lunes, 4 de abril de 2022

Rizando el rizo: la sombra de Tucídides

Pues parece que se ha materializado una situación aún más peligrosa... Cuando la pandemia aún mantiene en vilo a diferentes regiones del Planeta, como renovada defecación de Hefaistos, aparece la muy anunciada y desmentida Guerra de Ucrania. Desde la crisis de los misiles, jamás habíamos sentido tan intenso y hediondo el aliento de Caronte en el cogote. 

Escalera de Odessa (Wikipedia, By Oleksandr Malyon)

Algunos hablan de guerra medieval en pleno siglo XXI, pero mi memoria, esa denostada herramienta, propone imágenes y situaciones no tan añejas. A fuerza de sinrazones, la muy circunspecta y átona obra de Sidney Lumet (Fail Safe, 1964) en esta ocasión. oculta la de Kubric (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb,1964), aunque el título de esta última seguramente sintoniza mejor con el relato proporcionado por los medios y los dignatarios occidentales, empeñados en que acudamos al holocausto entonando, no la canción de Vera Lynn (We'll meet again), sino la marcha del Club de Mickey Mouse en versión chusquera, por supuesto, de cuando un servidor hizo la mili. Cultura de la Cancelación en molde prosaico para escarnio de posmodernos, tan progresistas ellos. Y en cierto modo, es "lógico": el repudio de la razón ha de conducir a la recuperación de los dogmas y, con ello, a la resurrección de los fenómenos asociados al pensamiento mítico. Steven Pinker debería llegar un poco más lejos, si se desprendiera de una puñetera vez de los cauces metodológicos ortodoxos.

Confiemos en que unos y otros no sean tan estúpidos como parecen, aunque me temo lo peor.

domingo, 9 de enero de 2022

Estulcracia

Con formulaciones variables en el tiempo, lo ha dicho un amigo —lo sigue diciendo— muchas veces con frecuencia cansina. En la versión más reciente:

"El número de estúpidos por cada cien mil habitantes es una constante universal... en crecimiento permanente."

Enfatiza la pausa con un guiño y un comentario aclaratorio a posteriori: "aunque fui de ciencias, ahora soy de letras y las leyes de la lógica de toda la vida ceden ante la fascinación de la lógica difusa". Y se queda más ancho que largo. E imagina que la frase encierra "su gran aportación" al acervo de la cultura occidental... Como si el imperio de la estupidez fuera cosa nueva. 

Como sabrá el lector informado, aún hay debate sobre cuál fue el origen primero de la sentencia en cuestión: Stultorum infinitus est numerus, recogida por Cervantes en El Quijote, tal vez, parafraseando la creatividad de Jerónimo de Estridón en su versión de la primera Vulgata (Eclesiastés, 1.15)... Tiene gracia que la frasecita quedara vinculada al momento en que se dictó la doctrina oficial de la Iglesia mediante una interpretación que hubo de ser rectificada muchos años después para mantener la fidelidad de lo escrito en los textos "originales": (Quod est curvum, rectum fieri non potest; et,) quod deficiens est, numerari non potest.

Al margen del debate que seguramente planteó Lutero en algún momento, la idea ya estaba documentada en la pluma de Cicerón, con un texto más próximo a las pretensiones de mi amigo: Stultorum plena sunt omnia. Conocido el tiempo transcurrido entre la "aparición del hombre" —ruego excusas por el demarrage machista— de textos históricos, es muy posible que el ilustre orador no fuera el primero en percibir algo tan obvio... 

En todo caso, sobre las versiones conocidas de la sentencia, que son muchas, la idea de mi amigo introduce un matiz del que se siente orgulloso, tal vez con razón. Porque a medida que discurren los tiempos, dijérase que la estupidez se ha transformado en arenal liviano movido por Eolo... Se lamentaron los santones de la Escuela de Frankfurt por llegar a una conclusión, para algunos, sorprendente y desconcertante: el desarrollo de la Ilustración había culminado, de forma casi natural, en la ideología nazi. Si esa formulación es lógica, también lo sería el corolario casi obvio derivado de la formulación de mi amigo. El sistema democrático habría culminado en una fórmula política construida sobre cimientos endebles por penosos y perversos: la estupidez humana. 

Retrato de Cicerón, Museos Capitolinos, Wikipedia

Confieso con sordina que no me parece creíble que el desarrollo de la Ilustración condujera a Hitler y, muy especialmente, al Hitler histórico; todo lo más, al Hitler de los relatos dibujados a partir del desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el consiguiente juego maniqueo para disfrute de Stanley Kubrick (A Clockwork Orange, 1971: secuencia del tratamiento Ludovico). Y sin embargo, si me parece razonable deducir que el imperio de la estupidez es la culminación necesaria del proceso iniciado en 1945, por la acción de tres o cuatro factores primordiales: la naturaleza de la "democracia" tal y como se entiende en términos prácticos, la condición humana, en su diversidad sociológica, el desarrollo de los medios de comunicación y, por supuesto, la funcionalidad de las redes sociales. 

Cuando oigo o leo a los muy respetados mandarines de inclinación socialdemócrata de la prensa sus indignadas diatribas ante los dislates actuales, se me hinchan las venas del cuello recordando cuando ellos mismos pontificaban con solvencia sobre la obligación social del periodista serio en modelar el buen criterio del lector u oyente... ¿Modelar? Por supuesto, de acuerdo con los valores dominantes de la mencionada línea ideológica. Tantos años "modelando el buen criterio de los lectores y oyentes" y no se han dado cuenta de lo sutil que es la línea de separación entre la mentira y la sugerencia interesada. Hace poco oí el comentario de un "tertuliano" de voz engolada y agilidad retórica, cuyo "estilo" hubiera hecho las delicias del último Umberto Eco, relacionar el asalto al Capitolio norteamericano con China y Rusia. Y aunque en su proximidad había "tertulianos" de diferentes cortes políticos y actitudes personales, nadie se levantó de la tertulia y nadie le reprochó nada. Es preciso continuar modelando el criterio de los espectadores según los intereses dominantes. Y en la actualidad, lo importante es resaltar lo malos que son los rusos y los chinos, que aún no han sido capaces de asumir las bondades de la "democracia" en toda su integridad. Y si desde esa premisa, empezamos a lanzar sesgos e insidias, ¿dónde deberíamos colocar el límite de la veracidad? ¿Por qué se  puede decir esa memez y no que determinado político de izquierdas se ha hecho millonario en dos años? O que el resultado oficial de las elecciones norteamericanas fue un fraude...

En este asunto sí que está clara la relación causas-efectos: cincuenta años ofreciendo sesgos informativos sólo podían culminar en la legitimación solemne de la mentira como herramienta fundamental de acción política. Y como anticipaba al comienzo, nadie crea que la fórmula es nueva; y nadie piense en Goebbels, porque el origen es tan lejano con el nacimiento de las crónicas históricas, antesala del "periodismo serio". Desde mis pobres datos, le mentira se ha empleado como factor de manipulación desde que tenemos memoria histórica; es más: la mentira ha sido uno de los factores culturales más relevantes en la configuración de lo que hoy llamamos la Cultura Occidental. Desde lo mencionado al comienzo de la entrada, ¿necesita el lector explicación detallada? Si así fuera, anímese con un comentario...


Don't Look Up

Está de actualidad aprovechar Don't Look Up para otorgar fundamento a valoraciones de la más variada naturaleza. Ha leído y oído comentarios para todos los gustos; incluso algunos particularmente estúpidos... Me quedo con el juicio de Neil deGrasse Tyson: no es una comedia, es un reportaje. El espectador acaso ría o sonría viéndola, pero me temo que incita mucho más al llanto o incluso, al rechinar de dientes. Y lo peor es que, percibida desde los límites del Imperio, la "historia" aún parece más penosa... si cabe. Sólo un detalle casi nimio: tras casi cuarenta años de actividad profesional en la universidad, puedo testificar —si se desea, incluso solemnemente— que el "mundo del conocimiento" lleva demasiados años padeciendo la nirvana inducida por el escepticismo forzado desde el posestructuralismo. Y ello ha engendrado infinitas situaciones como las personalizadas por Randall Mindy y Kate Dibiasky, de las que este humilde amanuense, enfrentado a las peculiaridades de las Ciencias Sociales, no ha podido escapar. "La verdad", que no es entidad científica, pero sí filosófica, como "objetivo utópico" del conocimiento científico, ha dejado de ser factor primordial, supeditado a circunstancias más etéreas. Aunque en esta entrada no he hecho mención alguna a este asunto, ¿necesita el lector explicaciones pormenorizadas?

No entraré en los casos de la presidenta de USA y su hijo. Allá se las apañen con el "referente" que, muy probablemente, regresará la Casa Blanca si no media un milagro "de última hora". Ni en otras calamidades, más propicias para las calendas de febrero... si llegamos a ellas.

En general y desde la voluntad expresa de alguno de sus creadores, la película se ha "utilizado positivamente" para enfatizar el asunto de la crisis climática... Me parece bien, sin necesidad de entrar en una cuestión que siempre me ha parecido difusa. Pero no creo que hoy ese sea el problema más grave a solventar: dejar el control político de países poderosos en manos de quienes sólo han de justificarse ante una legión de imbéciles, me parece tan peligroso como que la trayectoria de la Tierra coincida con la de un cometa de 10 kilómetros de anchura; ya se trate de la crisis climática o de cualquier otra cosa.

No veo la forma de resolver este problema en nuestro actual "sistema democrático".  Lo ha puesto ante nuestras narices la muy dilatada crisis de la Covid: la cuestión más acuciante no es el cambio climático, sino un cometa de 10 km de ancho llamado estulticia. Hiere imaginar las consecuencias de enfrentarse a a una situación más peligrosa que la engendrada por ese virus maldito...

martes, 23 de noviembre de 2021

Una explicación o una breve confesión que puede ayudar a entender la naturaleza de este blog

Esta entrada está dirigida, muy especialmente, a quienes fueron mis alumnos...


Casi han pasado dos años desde la última entrada y me reconozco indigno e indolente por no haber dado explicación alguna... Como recordará el lector, la última entrada "subió a la nube" el 28 de diciembre del año 2019, con un texto que no era ninguna inocentada, aunque lo pareciera. Por supuesto, la elección de la fecha no fue casual: me divertía imaginar las "consecuencias" de una provocación "inocente". Imaginé que menudearían los comentarios, las valoraciones muy críticas e incluso los insultos, sobre todo, cuando observé el crecimiento desmesurado de las visitas. Me equivoqué... Es posible que el mutismo haya condicionado mi ánimo para no ir más adelante en el "vertido de material" de un disco duro, cuya capacidad está al borde del colapso.

Pero reconozco que no fue el único factor y ni tan siquiera el más influyente en la paralización del blog; porque su desarrollo había llegado a un punto de culminación profesional, que debería asumir el paréntesis de un año sabático a disfrutar durante el curso 2019-2020. Durante ese año tenía previsto trabajar, sobre todo, en la recopilación de datos, que serían subidos al blog durante el siguiente, cuando ya estaría disfrutando de la jubilación... Así lo había planeado.

Y en eso llegó la Covid y lo trastocó todo. En ocasiones los parámetros aleatorios juegan con los hilos de la existencia humana y con la expansión de la pandemia, las intenciones cayeron al abismo de los empeños vacuos: se bloquearon las posibilidades de viajar y, por supuesto, de insistir en recopilar material relacionado con las peculiaridades de los fenómenos culturales del Fin de la Antigüedad. Fueron tiempos extraños para todos.  Pude haber recuperado el blog para compensar el tedio del confinamiento, pero me refugié en otros menesteres... También cambió mi intención de jubilarme un año antes de llegar a la "jubilación forzosa". 

Parque Natural del Señorío de Bertiz, otoño de 2021

Llegados a septiembre de 2020, de súbito, recibí una propuesta tan apasionante que me obligó a transformar buena parte de mis hipótesis existenciales; me la trasladaron por teléfono y, como buen asno viejo, respondí con pose de sorpresa incómoda... Sin embargo, debo manifestar que ella activó una descarga de adrenalina de las más fuertes experimentadas a lo largo de mi vida. La "propuesta" suponía olvidar las asignaturas asignadas hasta la fecha, todas ellas relacionadas con cuestiones "pedagógicas", para encargarme de "dar" durante el curso 2020-2021 varios grupos de Teorías del Arte Contemporáneo, que tradicionalmente habían impartido profesores —sobre todo, profesoras— del departamento de Historia del Arte. Debido a las normas dictadas por la Complutense y a mis propias circunstancias,  el curso se desarrollaría on-line... ¿Qué puede tener de excitante una propuesta así? Sin detenerme en los matices asociados a las comillas, intentaré explicarlo en un breve inciso, con matices de confesión no contrita.

Contra el comentario de un querido antiguo alumno —ya casi amigo—, testifico con rigor de juicio filmado por Otto Preminger, que nada hice por finalizar la carrera profesional de ese modo y no sé si quienes tomaron la decisión consideraron otras razones que las puramente instrumentales. Al menos, nadie me comunicó nada en otro sentido y únicamente se justificó la decisión en mi "título de doctor en Historia del Arte". Si quienes tomaron la decisión lo hicieron con la intención de darme una sorpresa agradable, quede aquí solemne testimonio desconcertado de agradecimiento. Y no se sorprenda demasiado el lector por una situación tan brumosa: en la universidad las aguas portadoras de la energía necesaria para mover las palas del molino, casi nunca discurren por la superficie. 

Sea como fuere, el encargo tocó fibras muy sensibles de mi existencia, porque cuando decidí olvidarme de la industria de la construcción para buscarme la vida replanteando mi profesionalidad hacia la Historia del Arte, latía una preocupación personal derivada de mi, por entonces, ya viejo coqueteo con las artes plásticas. Un problema de salud aparecido a la edad de 12 años y que me mantuvo entre quirófanos y camas durante casi tres, me animó a dibujar y pintar compulsivamente, como forma de mitigar el aburrimiento...  La afición a la lectura me vino mucho después, paradójicamente, en el lugar más opuesto posible a la trasmisión de conocimientos; pero esa es otra historia propia de nuestra kafkiana sociedad.

Pasaron los años, cambiaron las circunstancias y con la ingenuidad del autodidacta pasional, fui ampliando mi interés por los asuntos históricos —fui lector compulsivo de Tuñón de Lara— y los estéticos, que progresivamente se orientó más hacia los fundamentos teóricos que hacia los prácticos. Y con esos antecedentes, afrontados nuevos retos de desarrollo personal, cuando me matriculé en la Facultad de Geografía e Historia lo hice con dos objetivos de conocimiento prioritarios; por supuesto, también había "otros", que no vienen a cuento ahora. El primero, derivado de lo expuesto, se centraba en comprender "lo que estaba pasando con el arte contemporáneo", por aquellos tiempos aún supeditado a las contradictorias corrientes conceptuales, en España ahormadas según el criterio —para mí, respetable pero muy discutible — de Simón Marchán. Aún recuerdo  la sorpresa de un compañero, que me había etiquetado como "medievalista", cuando advirtió mi "rendimiento" en esos asuntos...

El segundo, asociado a preocupaciones más recientes, se podría integrar bajo la pretensión de dedicarse a lo que ciertos estudiosos denominaban el estudio de la "cultura material". Seguramente, este factor proporcionará una pista para entender por qué elegí una tesis doctoral tan alejada de lo expuesto y el carácter aparentemente estrafalario por "disperso" de este blog. Aunque me hubiera gustado orientar mis primeras investigaciones hacia el arte contemporáneo, mi componente "científico" (hasta aquellos años mi formación académica se había desarrollado en campos puramente científicos y tecnológicos), dictaminó la naturaleza vidriosa —por decirlo de modo suave— de los planteamientos teóricos al uso... Pero esa también es una cuestión relativamente ajena a lo que intento exponer en esta entrada y, de momento, debe quedar al margen, aunque seguramente volveré a ella en otro momento, si para entonces me apetece dar explicaciones sobre asuntos cada vez más embarrados por su proximidad con las creencias.

En este punto el lector avisado ya adivinará que la propuesta trasladó mi espíritu a momentos  particularmente placenteros y reconfortantes, y a preocupaciones aún latentes en lo más profundo de mi "alma". De nuevo me veía obligado a revisar mi particular modo de contemplar las contradicciones latentes en las corrientes conceptuales y en el cada vez más abstruso y acomodaticio movimiento posmoderno. ¿He dicho movimiento?  El lector sabrá disculpar la broma malévola...

Huelga decir que, a pesar de los inconvenientes de los cursos on-line para mi manera de entender la docencia, pasé un curso delicioso ( o tal vez debiera decir divertido). Reconozco que no se me habría pasado por la imaginación diseñar una fórmula tan cargada de connotaciones simbólicas para cerrar una carrera profesional "anómala" pero asumida con toda la pasión del universo. Además, como saben quienes me han sufrido, desde hace más de treinta años defiendo que "entender de arte" implica conocer las circunstancias circundantes y, muy especialmente, las ideas estéticas que le otorgan fundamento "culto".

Pero de cualquier forma, el encargo completó un contario de recuerdos que, en ese sentido, por cuanto se refiere a quienes debieron soportarme en clase, casi siempre fueron especialmente placenteros.  Y aunque sé que serán muchos quienes ya se hayan olvidado de este humilde trabajador del "sector educativo", desde aquí me gustaría transmitir a todos —incluso a quienes no me soportaban— mi más profundo agradecimiento por facilitarme las cosas. Disfruté como jamás imaginé que se pudiera disfrutar en una actividad profesional. ¡Gracias a todos!

Escalinata de ascesis estética del Museo Oteiza

Pero recuperemos el hilo, enredado entre digresiones marginales y patinazos emotivos... Puestas así las cosas, desde la vida del blog, llegado el primero de septiembre de 2020, no me pareció oportuno ni tan siquiera reavivar la segunda parte de cierto original sobre "problemas de conducta estética española", que publicara incompleto hace ya muchos años y que sigo conservando en la carpeta de los "borradores con posibilidades"; tanto fue el pavor que me infundió completarlo. Y menos aún continuar con la estrategia de emplear el blog como recurso docente auxiliar. Tal vez debiera haber aprovechado el momento para dar un "repaso" a ciertos planteamientos actuales, pero me pareció más sensato mantener cierta frialdad de juicio y no condicionar demasiado las reflexiones de los alumnos menos inquietos, con frecuencia, proclives a ceder ante la "manipulación académica", entendida en el mejor sentido del término y también en el peor. 

Pero la razón más poderosa para explicar la falta de entradas en el blog es la más prosaica: el encargo asumido con pasión de principiante supuso una carga de trabajo particularmente elevada, que dejaba pocas opciones al resto de las actividades personales y, por supuesto, al mantenimiento de un blog con pretensiones de seriedad (no diré rigor para no escandalizar a nadie). 

