionar este capitel con los del monasterio de Baouit (siglos VI-VII) del Museo del Louvre, aunque la distancia que media entre ellos me parece enorme y la proximidad entre diferentes motivos ornamentales no justificaría, a mi juicio, hablar de una relación directa. Más allá de las relaciones que existieron entre Egipto y Aquileia durante los tiempos del Patriarcado, la referencia me parece útil para contextualizar una posible manera de entender la interpretación de los órdenes tradicionales, en contexto de hegemonía bizantina.
Siglos V-VI.

ABPT026
El ABPT026, con algunas salvedades (diferente tratamiento de las caras) es similar al anterior, aunque ha sido cortado por la parte inferior y con ello se han perdido algunas circusntancias muy relevantes.
Siglos V-VI.

Los capiteles del pórtico

El ABPT004 está tallado sobre un prismatoide de base circular y “cabeza” casi cuadrada, con collarino liso sobre el que se desarrollan un conjunto de representaciones que mezclan con poca fortuna las ideas tradicionales romanas con las aportaciones bizantinas.
En cierto modo, podría considerarse un capitel de dos zonas, con ornato vegetal y animado en el cuerpo inferior y “dobles volutas” en el superior, que nos remiten a las fórmulas más evolucionadas de “lo romano”.
Y todo con un tipo de talla sumaria, de dos planos, que nos hace pensar en el altar de Rachis.
Tiene interés el ábaco, sumamente estrecho, con una incisión longitudinal en todo el perímetro y de diseño cruciforme en planta, con las aristas que llegan a las esquinas prácticamente rectas.
También tiene interés la manera de resolver el soporte de las cartelas, mediante una especie de mensulilla con volutas inversas y pequeño ángulo de unión entre ellas que pudiera hacer pensar en alguna vinculación con las fórmulas protoeólicas, si no estuviéramos curado de espanto...

ABPT004
A. Tagliaferri (Corpus S.A. Aquileia y Grado, nº 38) clasificó a los tres en el siglo IX y, al parecer, esa valoración aún se mantiene. Sin embargo, desde el capitel GSEU21. de Santa Eufemia de Grado, perfectamente documentado, cabe plantearse si los procesos de “evolución” o “degradación” no se acelerarían hasta el extremo de llegar a fórmulas tan peregrinas como las de éstos, que, con la estructura de los capiteles de dos zonas, parecen mantener vivas las tradiciones bizantinas.
También en este caso no sería descabellado relacionarlo con ciertas fórmulas "bizantinas" de Egipto, aunque no creo que de ello se puedan establecer conclusiones claras.
A mi juicio, se debería abrir la horquilla de posibilidades, cuando menos, hasta el siglo VI.
Siglos VI-IX, con mayor probabilidad de que fuera realizado entre los siglos VI y VII. 

ABPT006
El ABPT006 es similar al anterior aunque, a pesar de la erosión, se distinguen motivos iconográficos diferentes.
Es el nº 37 de A. Tagliaferri.
Siglos VI-IX.

ABPT005
El ABPT005  incluye motivos ornamentales que hacen pensar en el fuego y en el agua, aunque acaso sólo tuvieran la voluntad de representar formas “vegetales”.
Es el nº 36 de Tagliaferri.
Siglos VI-IX, con mayor probabilidad de que fuera realizado entre los siglos VI y VII. 

Los capiteles de la cripta

En la cripta de la Basílica hay seis capiteles muy erosionados, que acreditan restos de utilización erosiva, de cualidades muy similares. Todos ellos presentan mechinales, tal vez para incluir en ellos elementos de arriostramiento.
Están organizados en dos cuerpos. El inferior es troncocónico, casi cilíndrico y contiene agrupaciones de formas que delimitan ocho arcos, en circunstancias variables.
En el cuerpo superior del prismatoide hay una segunda corona, también de ocho hojas de vénulas paralelas, con dobles volutas de diseño sumario, cartela y ábaco de escaso espesor y diseño similar a los que hay en el exterior (ABPT004, ABPT005 y ABPT006). También aquí las cartelas definen una cruz de brazos rectos y en las esquinas se unen líneas restas con escasa penetración en la cruz de cartelas
Amelio Tagliaferri (nº 23 a 28) los valoró como capiteles “con corona de arcos” y los situó en la primera mitad del siglo IX.
De nuevo, me surgen dudas sobre lo que parece ser una clara falta de coherencia, dado que los capiteles de la cripta sólo se “parecen” a los del pórtico, en que ambos siguen vagamente la idea bizantina de las “dos zonas”.
Aunque me consta que en los diferentes volúmenes del C.S.A (Corpus della Sculptura Altomedievale). aparecen piezas comparables a éstas en diferentes zonas de Italia, por lo general, relacionadas con el siglo IX, entiendo que también en este caso, sería más prudente dilatar la horquilla de clasificación hasta el siglo VI.
De todas formas, fueran tallados en el siglo IX o en otro momento, estos capiteles componen un magnífico testimonio para contemplar en secuencia completa como puede operar la evolución formal dentro de una misma serie, en un marco cronológico especialmente estrecho, dado que no creo que la realización de toda la serie durara muchos días. 

ABPT021
El ABPT021 acota la posible naturaleza “original” de los arcos, que surgen de la yuxtaposición de palmas. Sin embargo, en el ABPT020 las palmas han desaparecido y en su lugar aparecen arcos, incluso, con representación de capiteles. Al ABPT023  definiría un paso intermedio, en el que conviven los elementos vegetales iniciales con las formas arquitectónicas.