Salvado el apuro del curso, aparecieron otros factores. Debo reconocer que cuando es visible en el horizonte inmediato la jubilación, los propósitos y las planificaciones comienzan a padecer los efectos disolventes del dolce far niente, y de la pereza, desacreditada por la moral cristiana como pecado capital, pero tan psicológicamente útil en determinadas situaciones. Tal y como confesé a cierta persona, de quien me gustaría olvidarme pronto, cuando ya tenía el curso lanzado, hacia finales de diciembre del año 2020, comencé a sentirme como un Airbus A320 cuando enfila la pista de aterrizaje a una velocidad particularmente baja y se encuentra con viento frontal suave y de fuerza constante. 

Y eso que el panorama general no ha podido ser más propicio por la granizada de situaciones potencialmente motivadoras. Por recordar sólo lo más actual: ahí está la nueva Ley de Universidades, avalada por un ministro de filiación supuestamente progresista, sobre la que se podrían decir muchas cosas y entre ellas, su distanciamiento de los problemas más gruesos de la universidad española. Pero también, los vericuetos político-festivos de nuestros queridos líderes; el descrédito de "lo científico", que ha derivado en manjar para imbéciles y tanto daño está haciendo en todo el mundo. El dilema de Tucídides, que está a punto de precipitar un conflicto bélico en el corazón de Europa, que pudiera transformar la amenaza del cambio climático en un juego de niños. La "federalización" de la gestión cultural o el "arte" —en este caso sería mucho mejor decir la "cultura material" sin comillas, ¿no?— convertido en protagonista del debate político. El otro día cayó en mis manos un texto del MIT que habría dado para ilustrar con donosura el museo del desconcierto universitario en contexto de planteamientos metodológicos rigurosos: bocado de cardenal para un heterodoxo; ni Harvard se salva de la devastación de los vientos dominantes...

En cuanto al futuro del blog...  No sé si volveré a afrontar asuntos relacionados con el universo estético contemporáneo, cada vez más declinado a provocarme bostezos. El otro día se nos ocurrió visitar el Museo Oteiza que, por razones "personales" (también aquí las comillas tienen su miga), conocía en profundidad pero indirectamente y, francamente, no me apetece hacer el menor comentario; ni tan siquiera para "valorar" el proyecto de Sáenz de Oiza, que tanto dice sobre ciertas corrientes arquitectónicas españolas del presente y, sobre todo, del pasado reciente. Contemplado como "objeto de cultura material" no puede ser más explícito. La escalera ascética es todo un manifiesto... para partirse el amortiguador pelviano de risa. Ya veremos...


De momento, quiero trasladar mi más profundo agradecimiento a quienes habéis seguido el blog y haceros notar que aunque esté jubilado y los años vayan menguando mis capacidades en todos los sentidos, tengo la intención de continuarlo... de algún modo, aunque con ello se agite la memoria del flautista de Hamelin.

Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus

Abrazo enorme para todos

sábado, 28 de diciembre de 2019

Los capiteles galaico-bizantinos de la antigua diócesis de Astorga.

Preámbulo

Hace algún tiempo, una persona especialmente próxima me comentó si, entre tanto "repertorio de aluvión" no debería incluir, de vez en cuando, alguna reconsideración de carácter general, que permitiera al lego extraer alguna conclusión positiva, incluso aunque fuera con carácter de dudosa atribulación. Y lo cierto es que esa observación tenía mucho fundamento, porque es muy probable que el lector interesado no sea capaz de "entender" y "contextualizar" algunos comentarios que, en mi mente, están más claras de lo que pudiera parecer. Reconozco que ofrecer un planteamiento tan "abierto" como el que rige en el desarrollo de este blog puede ser desconcertante, sobre todo, si quien aterriza entre sus líneas está acostumbrado a fórmulas más digeribles y menos heterodoxas.
Y sin embargo, en su lógica interna, las entradas dedicadas a "capiteles" de este blog tienen varios objetivos. Uno de ellos es ofrecer un repertorio gráfico que pueda ser útil a quien esté interesado a asuntos de Arqueología Clásica y Altomedieval. Pero también, organizar un entramado que proporcione soporte a la tesis abierta que desarrollaré en esta entrada. Porque en la acumulación de documentación gráfica sobre capiteles de un período tan abierto como el que va desde la aparición del Imperio Romano hasta los alrededores del año 1000, siempre ha estado presente la voluntad de enfrentarme con la Historia de la Arquitectura Altomedieval en la península Ibérica, que, a mi juicio, lleva demasiados años condicionada por estudios sesgados por condicionantes de naturaleza muy variable. Supongo que el lector informado ya se habría dado cuenta si echó un vistazo a las entradas dedicadas a los capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba...
En ese sentido, es posible que el estudio sea algo engañoso, pero no mucho, porque si uno de los filones fundamentales para acercarse a ese problema estaba en Córdoba, el otro está en los alrededores de León o, mejor dicho, en la frontera este de lo que fue Gallaecia.

Santiago de Peñalba
Por razones prácticas, me ha parecido más sensato dejar al margen un título más pretencioso. Además, quien esté familiarizado con este blog, enseguida adivinará las líneas más relevantes de una entrada que, en su título, toda una concesión a quienes buscan etiquetas, ya es elocuente.
Poco a poco, el rompezabezas, al que aún le faltan muchas piezas, ha empezado a definir áreas bastante claras, que permiten acercarse a determinados aspectos de la ornamentación arquitectónica altomedieval y, por supuesto, de los años finales del Mundo Antiguo. Por suerte o por desgracia, esas áreas encajan mal con las descripciones tradicionales y supongo que será difícil convencer a nadie de nada, sobre todo, si tenemos en cuenta que esas valoraciones están reforzadas por múltiples trabajos más o menos recientes, de metodologías sujetas al "rigor científico", que desde hace años se exige en el universo de la Arqueología y de la Historia del Arte (más adelante se entenderá el sentido de las comillas).
Por desgracia, esas exigencias no siempre responden a patrones de linealidad lógica. A mi juicio, en la mayor parte de esos estudios han pesado demasiado varias circunstancias que he mencionado de vez en cuando en el blog, pero casi siempre "de pasada": el exagerado peso que se ha otorgado al "criterio de autoridad", el abuso las hipótesis de "realimentación", la fuerte compartimentación de los estudios, con frecuencia, forzados por especializaciones cada vez más encorsetadas, la escasa atención prestada a la endeblez de las hipótesis latentes o colaterales, la condescendencia con la que se suelen contemplar las "hipótesis de contrastación", el peso de los factores "territoriales", definidos desde la articulación administrativa y desde la territorialidad de las instituciones académicas y museísticas y, muy especialmente, la exagerada preeminencia del estudio de detalle sobre lo global.

Santiago de Peñalba.
No añadiré nada sobre la primera cuestión, pero sí me gustaría indicar algo sobre las demás.
Las hipótesis de realimentación: con mucha frecuencia, sobre todo en el ámbito universitario, por aquello del cientifismo "garantizado" se recurre a fórmulas que, por lo general, tienen sentido en las Ciencias Naturales, pero lo pierden en cuanto entramos en el de las Ciencias Sociales o Humanas. Es muy socorrido que el propio título de la tesis ya tenga implícito el resultado de la investigación que, además, se suele presentar bajo la fórmula: "en consecuencia, la hipótesis queda probada", cuando lo que en realidad supone el trabajo de investigación no es sino un proceso de realimentación continuo a partir de teorías insuficientemente contrastadas pero aceptadas por "la generalidad" de los científicos del área de conocimientos.
La fuerte compartimentación de las especialidades hace que, como en este caso, cuando nos enfrentamos a fenómenos de filiación cultural difusa, sea difícil que un "especialista en altomedieval", "se atreva" a enfrentarse con un asunto que "parece antiguo". A quien esto escribe, cuando trabajaba con patrones más ortodoxos, le dijeron unas cuantas veces que "debería centrar más el objeto de sus estudios"... Sin embargo, hace años intuía y hoy sé, que ello implicaría desdibujar los perfiles del problema a resolver. Por desgracia. creo que, a medida que el tiempo pasa, teniendo en cuenta cómo han evolucionado los estudios universitarios en los últimos cuarenta años, especialmente, en el llamado "tercer ciclo", esta disyuntiva cada vez es más abstrusa. Aún recuerdo a cierto reputado investigador que me indicó, en cierta ocasión, la conveniencia de estudiar los capiteles con la misma metodología que se estudian los fragmentos de cerámica... Es muy probable que, en un futuro, esa sea la mejor manera de hacerlo, sobre todo si de lo que se trata es de informar de sus cualidades específicas. Pero si tenemos un poco más de ambición, cuando están pendientes problemas que implican oscilaciones brutales de catalogación, sería infinitamente más operativo hacer lo que el sentido común impone ante la valoración de cualquier problema: caminar de lo general a lo particular, contemplar el bosque antes de analizar el árbol, no sea que la percepción de éste impida ver la entidad de aquel.
Y en este caso, el problema estaba claro desde hace muchos años, seguramente desde antes de cuando Torres Balbás comentaba "de pasada" que los capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba aún estaban sin estudiar. Supongo que él mismo ya se habría dado cuenta de que las valoraciones de don Manuel, que había definido a partir de ellos, el entramado que sostenía su "arte mozárabe",  ofrecían demasiadas incongruencias.

ZRH01
Los hipótesis latentes... Creo que he aludido tangencialmente a ellas en alguna ocasión. Un ejemplo que toca directamente el asunto de los capiteles: suponer que en toda la península Ibérica la talla de capiteles durante la Antigüedad y la Alta Edad Media, se sometió a paradigmas evolutivos lineales e invariantes, me parece sumamente aventurado, por no expresarlo de forma más contundente. Aunque empleemos ese paradigma como recurso orientativo, de primera aproximación, deberíamos ser conscientes de que no se trata más que de un modelo acotado por nuestras posibilidades lógicas, pero siempre condicionado por nuestras limitaciones. Sólo para enfatizar lo más grueso: basta echar un vistazo a cómo se materializó la romanización en las diferentes áreas geográficas peninsulares para intuir que nos encontramos ante situaciones culturales muy diversas. Y para mayor abundamiento, ahí está el irregular reparto de restos de ornamentación arquitectónica de esa época, que han llegado a nuestros días. Si, por ejemplo, comparamos los restos de arquitectura ornamental de época romana de Gallaecia con los registrados  en la Baetica, podríamos extraer conclusiones espectaculares que, sin embargo, no aparecen en los estudios al uso...
Con mayor fundamento, otro tanto podría decirse de  lo que, en la actualidad, se está haciendo con el análisis de muros y de otras circunstancias de ubicación cultural difusa. Y de momento, no deseo continuar una reflexión que desborda los territorios que yo mismo he acotado.

La actitud condescendiente...  El "estado actual de los conocimientos" se ha convertido en una categoría con más entidad como dogma que como conjunto de hipótesis que deberán ser contrastadas permanentemente para permitir el desarrollo del conocimiento. Vivimos tiempos en los que ese fenómeno, muy conocido desde, al menos los tiempos de Galileo, ha cobrado una entidad nueva gracias al poder de los medios de comunicación y de las estructuras "académicas" —no sólo universitarias—. Me consta que existen muchos estudiosos que no se toman ni un minuto en leer o escuchar un argumento que entre en oposición con lo que ellos hayan publicado; no buscarán la parte débil de lo expuesto porque tienen suficiente con aplicar un arma más poderosa y contundente: la descalificación.
De hecho, el peso de "lo políticamente correcto" tiene más entidad operativa y laminadora que las sentencias de la Inquisición. La posibilidad de que hoy se pueda expresar públicamente cualquiera han inducido una reacción "de autodefensa" que, en muchos aspectos, entra en choque frontal con las exigencias más elementales de la metodología científica.

No aburriré al lector con el asunto de la territorialidad que, frente a lo que tal vez imagine, no depende sólo de actual articulación administrativa de la España de las Autonomías, porque el problema viene de muy atrás, de cuando los museos y las cátedras universitarias acotaban sus feudos (sin comillas) por aquello de que "entre bomberos, no conviene pisarse las mangueras". Y aunque esta situación parezca sensata —realmente es bastante sensata—, enseguida veremos que tiene ciertos inconvenientes, que no siempre se solventan con sentido común o, si se prefiere, con voluntad práctica.

El microscopio antes que la visión panorámica. Se dice que los estudios generalistas son más propios del pensamiento precientífico del siglo XIX. Sin embargo, prescindir de él puede conducir a despropósitos como los que he recogido con cierta frecuencia en este blog y los que expondré en esta entrada. La frecuencia con la que en ambientes de probado cientifismo se confunda a "La Maña" con una representación medieval de la Lujuria o no se sabe distinguir un capitel corintio de uno compuesto o de uno corintizante, son hechos que sonrojan pero tremendamente ilustrativos de una estrategia que, a mi juicio, debería revisarse, por más que les moleste a los integrantes de ciertas "escuelas". En éstas, por razones que, a mi juicio deberían haberse extinguido desde que cualquiera puede hacer una fotografía de cierta calidad, era "fundamental" forzar el análisis y complementarlo con las posibilidades que, para ello, proporciona la acción de dibujar. En aquellos tiempos era conveniente proporcionar buenos estudios de detalle para que quienes tenían acceso a las publicaciones de referencia —los "especialistas consagrados"—, pudieran trabajar con comodidad, sin salir de sus gabinetes, desde donde ofrecerían los necesarios estudios globales, que, de ese modo, aparecerían como frutos de una sabiduría excluyente...
No merece la pena destrozarse los ojos contra el la lupa.

Santa María de Lebeña
Confieso que llevo algún tiempo dando vueltas a cómo plantear el asunto y después de muchas cábalas y sin que medie menosprecio alguno sobre los estudiosos  —a algunos de ellos hasta les tengo o les he tenido un gran aprecio personal— se han ocupado durante los últimos cien años de él, por razones operativas y de simple economía de medios, me ha parecido conveniente recurrir, una vez más, a la raíz, a las fuentes, a las palabras de Manuel Gómez-Moreno. Al fin y al cabo, aunque han sido numerosos quienes se han ocupado de los capiteles "leoneses", salvo en casos excepcionales, apenas he encontrado en sus planteamientos otros argumentos que los que cumplen como refuerzo de los esgrimidos por aquel; por supuesto, aderezados de un amplísimo aparato de erudición que me desborda por las razones expresadas al tratar sobre los capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba. Obrar de otro modo me habría forzado a terrenos pantanosos que no me apetecen, sencillamente, porque en mi calidad de diletante, no tengo necesidad de someterme a lo "políticamente correcto".
Además, existía una razón secundaria, a mi juicio, muy relevante: de ese modo podía soslayar cualquier enfrentamiento directo con quienes, durante los últimos cuarenta años, han expresado sus puntos de vista sobre el particular. Y nadie crea que esta circunstancia es baladí. En algún momento, tal vez, lo explique con más detalle: baste con saber que, según mi punto de vista, en las circunstancias actuales, esas confrontaciones no ayudan a disipar la niebla sino a movilizar las pavesas.

La clave de la "pervivencia", casi contra natura, de las ideas de don Manuel, se explica con cierta facilidad y estoy seguro de que han sido numerosos los estudiosos que lo advirtieron y "comprendieron": no convenía tocar la piedra cuyo movimiento podía desencadenar el colapso del actual edificio de la Historia del Arte y la Arquitectura de la Alta Edad Media española. Y ese colapso podría movilizar consecuencias de alcance inconcebible, sobre todo, sobre nuestra visión de la Historia de aquellos años, que muchos consideran el "origen de la nación española".
Y sin embargo, replicar las argumentaciones de Manuel Gómez-Moreno hoy es harto sencillo, casi una obviedad: él mismo reconoció las debilidades de su tesis.
Por desgracia y para los amantes de las paradojas o de las parajodas, son numerosos los autores que se jactan de vocear que la idea de "lo mozárabe" esta superada sin tomar en consideración que fue el propio Gómez-Moreno quien puso la primera piedra de ese camino, para eludir el uso del término en cuestión y sustituirlo por otros que aluden a las mismas categorías. Algo parecido a lo que sucedió con ciertas obras de Panofsky... Nominalismo puro y duro: pero la magia de las palabras no altera los hechos del masado, más que en nuestra conciencia.
En ese sentido y aunque pueda sonar a petulancia retorcida, deseo reconocer públicamente que me siento seguidor de sus ideas y de su manera de entender la Historia del Arte y el análisis de la arqueología "de museo". De hecho, tal y como acabo de manifestar, sus análisis, planteados en su momento, me siguen pareciendo impecables y si no coincido en las conclusiones, sólo se debe a que hoy tenemos a disposición un caudal de datos más rico del que él pudo utilizar; por no hablar de lo que suponía recorrer España a lomos de una caballería o en los medios mecánicos de comunicación de entonces: hoy podemos acercarnos Estambul en el mismo tiempo que hace cien años se tardaba en llegar a Segovia en tren.

Santa María de Lebeña. Detalle del voladizo. ¿Discos solares mozárabes?
El problema: los capiteles supuestamente "mozárabes".

Manuel Gómez-Moreno expresó sus "teorías" tantas veces como se ocupó del asunto en sus diversas obras, pero me ha parecido conveniente partir de su obra más relevante (Iglesias Mozárabes), dado que en ella encontramos un conjunto de textos sensiblemente homogéneo y que contempla buena parte de los factores, a mi juicio, más interesantes y por ende, discutibles. Me he tomado la libertad de alterar el orden en que aparecen los textos en la obra, porque, a efectos de coherencia expositiva, me parece fundamental tener en cuenta el orden de realización de las piezas, que él mismo determinó, según un criterio bastante sensato. Ese orden determina unos cuanto jalones que nos pueden servir para valorar el proceso cultural que definen todas las piezas.

Primer jalón: el capitel de Wamba y la ornamentación visigoda de Toledo. Los capiteles como cápsulas culturales




Así, sobre el capitel de Bamba (Iglesias, p. 200) podemos leer:

"Una gran pieza decorativa posee esta iglesia y es su pila para agua bendita, de mármol blanco, en forma de taza gallonada por dentro, exactamente igual que las árabes, y con aspecto de capitel corintio por fuera, tallados sus caulículos y hojas sobriamente y con cierta rigidez de líneas, a modo griego; la parte medial de cada frente queda lisa y algo convexa, y por abajo, en vez de astrágalo, lleva una escotadura: su alto, 40 centímetros. Los capiteles marmóreos convertidos en pilas son numerosísimos; pero esta pieza ofrece muchas dudas sobre si es una de tantas o si, al contrario, fue desde luego labrada como pila, y a esto nos inclinamos con preferencia. Respecto de tiempo, su parecido con capiteles de Mazote, y en general con toda la decoración bizantina mantenida en este grupo leonés mozárabe, aconseja reputarla como del siglo X; pero reconociendo ser la pieza más arcaizante y clásica entre todas, de suerte que su mayor vecindad artística se halla en capiteles de Itálica y de la Catedral de Córdoba, correspondientes al período romano, aunque de cincel griego."

Varias son las circunstancias a tomar en consideración sobre lo ya expuesto en otras entradas, que mencionaré oportunamente. Pero, en todo caso, me gustaría llamar la atención del lector en una cuestión, a mi juicio, muy relevante: la manera de concretar el análisis descriptivo del capitel, que enseguida observaremos, es método invariante y hace pensar en el peso que otorgaba a su intuición, al menos, ante este tipo de objetos.
Obviamente, el capitel de Wamba es compañero de otros muchos ejemplares repartidos por el mundo mediterráneo y que ya he mencionado en varias ocasiones. A los ejemplares de Cairuán, el Museo Arqueológico de Estambul, de El Cairo, recogidos en la entrada dedicada al Museo Copto, en esta ocasión y al filo de ciertas consideraciones realizadas en entradas precedentes, me parece oportuno mencionar el que hay en San Clemente de Roma, que muy probablemente, fue retallado en una de sus caras para incluir un motivo "vegetal" muy conocido. Y, por ampliar el mismo universo referencial, aún podríamos mencionar otro más de la fachada norte de San Marcos, con cruces en las zonas de abultamiento, que también pudieron ser retalladas, tal y como sugiere el anómalo remate de las formas vegetales que recercan el espacio bulboso.

EMA031, Estambul, Museo Arqueológico

RSC02, Roma, San Clemente

VSM103, Venecia, Fachada de San Marcos
En definitiva, el capitel de Wamba, aunque pudo experimentar algunas acciones en épocas indeterminadas, de acuerdo con las valoraciones "tradicionales", no pudo ser realizado durante el siglo X, sino entre los "siglos V y VI".  El hecho de que haya aparecido en Wamba refuerza la hipótesis que, desde mi punto de vista, es más plausible: que fuera tallado sobre mármol griego en los talleres bizantinos y que fuera trasladado a Wamba o a algún lugar de la "zona astorgana".
Sobre el primer destino debemos tener en cuenta que la existencia del fragmento de Toledo pudiera abrir la opción, más "razonable" desde ciertos presupuestos, de que hubiera viajado desde la capital del reino visigodo hacia territorios septentrionales... Esta explicación se apoyaría en el hecho razonable (sin comillas) de que la capital debió contar con edificios de excepcional singularidad en comparación a lo que se construyera en áreas periféricas o marginales.
Si aceptáramos que el capitel llegó a Wamba en tiempos del rey que cambió el nombre del poblado, tendría cierto sentido, pero como ya adivinará el lector asiduo a estas páginas, no me parece que esa hipótesis tenga muchas posibilidades, dado el aluvión de piezas de gran influencia bizantina aparecidas en la antigua Gallaecia y, sobre todo, dada la penuria de los restos aparecidos en Toledo, que sigue desconcertando a propios y extraños.

TMUSCON03, Toledo, Museo de los Concilios. Capitel procedente de Santiago el Mayor. ¿Siglo VII?
Desde lo recogido en este blog, los restos aparecidos en Toledo refuerzan considerablemente la tesis de que en "tiempos visigodos", pero sobre todo, en la sociedad regida por los reyes visigodos —siempre he creído que referirse a "tiempos visigodos" implica valoraciones segadas—,  no existían posibilidades materiales para tallar capiteles de la calidad documentada, por ejemplo, en la Mezquita Aljama de Córdoba. La talla de un capitel de cierta calidad no puede resolverse únicamente con el concurso de un tallista habilidoso.
En primer lugar se necesita un bloque pétreo (marmóreo, calizo o de la naturaleza que sea tenga a mano) de buena calidad, que, a su vez, requiere la existencia de una cantera en explotación, capacitada para suministrar bloques "sanos". Y por supuesto, una mínima infraestructura que permita explotar ciertas canteras, transportarlos, tallados o "en bruto", hasta el lugar donde serán colocados.
La talla, a su vez, requiere contar con un repertorio de herramientas que, ante todo, permitan trabajar el bloque sin someterlo a fenómenos de fatiga elástica que podrían colapsar la pieza antes de su finalización o, lo que sería peor, una vez colocada en su emplazamiento definitivo. Para ello era necesario que existieran artesanos capacitados para fabricar las herramientas apropiadas: cinceles y punteros que no se estropearan al segundo "toque", brocas de la dureza oportuna, etc., etc.
En suma, para la talla de un capitel no basta con que la voluntad de un rey diga: "Hágase un capitel". Se necesitan talladores habilidosos pero, sobre todo, un "fondo" tecnológico y de actividad económica. Sin ellos es, sencillamente, imposible. Y aún deberíamos tomar en consideración que los tallistas estuvieran familiarizados con las tradiciones culturales de las que derivaban...
Acaso por ello sea razonable recordar algo que he mencionado de refilón en este blog con cierta frecuencia: los capiteles, que no pueden valorarse como fósiles guías de los estratos arqueológicos donde aparezcan, sin embargo, sí pueden considerarse como fósiles guía de los diferentes momentos culturales en que fueron realizados, porque aportan mucha más información específica sobre un momento cultural concreto que el paramento de un muro, sin ir más lejos. Un capitel, incluso aunque llegue a nuestros días erosionado, es una cápsula cerrada con información directa sobre la época en que fue realizado, que aunque haya sido exageradamente alterado por la erosión o por el maltrato humano, salvo en casos muy excepcionales (en el blog hemos mencionado algunos), no suele esconder sus rasgos iniciales.

TMUSCON04, Toledo, Museo de os Concilios. Capitel procedente de la puerta de "Valmardón"(instalación antigua)
En ese sentido, los restos de ornamentación arquitectónica aparecidos en Toledo refuerzan con claridad lo mencionado varias veces: en tiempos de "las invasiones", en prácticamente toda el área mediterránea, no existía infraestructura económica, tecnológica ni artesanal para tallar capiteles de calidad comparable a los que se realizaron en tiempos del Imperio Romano. De ahí que se optara por la reutilización y, como mucho, por la realización de piezas de concepción extremadamente tosca. Dicho con otras palabras: en época visigoda, como en tiempos longobardos, la norma fue que si se construía algún edificio se emplearan capiteles procedentes de los almacenes proporcionados por las construcciones de época romana. Ese es el caso, por ejemplo, de San Juan de Baños.
Aunque tradicionalmente se han atribuido a "época visigoda" casi todos los capiteles "anómalos", es muy probable que sólo una parte de ese conjunto realmente fuera realizado entonces. Es más plausible que buena parte de los capiteles "degenerados" obedecieran a la actividad de talleres locales o marginales de época anterior. En todo caso, buena parte de los capiteles toledanos que tradicionalmente se consideraban del "siglo VII" son, sencillamente, romanos. Dos ejemplos... El primero, conservado en el Museo de los Concilios y la Cultura Visigoda, procedente de Santiago el Mayor (TMUSCON03) y acompañado de una cartela que lo sitúa en el siglo VII, permite intuir por encima de su tremenda erosión, una pieza del siglo III o, tal vez, anterior, realizada por un taller no muy dotado pero sujeto a las fórmulas imperiales.
El procedente de las inmediaciones de Santiago del Arrabal (TMUSCON05), que también está muy erosionado, permite hacerse una idea de su estado inicial: la buena disposición estructural y la manera de enfatizar el labio del kalathos, nos colocan en los alrededores del siglo II. Por fortuna, en la última instalación del museo de los Concilios, a este capitel se le ha caído la cartela...

TMUSCON05, Museo de los Concilios. Capitel procedente de las inmediaciones de Santiago del Arrabal
Otro tanto sucede con el capitel aparecido en las "inmediaciones de la puerta de Valmardon" (TMUSCON04), que durante mucho tiempo se ofrecía al público en el Museo de los Concilios en compañía de una cartela que lo situaba en el siglo VII...
Por fortuna, la propia iglesia de San Román, que alberga el mencionado museo, contiene unos cuantos capiteles reutilizados entre los que hay varios que, con pocas matizaciones, pueden clasificarse en "tiempos visigodos", entre los siglos VI y VII: los TSRMC01, TSRMC02, TSRMC03, TSRMC04, TSRMC05, TSRMC06 y TSRMC07. De acuerdo con lo reiterado, con estas  piezas siempre debemos contemplar la posibilidad de que fueran realizadas por un taller marginal de época romana. Pero en este caso, lo más probable es que fueran talladas en esa época.
Dentro de una diversidad tipológica que nos informa sobre unas circunstancias culturales muy concretas, todos ellos tienen en común un alejamiento claro de las fórmulas romanas, aunque sus tallistas posiblemente intentaron emularlas. Procuraré volver con más detalle a ellos en otra entrada porque cada uno de ellos aporta cualidades significativas, entre ellas, la inexistencia de collarino y enseguida veremos la relevancia de ese detalle.

TSRMC01

TSRMC02

TSRMC03

TSRMC04

TSRMC05

TSRMC06

TSRMC07
En todo caso, en la línea de lo que deseo plantear en esta entrada y sin quebrar esa voluntad, me interesa destacar las cualidades de dos: el TSRM06 y el TSRM04; el primero porque ofrece una estructura, con "guirnalda", que está documentada en el noroeste y también en la Bética, y el TSRM04 porque, con la estructura mediante dos coronas de hojas de folíolos alargados y palmas, respectivamente, parece copia pobre de ciertas las fórmula "astorganas". Es como si quien lo realizó hubiera contemplado los capiteles de Mazote o algunos similares e intentara imitarlos. Y si la clasificación no es descabellada, ¿cómo explicar la existencia del capitel TSRM04 si los de Mazote fueron tallados en el siglo X?
Para tener una idea de lo que fueron los capiteles "de época visigoda", a estos deberíamos unir los de Recópolis y, como ya indiqué en la entrada correspondiente dedicada a los capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba, poco más...

Pero, regresemos al objeto fundamental de esta entrada y recuperemos las reflexiones de Gómez-Moreno sobre el capitel de Wamba. ¿Pudo ser tallado "originalmente" como pila? Es una posibilidad no desdeñable, habida cuenta de su calidad, y tal vez, también fuera recortado por la parte inferior. La excepcionalidad que proporciona haber sido tallado en Bizancio, justificaría un tratamiento especial.

"Respecto de tiempo, su parecido con capiteles de Mazote, y en general con toda la decoración bizantina mantenida en este grupo leonés mozárabe, aconseja reputarla como del siglo X; pero reconociendo ser la pieza más arcaizante y clásica entre todas, de suerte que su mayor vecindad artística se halla en capiteles de Itálica y de la Catedral de Córdoba, correspondientes al período romano, aunque de cincel griego."

Al parecer, de nuevo se manifiesta un juicio escasamente fundamentado. ¿Parecido a los capiteles de Mazote? Está clara la proximidad con los "más bizantinos", como veremos enseguida. Sin embargo, no así la cercanía a fórmulas documentadas en Itálica o en la Mezquita Aljama de Córdoba. Únicamente podríamos hablar de cierta familiaridad con la serie llamada "protobizantina" del Museo Arqueológico de Sevilla, pero no creo que Gómez-Moreno estuviera pensando en ella.
Dicho de otro modo —teniendo en cuenta que estamos hablando de una obra que trata sobre cultura mozárabe—: este capitel no puede explicarse como una derivación de fórmulas emirales o califales ni tampoco de las piezas que han aparecido en Córdoba y sus proximidades, incluida Itálica. Sólo si aceptáramos que la serie "protobizantina" es anterior a la aparición de las fórmulas propias del Imperio Romano de Oriente, cabría forzar los términos para explicar la existencia de los capiteles de Mazote a partir de ella. Pero el lector ya imaginará que esa hipótesis es demasiado rebuscada.
Por contra, está tan clara la relación de los capiteles de Mazote con las fórmulas estrictamente bizantinas, que me excuso por no insistir en esa dirección. Además, tengo entendido que hoy "nadie" discute la naturaleza estrictamente bizantina tanto del capitel de Wamba como del fragmento toledano. A ellos y como piezas estrictamente bizantinas, aún deberíamos añadir, entre lo que conozco, un fragmento de Cartagena y otro de Almuñécar, que podrían proceder de piezas diferentes a la de Wamba pero de concepción estética similar.

TCV01, Toledo , Cristo de la Vega
El juicio de M. Gómez-Moreno hoy debería expresarse de un modo que no discutirían ni los más fervorosos "discípulos" del sabio granadino: de toda la serie "leonesa" (astorgana) es el único que, sin ningún género de dudas, fue realizado en Constantinopla. ¿Capitel "clásico"  y "arcaizante", de "cincel griego"? La encomiable intuición de don Manuel propició, en este caso de forma accidental, una de cal y otra de arena, porque no creo que imaginara que estaba tallado en mármol proconesio.


San Román de Hornija, un monasterio que complica las cosas. Los capiteles galaico-romanos.

Antes de acercarnos a Mazote, debemos hacer una parada preliminar ante los de San Ramón de Hornija, por imposición del propio Gómez-Moreno (Iglesias, p. 189-191), que apuntó la posibilidad de que alguno de los aparecidos en esta localidad, donde fue enterrado Chindasvinto, fuera "visigodo":

"El número total de capiteles vistos llega a diez y seis, y hay basas, fustes y cimacios en crecido número. Todo ello-salvo algunos grandes fustes, de granito- es de mármol blanco, algo sucio y veteado generalmente, cuyas canteras más próximas conocidas se hallan en el Bierzo; los capiteles mayores, cuyo diámetro inferior se acerca a 38 centímetros, estuvieron exentos y son cuatro, nada parejos de estilo; medianos, o sea de unos 27 centímetros, hay nueve, todos ellos con una de sus caras llana y vertical, para fustes que habían de ir tangenciales al muro y ligados a la fábrica solamente por sus cimacios, particularidad muy notable, porque en lo visigodo no parece haberse observado tal cosa, como antes se dijo. Al contrario, fue uso generalísimo en nuestras iglesias leonesas del siglo X, bastando ello para fechar desde luego las piezas en cuestión y comprobar que el edificio hubo de parecerse por su estructura a Santa María de Lebeña."


LME33
No me detendré en las primeras frases más que para enfatizar la hipótesis latente que supone la existencia de una "arquitectura visigoda", marcadamente distinta de la "arquitectura mozárabe", al menos en lo que se refiere a la manera de vincular las columnas con los paramentos. Lo expresado no se ajusta a lo que conocemos ni por lo "mozárabe" ni por lo "visigodo". Como no creo que exista una "arquitectura visigoda", me limitaré a subrayar que esa manera de enjarjar el cimacio con el muro, que se aprecia en el capitel LME33 de Mazote, no es una cualidad exclusivamente "mozárabe". Quienes deben emplear material preexistente, están obligados a asumir sus condicionantes y, entre ellos, soluciones como el empotramiento de los cimacios. La existencia del cimacio asociado al LME33, que algunos autores han enfatizado exageradamente, a mi juicio, no significa nada, si tenemos la duda "razonable" de que tanto el capitel como el cimacio fueron reutilizados. Un problema similar se aprecia con más claridad en la Mezquita Aljama de Córdoba. Decidir entre emular fórmulas antiguas para emplear las piezas sin retoque alguno o cambiarlas y retallarlas es un dilema que se resolverá según criterios de conveniencia de quien tome las decisiones de obra.
En el caso que nos ocupa, es muy probable que la costumbre de enjarjar los cimacios con los muros, que encontramos en San Miguel de Escalada y en Santa Sofía, fuera un recurso constructivo de época romana como permiten intuir ciertas piezas reutilizadas en la mezquita cordobesa.
Y al hilo de esa circunstancia, aún cabría plantearse una duda sobre la naturaleza del supuesto "influjo cordobés" de todas las iglesias mozárabes: ¿El uso del arco de herradura es garantía de ese influjo o de testigo de una manera de construir heredado de la tardoantigüedad?  Creo que respondí a esa pregunta hace tiempo...

ESS151, Estambul, Santa Sofía
Pero continuemos con las palabras de don Manuel sobre los capiteles de Hornija:

"Las grandes piezas exentas, sin embargo, hacen sospechar si existirían , a más del crucero, naves prolongadas, como en Mazote.
Pudieran ser godos, si no más antiguos aún, y proceder del edificio fundado por Chindasvinto, dos capiteles de los medianos, enteramente iguales, que copian el orden corintio romano con toda precisión y aun con detalles clásicos, si bien rudos en cuanto a su técnica y llevando consigo un collarino angosto; además tienen una cara lisa y vertical, mutilación que pudo hacerse en el siglo X al aprovecharlos en otro edificio. También de tipo romano puro, con retorcidos caulículos, pero sin collarino, es otro capitel de los mayores, que existe sosteniendo el coro de la iglesia toresana de Santo Tomás Cantuariense, junto con otro de tipo bizantino, y ambos sobre fustes de mármol blanco, de 2,08 metros de alto y 0,38 de diámetro."

Aunque en el texto no está claro a qué piezas se refiere cuando habla de los capiteles "medianos",  deduzco que es a las ZRH13 Y ZRH11, que no he podido ver ni por supuesto fotografiar, pero que don Manuel dejó documentadas gráficamente.
El ZRH13 parece ser un capitel corintio de filiación romana comparable a otros aparecidos en el noroeste peninsular. Ofrece astrágalo de escasa altura y liso, acanto evolucionado, caulículos perfectamente marcados, cáliz asimismo bien definido y volutas de escaso desarrollo espacial. La aparente carencia de conjunto axial y la fórmula empleada para ornar la cartela así como la carencia (aparente) del labio del cesto nos sitúan en una fórmula evolucionada o relativamente marginal. También tiene interés el ornato zigzagueante del ábaco que parece tener cierta curvatura.
No creo que se le pueda considerar "visigodo" sino hispanorromano y tal vez debiéramos preguntarnos si, dada la existencia del collarino, no sería más apropiado valorarlo como "capitel galaico-romano".
A destacar la existencia de una moldura no muy gruesa en la parte inferior del cesto, que acaso pudiéramos relacionar con fórmulas imperiales de los siglos II y III, asociadas a la difusión del corintio asiático. No obstante, creo que establecer una relación de este capitel con los "asiáticos" sería forzada.
Seguramente fue realizado entre los siglos II y III.

ZRH13. Foto Gómez-Moreno
Algo parecido sucede con el ZRH11, de pilastra. En el blog hemos visto capiteles comparables, aparecidos casi siempre en el noroeste peninsular, es decir en Gallaecia. Éste, concretamente, caracterizad por la peculiar forma de disponer el forro "vegetal" arropando a las volutas, podría relacionarse con algunos de San Fructuoso de Montelius y con otros que veremos más adelante.