ABPT022

ABPT023

ABPT024

ABPT025

ABPT020
 Un capitelillo suelto

El ABPT027 Destaca el tipo de acanto, similar al de los capiteles de las naves, pero un punto “degenerados”. Algo parecido sucede con las hojas centrales, que arrancan de un listoncillo sogueado que, a su vez, se apoya en un tallo con hojas.
Lo más llamativo son las volutas que casi recuperan la formalidad del orden jónico, con un ábaco sobreelevado, posiblemente concebido para soportar una imagen o algo comparable.
A la hora de clasificarlo, se impone tomar en consideración al capitelillo GSEU21 de Santa Eufemia de Grado y ello nos lleva, de nuevo a plantear una horquilla que cubra el tiempo comprendido entre los siglos VI y IX. Desde mi punto de vista, parece más probable que fuera realizado en los alrededores del año 600, cuando, según parece, en esta zona de Italia se dejó sentir una radical pérdida de posibilidades constructivas y escultóricas.

APBT027
Conclusión

Como ya he comentado en otras ocasiones, también aquí parece que se ha forzado la aportación de la época carolingia con elementos que más ilustran sus cualidades disolventes que las integradoras. Sería absurdo entender como testimonios del supuesto “renacimiento carolingio” los capiteles del pórtico y de la cripta de la Basílica de Aquileia. Precisamente, esa situación paradójica abundaría en la discusión de esa cronología: si estamos en una época dominada por la recuperación de fórmulas romanas, ¿qué sentido tienen dichos capiteles? Podrían tenerlos los de la Abadía de Lorsch o, incluso, los de la Capilla Palatina de Aquisgrán, pero ¿dónde encajarían las “infinitas” piezas que en Italia se relacionan con esa época?
Tengo la impresión de que, en este caso, se ha infravalorado la posibilidad de que durante los tiempos del Patriarcado independiente se realizaran obras relevantes en la Basílica, y se han enfatizado la relevancia de las aportaciones de los siglos IV y IX. Sin dudar sobre el rigor de los trabajos arqueológicos, debo recordar que la "datación" de los restos de ornamentación arquitectónica puede implicar problemas no siempre fáciles de resolver. La aparición de, por ejemplo, un capitel en un nivel fechado, "con total seguridad", en siglo XI no garantiza que la pieza fuera realizada en esa época. En estos años, siempre debe contemplarse la posibilidad de la reutilización.
Desde mi punto de vista, parece que a los constructores del siglo XI les convino emplear los materiales que respetó el terremoto del siglo X, en la construcción de la Basílica Patriarcal; y para ello, recurrieron a restos que, probablemente, procedían de las obras más antiguas —del siglo IV— y a otros más modernos —probablemente del siglo VI—. Esa forma de obrar es similar a la documentada también en el sur de Italia, cuando las “nuevas iglesias”, que sustituyeron a las sujetas a la disciplina bizantina, integraron en sus fachadas y en sus naves elementos arquitectónicos de ellas junto con piezas romanas. Supongo que con la reutilización no sólo se atendía a circunstancias de estricto pragmatismo constructivo o de apreciación de los restos materiales de un pasado mítico; seguramente también se intentaba proyectar una idea de continuidad integradora. Y en ese sentido, acaso estemos ante fenómenos que permiten relacionar esta Basílica con la de San Marcos, en Venecia, con tantos otros edificios medievales y, por supuesto, con la aljama cordobesa del siglo IX.

En todo caso, es importante recordar que esta basílica ha sufrido reformas que puede haber llegado más lejos de lo imaginable. No deberíamos descartar, a priori, la posibilidad de que algún capitel fuera realizado en el siglo XIV o, incluso, más tarde.

martes, 1 de octubre de 2019

Los cimacios de la Mezquita Aljama de Córdoba del siglo IX.

Como "todo el mundo " sabe, la Mezquita aljama de Córdoba está construida mediante un sistema estructural que comporta el uso de cimentación, basas, fustes, capiteles, cimacios, etc. Dejando a un lado los fustes y basas, por razones de estrategia personal, quedaría enfrentarse con los cimacios, que, a pesar de su aparente sencillez, ofrecen un panorama especialmente complejo e interesante.
Forzando la síntesis, podríamos agruparlo en dos conjuntos:

Cimacio realizado ex-profeso para la mezquita del siglo VIII. CM0210
Los que realizaron ex-profeso, que tienen forma de artesa, sin molduración alguna, con una estrecha sección prismática y un tronco de pirámide en la parte inferior, de caras lisas y planas. La fórmula está documentada tanto en la mezquita del siglo VIII como en la del IX y, en principio, es complicado saber si estas piezas fueron labradas a partir de los bloques obtenidos en las canteras o de elementos que ya habían cumplido función tectónica en otros edificios. En todo caso, los cimacios de este grupo ilustran sobre las posibilidades de los tallistas de los siglos VIII y IX,