ZRH11. Foto Gómez-Moreno

ZTR02. Capitel de Santo Tomás, Toro
El capitel de Santo Tomas, de Toro (TTR02), infunde no pocas dudas puesto que en Iglesias está definido como"de tipo romano puro, con retorcidos caulículos, pero sin collarino". En el Catálogo Monumental de Zamora lo describe de otro modo: (...) "de los capiteles, rotos y encalados, el uno es corintio, de la decadencia romana, con caulículos retorcidos, como otro de San Juan de Baños, pero falto de volutas y ábaco".
Supongo que se refería al PSJB07 (ver imagen adjunta), con caulículos que podrían interpretarse como "retorcidos". Sin embargo, está claro que no tiene nada que ver con el de Toro ni en la estructura ni en la concepción ornamental. Precisamente, este capitel de San Juan de Baños me parece "pista" fundamental para deducir la capacidad de los tallistas "visigodos" del siglo VII y para orientar la clasificación de los restos aparecidos en Toledo. Si los "escultores áulicos" del siglo VII realizaron el capitel PSBJ07, ¿por qué no los hicieron para los edificios de Toledo?; ¿por qué no realizaron según las mismas pautas el resto de los capiteles de San Juan de Baños?  La falta de concordancia entre el PSBJ07 y los elementos arquitectónicos vinculados a él sugieren que se debe situar su realización bastante antes...

PSJB07. Capitel reutilizado de San Juan de Baños
De vuelta al capitel de Toro...  En realidad, se trata del cesto de un capitel compuesto, tal y como indicó en su día M. A. Gutiérrez Behemerid (nº 756). Lo que Gómez-Moreno interpretó como "caulículos" retorcidos es lo que este humilde amanuense denomina "tallos mediales", que son circunstancia frecuente en el orden compuesto.
Cuenta con dos coronas de hojas, una de las cuales podría alternan acantos con palmas. Aunque su estado de erosión impide precisar sus cualidades originales y, en consecuencia, afinar su valoración en el continuo temporal, su importancia deviene excepcional, precisamente, por la existencia del mencionado collarino doblemente sogueado. Esa cualidad estaría documentando la existencia de ese elemento en una pieza que deberíamos situar entre los siglos II y III (M.A. G. Behemerid lo situó en el siglo III).
Es importante tener en cuenta que los collarinos de los capiteles romanos de Gallaecia suelen ser abocelados y lisos. Y esa circunstancia, unida a la existencia del fragmento de Toro, determinan dato de gran relevancia porque desde él podemos deducir que no es necesaria la "aportación bizantina" para explicar los collarinos laureados de los capiteles de la diócesis de Astorga; podrían entenderse como un circunstancia derivada de fórmulas locales, es decir, de los talleres galaico-romanos y no de las modalidades bizantinas que, por lo general, usabann astrágalos diferentes.
Recuerde el lector que, en general, el collarino solo aparece unido a los capiteles en ciertas fórmulas de tiempos republicanos y del siglo I, Tanto en Tarragona como en Barcelona tenemos ejemplos en ese sentido. A partir de los tiempos de Augusto, lo más común es que los capiteles se desvinculen de los collarinos, que reaparecerán cuando proliferen las fórmulas ornamentales del Imperio Romano de Oriente. En ese proceso, Gallaecia aporta un conjunto de piezas de concepción heterogénea, entre las que apenas existe un elemento genérico común: precisamente, la existencia de collarino.
De todas formas, teniendo en cuenta lo que sabemos sobre el "uso y abuso" de los capiteles durante estos años, no sería descabellado dejar abierta la posibilidad de que, en este caso, se hubiera retallado el motivo doblemente sogueado sobre un collarino abocelado liso.
Particularmente y aunque entre los capiteles bizantinos sea muy habitual el uso de collarinos laureados, por las diferencias que hay entre la modalidad de éste y las fórmulas orientales, me inclino por postular que los collarinos doblemente sogueados, laureados o como los deseemos llamar, son una cualidad específicamente "astorgana" o, si se prefiere, "galaica", derivada de fórmulas como la documentada por el capitel de Santo Tomás Cantuariense.

El segundo capitel de Toro (ZTR01) es valorado de manera contundente: "de tipo bizantino", sin más. Es el que ha perdido la parte inferior del cesto y, en consecuencia, carece de collarino y la mitad de la primera corona de hojas. Además está sumamente erosionado. Más adelante, comentaré con un poco más de detalle el ZRH03, en cierto modo, similar.

En este punto, al filo de las cualidades del ZTR02, merece la pena adelantar un pequeño detalle que, a mi juicio, tiene especial relevancia a la hora de ubicar culturalmente los restos de estas iglesias y, muy especialmente, los de ésta. La existencia de capiteles "romanos" junto a otros de clara naturaleza "bizantina" impone remitirse a los momentos en que esta parte de la Península formaba parte de Gallaecia y, en ese sentido, acaso debiera plantearse la posibilidad de que el monasterio donde se enterró a Chindasvinto existiera desde antes de que el control de los godos se aplicara a todo el territorio peninsular...

Pero regresemos al grupo de capiteles que continúan en Hornija:

"Los restantes capiteles encajan en patrón bizantino, siempre bajo tipo corintio, más o menos alterado, y conformes en lo de llevar un collarino esculpido a manera de soga. Hermanan perfectamente con los otros de Mazote, Sahagún, contornos de Eslonza, pórtico de Escalada, Peñalba, Leveña y Celanova, más ninguna otra serie le llega en variedad de tipos, haciendo verosímil una prioridad de tiempo, salvo la de Mazote acaso. He aquí su análisis: Un gran capitel hay, prototipo de los de Sahagún, con tres filas de hojas iguales entre sí, escotadas, hendidas a biseles y revueltas sus foliolas con arte admirable, que singulariza este grupo."


ZRH02
Supongo que alude al capitel ZRH02... Si la suposición no está equivocada, el comentario requeriría una matización importante: hasta lo que conozco, en Sahagún hay capiteles de estructura similar (volutas en V) pero con sólo dos coronas de hojas. El ZRH02 ofrece la mencionada peculiaridad, que le vincula con algunos de Lebeña y con alguno italiano. En todo caso, es obvio que este capitel ofrece un tipo de acanto similar a los de Sahagún.

"Otro de igual tamaño, o sea con 52 centímetros de altura, es más exactamente corintio, con caulículos, flores y trenzas en su ábaco, obra magistral. Se le parece el otro de Toro, a que antes se aludió, muy deteriorado, con menos hojas y florones variados, y sin collarino, revolviéndose en cambio su zona inferior de hojas en ligera curva; pero no sabemos si ello provendrá de un cercenamiento moderno para reducir su alto." 

ZRH01
Siempre con las dudas que infunde la manera de Gómez-Moreno de estudiar los capiteles de Hornija, deduzco que se está refiriendo al ZRH01, que ciertamente pudiera contarse entre los más espectaculares de cuantos el poso histórico dejó en la península Ibérica. Mereciera exhibirse de modo más digno...
Recordemos sus palabras exactas: "Otro de igual tamaño, o sea con 52 centímetros de altura, es más exactamente corintio, con caulículos, flores y trenzas en su ábaco, obra magistral". En realidad, no es "exactamente corintio". Sería más apropiado decir que se trata de un capitel derivado del orden corintio.
Sobre un cesto troncocónico perfectamente visible en la parte superior y limitado por una cenefa de dos cabos, se disponen dos coronas de hojas, con un tipo de acanto, definido mediante agrupaciones de folíolos en series de dos o tres, con ojales  realizados mediante trépanos de diferentes diámetros, que van desde los 15 mm. a los 5; concretamente, tengo documentadas herramientas de 15, 5 mm., 15 mm., 6 mm y 5,5, que penetran la piedra hasta una profundidad que va de los 12 a los 17 mm. Es decir, un repertorio de extraordinaria riqueza dentro de lo que conozco, apenas comparable con los mejores momentos del Imperio, por supuesto, fuera de Roma. Los mejores capiteles romanos "juegan en otra liga".
En su ornato, merecen ser destacadas varias circunstancias que informan sobre el ambiente cultural que encuadró su realización. La primera, la manera de interpretar los caulículos, según cono de palmas rematado en conjunto de arillos, dentro de lo que definían las tradiciones imperiales, pero con cierta libertad a la hora de definir las proporciones de los diferentes elementos: los caulículos son exageradamente grandes. También es proporcionalmente anómala la manera de resolver el cáliz, de muy poco desarrollo, con un conjunto de brácteas, unas lanceoladas y otras, romas que, en cierto modo, anticipan los fórmulas de los capiteles de Escalada.
Cuenta con volutas interiores y exteriores con otra licencia significativa: las exteriores, de sección casi semicircular rematan en rizo casi helicoidal; las interiores ocultan su remate tras los "florones", unos "florones" peculiares, que han abandonado el emplazamiento natural, en los ejes de ábaco para situarse en la zona del conjunto axial sobre una hoja de anchura desmesurada si la comparamos con las espatas tradicionales.

Esquema "completo" del ábaco del capitel ZRH01
Su ábaco, particularmente estrecho, es mixtilíneo, con la configuración indicada en el esquema adjunto; en los ejes hay cartelas que se prolongan hacia abajo para definir ménsulas que recuerdan fórmulas bizantinas.
A destacar las hojas colocadas bajo las volutas angulares, según diseño similar al capitel ZRH05, que gracias a ello impone relaciones "familiares" directas, aunque presenten estructuras diferentes. En este caso, si me parecen determinantes las relaciones formales; de no existir, podríamos hablar de momento o situaciones diferentes.
Sería absurdo negar, en este caso, la relevancia de las "aportaciones bizantinas", sin embargo, también es destacable que quien lo talló o quien lo diseñó, estaba perfectamente familiarizado con el sentido de los diferentes elementos que componían el orden. Por decirlo de modo "periodístico": se trata de un capitel 50 % bizantino, 50 % galaico-romano, que vuelve a poner sobre la mesa la existencia de talleres locales paralelos a los oficiales bizantinos que se aplicaron en los diferentes territorios donde se manifestó con claridad militar esa presencia. Hemos visto situaciones comparables, por supuesto, con fórmulas específicas en cada zona, en Egipto, en el sur de Italia, en Benevento, en Cividale del Friuli, etc.
De nuevo debemos recurrir a la necesidad de que existiera un ambiente de cierta unidad cultural que había permitido recuperar oficio y posibilidades tecnológicas. Como en el resto de los lugares mencionados, se impone pensar en la voluntad política del Imperio Romano de Oriente por borrar los efectos de la Historia. Y a partir de esa situación, las diferentes regiones manifestaron su personalidad propia, probablemente, por razones fáciles de intuir.
Pero volvamos al capitel... Dentro del conjunto en el que se integra, destaca por ser uno de los pocos de la serie que emplean los taladros de trépano con valor plástico, de modo relativamente comparable a lo que proponen los capiteles califales. Si tenemos en cuenta la cronología propuesta por Gómez-Moreno, hacia el año 930, nos encontraríamos ante una situación particularmente contradictoria: unos pocos capiteles, realizados en un lugar tan "marginal", estarían compitiendo con los que se harían en la capital cultural del Mediterráneo Occidental pocos años después... ¿Cabría plantearse si los artífices que trabajaron en Hornija serían reclamados para colaborar al ornamento de al-Zahra pocos años después?
Desde la tesis que defiendo, la solución es más sencilla: estamos ante planteamientos estéticos relativamente cercanos pero marcadamente distinto, por supuesto, con referencias formales comunes dado que las autoridades cordobesas apostaron por recuperar algunos elementos culturales de la Antigüedad y, entre ello, las aportaciones del Imperio Romano de Oriente.
Más adelante volveré sobre este capitel, que aún encierra otras circunstancias notorias...

Y continuaba don Manuel:

En la serie de tamaño medio, o sea con 30 o pocos más centímetros de altura, excepto dos que sólo llegan a 25, revélanse dos tendencias: ya las hojas son de clásica forma, y las acompañan palmetas, flores, aves, algún cáliz y trenzas variadas; ya la disposición es más libre, transformándose sus hojas en cogollos y palmas, con esquematismo bizantino y adoleciendo de cierta mezquindad: en un capitel de estos últimos faltó piedra para una hoja y se la sustituyó, repitiendo el caso de Escalada, por una paloma picando racimo. Estas representaciones animales son esquemáticas e infantiles. El capitel del púlpito es imitación inexperta y quedó con hojas lisas, excepto por una cara, donde reaparecen los procedimientos asturianos de talla.
Este último capitel, que iba exento, lleva un fuste adornado... (...)
(...)
Toda esta serie de mármoles, tan bien caracterizada, permite creer que la iglesia de Hornija fue de tipo mozárabe, formando crucero, como en Mazote y Bamba, ya fuese de tipo bizantino, como esta última y la de Lebeña, ya con prolongación de naves, como en Escalada y Mazote, y, por correlación de fechas, dataría de hacia 930."

El sucinto "análisis" que aplicó al resto de las piezas me parece insuficiente teniendo en cuenta lo que de la variedad tipológica puede derivarse...


ZRH03
El ZRH03 proporciona otro ejemplo de la capacidad creativa del taller que trabajó en este "apartado lugar" de la Península. Tampoco repite fórmulas bizantinas. al menos, que este humilde amanuense conozca. Estructuralmente es un híbrido entre las fórmulas derivadas del orden corintio y las de los capiteles corintizantes. Sobre un cesto netamente troncocónico y, por encima del collarino doblemente sogueado, se apoya una corona de hojas cuyo diseño, mediante serie de palmas de perfil de tres folíolos, recuerda fórmulas netamente bizantinas, pero también otras del acervo romano.
Lo más curioso aparece en el "cuerpo superior", en este caso, difícil de definir, donde encontramos cuatro hojas de concepción estética similar a las de la corona inferior, pero con diseño diferente, definido mediante agrupaciones de cuatro hojas, de las cuales tres son alargadas y de remate agudo y la cuarta define rizo. Es muy curiosa la manera de vincular las palmas perfiladas de ese modo, mediante tres pequeñas hojas que chocan con el tallo central, definido mediante dos vénulas e incisión lineal central.
También es bizarra la manera de resolver la zona central, mediante una línea de doble sogueado que, desde la parte inferior del cesto llega hasta las cartelas para definir un rollito matizadamente helicoidal.
En la zona del conjunto axial hay una agrupación de palmetas de perfil, que hacen pensar en la ornamentación de ataurique califal y también en lo ravenático... La cuestión de siempre.
Por fin, la parte superior del cesto está rematada con el cordón doble, para enfatizar su separación del ábaco, con cartelas lisas y diseño similar al del ZRH01.

ZRH03, detalle
Entre los detalles más significativos está el motivo animado, dispuesto en en uno de los "extremos" del cuerpo inferior, donde no hay hoja; en su lugar se talló un ave en disposición de picotear un racimo de uvas, según Gómez-Moreno, mediante fórmula esquemática e infantil... El capitel procedente de Nuestra Señora del Canto cuenta con representaciones comparables.
Cabría pensar que se trata de un "motivo" añadido con posterioridad a la realización del capitel, sin embargo, la manera de definir el arranque del cordón mediante unos caulículos sumamente sutiles rematados en cáliz de tres folíolos, impone que se trata de un motivo concebido y realizado en el estadio original. Refuerza esa hipótesis el hecho de que existan trepanacios en las alas del animal representado que, probablemente, estuvieron concebidas para incrustar algún material más o menos noble, que enriqueciera el aspecto del capitel.
Este detalle obliga a considerar la posibilidad de que las trepanaciones con valora plástico del ZRH01 estuvieran concebidas para una función similar, es decir, para incrustar en ellas "objetos preciosos", masillas coloreadas u otros materiales que "enriquecieran visualmente" el capitel.
Sea como fuere, el distinto tratamiento plástico dedicado a los capiteles de Hornija hace pensar que, tal vez, el ZRH01 fuera un capitel más destinado a funciones ornamentales que estructurales...

ZRH06

ZRH04
Me excuso por no detenerme en los ZRH04 y ZRH06, de reducido tamaño, asimismo muy "creativos", pero de escala menor y de entidad menos espectacular pero dentro de la misma concepción cultural y estética. También éstos cuentan con huecos que hacen pensar en el empotramiento de materiales diversos...

BSNI05, San Nicolás de Bari
Y hablando de trepanaciones para encastrar algún elemento "decorativo", no me resisto a recuperar el capitel BSNI05, de San Nicolás de Bari, cuyos taladros, ordenados según criterios de regularidad y simetría, podrían estar hablándonos de una fórmula similar a la de Hornija. Si así fuera, el de Hornija resultaría más sofisticado...
Y por supuesto, debo recuperar los SMA034 y SMA035, del Museo Arqueológico de Sevilla que, en su día, valoré de modo que hoy me gustaría matizar. En la entrada anterior planteé que las trapanaciones pudieron ser una acción posterior o encaminada a preparar el bloque para un talla más carnosa. Hoy debo añadir a esas posibilidades que fueran realizadas para obtener un efecto similar al de los capiteles mencionados.

Los ZRH05 y ZRH07 vuelven a poner sobre la mesa el peso de las tradiciones galaico-romanas. El ZRH05 ofrece una estructura derivada de los modelos corintizantes, con una corona de hojas sobre el astrágalo, abocelado y liso, y cuatro más angulares. Se aprecia cesto troncocónico bastante bien marcado en la parte superior pero con diseño irregular. En el centro de las caras, vemos una palma o, tal vez, una venera, de nueve lóbulos, que se sostiene sobre una yema que recuerda la flor de lis. Carece de florones (las cartelas son lisas) y presenta ábaco de tradición romana, de cierta concavidad, con moldura de dos líneas incisas perimetrales y contario 1-1.
Lo más orientalizante ha de buscarse en el tipo de ornamentación "vegetal" empleado para las hojas, que, sin embargo, apenas guarda relación con lo dominante entre los capiteles de la diócesis de Astorga.
Al primer vistazo, parece un ejemplar ajeno a los elementos formales descritos hasta aquí. Sin embargo, si nos fijamos con detenimiento, observaremos las hojas de este capitel, especialmente las angulares, guardan estrecha relación con las de soporte angular del ZRH01. En consecuencia, no sería oportuno relacionarlo con un momento cultural diferente: las relaciones formales también pueden ayudar a contextualizar una pieza, sobre todo, si la proximidad está tan clara.
Seguimos estando en el siglo VI, pero en este caso, con un planteamiento estético que podríamos relacionar en, al menos, un 50 % , con las tradiciones hispanorromanas o, mejor, galaico-romanas.

ZRH05
Algo parecido sucede con el ZRH07, que dentro de las fórmulas derivadas del orden corintio, ofrece la anomalía de sustituir el conjunto axial por un tercer orden de hojas, según diseño que hace pensar en fórmulas derivadas del corintio asiático, comunes en el Italia (norte y sur).
A destacar que conserva de las fórmulas galaico-romanas la manera de tapizar las volutas con ornato vegetal, en este caso, de tal modo que es el remate de ésto lo que define las espirales.
Aunque carece de conjunto axial, cuenta con florones y el diseño del ábaco es cóncavo.
La existencia de collarino laureado y el tipo de "acanto", facilita su clasificación que, con no demasiada certeza, situaría en el siglo VI.
A destacar la existencia de elementos vegetales bajo las volutas angulares, según fórmula comparable a la de los capiteles de la Basílica Patriarcal de Aquileia.
Aquí el "porcentaje" bizantino sería mayor que en el anterior.

ZRH07
Pero regresemos a Gómez-Moreno:

"Toda esta serie de mármoles, tan bien caracterizada, permite creer que la iglesia de Hornija fue de tipo mozárabe, formando crucero, como en Mazote y Bamba, ya fuese de tipo bizantino, como esta última y la de Lebeña, ya con prolongación de naves, como en Escalada y Mazote, y, por correlación de fechas, dataría de hacia 930."

Obviamente, no puedo estar de acuerdo. Desde la complejidad de la colección mencionada por el propio Gómez-Moreno, parece aventurado extraer una conclusión tan "terminante". Es muy probable que en Hornija hubiera un lugar de cierta relevancia religiosa que experimentó un crecimiento de gran entidad en los alrededores del año 650. Pero en todo caso, sin olvidar que entre todas las piezas aparecidas en esta zona, hay algunas de fuerte conexión con los modelos hispanorromanos o galaico-romanos, que deberían abrir la posibilidad de que en aquel mismo lugar o en sus proximidades, hubiera un edificio de época romana.
Pero en cualquier caso, el conjunto de capiteles de Hornija nos informa de la existencia de un complejo arquitectónico de cierta entidad y, por supuesto, de cierta complejidad, en el que se manifestó una riqueza de soluciones ornamentales que no encontramos en Escalada, en Mazote, en Peñalba o en Lebeña. Y como ya hemos tenido ocasión de ver, tampoco aquí se puede hablar de influencias andalusíes, al menos hasta lo que conozco y fuera de las "coincidencias" formales que, obviamente, son numerosas por la razón expuesta mil veces: tanto lo andalusí como lo bizantino, beben de las mismas fuentes helenísticas.


San Cebrián de Mazote. Ocho capiteles 90% bizantinos, 10 % galaico-romanos

Corresponde ahora detenerse un instante ante los capiteles de San Cebrián de Mazote, donde se encuentran unos cuantos jalones más que nos ayudan a documentar una parte del proceso que estamos contemplando. Sobre ellos, Gómez-Moreno escribió lo siguiente (Iglesias, p. 182 - 184):

"Los capiteles forman colección notabilísima en esta iglesia: llegaría su número a cuarenta, de los que permaneces veinte y nueve, y entre éstos hay unas siete parejas iguales entre sí, dominando gran variedad, aunque dentro del tipo corintio siempre. Dos iguales, romanos hay en el crucero, muy elegantes y bellos, con flores en su eje medial y parecidísimos a otros de Andalucía (en nota a pie de página se remite al XXXX, recogido por Lampérez en su comentario sobre "La iglesia de San Cebrián de Mazote", Boletín  de la Sociedad Española de Escursiones, t. X, nº 114-115 (1902), lámina entre páginas 186 y 187; sorprendentemente, la cita está incompleta). De tipo bárbaro, correspondientes al arte asturiano con probabilidad, hay trece: ya con folíolas talladas y sin caulículos; corpulentos algunos de ellos, que están en la capilla del lado izquierdo; otro bajito y otro con ábacorectilíneo y arrancando sobre amplia y lisa nacela; ya van rayadas sus hojas como estrías, siendo así una pareja colocada en el coro de los pies de la iglesia, con óvulos de tipo bizantino en su ábaco, y un tercero ostenta vasos a modo de cálices con asitas en medio de sus frentes; otro hay, de elegantes proporciones, que algo recuerda los capiteles gallegos de Setecoros, con venas de relieve sus hojas, un retorcido caulículo en medio y parejas de informes aves llenado huecos; por fin, dos más con hojas lisas, semejantes a otros del Museo de Oviedo y de Escalada, y con finos caulículos uno de ellos."


VSCM13
Supongo que en la primera parte del párrafo inicial citado se refiere a los VSCM13 y similares. Al menos eso se deduce de la referencia de Lampérez, que en la lámina intercalada entre las páginas 186 y 187, ofrece uno de los capiteles "romanos", el de sobreábaco y una vista parcial del transepto. Efectivamente, el VSCM13  —como el resto de la serie— es un capitel corintizante romano derivado de las fórmulas con motivo liriforme, pero con estructura de volutas en V. Esta variedad ha aparecido en varias ocasiones en este blog y ha permitido plantear "una explicación" —caben otras y, en este caso, no sabría decir cuál es la "favorita"— sobre la génesis de las variedades bizantinas, precisamente, a partir de esta estructura.
Aquí destacan el tipo de acanto, sumamente estilizado y esquemático, el motivo de disco solar colocado en alguno de los ejes del ábaco, donde deberían estar los florones, y la peculiar composición que define el conjunto axial, mediante una especie de mazorca o piña y rizos en espiral. Frente a esas peculiaridades que apuntan modalidades evolucionadas, destacan el diseño del ábaco, de gran concavidad, el énfasis sobre el labio del kálathos, de concepción volumétrica irregular, y el remate helicoidal de las volutas. Todo ello obliga a retrasar su catalogación y a hacer notar el peso de fórmulas autóctonas.
A destacar la carencia de collarino, que distanciaría a todos los capiteles de esta serie de las fórmulas más habituales en Gallaecia.
A mi juicio, los capiteles de esta serie, menos evolucionados que los de la misma estructura de la Mezquita Mayor de Córdoba (CM0501a, etc.),  deberían situarse entre los siglos II y III.

VSCM13
Me excuso por no reiterar lo ya expuesto sobre la "segunda serie", para atender a la "tercera" que obviamente tiene especial interés; es la de los ocho capiteles exentos de las naves. Los dos primeros resultaban a juicio de Gómez-Moreno, demasiado pequeños para el cimacio correspondiente:

"Una tercera y principal serie, la más homogénea, se constituye en primer término por todos los capiteles exentos de las naves, que son ocho, iguales de dos en dos y muy robustos. Un par de ellos resulta demasiado pequeño para un tan amplio cimacio como lleva encima; son capiteles primorosos y de rica estructura; sus astrágalos fueron recortados, al parecer, y en cambio añadiéronseles ábacos postizos con palmetas rudas y molduraje; (...)"

Como es natural, no puedo estar de acuerdo con unas palabras que sesgan la naturaleza de los capiteles y que, además, apenas enfatiza el, a mi juicio, detalle importantísimo de los sobreábacos, que él denomina "ábacos postizos". Recuerdo al lector que no conozco nada parecido en Córdoba: de nuevo, la inexistencia de vínculos con lo islámico.

VSCM03
¿Fueron recortados los astrágalos? No lo creo, dado que contienen una moldura de remate, que se aprecia con claridad en el VSCM27; más parece que obedecen a una concepción estructural muy concreta, que probablemente tenía mucho que ver con el uso de sobreábacos.
Están concebidos mediante una única corona de ocho hojas de diseño peculiar, que recuerda fórmulas que hemos visto en el sur (Trani) y en noreste de Italia (Rávena y Padua), mediante la unión de folíolos lanceolados, más gruesos que los "asiáticos", y folíolos cortos que definen ojales marcados a punta de trépano de cabeza cónica. No insistiré en lo que he tratado en otras entradas...
En el cuerpo superior está perfectamente marcado un cesto troncocónico, que soporta dobles volutas, casi siempre, conjunto axial muy simplificado, mediante palmas de hojas lanceloladas (en una cara no hay conjunto axial). No hay caulínculos ni ornato vegetal que acompañe al desarrollo de las volutas, que, sin embargo, ofrecen una especie de sogueado que las recorre en toda su longitud. Rematan en formación helicoidal neta, perdida en algunos casos, seguramente, por razones de su azarosa vida.
Tiene interés el tipo de ornato dispuesto en el hueco definido entre las volutas exteriores, en planteamiento que recuerda ciertas soluciones de gran influjo bizantino. Entre ellas me interesa destacar en este caso los capiteles de la Basílica Patriarcal de Aquileia: no creo que, en este caso, se trate de un paralelismo mediatizado por las fuentes helenísticas, sino debido a planteamientos estéticos próximos.

Basílica Patriarcal de Aquileia, ABPT029
Precisamente como los de Aquileia, carecen de florones y en su lugar hay cartelas lisas que proporcionan sentido orgánico a las palmas de los sobreábacos.
Es muy relevante la configuración del ábaco, mediante un esquema que combina "brazos" rectos en las líneas que determinan los ángulos exteriores con la cruz de las cartelas.
Los sobreábacos proporcionan continuidad al esquema definido por los ábacos, mediante molduras de concepción paralela al perfil del ábaco. A destacar la moldura "sogueada" que proporciona continuidad estética al diseño global..
Son capiteles que definen una fórmula ornamental de gran personalidad, que nos ponen en conexión con fórmulas "bizantinas", pero también con corrientes locales de especial entidad, que no es fácil documentar entre los restos conocidos.
Entre los capiteles de la Gallaecia sólo se conocen capiteles con ábacos de concepción similar entre los reaprovechados de San Fructuoso de Montelius, pero la estructura de éstos es diferente: tienen astrágalo y casi todos ellos conservan básicamente la estructura del orden corintio.
También es singular el coeficiente de proporcionalidad, "compensado" mediante los sobreábacos. Y por supuesto, la relación con los sobreábacos documentados en el noreste de Italia, no se concreta en la peculiar fórmula de los capiteles de San Cebrián de Mazote. Si se me permite afinar un poco, da la sensación de que estos dos capiteles y sus sobreábacos son menos "orientales" que los documentados en Venecia. Y desde esa observación, reaparecen los capiteles de Aquileia como referencia obligada. En todo caso, el lector debe tener en cuenta que el número de referencias citadas es escaso y que además, las de Venecia pueden responder a pares de elementos que no se correspondían en la situación original. Queda, pues, un capítulo abierto, que se deberá estudiar con detalle en el futuro...

VSM227
Es importante destacar que el VSCM27 cuenta con algunas cualidades significativas que lo distinguen del VSCM03 y permiten intuir que la asociación de ambos con sus respectivos sobreábacos no es accidental. Lo más llamativo es que en aquel no hay moldura sogueada para perfilar las volutas sino un "acompañamiento" de ornato vegetal en las interiores, según modalidad relativamente frecuente entre los capiteles tardíos, que ya hemos visto en varias ocasiones; las volutas exteriores, por su parte, se apoyan en hojas de perfil que dejan un espacio libre donde se colocan formaciones vegetales que recuerdan el ornato de los capiteles corintizantes de cáliz. Para orientarnos en la posibilidad de que en San Mazote se haya respetado la asociación inicial entre capiteles y sobreábacos, en el de éste, la moldura sogueada ha sido sustituida por un contario de serie 1-1, que no se corresponde con ningún otro elemento del cesto.

VSCM27. Adviértase el remate ondulado inferior.
Me parece importante indicar que tampoco este capitel parece haber sido recortado por la parte inferior, dado que se cuidó el remate en ese zona con un relieve perfectamente integrado, según fórmula habitual en los capiteles romanos y tardorromanos. Aunque el espacio entre el borde del cesto y el arranque de las hojas es grande y ello podría sugerir que fue pulido el astrágalo, no es extraño encontrar capiteles con la misma circunstancia.
Sin embargo, me inclino por creer que estos dos capiteles estuvieran concebidos para coronar fustes con astrágalo doblemente sogueado; de hecho, en San Cebrián hay dos fustes con esa peculiaridad.
También me parece importante hacer notar que en este capitel, como en el anterior, sus tallistas no asumieron rígidamente la misma fórmula ornamental en todas las caras: algunas de las hojas cuentan con ejes doblemente sogueados y otras con fórmulas más simples.
Tanto el VSCM27 como el VSCM03 tampoco cuentan con elementos que permitan establecer relaciones directas con capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba, aunque es fácil encontrar paralelos entre los elementos que aparecen en su ornato y algunos detalles andalusíes. Pero desde mi punto de vista, esos paralelismos estarían justificados por el origen helenístico de los repertorios tardoantiguos. En todo caso, la entidad de las relaciones con ese universo es incomparable con la vinculación con los ejemplos bizantinos mencionados.

El siguiente grupo está compuesto, según criterio de Gómez-Moreno, por seis capiteles:

"(...) los seis restantes son muy corpulentos, llevan astrágalo, ya liso ya sogueado, caulículos finos y a veces retorcidos, hojas sumamente encorvadas por su extremidad, adhiriéndose alguna vez a extrañas varetas; sus foliolas van retalladas con elegancia y uno de ellos ostenta cruces griegas, con las letras alfa y omega pendientes. Entran en serie cuatro capiteles menores, correspondientes al extremo superior izquierdo de las naves y a los arcos de las capillas laterales, con astrágalo liso y en cambio labor sogueada en el ábaco de uno de ellos y en el equino de otro. Una última pareja sirve hoy de pilas para el agua bendita: estos capiteles, que tal vez se arrancarían del iconostásis, son grisientos, miden 46 centímetros de alto, con gran esbeltez de proporciones; llevan sogueados su astrágalo y ábaco, las foliolas alcanzan poco relieve, se acompañan con palmeta sen lo alto y carecen de caulículos.

VSCM25
En realidad, los seis capiteles definen tres posibilidades de concepciones individualizadas. La primera está determinada por un único capitel, el VSCM25; la segunda, por los VSCM04, VSCM05 y VSCM26 y la tercera, por los VSCM06 y VSCM24.
El VSCM25 es un capitel bizantino de volutas en V, de concepción estructural anómala, dada la escasa altura de la primera corona de hojas. Por lo demás, únicamente algunos detalles le alejan de las fórmulas que hemos tenido oportunidad de ver en el blog. Los más relevante, los abultamientos que hay en las proximidades del ábaco, junto a las cartelas, en la zona donde debería haberse marcado con más claridad la parte superior del kalathos. Enseguida veremos en otros capiteles del mismo grupo que en esos abultamientos se incluían diminutas representaciones de discos solares.
Casi tiene carácter anecdótico el collarino abocelado, que limita una estructura que, como indiqué, es anómala y que podría derivar de emplear un bloque que se fracturó en el proceso de labra y no se quiso desechar.
La anómala definición de la parte superior del kalathos, apenas perceptible en una de las caras, dada la erosión de las restantes, impone una reconsideración, a mi juicio, relevante sobre la manera de interpretar los elementos habituales en los capiteles bizantinos. En éste no existe el abultamiento que acredita, por ejemplo el de Wamba; en su lugar hay un tímido ensanche que define su "timidez" en su proximidad a la vuelta de las hojas centrales.
Desde el punto de vista ornamental, consta de dos coronas de hojas "cortas" en la parte inferior, donde aparecen los elementos más individualizadores: la forma de marcar ojales mediante folíolo cortísimo; el resto de los detalles asume fórmula ya vistas en piezas de Estambul y del sur de Italia, principalmente. También los hay de concepción semejante en Egipto; en la iglesia de los santos Sergio y Baco hay varios capiteles de concepción estructural similar, que como sucede en Italia, informan de una peculiar dialéctica entre las tradiciones locales y el centralismo imperial, político y religioso, del Imperio Romano de Oriente...

ECSB04. El Cairo, Iglesia de los santos Sergio y Baco
A destacar el frente moldurado mediante incisiones del ábaco, de escasa concavidad; también tiene interés, a efectos de valoración cultural, el poco volumen del remate de las volutas, que apenas determina forma helicoidal. Son "curiosas" las fórmulas empleadas para decorar las cartelas, mediante incisiones paralelas que definen hojas alargadas en agrupaciones como de peines, en dos de las caras; en las otras dos el tallista dispuso palmas completas, con rizo de las dos hojas bajas.
Curiosidad: en una de las caras no se talló uno de los abultamientos esféricos próximos a la cartela correspondiente.
A efectos de catalogación, me parece clarísima la filiación bizantina de este capitel, que, sin embargo, ofrece peculiaridades que deberíamos valorar como detalles "locales": la manera de interpretar la parte superior del cesto y, por supuesto, el collarino, en esta caso abocelado liso, como el que tienen gran parte de los capiteles galaico-romanos.

VSCM05
Los VSCM04, VSCM05 y VSCM26 son similares al  anterior, pero con la corona baja de altura más "normalizada". Fuera de ese detalle, apenas destaca la existencia en el VSCM04 de la cruz con alfa y omega, según modelo muy repetido en todo el universo mediterráneo.

VSCM04
Los VSCM04 y VSCM24 responden a una estructura matizadamente distinta: las volutas se han transformado en corones que culminan en espiral y las hojas del nivel superior repiten los modelos de la inferior. Ambos tienen moldura de contario en el ábaco, de escasa concavidad y también difieren en la manera de acodar las hojas angulares, aunque en ese detalle, cada acodo fue interpretado individualmente. En el VSCM24 predominan las columnillas rectas; en el VSCM04, las torsionadas.
A destacar que no en todos los capiteles aparecen veneras bajo las cartelas en las cuatro caras.
También en estos capiteles aparecen los pequeños discos solares en los espacios delimitados por las "volutas", el abultamiento del kalathos y el ábaco.
Importante: al igual que sucedía con la serie anterior, destaca el tratamiento individualizado de las caras, con soluciones ornamentales diferentes en cada caso: en unos casos hay palma en las cartelas, en otro, no; en unos casos, las hojas angulares están acodadas mediante fuste cilíndrico, en otras, con fuste torsionado y en otras, no existe acodo, probablemente porque se rompió durante la talla.
En suma, estos dos capiteles son los que más se distancian de las estructuras netamente bizantinas y adelantan interpretaciones que también hemos visto en Hornija; sin embargo, es importante tener en cuenta que esta falta de "simetría" entre las caras es fórmula propia en los capiteles de dos zonas y relativamente común en otras modalidades; recuérdese, por ejemplo, el capitel de Nesebar (NEMA02).