Cimacio realizado reaprovechando una pieza romana para la mezquita del siglo VIII. CM0205
Los reutiizados, que definen dos subgrupos de diferente interés: los que se emplearon sin alteración alguna y los que se realizaron a partir de bloques o piezas tallados con anterioridad, que se adaptaron a las necesidades específicas de cada caso. En este grupo se pueden distinguir, a su vez, varias "familias" más o menos homogéneas, pero, en general, la mayor parte de ellos fueron obtenidos a partir de fragmentos de cornisas, entablamentos u otros elementos constructivos romanas, que, como piezas de un Lego gigantesco, fueron recortados para adaptarlos a la nueva función. Entre ellos predominan los bloques de perfil moldurado y escalonado, con diseños de perfil diverso, que suelen tener la cara de corte de perfil similar al de los cimacios islámicos, es decir, con perfil mixtilíneo de tramo vertical y tramo tendido lisos. Cuando estos bloques se emplearon junto a columnas adosadas, se mantuvieron visibles las tres zonas molduradas; ello da una idea bastante clara de los planteamientos estéticos empleados por los constructores de la mezquita, especialmente receptivos a integrar elementos labrados romanos siempre que fuera posible y a anteponerlos a los resultados de los canteros de los siglos VIII y IX. No obstante, se debe tener en cuenta la posibilidad de que algunos de estos cimacios fueran retallados para edificios de época cristiana, de donde serían tomados para la nueva mezquita.

Fig. 1. CM0521. Cara en estado original, pero cortada en la parte derecha.
Aunque todos los cimacios y, en especial, los que fueron realizados a partir de piezas arquitectónicas romanas (molduradas), requieren atención, desde los planteamientos de este blog, interesan especialmente los que conservan restos de relieve ornamental, que componen varias familias de rasgos comunes y unas cuantas piezas sueltas. Fiel al principio de estamos ante objetos de cultura material, los ofrezco a continuación otorgando preeminencia a los más significativos en ese sentido, es decir, por grupos de homogeneidad.


Primer grupo. Cimacios de roleos y olas

Dos de los cimacios más interesantes se encuentran en la zona de Abderramán II sobre capiteles de diseño peculiar, los CM0521 y CM0621. Son dos piezas de cualidades paralelas, sujetas a envolvente similar a la definida a propósito de los cimacios islámicos: artesa con pequeño prisma en la parte superior y tronco de pirámide invertida en la parte inferior. Están molduradas escalonadamente en dos de sus caras opuestas y cortada en liso en las otras dos. Las caras molduradas poseen en la parte superior, sobre las caras del prisma, una banda con roleos, olas, “frutos” y “flores”, en algún caso,  con restos de pintura, que no parece ser muy antigua. Por fin, una de las dos caras recortadas carece de ornato en la parte superior y en la superficie tendida del tronco de pirámide.
El lector interesado encontrará una descripción exhaustiva de los relieves en la tesis del profesor Marfil, que los asignaba la siguiente valoración:  “Esta ejecución del tema es un auténtico logro de la escultura omeya emiral en al-Andalus, y evidencia la calidad artística del artesanado que trabaja en la mezquita aljama de Córdoba. Una producción escultórica que influirá en la decoración de la Puerta de los Visires”.

Fig. 2. CM0521. A la derecha, detalle de zona cortada

Fig. 3. CM0521. A la izquierda, detalle de la zona con remate original

Fig. 4. CM0521. Cara con banda superior en estado original, a la que han suprimido las molduras del plano tendido.

Fig. 5. CM0521. Cara de corte: no hay banda superior ni molduras en la cara tendida

Fig. 6. CM0521

Fig. 7. CM0621

Fig. 8. CM0621
Fig. 9. CM0621
Fig. 10. CM0621
Huelga decir que no estoy de acuerdo en absoluto. Para contrastar ese juicio basta con advertir que una de las de las cuatro caras de los dos cimacios es lisa (Figs. 5 y 8) y, sin embargo, carece de banda ornamental en la parte superior. Si realmente se hubieran tallado las cenefas en el siglo IX lo lógico es que las hubieran desarrollado por las cuatro caras. Pero es que además existen otros detalles que indican en el mismo sentido. Por ejemplo, es posible comparar el arranque de la cenefa en la cara no recortada (fig. , 7 y 10) con el remate en la cara recortada (figs. 2 y 7): en el primer caso, se incluye remate que no aparece en el otro.
En suma, los actuales cimacios deben proceder de bloques cortados con caras opuestas tendidas y molduradas y otra más extrema de perfil vertical o menos tendida, que debió retallarse para componer el tronco de pirámide, necesario para que la pieza funcionara como concentradora de esfuerzos hacia el ábaco del capitel.
Es posible que los dos cimacios formaran parte de una pieza de tamaño superior a la suma de dos cimacios,. tal vez una especie de entablamento corto o algo parecido a los “cimacios dobles” del Mausoleo de Santa Constanza. Si no fuera porque, parafraseando a G. Childe, en ocasiones nos pasamos de sacar conclusiones complejas de datos elementales, me atrevería a sugerir que estos dos cimacios pudieran proceder de una edificación de planta circular... ¿A que es la conclusión peregrina propia de un aficionado?
Sea como fuere, la cuestión relevante en este caso no es valorar las posibilidades de que estos bloques fueran retallados en el siglo IX, a partir de piezas romana, sino aclarar si fueron realizados al mismo tiempo que las molduras o con posterioridad...
Es sabido que este tipo de relieves, que se suelen interpretar como alusiones eucarísticas, es común en las iglesias “paleocristianas” y “prerrománicas”. No creo que merezca la pena hacer, en este caso, un alarde de referencias paralelas… Si hubieran aparecido en otro lugar, por ejemplo, en una iglesia castellana,“no dudaríamos” en situarlos  en los alrededores del siglo X. Como no pueden ser posteriores al siglo IX, únicamente quedaría elegir entre los alrededores del siglo II o los alrededores del IV. Dicho de otro modo, podría tratarse de piezas romanas (siglo II) reaprovechadas con bandas ornamentales realizadas en los alrededores del año 400, tal vez, para un edificio cristiano; pero también de piezas realizadas con anterioridad., en los alrededores del siglo II. El lector adivinará con facilidad cuál es mi clasificación favorita, la que entiendo más probable...
Siglos II-IV.