VSCM24


VSCM06
Gómez-Moreno finalizaba el análisis con el siguiente alegato:

Su belleza, perfección técnica y refinamientos ponen estos capiteles a la cabeza de todos sus similares, españoles y franceses, correspondientes a la Edad media remota, pudiéndose asegurar de ellos una cosa, y es su abolengo oriental, siríaco acaso, más bien que bizantino, y con tal pureza de estilo y tal variedad que han de creerse obra de artistas asiáticos. Es de advertir que estas piezas inauguran porción de otras más -las del pórtico de Escalada entre ellas- esparcidas por tierra leonesa en edificios de la primera mitad del siglo X exclusivamente, no volviéndose a hallar del Duero para abajo, ni en Galicia, Asturias y Castilla, salvo imitaciones en Lebeña y Vilanova, de fecha algo posterior que los originales marmóreos. Y más admirable es que ni en Cairuán, cuya Gran mezquita brinda con riquísimaserie de capiteles bizantinos, ni en Italia ni en Oriente mismo conozcamos ejemplares equiparables, haciendo inverosímil la hipótesis de que fuesen piezas de comercio traídas de un extremo a otro del Mediterráneo. Es muy típico de ellas el astrágalo sogueado, tal como se halla en los fragmentos del altar de San Clemente en Roma, del siglo VI, que propiamente remeda una corona de laurel, y es tema desarrollado con profusión en Asturias en el siglo IX, como sabemos, sobre reminiscencias bizantinas acaso. Respecto de fecha, viene diciéndose que todos estos mármoles son godos, y en verdad que su estilo no es indigno del siglo de Justiniano; pero falta razón positiva en su apoyo: ni las iglesias godas que aún subsisten, ni el caudal de sus despojos, conservado copiosamente en Toledo, Mérida, Sevilla, Córdoba, etc. ofrecen un solo ejemplar que ni de lejos se les parezca, y en cambio los edificios leoneses del siglo X les mantienen siempre en series homogéneas, como hechos expresamente para ellos y con una de sus caras vertical y llana casi siempre; mientras los capiteles godos, a no ser entregos, aparecen completos, aunque se arrimen al muro, como se observa en San Juan de Baños. Fuero hechos, pues, para construcciones ajenas a los métodos visigodos, en cuanto podemos juzgar de ellos, inclinando todos los indicios a creer que son de la primera mitad del siglo X, y que se harían en la región de Astorga o del Bierzo, donde hay canteras de mármol blanco, por ejemplo en Filiel y Camposagrado."

Es curioso que para buscar referencias al collarino "laureado", Gómez-Moreno sólo mencionara la iglesia de San Clemente de Roma... En este blog han aparecido unas cuantas que, si no recuerdo mal, llegan a los alrededores del cambio de era. Sea como fuere, es de alabar la perspicacia del sabio granadino que relacionó el doble sogueado con una estilización del motivo laureado. Desde esa vinculación, cobraría peso la hipótesis que vinculara ese elemento con las fórmulas bizantinas. Pero insisto en que, a mi juicio, y contemplados con detenimiento los capiteles astorganos, parece más razonable vincularlo con las tradiciones romanas y, en este caso, no sé si a las hispano-romanas o a las galaico-romanas.
¿Abolengo oriental, más siríaco que bizantino? Aunque no los tengo documentados, estoy seguro de que no será difícil encontrar capiteles afines, sobre todo, a los VSCM04 y VSCM05, etc., en Siria y en oros puntos de la costa este del Mediterráneo (Líbano, actual Israel, etc.), pero ello no cambiaría nada, porque en todo caso, estaríamos ante referencias que, como las de Bulgaria, Grecia, Rávena, sur de Italia, Egipto, etc. siempre nos remiten al ciclo cultural bizantino, que movilizó ingentes esfuerzos con la voluntad de unificar ritos y recuperar el Imperio...
¿Falta razón positiva para adjudicarlos al siglo de Justiniano? Obviamente no son "godos"; por las razones ya expuestas, sería absurdo considerarlos godos, incluso, aunque fueran realizados en "tiempos de godos"... Tengo la sensación de que el peso que Gómez-Moreno otorgaba al "factor institucional" le jugó una mala pasada.
En todo caso, prefiero, de momento, dejar el asunto en este punto para recuperarlo más adelante... 


San Miguel de Escalada: 70 % bizantinos, 30 % galaico-romanos

En San Miguel de Escalada vuelve a plantearse la existencia de un edificio anterior a la llegada de los monjes cordobeses. ¿Hasta dónde condicionaron los restos del antiguo edificio la construcción del nuevo? Para Gómez-Moreno, el asunto estaba claro (Iglesias mozárabes, p. 142):

"La iglesia lleva caracteres de tal, que perseveran hasta en añadiduras románicas del siglo XII; además, aunque su fecha de consagración es precisa, el edificio suscita problemas e incertidumbres, como de ordinario, y hemos de irlos salvando. Por de pronto, si algo queda del pequeño santuario donde primero se instalaron los cordobeses, han de ser materiales sueltos; acaso varias columnas de tipo asturiano que en la actual fueron aprovechadas (y en nota a pie de página menciona un fragmento con "labor geométrica a biseles, de aspecto godo" con inscripción LCPA  RN  SUO). En cuanto al buque de la iglesia no puede dudarse que todo surgió de una vez: sus muros guardan absoluta unidad en la parte baja, y su planta no deja comprobar modificación; pero en el curso de la obra manifiéstase con toda claridad un cambio. Al principio, los materiales eran recogidos por aquellos contornos, y les caracteriza su grosería; la mano de obra se escatimaba, cortando grandes sillares, y no hay de arte sino algunas molduras. Luego, se trajo caliza fina, como la de Boñar, con la que están labrados arcos de gracilidad típica; un escultor habilísimo la entalló con gran arte, y se asentaron capiteles de mármol blanco, hechos expresamente y en perfecta armonía con la obra de piedra; las aras de consagración datan de entonces, y todo hace creer que ello fue realizado en 913. Por comprobación se impone el cotejo de otros relieves, copia verosimil de los de Escalada, en Boñar, que corresponden a 920; además nuestra iglesia existía ya, de seguro, hacia 940, cuando le fue añadido un pórtico, que nade de común tiene, en cuanto a arte, con lo demás del edificio, y cuya data se comprueba mediante analogías evidentes respecto de Peñalaba y Celanova, según veremos" 

En síntesis, la iglesia con su pórtico habría sido construida en dos fases: en la primera, en 913, se habrían levantado las naves y en la segunda, hacia el 940, el pórtico...
Remito al lector a lo ya indicado en su día sobre los capiteles de Escalada. Sobre ello, apenas añadiré algunas reiteraciones significativas, tomadas de la idea de que los capiteles son cápsulas culturales cerradas; si además aparece vinculadas a cimacios, su capacidad para proporcionar información también arquitectónica crece exponencialmente, tal y como sucede en la Mezquita Aljama de Córdoba.
La primera, que en las naves se aprecia con claridad el uso de materiales de acarreo de diferentes momentos culturales, pero sobre todo, el uso de fórmulas de articulación estructural diversos. En unos casos se emplean cimacios; en otros, el arco arranca directamente del ábaco del capitel... Y por si los indicios no fueran suficientes, ahí están las piezas manifietamente ajenas a los usos del siglo X, como los "ábacos" de los capiteles LME07, LME14, LME17... A ellos debemos unir los capiteles, que en gran proporción deben proceder de edificios que estaban arruinados a principios del siglo X.

LME07
El diseño del capitel LME07 es particularmente explícito: basta echar un vistazo a lo que aún se puede ver del ábaco y a la configuración de la parte superior del cesto para saber que se trata de un capitel empapado de helenismo. Su pertenencia al grupo de los capiteles con "volutas en V" puede inducirnos a valorar la posibilidad de que fuera una pieza tallada en los alrededores del año 500; sin embargo, la manera de resolver las dos coronas de hojas y, muy especialmente, la parte superior del kalathos nos advierte de su filiación prebizantina, en todo caso, podría ser protobizantino... En contrapartida, la existencia de collarino liso nos remite a fórmulas propias de Gallaecia...

LME14
Algo parecido sucede con el LME14, en el que destaca la manera de resolver el espacio ente el borde del kalathos y la parte superior de la segunda corona. No conozco piezas similares, pero esa fórmula hace pensar en los fondos de "cañas", "juncos" o palmas que hemos visto en el blog varias veces, en capiteles del sur de Francia, en el norte de África, en Italia, etc. No creo que se le pueda alejar de las corrientes galaico-romanas de los siglos II y III.

LME08
Supongo que Gómez-Moreno valoró el capitel LME08 como "asturiano", atendiendo a su relación con los de Santa Cristina de Lena, que cuentan con diseños de hoja comparable. Ese diseño también aparecen otros capiteles aparecidos en Asturias (ACA05, ACA29, etc.) y, a mi juicio, deben situarse en el mismo ciclo cultural tardoantiguo, pero anterior a la aparición de las fórmulas asturianas del siglo IX, Seguramente derivan de piezas como las que conserva el Museo Arqueológico de Oviedo (AMAR03), de estructura corintia, sin otras alteraciones que la aparente carencia de conjunto axial. A destacar en estos capiteles que, con buen criterio, el museo considera "romanos",ofrecen varias circunstancias de especial relevancia: la manera de definir el collarino, según moldura abocelada sin abultamiento, y la fórmula definida por el conjunto volutas-cáliz, que nos remite a usos muy documentados en Gallaecia. Es posible que el AMAR03 sea uno de los primeros capiteles con collarino abocelado, al vez, derivado de las fórmulas "orientalizantes" del siglo II.

AMAR03, Museo Arqueológico de Oviedo
También en este caso, deberíamos atender a la órbita de la cultura galaico-romana, en diferentes fases... si admitimos que definen un proceso de evolución continua que coloca a los más "bizantinos" de la Catedral de Oviedo en los alrededores del año 600. Los demás, es decir, los LME08 y los de Santa Cristina de Lena podrían situarse en los alrededores del año 400, es decir, cuando se construyeron las primeras iglesias cristianas.

OSCL07, Santa Cristina de Lena
Más problemático es el LME17, que, a primera vista, deberíamos relacionar con el ciclo asturiano. Sin embargo, la manera de concebir el cesto, como tronco de cono perfectamente definido y la configuración del ábaco, mediante brazos curvos de cierta concavidad, imponen considerar la posibilidad de una realización más temprana, por la acción de un taller relativamente marginal.

LME17
Iglesias, p. 155: En Escalada la decoración merece un estudio especial. No hay otra tan rica en iglesias del siglo X, y ella cierra casi nuestro ciclo ornamental cristiano de la Edad Media remota. Forma tres series piezas aprovechadas; las hechas hacia 913, que son lo más y lo mejor; y columnas correspondientes al pórtico, de hacia 930, que forman ciclo aparte, cuyas manifestaciones iremos después observando en otros edificios.

El panorama se vuelve diáfano con la serie de capiteles que forman grupo estructural y ornamental con los asociados a los paramentos de la iglesia. Obviamente, si concedemos credibilidad a la lectura de Fita, han de ser considerados obras de principios del siglo X.
Todos ellos ilustran perfectamente la idea de "cápsula cultural" a la que antes me refería. Ninguno de ellos guarda relación con las modalidades romanas; con ojos entornados, podríamos decir que derivan del orden corintio, pero lo cierto es que esa relación sería forzada. Apenas conservan la idea del sumoscapo, con moldura tórica muy gruesa, y el uso de "hojas" (pencas) repartidas con cierta regularidad. Sería más apropiado vincularlos con los de Santa Catalina del Monte Sinaí y no crea el lector que la asociación está demasiado forzada: la relación formal es clara, las posibilidades de relación cultural directa, nada desdeñables. Más adelante volveremos a esta cuestión.
Lo más curioso de este conjunto es que los elementos ornamentales guardan más relación con los capiteles asturianos que con los hipotéticos modelos emirales definidos por el propio Gómez-Moreno. Dicho de otro modo: seguramente, los monjes procedían de Córdoba, pero quienes tallaron los capiteles habían desarrollado el oficio en tierras del norte. En Asturias se comenzaron a tallar capiteles para los edificios nuevos desde, al menos, los tiempos de Ramiro; y, como acredita San Miguel de Escalada, se continuaron haciendo hasta el siglo X.
Desde esta observación, podrían deducirse algunas conclusiones sobre la capacidad constructiva del abad Alfonso:

(...) "Fueron concluidas estas obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni oprimiendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad Alfonso y de los frades, cuando ya empuñaba el cetro del reino García con la reina Mumadona, en la era 951, y fue consagrado este templo por el obispo Jenadio a doce de las calendas de diciembre".

Si la obra se pudo hacer sin oprimir al pueblo, bajo la vigilancia del Abad Alfonso y de los frades, me atrevo a deducir, que quienes labraron las piedras no fueron quienes procedían de Córdoba, sino quienes moraban en los alrededores y, muy probablemente, cuadrillas de albañiles que acudían a donde eran solicitados.
De manera que, tampoco en este caso sería apropiado hablar de "cultura mozárabe"

LME09. Capitel del siglo X
Pensando en el lector menos familiarizado con estas cosas, a continuación ofrezco las imágenes de unos cuantos capiteles que, con toda probabilidad, fueron realizados durante el siglo X: LME35, LME05 y LME12. Me excuso por no describir las diferencias que tienen respecto de los del pórtico y las similitudes con los que en otras tierras se suelen situar entre os siglos IX y X.

LME35

LME05

LME12
No me atrevo  enjuiciar el capitel de pilastra LME39, que pudiera responder a una intervención posterior a la construcción de la iglesia durante el siglo X.

LME39
Los capiteles pequeños del pórtico

Los capiteles del pórtico componen el problema de solución más clara para discutir las palabras de Gómez-Moreno, tal y como indiqué en su día. No obstante, merece la pena recordarlas una vez más (p. 160):

"En el tramo de pórtico más antiguo sus siete columnas tienen fustes de caliza; pero las basas, capiteles y cimacios son de mármol blanco y exactamente iguales entre sí: las basas son áticas; los capiteles, corintios, de tipo especial y con sogueado collarino; los ábacos forman tres baquetoncillos y nacelas entre medias. Es de notar que un capitel lleva cierto remiendo por abajo, no menos antiguo, y en él esculpida pequeña ave picando un racimo. El alto de estos capiteles es de 26 centímetros. En la ventana del hastial del mismo pórtico su columnilla es de igual tipo, toda de mármol, sin cimacio y con hojas lisas picudas su capitel."

LME28
Reconozco que me cuesta mucho entender que para tantos estudiosos no esté más claro que el agua que los capiteles y, desde luego, los cimacios, del supuesto "tramo más antiguo" del pórtico son piezas de acarreo... Lo desarrollé en su día y no insistiré más en ello, porque me siento perplejo ante quienes no distinguen lo que se "esconde" tras un capitel como el LME05  y lo que induce una pieza como el LME28.
En todo caso, lo más interesante está en la propia articulación de los dos grupos de capiteles indicados por el sabio granadino que, en realidad, determinan, al menos, tres familias estructurales, porque los de la zona occidental no son, como indicó Gómez-Moreno, iguales: uno de los capiteles carece del conjunto caulículos-volutas-cáliz y, en consecuencia, ofrece una configuración diferente y relativamente extraña a lo más común entre todos los de la serie, que lo aleja relativamente de las referencias helenísticas que siguen sus compañeros.

LME31. Capitel sin caulículos ni volutas.
Los demás tienen la misma organización estructural sobre un cesto de arranque sensiblemente cilíndrico, en lo que ocupa la primera corona de hojas, que culmina en un tronco de cono perfectamente definido en el cuerpo superior, que se aprecia en los espacios que quedan libres entre las volutas. 
A destacar la estilización de los caulículos y la atrofia del cáliz, que ya hemos visto en el blog en varias ocasiones, por lo general, en capiteles del noroeste y del sur de Italia, en momentos de gran influjo bizantino. 
También merece ser enfatizada la peculiar manera de rematar las volutas, mediante rizos que aún conservan la idea de la hélice.
Carecen de conjunto axial y no existen florones: en su lugar hay cartelas apaisadas lisas que, como indiqué en otro momento, concuerdan perfectamente con los cimacios moldurados que soportan.
Lo más excepcional, al menos, hasta lo que conozco, es la peculiar configuración del ábaco, que, forzando los términos,  apenas puede relacionarse con algunas fórmulas coptas.
Por fin, el collarino doblemente sogueado o laureado, nos hace recordar el cesto de capitel compuesto de Santo Tomás de Toro...
En cuanto al ornamento, se repite en todos ello series de medias palmas que componen fórmulas peculiares, si están aisladas (caso de las hojas superiores) y en la corona inferior, definen palmas completas en peculiar efecto estético (visual), que asimismo hemos visto en varios grupos de capiteles en este blog, por lo general, en contexto cultural vinculado con las fórmulas propias del Imperio Romano de Oriente...
Como veremos enseguida, en este caso Gómez-Moreno se remitía a un supuesto "taller bizantino", y teniendo en cuenta que consideraba "sirios" a quienes tallaron las piezas de Mazote, no puedo estar más en desacuerdo; enseguida veremos por qué.

Los capiteles grandes del pórtico

"Hay más: en la parte moderna y postiza del pórtico, otros cinco capiteles mayores -como que miden 39 centímetros de alto, excepto uno que sólo llega a 34- son corintios, con hojas gallardísimamente retallasa, a biseles como siempre, y sogueado su collarino. Son de la misma escuela que los precedentes, pero mucho más bellos, y todos corresponden a un taller bizantino que abasteció de piezas tales los edificios leoneses de hacia 920 a 940, a saber, Mazote, Hornija, Bamba, Sahagún, Peñalba y acaso Eslonza. Reconócese que estos cinco pertenecieron a edificio de tipo bizantino, con pilares y columnas tangenciales a los mismos, pues llevan una cara lisa y vertical para adherirse al muro. Uno de ellos se corona con cimacio propio, exactamente como los del primer tramo. Un sexto capitel igual, pero destrozado, hay en el almacén, juntamente con trozos de otro y de un cimacio, y por último, en el parteluz de la ventana de la torre, que cae sobre la puerta susodicha del dintel esculpido, hay otro bello ejemplar, de diverso tipo, aún dentro de la misma serie"

LME21
Gómez-Moreno reconocía que los capiteles grandes habían pertenecido a un edificio de "tipo bizantino", de donde se trasladarían a la parte "moderna" y "postiza" del pórtico... Hubiera sido estúpido no reconocerlo, dado el carácter de capiteles adosados. Sin embargo, ante la argumentación de Gómez-Moreno, deberíamos tomar en consideración que los capiteles que, sin ninguna duda, fueron realizados en el siglo X, están enjarjados. Si descartamos la posibilidad del acarreo, sería extraño que un mismo edificio se construyera mediante fórmulas arquitectónicas tan diferentes.
Ciertamente, los capiteles LME21, LME22, LME23, LME24 y LME 25 pudieron pertenecer a un edificio de concepción estructural similar a la de Santiago de Peñalba o Santa María de Lebeña, donde casi todos los capiteles están adosados.
No insistiré en enfatizar que la estructura de esos edificios tienen más que ver con las tradiciones romanas que con lo estrictamente "bizantino", pero en todo caso, no me resisto a subrayar que, paradójicamente, también la estructura de San Miguel de Escalada, iglesia pretendidamente "mozárabe", está mucho más próxima a las fórmulas documentadas entre lo asturiano que a las de las mencionadas iglesias. Para reflexionar...

LME23
La estructura de todos los capiteles grandes es similar a la indicada: cesto cilíndrico en la primera corona y troncocónico en la parte superior; cuentan con todo el aparato del orden corintio con la excepción de los conjuntos axiales y los florones. Es destacable la manera de interpretar el conjunto caulículos-cáliz-volutas, según la fórmula indicada para el grupo anterior. También en este caso debemos mencionar el peculiar ábaco mixtilíneo de cartelas rectangulares que armoniza perfectamente con os cimacios moldurados con bandas perladas estilizadas. Obviamente, todos cuentan con collarino laureado o doblemente sogueado, pero, frente a lo que sucede con los "pequeños", ninguno carece del conjunto caulículos-cáliz-volutas.
El ornato deriva directamente de las variedades bizantinas en algunos casos; en otros, reflejan un virtuosismo "barroco" que no encontramos en otros lugares del universo mediterráneo para estos años. Forzando la síntesis:

1. Entre lo bizantino, es más frecuente el desarrollo del "aparato vegetal" que la atrofia del cáliz que documentan estos capiteles.
2. Entre lo bizantino es muy clara la tendencia a suprimir las volutas interiores; en éstos se apuesta por recuperar el valor plástico de éstas, hasta extremos desconocidos entre las piezas talladas con anterioridad.
3. No conozco paralelo bizantino alguno para la modalidad mixtilínea de los ábacos; en ese sentido, apenas podríamos mencionar cierta modalidad de capiteles coptos que, sin embargo, ofrecen fórmulas diferentes.
4. En suma, nos hallamos ante piezas de fuerte personalidad, sin paralelos netos en otros puntos sujetos al influjo bizantino. Tal y como sucede con algunas reutilizadas en el claustro de Santa Sofía de Benevento, en el baptisterio de Cividale de Friuli, en la arquitectura copta, si se me permite decirlo, en la Basílica Patriarcal de Aquileia, en estos capiteles de San Miguel de Escalada, se vuelve a manifestar la voluntad de alejarse de los paradigmas bizantinos, por supuesto, contando con las posibilidades que había facilitado la voluntad de Justiniano por reunificar el Imperio.

Si los números tienen alguna capacidad para concretar ciertas cualidades, podríamos decir que los capiteles del interior de Escalada se distribuyen en dos grupos: los reutilizados y los realizados al efecto; estos últimos, son, en un 100 % de tradición asturiana. En cuanto a los del pórtico, tanto los grandes como los pequeños, son en un 70 % bizantinos y en un 30 % galaico-romanos, pero más romanos que galaicos.


Los capiteles sin ábaco. La posible conexión egipcia

Pudiera parecer forzado establecer relaciones entre los monasterios del noroeste de la península Ibérica y los coptos. Incluso aunque nos apoyáramos en juicios tan fundamentados como lo de
S. Cantera y A. Rodríguez (Cantera, S., y Rodríguez, A., "Conciencia hispana y tradición monástica en vita Fructuosi", Cuadernos de Estudios Gallegos, LIV, 120, 2007, p. 71-102), que comentaban precisamente la relación de Martín de Braga con el monacato egipcio en los siguientes términos:

"Como consecuencia del impacto que el monacato egipcio causó en San Martín, éste ordenó a su discípulo Pascasio de Dumio llevar a cabo la versión al latín de las Verba Seniorum, pero además él mismo tradujo del griego la recopilación de las 109 Aegyptorum Patrum Sententiae (Sentencias de los Padres Egipcios), que Fray Justo Pérez de Urbel e Hipólito de Sá Bravo consideran que adquirieron prácticamente el valor de una Regla para los religiosos de las fundaciones martinianas"

Y sin embargo, la relación entre los capiteles astorganos y los coptos va más allá de lo puramente formal, aspecto en el que no entraré por las razones mil veces expuestas: nos encontramos, también en este caso, ante formas que derivan del repertorio helenístico y es más razonable establecer vínculos indirectos que directos.
Sin embargo, contamos con algunos otros datos que van más allá de lo puramente accidental. Ya lo adelantaba al tratar sobre los capiteles coptos... Es posible que en alguna ocasión haya planteado la posibilidad de que los capiteles astorganos con esa cualidad fueran, en realidad, piezas cortadas. Hoy tengo que dar pábulo a la hipótesis de que, en realidad, fueran piezas talladas con esa peculiaridad, como las que son tan frecuentes en el repertorio copto.
Es posible que piezas como las de Ayoo de Vidriales y las de Sahagún fueran concebidas como las citadas del Museo Copto de El Cairo, sin ábaco... Obviamente, es aventurado establecer relaciones directas a partir de unos paralelismos tan difusos, pero de lo que no cabe duda es de que tantos unos elementos como otros participan de situaciones culturales no muy distantes...

ASPM02, Astorga, Museo de los Caminos. Procede de Ayoo de Vidriales

SAH03, Sahagún
Y lo mismo sucede con el tipo de ábacos que encontramos en la diócesis de Astorga y en algunas modalidades de capiteles coptos.


Santiago de Peñalba 

Gómez-Moreno contextualizaba la construcción de Santiago de Peñalba en los siguientes términos (Igleias, p. 224):

"Después que Genadio hubo renovado la vida eremítica en San Pedro de Montes, año 896, fundó allí cerca, en las mismas vertientes del monte de Aquiliana. y una legua desviados hacia oriente de San Pedro, tres eremitorios, con sus respectivas iglesias, a saber: el aula monasterial de San Andrés, el de Santiago de Peñalba. v entre ambos, en un recóndito valle que llaman Silencio, el oratorio de Santo Tomás."

Se amparaba en el testamento de Genadio, que recogía a pie de página (nota 1, p. 224), por las razones que nos explicará enseguida, pero muy especialmente, porque "no encajaba" en el modelo que Gómez-Moreno empleaba una edificación temprana:

«Desplegando toda mi solicitud y todo mi ingenio sobre el yermo susodicho, amplié y erigí cuanto  mejor pude la iglesia de san Pedro, que había restaurado poco antes, transformándola con admirables edificaciones. Después construí en aquellos mismos montes un claustro, bajo la advocación de san Andrés, y otro monasterio según orden monástico; separado un trecho, construí en memoria de Santiago un tercer monasterio, que se llama Peñalba, y entre uno y otro, en el lugar que se dice Silencio, fabriqué un cuarto oratorio en honor de santo Tomás». 

LSPEÑ07
Y nos ofrecía de inmediato sus reparos al relato de Genadio (p. 225):

"Resulta de lo dicho alguna vacilación para fechar nuestra iglesia, aunque dentro de límites muy restringidos. En efecto, Genadio, corriendo el segundo decenio del siglo X, fundó y dotó el cenobio de Peñalba: pero la mención secundaria que de él hizo en su testamento, postergándolo al de San Andrés, cuyo edificio cuéntase haber sido humilde, y los hechos sucesivos, hacen creer que, si a Genadio algo se debe de lo actual, ello fué a consecuencia de las iniciativas de Fortis v de Salomón. Bajo su dirección, efectivamente, principióse otro cenobio en el Silencio, quizá sobre el oratorio anterior de Santo Tomás: incorporado luego a Peñalba por Salomón, es posible que en la obra definitiva tomase cuerpo un plan artístico desarrollado antes en el Silencio: mas la gloria de todo parece recabarla Salomón para sí en la frase trascrita: «empezamos y concluímos en aquel sitio cuanto la piedad del Señor otorgó y ahora aparece». Bajo una modestia casi jactanciosa trasparentase aquí su bien justa satisfacción, viendo erguirse el edificio de Peñalba, monumento digno para conmemorar la grandeza y santidad de Genadio, y cuyo mozarabismo resulta explicable, visto el ambiente en que se movían aquellos obispos, rodeados de personajes laicos y clérigos con nombres árabes (3). En resolución, puede fijarse la cronología de nuestra iglesia entre el tercer decenio de aquel siglo, bajo la acción común de Genadio y Fortis, el acceso de Salomón al episcopado de Astorga, en 931, y la fecha precisa de su conclusión en 937."

La argumentación es tan artificiosa que infunde no pocas dudas Y, en todo caso, no anula la posibilidad de que Genadio se hiciera cargo de un edificio abandonado desde mucho tiempo atrás.
Me parece interesante el comentario que hace sobre ciertos aspectos arquitectónicos (p. 231):

"El abovedamiento, general y con desahogo, da fe de un gran dominio y confianza en los métodos empleados. Las sacristías y el tramo primero de nave se cubren con cañones semicilíndricos, en proporción dupla el alzado respecto de la planta, y con la particularidad de extenderse su moldura de arranque por tres de los muros, como en Bamba. El segundo tramo o cimborio es más elevado, formando cúpula a modo bizantino, pero con desarrollo muy nuevo: es de gallones, recordando el prototipo romano del serápeo de Tívoli, cuya analogía con -el de San Sergio en Constantinopla, por la alternación de cascos llanos y cóncavos, hace patente Rivoira; también se parece a las cúpulas de Escalada, y sobre todo, a la absidal de San Lorenzo de Grenoble, arrancando, como ésta, sobre arcos. Sus gallones son ocho, pero lógrase el tránsito del cuadrado al octógono sin mediación de trompas ni pechinas, con sorprendente facilidad, ventajas y bello aspecto, pareciendo extraño que no se repitiera en edificio alguno conservado, y así resulte único ejemplar éste, que sepamos, en la historia de la arquitectura."

Francamente, no acabo de entender la referencia a San Lorenzo de Grenoble, pero en todo caso, el propio Gómez-Moreno reincide en el componente bizantino.
Poco es lo que comenta sobre los capiteles, suficientemente analizados en las páginas anteriores (p. 234):

"Los capiteles son corintios, muy uniformes entre sí, variando sólo ligeramente los de la
puerta, menores en tamaño, y apenas difieren de los de Escalada, en su tramo primitivo de pórtico, asegurando un absoluto sincronismo entre ambas obras, pero con alguna ventaja de arte en los de Peñalba: talla a biseles, estriados caulículos, collarino sogueado, bizantinismo, etc. son sus caracteres: los mismos tantas veces expuestos, analizando series análogas, en este capítulo."

Me sumo a la postura de don Manuel porque no creo que, desde el objetivo de la ornamentación arquitectónica, merezca la pena añadir nada, salvo enfatizar que nos encontramos ante un edificio, que "milagrosamente" ha llegado en magnífico estado de conservación. Pudiera equivocarme pero creo que es la iglesia bizantina mejor conservada de cuantas conozco en el universo mundo.
Lástima que en nuestro país estas cosas apenas se valoren, porque de otro modo, sería lugar de peregrinación permanente. Es lamentable que las condiciones de acceso sean tan precarias: la carretera que llega hasta ella no sólo es mala, además es extremadamente peligrosa. Lo más curioso del caso es que sería relativamente sencillo mejorar una carretera local, la LE-CV192/21 y arreglar el acceso a Santiago de Peñalba, para evitar la que va paralela al río, que es una trampa infernal.
De todas formas, me gustaría enfatizar un "pequeño detalle" que no se suele destacar en los estudios al uso: San Cebrián de Mazote, que se construyó con material reaprovechado, tiene un tipo de planta que —si Gómez-Moreno no la alteró demasiado— no podemos relacionar más que con el norte de África; San Miguel de Escalada, que también incluye en su construcción piezas procedentes de otros edificios, nos pone en relación, sobre todo, con las tradiciones arquitectónicas asturianas. Por su parte, Santiago de Peñalba, donde no se aprecia ninguna reutilización, es decir, la iglesia que se construyó con material realizado al efecto, acredita planta y ornamentación arquitectónica de fuerte sentido bizantino.
Y algo parecido sucede con San Fructuoso de Montelius, condicionada por los diferentes procesos de "restauración" y por el uso de material reaprovechado en las columnas: un planteamiento arquitectónico fuertemente vinculado a los prototipos "griegos" aparece vinculado a elementos de ornamentación arquitectónica mesuradamente relacionados con fórmulas bizantinas...
¿No es para pensarlo?


Lebeña. La posible conexión italiana

Aún más difusas son las referencias documentales a Santa maría de Lebeña, que como indicaba don Muel Gómez-Moreno, resulta ser un edificio arquitectónicamente anómalo (p. 268):

En cambio, la documentación auténtica de éste certifica la existencia de Alfonso, conde de Lévana, y de su esposa Justa, desde 924 hasta cerca de 963, sucediéndoles en el condado un Fernando Ruderiz, según consta en 966, y luego los Benigómez de Saldaña. El conde Alfonso no consignaba su filiación, haciendo suponer que no fuese castellano; además resulta como advenedizo, ya que debía sus propiedades a donación real, a contribuciones de amigos — de conlata amicorum — y a compras, sin aludirse a herencia de familia; pero lo que viene más a nuestro propósito es saberse, por documenten genuino, que Alfonso y Justa fundaron y dotaron, junto al lugar de su residencia, Flevenia, la sobredicha iglesia de Sta. María. Todo esto, no divulgado hasta hoy, compensa con ventajas la descalificación del otro diploma en que su historia venía apoyándose.
El tal documento carece de fecha, pudiendo sólo inferirse que es posterior a 924, año en que los condes adquirieron una de las fincas a que en él se alude. Llaman a la iglesia «baselica», y su principal advocación era de san Salvador y santa María; expresan haberla ellos construido — labora vi mus — y la dotan con una cruz, caja, cáliz y patena de plata, lucerna y candelabro de bronce, ciriales, campana también de bronce, dos velos de seda, un paño para casulla y dos dalmáticas; cama, colcha y manta, para los sacerdotes o monjes que tuviesen la iglesia, y además los palacios, tierras, viñas, frutales, molinos, campo, dehesa, etc., que allí poseían los fundadores. Nunca fue monasterio, al parecer, ni tuvo celebridad artística sino en virtud de los estudios publicados por D. Rafael Torres Campos, desde 1882.

¿Los condes construyeron ellos mismos la iglesia? Será cierto...

También es interesante el siguiente comentario (p. 271):

"Un tipo arquitectónico bien notorio, el cruciforme, flota por necesidad ante nosotros cuando miramos una iglesia con bóvedas, tal como ésta de Lebeña. Es tipo que, bajo los godos, estuvo en boga por acá, según demuestran Sta. Comba, San Pedro de la Nave y San Pedro de la Mata;
que persevera en San Pedro de las Puellas y en Melque, según se hizo notar, y que desde el siglo X quedó vinculado en Oriente para las iglesias bizantinas. Sin embargo, hemos de reconocer que, salvo los dos casos últimos, nacidos bajo el impulso local de ideas extrañas, en todo este periodo que estudiamos no se depara otro ejemplar, moro ni cristiano, donde prospere el arquetipo de crucero diáfano, con su cimborio y brazos dominantes iguales. En planta, muchas veces la cruz parece ser tema orgánico primordial; pero, luego, el alzado lo desvirtúa, quedando tan sólo en vigor la afición a desarrollos centrales muy preeminentes y un cerco, todo uniforme y bajo, que le ciñe: el Cristo de la Luz y las Tornerías en Toledo, San Martín de Segovia, San Miguel de Tarrasa y Germigny-des-Prés obedecen a este ideal. Los cruceros de Escalada, Mazóte, Peñalba, Marquet. Bamba, etc., quedan embrionarios, por falta de organismo central o por discordancia en sus miembros periféricos. Es mucha persistencia para que juzguemos casual este hecho, racionalmente inexplicable, pero comprobado, y en consecuencia debemos fundar sobre ello una ley estética local."

Los condes debían tener una cultura arquitectónica envidiable...
Tampoco es muy extenso el comentario dedicado a los capiteles (p. 278):

"los capiteles encajan en la propia serie leonesa, pudiendo creérseles esculpidos por el mismo que hiciese los de Peñalba y pórtico de Escalada: los de las capillas laterales son especialmente análogos a estos otros: la mayoría, cuyo alto llega a 42 cmts., es más opulenta, con tres filas de hojas, y siempre las acompañan caulículos débiles y collarino sogueado; uno de estos capiteles mayores lleva solamente dos tilas de hojas, pero complicada la inferior con roleos, como otros de Hornija: un par de los menores tiene caulículos muy desarrollados, flores entre medias, en uno, y ábacos rectilíneos; pero sobre ellos y mediante escotaduras fíngense otros ábacos de tipo corintio usual."




Hace algún tiempo hubiera suscrito el modelo evolutivo planteado por Gómez-Moreno. Hoy me asaltan dudas sobre algunos aspectos que mi ignorancia habían dejado al margen. Entre ellos, las posibilidad de que Santa María de Lebeña responda a una forma de tallar los capiteles distinta de la que dio paso a Santiago de Peñalba y a los restos de Escalada. Su proximidad a ciertos ejemplares de San Nicolás de Bari pudiera estar anunciando una relación más o menos estrecha con una fuente extrapeninsular. De momento, no deseo pasar de aquí. En todo caso, deberíamos tener en cuenta que, también por esa vía, estaríamos ante un fenómeno de difusión cultural con centro en Bizancio y, como de costumbre, con aportaciones locales importantes.
Tal y como advirtió Gómez-Moreno, hay dos capiteles estructuralmente distintos que, desde mi punto de vista, deberían clasificarse en un momento posterior a la primera construcción de la iglesia, y que ayudan a plantear el problema arquitectónico que detectó don Manuel. Por desgracia, en nuestros días es difícil hacerse una idea de cómo pudo ser hace dos mil años y más teniendo en cuenta que ha sido "restaurada" con criterios más que dudosos. Es posible que esta iglesia "sufriera" modificaciones en un momento indeterminado, tal vez, incluso, antes de ser inaugurada.
Los dos capiteles diferentes expresan esa heterogeneidad en la parte superior:el diseño volumétrico, los caulículos, las volutas y el ábaco son diferentes a los del resto de los capiteles. Como no se aprecia gran variación en el tratamiento de las hojas, y en su concepción plástica, su realización no debería adelantarse mucho —no creo que sean fruto de las obras de Alfonso durante el siglo X—, pero en todo caso, nos encontramos antes elementos perfectamente diferenciados.


Síntesis preliminar: las piezas de influjo bizantino

Iglesias de planta bizantina, elementos ornamentales de manifiesta raíz bizantina unidos a fórmulas específicamente galaico-romanas... Decía cierto estudioso que, a lo mejor, tal vez, este humilde amanuense tuviera razón... En caso contrario nos encontraríamos ante un fenómeno histórico y de difusión cultural extraordinario, que merecería ilustrar los manuales de paradojas y parajodas históricas.
Decía Gómez-Moreno que no existían razones para "entender" la realización de las iglesias con capiteles de collarino laureado en tiempo de "godos". A mí me parece, justo lo contrario. No se me ocurre qué razones pudieron mover a un grupo de artesanos de formación bizantina para construir, al menos, media docena de pequeñas iglesias, colocadas en lugares "remotos" o convenientemente distanciadas de los grandes núcleos de población durante el siglo X. Y es que la hipótesis tradicional, es decir, que fueran construidas al amparo de la voluntad de comunidades cristianas emigradas de Alándalus, tiene sentido para la recuperación del culto, pero no para materializaran un conjunto de edificaciones de rasgos incomparables con los que había en el lugar de procedencia. Es más, las fórmulas bizantinas posteriores a los siglos VI y VII y documentadas en Constantinopla y en Grecia, por ejemplo, tampoco armonizan bien con lo que encontramos en Peñalba y en Lebeña. Si los capiteles de collarino laureado hubieran sido realizados durante el siglo X, aunque presentaran elementos formales comparables, habrían contado con articulaciones estructurales diferentes, como la del capitel del Museo Bizantino de Atenas (ATMB035), de rasgos sumamente simplificados, que contiene palmas de perfil como las habituales entre los capiteles de Escalada, e incluso la cadeneta de dos cabos que vimos en el más espectacular de Hornija (ZHR01).