Segundo grupo.  Cimacios de palmas

Uno de los conjuntos más numerosos está compuesto por cimacios que contienen palmas de seis hojas que alternan con yemas encurvadas de tres ápices, que, a su vez, las rodean parcialmente.
Únicamente uno de ellos, el CM0304 está sobre una columna exenta; los demás están sobre capiteles adosados.
Gracias al CM0304 sabemos que la cenefa pudo aplicarse a piezas romanas molduradas, de manera que, muy posiblemente, los bloques sufrieron dos reutilizaciones, como es común entre las elegidas en esta entrada.

CM0304
CM0304

CM0322
CM0422

CM0722
CM0822
Uno de los detalles más significativos de estos cimacios es su escaso espesor, que los aleja de los más habitual en la Mezquita y les otorga personalidad estructural propia. Tanto en la parte superior como en la inferior cuentan con una pequeña moldura acanalada. Esos detalles hacen pensar en la organización estructural de los capiteles cesto o imposta bizantinos que encontramos, por ejemplo en Cairuán. Desde ese paralelismo, podríamos deducir que estos cimacios fueron concebidos casi como suplemento regularizador (sobreábacos) para proporcionar una superficie lisa y homogénea sobre la que apoyar otros elementos constructivos, exactamente igual que la documentada en la Mezquita Aljama de Córdoba.
Lógicamente, esa función estaría justificada si los capiteles correspondientes tenían ábacos cierta complejidad...

Capitel bizantino de la mezquita de Cairuán
La fórmula ornamental sigue modos del universo helenístico y todos ellos fueron realizados con recursos técnicos y humanos no muy alejados de lo habitual entre lo siglos I y II, pero perfectamente individualizados: los relieves que se suelen atribuir a “época visigoda” (ver los mencionados Museos de Mérida y Beja) se distinguen, ante todo, por un tipo de relieve bastante plano, que se apoya en los biseles y que ha perdido la “carnosidad” que distinguió a los mencionados del Pleno Imperio. Con el paso de los años y en un proceso casi continuo, el fundamento “orgánico” del ornamento giró hacia la estilización y lo geométrico, sin que sea fácil establecer jalones que definan los diferentes pasos evolutivos. En el universo de los capiteles ese proceso está algo más claro, seguramente, por la complejidad de talla que ellos imponen, siempre condicionados por su decisiva función estructural.
Aunque es posible encontrar paralelos relativamente afines en piezas de cronología cristiana, también es sencillo hallarlos en ambientes precristianos. La Mezquita Aljama de Cairuán muestra un repertorio de cierta relación pero perfectamente caracterizados por su vinculación con las fórmulas bizantinas de los siglos V y VI
A efectos de datación, en este caso, deberíamos pensar en un momento ajeno a esa influencia, al menos de forma directa, pero marcado por el uso de fórmulas estructurales condicionadas por los cimacios.
En consecuencia, de nuevo aparecería la banda banda comprendida entre los siglos IV y VI, con mayor probabilidad, en este caso, de que se realizaran más cerca del año 600 que del 400, por supuesto, en contexto de la expansión cristiana. Si estuviéramos en otro lugar, el siglo VI pudiera ser una buena “solución de compromiso”, es decir, de máxima concentración de posibilidades, pero tratándose de la Bética… La inexistencia de referencias bizantinas claras —ya sé que para muchos estudiosos están “clarísimas”— impone prudencia y ensanchar la horquilla. Más adelante desarrollaré  brevemente la posibilidad de que en la Bética se emplearan cimacios en un momento relativamente temprano, sin que mediara la influencia bizantina.


Grupo de rombos

CM0405
El cimacio CM0405 también parece haber sido reempleado en dos ocasiones, dado que dos de sus caras cuentan con relieves geométricos de rombos con puntos en el interior que acaso quieran representar racimos, y en la otras dos nos encontramos con perfil moldurado y escalonado. Un motivo similar está documentado en una pieza del Museo Visigodo de Mérida.
Probablemente, en la primera reutilización se empleó una pieza procedente de una cornisa, que se cortó para adaptarla a la  nueva función como cimacio. 
En este caso también se advierte que el ajuste entre capitel y cimacio no es demasiado fino.
Debe proceder de una iglesia levantada entre los siglos IV y VI, pero más cerca del VI que del IV.

CM0406
El CM0406 es similar al anterior; también ha sido objeto de doble reutilización y también en él se advierte cierto desajuste entre la base del cimacio y el ábaco del capitel.
Siglos IV-VI, ídem anterior.

Grupo de "hachas"

El CM0801 pudiera ser una pieza reaprovechada sin retoque (no se pueden ver dos caras) con cenefa de dobles "hachas" 
Siglos IV-VI.

CM0801
El CM0802 repite la composición ornamental del anterior, pero en un cimacio tallado parcialmente en dos caras, probablemente porque la pieza estaría adosada a un muro. Las diferencias de coloración que manifiesta pueden deberse a algún aditamento aplicado cuando ya formaba parte de la Mezquita Aljama o de la Mezquita-Catedral.
Siglos V-VI.

CM0802
Piezas sueltas. 

CM0317
El cimacio CM0317, de perfil moldurado, está retallado en tres de sus caras con dos bandas que se adaptan al perfil  del bloque, con ovas y dardos en la parte superior y acantos simplificados en la inferior Ambos temas hacen pensar en fórmulas romanas evolucionadas y, si pensamos en los capiteles, en la serie de capiteles corintizantes de cáliz central, de la propia Mezquita, que se solía relacionar con los tiempos visigodos.
Por las razones esgrimidas varias veces, debió ser realizado hacia el siglo IV.

CM0913
El CM0913 conserva en dos de sus caras y en la parte superior del tronco de pirámide, una cyma reversa ornada con hoja y dardo. Es posible que la superficie de la pieza original haya sido abrasionada hasta la eliminación del resto de las molduras originales.
Hacia el año 400.

CM0913

CM0610A
El cimacio CM0610A contiene roleos con brotes foliáceos curvos, de buena factura, que deberíamos considerar en el mismo grupo que los dos cimacios anteriores, con una acotación relevante: en este caso debemos valorar la existencia de fórmulas más geometrizadas, que imponen cronología más adelantada. 
Es curioso que su concepción sea  comparable a la de los mejores relieves de la llamada Cripta de San Vicente. 
Siglos IV-V.

CM0319
El CM0319 fue retallado a partir de una pieza que en una de sus caras contiene un relieve de talla somera, con una retícula geométrica de cruces y aspas que podrían interpretarse con carácter simbólico cristiano, aunque parece que prevalece el carácter geométrico. Las otras tres caras son lisas. 
El motivo de las aspas seriadas es frecuente entre la ornamentación cristiana y está documentado con generosidad en el Museo Visigodo de Mérida.
Siglos IV-VI.

CM0409
El CM0409 es un cimacio exento reaprovechado sin ninguna rectificación, seguramente procedente de una iglesia. Está decorado con doble sogueado de ejecución torpe en la parte superior, y con retículas de circunferencias secantes, que definen flores aspadas de cuatro pétalos.
Siglos IV-VI.

El CM05110A conserva restos de lo que pudo ser una ornamentación geométrica incisa de diseño particularmente simple, de líneas en zig zag.
Siglos IV-VI.

CM0510A

CM0512
El CM0512 es un cimacio exento reaprovechado sin reajuste alguno, de concepción volumétrica de artesa, con parte prismática y tronco de pirámide.Esta segunda zona esta decorada con círculos secantes que definen flores de cuatro pétalos, en diseños sensiblemente simétricos en tres de las caras; en la cuarta aparece la composición recogida en la imagen adjunta, con alteraciones del orden convencional.
Huelga decir que nos encontramos ante una pieza con ornato típico de tiempos cristianos (Mérida, Beja, etc.), que también está documentado en tiempos romanos.
Lo más probable es que se trate de un cimacio procedente de una edificación cristiana, construida entre los siglos IV y VI.
El CM0702 es otro cimacio reaprovechado sin retoque alguno, recubierto de semirículos anulares de buena factura.
Hacia el siglo VI.

CM0702
El  CM0812 es otro cimacio completo, muy probablemente, tomado de una iglesia. Tiene poca altura y una concepción volumétrica anómala, que podría derivar de un recorte en la parte inferior. Sin embargo, no creo que ese sea el caso; más parece un bloque a medio camino entre el cimacio y el sobreábaco, que nos remite, de nuevo, a lo expuesto en relación a los cimacios de palmas. 
Está decorado en tres de sus caras mientras que en la cuarta se aprecia un perfil de cornisa liso.
Está decorado con curvas sinusoidales y “dientes de sierra”, con florecillas intercaladas la parte baja de aquellos y en los extremos angulares de la banda superior .
Siglos V-VI.

CM0812
El CM1004 es un cimacio recortado a partir de lo que pudiera ser una cornisa o una imposta con retícula de aspas.
Siglos V-VI.

CM1004

CM0603
El CM0603 es otro cimacio de concepción geométrica similar a la de la mayor parte de los cimacios de la Mezquita, decorado con formas sinusoidales y zigzagueantes de hechura torpe. Pudo haber pertenecido a una iglesia construida entre los siglos VI y VII.

Casi con carácter anecdótico, deberíamos tomar en consideración el cimacio del capitel CM0209, de perfil moldurado que en una de las caras conserva restos de una inscripción latina. Parece obvio que la reutilización de materiales arquitectónicos no se "inventó" a finales del Mundo Antiguo.
Se trata, pues, de un bloque doblemente reutilizado.

CM0209
Los cimacios expresamente cristianos

Es uno de los grupos más interesantes, dado que informan con claridad sobre iglesias hoy desaparecidas y sobre las circunstancias históricas que rigieron sobre las relaciones entre cristianos y musulmanes. Los cimacios de este tipo no son muy numerosos, pero sí muy significativos.

Los cimacios con cruces borradas

En la Mezquita Aljama hay nueve cimacios con relieves entre los que se aprecian, con claridad, cruces borradas.  Son los correspondientes a los capiteles CM0201B, CM0401A, CM0401C, CM0501A, CM0501B, CM0501C, CM0601C, CM0601B y CM0708, cuyos emplazamientos están indicados en el croquis adjunto.  A ellos hay que unir uno más que no tiene cruz borrada alguna pero cuyos rasgos lo vinculan con el grupo inequívocamente: el CM0619.


CM0201B

CM0401C



CM0401A

CM0501A
Todos ellos poseen rasgos similares. Parten de un cimacio troncocónico con listeles lisos y verticales en la parte superior. Sobre las superficies tendidas, por lo general, se compartimenta el espacio en tres cuarteles, con variaciones de poca entidad. Lo más común es que tengan una cruz patada en el central y dos composiciones geométrica en los laterales, definidas mediante un semicírculo del que brotan tres triángulos sumamente agudos. Todo realizado con extremada pobreza de medios y resultados, de modo que, aunque sólo tengamos en cuenta las herramientas documentadas indirectamente, sería complicado relacionarlos con ningún capitel de los reutilizados en la Mezquita Aljama.

Museo Nacional de Mérida, colección "visigoda".
Las cruces (patadas) responden a fórmulas propias de los siglos IV al VII y otro tanto sucede con las capacidades de los tallistas, afines a las que hemos visto en otros puntos del Mediterráneo, cuando no mediaba el poder del Imperio Romano de Oriente o alguna escuela local de especial entidad —casos, por ejemplo, de Benevento o del noreste de Italia.

Museo Visigodo de Beja, Placa de cancel
No está tan claro lo que pudieran representar los semicírculos radiantes, pero me atrevo a sugerir que, como los ápices de os capiteles CM0805 y CM0810B  los elementos afines que proliferan en la ornamentación de esa época, tal vez, sean alusiones a la Trinidad; o cuando menos, se podrían interpretar en esos términos. Es frecuente que en Mérida y las zonas portuguesas próximas, aparezcan elementos afines: una pilastra de la “colección visigoda” del Museo de Mérida contiene el mismo motivo con los “radiaciones” más alargadas, en  cerco perimetral; también aparece algo parecido en varios cimacios; en el Museo de Beja hay relieves con motivos comparables en una pilastra y en, al menos, dos fragmentos, probablemente también de pilastra, con variaciones mínimas, pero seriados en vertical… En el “museo” de la propia Mezquita-Catedral  hay un relieve con venera, cruz de diseño peculiar y borde con el tema “radiante” aplicado en vertical, como en la Lusitania.

CM0501B

CM0501C

CM0601B

CM0601C

CM0708
Y aún faltaría indicar que en la Mezquita Aljama de Cairuán existen cimacios de hechura y concepción similares, aunque de mejor factura, seguramente porque fueron realizados en paralelo a los capiteles bizantinos.
Sólo uno de los cimacios, el CM0708, está sobre un capitel exento, de manera que es posible valorarlo en todas sus circunstancias. Sobre lo ya indicado, faltaría mencionar los pequeños tallos con base triangular y  dos rizos superiores, colocados en los extremos angulares del cimacio.
El CM0401A, el CM0501B y el CM0501C están compartimentados en cinco cuarteles por cara; en los dos añadidos, dispuestos entre la cruz y los aros radiantes, tallaron dos aspas superpuestas, que no fueron borradas.

CM0619
Y aún debiéramos tomar en consideración la existencia del cimacio CM0619, que ha llegado a nuestros días sin profanación alguna y, tal vez, porque por su condición de adosado no se veían las cruces.
Con un “estilo” comparable al de los anteriores, ofrece un reparto en tres zonas que no contienen cruces;  en su lugar hay dos aspas superpuestas similares a las de los CM0401A, CM0501B y  CM0501C;  y en las zonas laterales, arcos de los que brotan agrupaciones de cinco rayos. Esa circunstancia supondría un reparo importante para aceptar que en los otros se aluda a la Trinidad…
Y todo realizado mediante recursos técnicos similares a los de los anteriores.

Más allá de lo estrictamente formal, si nos detenemos un instante a contemplar dónde están los capiteles de esta familia, enseguida advertiremos que los ocho cimacios “profanados” se encuentran en la zona donde la tradición sitúa la iglesia de San Vicente… Parece obvio deducir que estamos ante piezas que podrían haber pertenecido a ese templo y que partes de ese templo estarían integradas en la Mezquita… Y, con cierta ingenuidd, hasta cabría expresar la posibilidad de que, tal vez, esa parte de la Mezquita acaso permaneciera inalterable desde cuando fue empleada  por los fieles cristianos.
Pero los trabajos arqueológicos no avalan esa hipótesis. Según ellos, la primera mezquita se construyó íntegramente nueva desde los cimientos, bajo los cuales o en niveles similares del patio y alrededores, sólo se encontraron restos que, muy probablemente, corresponden a una edificación romana y a algunas cristianas de entidad incompatible con lo que implica el relato tradicional: únicamente se han encontrado recintos pequeños y de concepción arquitectónica tosca.
Pero se me ocurre que la mencionada tradición podría ser una reinterpretación mítica de un hecho más o menos incuestionable: que en la construcción de la nueva mezquita se emplearon elementos constructivos procedentes de lugares diversos y, entre ellos, de la propia iglesia de San Vicente. Puestas así las cosas, casi parece obvio deducir que esta serie de cimacios procedería de la mencionada iglesia o, si se prefiere, de algún edificio del complejo religioso que la integraba.
Pero sea como fuere, la hechura de estos cimacios permite plantear que fueron realizados en los alrededores del año 600, cuando ya se habían perdido las habilidades del Pleno imperio.
Desde las cualidades acreditadas por los capiteles y los cimacios, desearía enfatizar que si estos cimacios pertenecieron a la iglesia de San Vicente, teniendo en cuenta que no existen capiteles de factura tan pobre, casi con total seguridad, podemos deducir que ésta se construyó con capiteles reaprovechados, que muy posiblemente continúan cumpliendo su sacrificada función en el interior de la Mezquita. Y aunque ello suene extraño a algún estudioso celoso de la memoria de Gómez-Moreno, debo recordar que, como he acreditado tantas veces en este blog, ese procedimiento no fue excepcional en las tierras que estuvieron sujetas al Imperio, ni muchísimo menos; y menos aún en la Península. Sin ir más lejos y por razones que expondré más adelante, viene al caso recordar que todos los capiteles del Mausoleo de Santa Constanza, levantado a mediados del siglo IV, son reutilizados
Y aún cabría hacer notar que la asociación entre estos cimacios y los capiteles corintizantes de cáliz central podría estar ofreciéndonos información sobre el origen común de unos y otros. En ese caso, deberíamos admitir la tesis de que fueran realizados en momentos distintos, es decir, que la iglesia para la que se tallaron estos cimacios fuera levantada con capiteles procedentes de otra edificación que, según la cronología propuesta, podría haber sido cristiana pero también pagana.
Aunque el encadenamiento de condicionales pueda parecer artificioso, debe recordar el lector que éstos no son sino transposición de lo sucedido en otros puntos del Imperio durante los primeros años del cristianismo: nunca debemos descartar que algunas de estas piezas procedieran de edificios cristianos que, con el paso de los años, acabaron siendo heterodoxos.


Otro grupo con cruces

CM0522
CM0622
Está formado por tres cimacios de cualidades diversas, pero de hechura más depurada que la de los anteriores: dos de ellos se conservan como debieron ser cuando formaban parte de la edificación cristiana; el tercero ha sido "reajustado".
En una zona afectada por la "reforma cristiana" hay dos cimacios de cualidades afines: los CM0522 y CM0622; esa posición impone prudencia, aunque por la afinidad formal, es imperativo deducir que proceden del mismo edificio.
Estructuralmente también tienen forma de artesa, con una banda lisa vertical, que determina un prisma de escasa altura, y un tronco de pirámide bastante tendido.
Cuentan con una banda de cruces encerradas en círcunferencias deinidas mediante cordones lisos o sogueados, con relleno de fragmentos de cordón curvos y rosetas de pequeño tamaño. Sólo una de las cruces del CM0522 ha sido repicada; las demás se conservan intactas.
Fueron concebidos desde un planteamiento estético supeditado al efecto tapizante, aunque como y he indicado en otros momentos, no creo que ello ayude mucho a clasificarlo, dado que el horror vacui es casi un invariante de las culturas romanas provinciales.
Es más significativo que el tipo de talla sea más cuidado que el de los capiteles repicados, y ello nos sitúa en un momento anterior.
Entre los paralelos se puede mencionar una pilastra de “la colección visigoda” del Museo de Mérida.
Si aceptamos como “hipótesis latente” —formalismo lineal— que la capacidad de los tallistas béticos y lusitanos fue mermando con el paso del tiempo, habremos de situar la realización de estos dos cimacios antes que los de las cruces borradas, es decir, hacia el siglo VI, como muy tarde.
Siglos IV- VI, con mayor probabilidad hacia el año 400.

CM0116
El uso de anillos sogueados y rosetas pequeñas idénticas a las de los dos cimacios anteriores, permite deducir que el cimacio recortado y retallado CM0116 debió ser tallado para la misma iglesia. En este caso, los artífices musulmanes se esmeraron muy especialmente para eliminar las cruces y evitar que se adivinaran.
Se talló a partir de una pieza que tenía una parte empotrada y que debió recortarse para adaptarla a su nueva función como cimacio exento. También fue recortada la parte opuesta al primitivo empotramiento, de manera que se suprimió el relieve que, muy probablemente, contaba con cruces similares a los dos cimacios anteriores.
Merece ser destacada la manera de finalizar el ornato de la cara que podemos contemplar, mediante un encuadre tangencial al anillo sogueado.
Siglos IV-VI, con mayor probabilidad hacia el año 400.

Grupo de arquillos (¿anexo al anterior?)

Hay dos cimacios más que podemos relacionar con los anteriores porque responden a una fórmula estética común y porque coinciden con ellos en el uso de formas circulares comparables ("discos" o "flores").

CM0220
El CM0220 deriva de una pieza de la que únicamente han subsistido dos caras. En una de ellas es posible contemplar el ornato original; en la otra se ha perdió la parte inferior, tal vez, porque se rebajó su superficie para adaptarlo a las dimensiones del capitel, al que se ajusta perfectamente.  Lo que se ha conservado es un friso con dos series de semiarcos contrapeados, limitados en una de las aristas por tres listoncillos verticales.
El CM0316 es similar al anterior; también fue rebajado en una de las caras para adaptarlo al ábaco del capitel y también contiene semiarillos aunque con remates diferentes. En él es donde encontramos detalles que hacen pensar en las flores de cuatro pétalos de la serie anterior.
En la banda definida entre los siglos IV y VI, también en este caso, deberíamos aproximarnos al año 400.

CM0316
Otra pieza suelta


CM0713
También tiene interés el relieve del CM0713, con cruces de diseño original, que incrementan el repertorio de  la iconografía cristiana de la época. En el Museo de Beja hay un pequeño cimacio, atribuido al siglo VII,  con cruces patadas de brazos divergentes comparables con las de éste.. En Toledo (El Salvador) y en el Museo de Sines están documentadas cruces con los extremos de los brazos “mordidos”.
El tipo de talla aconseja situarlo en el siglo VI.


Flashback. ¿Cimacios romanos?

Casi con matices de marginalidad, merecen ser destacados los bloques moldurados que, muy probablemente, fueron tallados en época romana y reutilizados en la Mezquita Aljama. Son alrededor de treinta piezas de cualidades diversas, entre las que hay alguna que pudiera ser fuente o referencia para la realización de los de los siglos VIII y IX. Los hay de envolvente troncopiramidal pero también casi prismáticos y algunos, como ya anticipaba, de forma similar a los cimacios islámicos.
La cantidad y también la variedad permiten sospechar la existencia de estructuras que los comprendieran entre los siglos I y IV.
No sé si en este caso sería adecuado hablar de "cimacios" en sentido estricto ni si cumplieron funciones similares a los que hoy vemos en la Mezquita, pero me parece muy probable que así fuera. En consecuencia, deberíamos acotar en términos de prudencia la máxima que relaciona estas fórmulas con la cultura bizantina...

A continuación, varios ejemplos:

CM0216

CM0204

CM0308

CM0309

CM0310

CM0408
El CM0408 ofrece una fórmula similar a la empleada por los tallistas islámicos. Se distingue por incluir una moldura angular para separar la banda vertical de las caras piramidales.

CM0506

CM0911

CM0805

Conclusiones

Los cimacios reaprovechados de la Mezquita Aljama de Córdoba aportan datos no sólo sobre la edificación de la que forman parte; también proporcionan información indirecta sobre la arquitectura cristiana de la Bética y también sobre la que se adivina rica arquitectura hispanorromana. A continuación, me parece oportuno enfatizar los aspectos más relevantes:

1. Casi todos los cimacios ornados documentan el uso de material arquitectónico hispanorromano. Al parecer, quienes decoraron las primeras iglesias no solo recurrieron a capiteles romanos; también emplearon bloques de la misma filiación cultural para obtener cimacios. Y frente a lo que sucedió con los capiteles, al menos en algunos casos, procedieron a retallar los bloques para decorarlos con elementos del repertorio cristiano. Los constructores musulmanes del siglo VIII, en ese sentido, se limitaron a continuar la tradición...

2. Existen dos conjuntos homogéneos de cimacios  que podrían proceder de otros tantos edificios construidos en momentos diferentes. El más antiguo, que podríamos situar cerca del año 400, correspondería al conjunto de cimacios con palmas y el más moderno a los que tienen cruces borradas, que pudiéramos fechar en los alrededores del año 600. Otro grupo más, el de las cruces de brazos curvilíneos, también debe proceder de otra iglesia levantada en los alrededores del año 500
Los demás parecen ser piezas sueltas, que es difícil relacionar con algún edificio concreto, pero que pudieron realizarse entre las fechas mencionadas.

3. La naturaleza excepcional de los cimacios de talla perimetral completa informa de que, probablemente, las iglesias de procedencia sólo constaban de una nave, es decir, que eran de tamaño reducido. Si hubieran pertenecido a iglesias cierta entidad, por ejemplo, de planta basilical y tres naves, debieran haber aparecido más cimacios exentos que adosados.

4. Si desvinculamos las estructuras vinculadas al uso de cimacios de la referencia bizantina, los cimacios,  como los capiteles, no reflejan otra influencia bizantina que la documentada por la serie de las palmas, que también podríamos explicar, como de costumbre, remitiéndonos a las fuentes helenísticas. Las relaciones del sur de la Península con el Imperio Romano de Oriente, bien documentada por otros medios, no se manifestó en el universo de la ornamentación arquitectónica con claridad.

5. Salvo en el caso de dos o tres cimacios, todos los demás ofrecen un panorama de gran penuria en el arte de la talla. Sólo en esos casos excepcionales sería posible establecer relaciones culturales (tecnológicas, profesionales y estéticas) con algunos de los capiteles de la Mezquita Aljama. Quienes limitaron sus acciones a relieves planos probablemente no tenían capacidad para modelar un bloque de piedra hasta convertirlo en un capitel de, por ejemplo, la serie corintizante de cáliz central.

6. Frente a lo que sucede en otras partes del Imperio, es sorprendente que sólo unos pocos cimacios contengan indicaciones iconográficas cristianas. Compararlos con los ravenáticos o los de Cairuán ilustra que en las circunstancias culturales de la península Ibérica fueron muy diferentes a las del norte de Italia o a las de la actual Túnez..

Por otra parte, pero en relación directa con el problema del influjo bizantino, los cimacios de la Mezquita Aljama de Córdoba documentan el uso de estos elementos desde muy pronto. La existencia de cimacios romanos (CM0202, CM0204, etc.) abre la posibilidad de que existieran de fórmulas estructurales tempranas que los comprendieran; es decir, que se emplearan cimacios en edificios construidos antes del siglo IV. Desde esta circunstancia, se reforzaría la tesis de que la fórmula estructural de la mezquita no fue tan excepcional como hoy parece.