ATBM035, Museo Bizantino de Atenas. Pieza atribuida a los años finales del siglo IX.
Entre lo que que conozco, romperían esa "norma" dos capiteles conservados en el Monasterior de Osios Lukas, que, según la cartela, habrían sido tallados entre los siglos X-XI. Pero es particularmente extraño que en esa época se imitaran con fidelidad selectiva las fórmulas de la Antigüedad. Existen el pedúnculo y el florón pero no la yema de arranque; por lo demás, cuenta con dobles volutas rematadas en espiral y con acompañamiento vegetal, ábaco moldurado, acantos poco alejados de las fórmulas de los siglos IV. V y VI... Es más probable que sean dos capiteles anteriores o, tal vez, muy anteriores, incluso, contando con que esté documentada su aparición en contexto arqueológico de los siglos X y XI. En todo caso, ofrezco esta referencia por si algún lector curioso desea tirar del hilo...

Monasterio de Osios Lukas, OSLU07

0XLU06
En general, la ornamentación arquitectónica bizantina posterior a la expansión del Islam dará un paso más en el camino de la estilización y la simplificación formal, sin que ello suponga el olvido de las referencias naturales que reaparecerán, por ejemplo, en San Marcos de Venecia; pero lo harán con una concepción estética muy diferente.

Recuperando nuestro asunto... Los capiteles galaico-bizantinos de la antigua diócesis de Astorga componen un conjunto de relativa homogeneidad, si nos atenemos al grupo indicado en esta entrada, del que deberíamos deducir varios de los capiteles de Mazote (ya indicados en esta entrada y en otra anterior) y, por supuesto, los indicados de San Miguel de Escalada y de Lebeña (y alrededores).
Y aún en ese grupo, deberíamos establecer varios subgrupos estructurales:

Primer subgrupo: El definido por el de Wamba, netamente bizantino.

Segundo subgrupo. Los ocho mencionados de Mazote, con dependencia variada respecto de las fórmulas estrictamente bizantinas, matizadas mediante la yuxtaposición de fórmulas de la tradición local (el collarino, los discos solares) y otras que parecen derivaciones creativas de aquellas.

Tercer subgrupo. Estaría definido por las series de Escalada, Peñalba y similares. En él los elementos netamente bizantinos son menos sensibles que en los del grupo anterior. Podríamos decir de ellos que parecen ser la síntesis de las fórmulas bizantinas (tipo de talla, concepción estética general, motivos ornamentales) con soluciones más creativas, inclinadas hacia la recuperación de fórmulas locales de tradición romana.

Cuarto subgrupo. Los capiteles de Lebeña deberían formar un grupo específico, aunque sólo fuera para dejar abierta una puerta a la posible aportación italiana.

Quinto subgrupo. Asimismo no sería impertinencia abrir otro subgrupo para integrar en él los capiteles sin ábaco, que pudieran estar hablándonos de una conexión egipcia o de un fenómeno de convergencia cultural de excepcional interés.

Sexto subgrupo. Los capiteles de Hornija, en su heterogeneidad, imponen establecer un grupo específico, que pudiera responder a un lapso menos limitado que el definido por el resto de los grupos.

Como advertirá el lector, el conjunto de los capiteles dela diócesis de Astorga, informan de un situación de bastante complejidad, que se multiplica exponencialmente si, para relacionarlos con la impronta bizantina, los unimos a los que completan el panorama de los restos llegados a nuestros días. Y en esa línea tienen una relevancia muy especial los capiteles que definirían otro grupo más:

Séptimo subgrupo. El definido por una parte de los de San Fructuoso de Montelius y de los aparecidos en la zona de Braga.  Según reconocía cierto reputado especialista, lo que sucede con los capiteles de Montelius y con los que se conservan en el museo arqueológico de D. Diogo de Sousa, es "desconcertante". Desde mi punto de vista, la situación es tan "desconcertante" como la del claustro de Benevento: en ambos casos, el influjo bizantino se materializa en la reactivación de las técnicas edilicias y de los oficios anexos sin que ello suponga la transposición de las fórmulas propias del Imperio Romano de Oriente. En San Fructuoso conviven piezas reutilizadas con otras hechas al efecto que, en todos los casos, ocupan su lugar en un edificio de manifiesto carácter "oriental".

San Fructuoso de Montelius
Lo que ese influjo supone es la realización de piezas que, en cierto modo, están cerca de las del pórtico de Escalada: son piezas que recuperan las fórmulas tradicionales, sin que se aprecie otro bizantinismo que ciertos elementos formales y los valores plásticos: la tendencia al esquematismo y la estilización, las peculiares cartelas,  la articulación en dos planos, etc.
Para "entender" la polaridad que, muy probablemente, regía en Gallaecia durante los años de las dinastías suevas y visigodas, merece ser contemplado el capitel "biligüe" (BRMDS05) del Museo Arqueológico D. Diogo de Sousa. En una parte vemos un capitel que seguramente fue tallado en los alrededores del año 550, en la otra el fruto de un trabajo que, muy probablemente, no se alejó mucho del año 600. La clamorosa diferencia sólo puede explicarse teniendo en cuenta la existencia de un factor externo, la mediación de unos "poderes" de cierta entidad, que pocos años después habían desaparecido.
BRMDS05, capitel "biligüe", Museo Arqueológico D. Diogo de Sousa

BRMDS05, Museo Arqueológico D. Diogo de Sousa, Capitel "biligüe"
Octavo subgrupo de "influjo bizantino secundario". Para completar el esquema, aún deberíamos abrir un "cajón de sastre" que contuviera unas cuantas piezas repartidas irregularmente, sin otro factor común que "cierto bizantinismo": el capitel de Aguilafunete, el de Domingo García, dos más de Santa Cristina de Lena (no tienen collarino pero el tipo de acanto hace pensar en fórmulas orientales), tres o cuatro de la catedral de Oviedo, con cualidades similares a los de Lena,  los relieves de Saamasas,  Lisboa y Amiadoso, que se valoran de forma irregular, el capitel de La Hermida, bastante degradado, y el de Hermedes de Cerrato, que con una estructura muy evolucionada, aún mantiene el collarino laureado, y alguna pieza más .
Para no perder la vista la entidad del bosque, aún deberíamos tener en cuenta los edificios de manifiesto carácter bizantino que carecen de capiteles...
Y si deseamos aplicar la lupa, para contemplar hasta dónde llegó la huella de Bizancio en Gallaecia, convendría recordar otros restos de cultura material aparecidos en los diferentes yacimientos: la sigilata focense de Falperra, algunos tesorillos de época sueva, con frecuencia, con monedas bizantinas, el ungüentario de Vigo, etc., etc.

SEGM07, fragmento de capitel procedente de Domingo García (Museo de Seovia)





¿Cómo explicar la existencia de este importante conjunto de restos de ornamentación arquitectónica de gran influencia bizantina en un lugar "tan marginal"? Si colocamos sobre un mapa los lugares de aparición de las piezas mencionadas nos encontramos con una distribución que, en primer lugar, hace pensar en la diócesis de Astorga, en un momento de cierta complejidad histórica, porque si pensamos en los tiempos en que pudo ser posible una iniciativa de expansión monacal o rural, en tiempos de Martín de Braga, habremos de tener en cuenta que en aquellos tiempos las fronteras de Gallaecia no estaban tan nítidas como las define el esquema de Fernández Calo (2015). Al hilo de estos asuntos, merece leerse el comentario de L. A. García Moreno ("La iglesia y el cristianismo en la Galaecia de época Sueva", Antig. crist., (Murcia) XXIII (2006), p. 39-55:

SEGM06, capitelillo procedente de Aguilafuente (Museo de Segovia)
"Lo que en los siglos VI y VII se entendía por Gallaecia, fundamentalmente en medios eclesiásticos, territorialmente no correspondía con exactitud a la provincia bajoimperial de igual nombre ni, por supuesto, a la moderna comunidad autónoma. La provincia romana de Galecia a fi nales del siglo IV alcanzaba por el este aproximadamente hasta la divisoria de aguas entre las cuencas del Ebro y del Duero. De tal forma que, si la antigua Julióbriga, no lejos de Reinosa y del nacimiento del Ebro, pertenecía ya a la Tarraconense, Numancia marcaba el hito sudoriental de Galecia. Más hacia el oeste parte de la provincia actual de Segovia también era galaica, marcando posiblemente el límite meridional Coca, patria del emperador Teodosio. Sin embargo algo más al oeste la divisoria entre las provincias de Lusitania y Galecia estaría ya marcada por el mismo curso del Duero, hasta su misma desembocadura en el Atlántico; de modo que, si el actual Oporto pertenecía a Galecia, con su enclaves del Portus y del Castrum, la actual Vilanova de Gaia (Castrum novum) era ya lusitana. Sin embargo, a mediados del siglo VII la provincia eclesiástica de Gallaecia tenía ya un ámbito territorial más reducido, habiendo pasado a depender las iglesias situadas en la Tierra de Campos y más al este de la metrópoli tarraconense y, sobre todo, de la cartaginense con sede en Toledo. En la jurisdicción de esta última se encontraban los obispados de Segovia y Palencia, creados cuando el llamado concilio II de Toledo del 531."

El desbordamiento de los límites, en lo que a la organización eclesiástica se refiere, debe entenderse en una situación de inestabilidad territorial que no se resolvió hasta que los visigodos sometieron a los suevos.
Esta vinculación con Gallaecia de amplias zonas de la actual Castilla-León ayudaría a entender la existencia de las piezas en Domingo García y Aguilafuente, que podrían documentar hasta dónde llegó por el sur la influencia "bizantina". La proximidad de estas poblaciones a Coca avalaría las palabras de García Moreno...

Y hasta aquí la síntesis preliminar, que estoy obligado a quebrar por una circunstancia "de contrastación" que completará un poco más el panorama ofrecido al lector.


Una digresión relevante. In Tempore Sueborum: "el estado actual de los conocimientos"

Antes de formular las conclusiones, el lector me permitirá que rompa la linealidad expositiva para hacer una digresión particularmente relevante, que podría parecer contradictoria con uno de los propósitos mencionados en el preámbulo: el de evitar las confrontaciones directas. Lo que no tengo ningún interés en fomentar es la confrontación con quienes llevan muchos años trabajando en la misma parcela profesional. Sin embargo, tampoco me apetece escurrir el bulto, sobre todo, si existen razones "de interés social" y en este caso, entiendo que se dan esas circunstancias, porque lo que expondrá a continuación guarda estrecha relación con las seis que, a mi juicio, condicionan el desarrollo de las disciplinas interesadas en los asuntos tratados. El lector sabrá rastrear los factores allí comentados, más allá de las observaciones que iré intercalando
A finales del año 2017 se inauguraba en Orense una magna exposición, aparada por la Diputación dedicada la "época sueva": In Tempore Sueborum. En la publicación, accesible mediante Internet, se recogía el "estado actual de los conocimientos" de la historia de lo que fue la antigua Gallaecia hasta la caída del reino suevo ante los visigodos.
Desde mi punto de vista, la publicación ofrecía varios pormenores que deseo destacar, al hilo de las consideraciones mencionadas:

1. Puede que sea algo suspicaz, pero me ha dado la sensación de que la exposición se desentendió de una parte relevante de los territorios controlados, más o menos nominalmente, por los suevos. Tal y como expresa el esquema adjunto, recogido en el catálogo de la exposición, tomado de  J. López Quiroga y M. Rodríguez Lovelle, que muetra los "Edificios, restos arquitectónicos y decorativos cristianos en la Gallaecia tardo-antigua (siglos V-VII)", da la sensación de que el estudio se centró especialmente en el territorio de la Galicia actual y el norte de Portugal, dejando en ámbito de marginalidad la zona este, apenas materializada en algunas alusiones y unos pocos elementos sueltos. Me pregunto, si como parece apreciarse en los estudios arqueológicos dedicados a "los tiempos suevos", no habrán tenido "demasiado peso" los "factores políticos actuales". En el mapa adjunto echo de menos la inclusión de ciertos yacimientos arqueológicos con niveles valorados como "visigodos" que, tal vez debieran haberse incluido porque, algunos de ellos, desde los que "sabemos" a través de las fuentes escritas, debieron estar supeditados, al menos nominalmente, al orden jerárquico religioso "de época sueva".

Edificios, restos arquitectónicos y decorativos cristianos en la Gallaecia tardo-antigua (siglos V-VII) (según J. López Quiroga y M. Rodríguez Lovelle), Tomado de In Tempore Sueborum

2. Aunque en el texto se reconoce la relevancia de Oriente en el desarrollo de ciertos aspectos culturales de Gallaecia (por ejemplo, en la página 117), es curioso la casi nula atención que se presta a lo que, en tiempo de los suevos, definía la gran referencia religiosa y política: el Imperio Romano de Oriente. Como se advierte en el párrafo adjunto, los investigadores parecen haberse interesado más por los vínculos con el norte de África, que aún hoy, movilizan ciertas reticencias en sectores incómodos con la relativa marginación que padeció la iglesia de Roma entre los siglos IV y VII:

"En lo que respecta a la influencia norteafricana, tanto la liturgia, la arquitectura e incluso la organización administrativa religiosa hispana evidencian indudables influjos orientales; sirva como muestra de ello la existencia de unos contactos frecuentes, y en absolutos dificultosos sino todo lo contrario, con las tierras de Medio Oriente, con Tierra Santa, en definitiva. Contamos, en este sentido, con un testimonio absolutamente excepcional, como es el viaje (Itinerarium o Peregrinatio) realizado por Egeria a Oriente entre los años 381 y 384 (...)"

Y sin embargo, el texto del catálogo menciona el caso de Orosio, obispo de Braga, que buscó el consejo de Agustín, y y el de Avito, presbítero también de Braga, que viajó a Oriente. Estos viajes, podrían de manifiesto que (p. 118): 

"la provincia de Gallaecia, y a pesar de su excéntrica posición geográfica respecto a otras áreas del Imperio, no estaba en absoluto aislada, puesto que los contactos y relaciones con el exterior eran relativamente frecuentes, no solo con el norte de África y el Medio Oriente, sino con la Galia, como lo atestigua la presencia de Agrestio, obispo de Lugo, en el Concilio de Orange, celebrado en el año 441." 

Observe el lector cómo se "matiza" el texto para equiparar la relevancia de "África" con la de "Oriente Medio" y, con sutileza, poner esos focos culturales al mismo "nivel" que  la Galia. Al parecer, no se ha juzgado relevante distinguir entre los planteamientos cristianos vigentes en Constantinopla y Alejandría que, en cierta medida, condicionaron de modo decisivo la historia del cristianismo durante los siglos que también incluyeron la existencia de reino suevo.
En ese sentido de las matizaciones, me ha hecho sonreír la forma de redactar el texto que, de algún modo, describe cómo los restos arqueológicos documentan la relación entre la Gallaecia sueva y "Oriente":

"En las sedes diocesanas de los distritos de Lugo y de Braga se documentan algunos objetos cuya iconografía cristiana está todavía relacionada con símbolos ligados con el primer cristianismo que se fechan entre los siglos V y VI, manteniéndose también la misma ambigüedad cronológica: la placa de azabache con crismón hallada en las excavaciones efectuadas en la Rua do Anjo, en la ciudad de Braga (vid. catálogo núm. 103a), que por sus dimensiones podría haber servido como elemento decorativo de un objeto de mayor tamaño; también de la propia Braga, un fragmento de copa de vidrio con crismón (vid. catálogo núm. 104); en las afueras de Braga, en Falperra, a tres kilómetros al sur de la ciudad (Santa Marta das Cortiças), el fragmento de plato de sigillata focense (procedente de Turquía) que presenta una cruz en su centro (vid. catálogo núm. 103b), junto con otros materiales (vidrios y cerámica) denominados como paleocristianos, todos ellos asociados a un edificio de culto cristiano fechado entre los siglos V y VI, materiales que ponen de manifiesto la existencia de una actividad de importación de productos orientales que no se ha interrumpido con la llegada de los suevos (...)"

¿Sigillata focense procedente de Turquía?  ¿No lo han podido expresar de modo menos anacrónico?
En el mismo orden de cosas, casi se pasa de refilón sobre la labor de Martín de Braga (p. 137), cuya estancia en Gallaecia (550-580) se desarrolló en paralelo con los últimos años de Justiniano (527-565) que, en algunos aspectos, supuso imponer la ortodoxia dictada por los "concilios orientales", para centrarse en su lucha contra la pervivencia de los cultos paganos, el priscilianismo y otras herejías afines...
Del mismo modo, unas páginas después, el texto (p. 144) alude a un monacato "'galacio' que se forja tomando como ejemplo la espiritualidad de tradición o raíz oriental, implantada e importada por Martín de Dumio, y que quedó recogida –como anexo a las actas del II Concilio de Braga (año 572)– en los «Capítulos de los Concilios de los Padres Orientales reunidos y ordenados por el concilio Lucense por el obispo Martín»." Pero tampoco parece que esa vinculación, de nuevo diluida en el texto —es difícil saber si se refieren al monacato sirio, al copto, al que se materializó en el sur de Italia (Basilicata)…— tenga ninguna relación con el Imperio Romano de Oriente y sus iniciativas por unificar creencias y rituales como acción paralela a la integración política.
Díaz, Pablo C. ("El reino suevo de Hispania y su sede en Bracara", Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona > 2000: Vol.: 25, p. 403-424) ofrecía una acotación muy interesante den este sentido, que parece bastante razonable:

"La llegada de Martín a Gallaecia, las fuentes sobre el particular no mencionan a Bracara, no parece responder a la casualidad misionera. Muy probablemente se trataba de un enviado de Constantinopla, interesada en los asuntos hispanos y para la cual un aliado en la retaguardia del reino visigodo era estratégicamente importante. Hasta qué punto esa intencionalidad era evidente no resulta claro, los autores que dan cuenta del acontecimiento, especialmente Gregorio de Tours, están interesados ante todo en darnos a conocer la conversión, en hacer de Martín el apóstol de los suevos, y en resaltar, en el mejor de los casos, el papel desempeñado por las reliquias de Martín de Tours en ese proceso."

Estoy seguro de que hubiera merecido la pena tomar en consideración lo que si, desde el punto de vista de las fuentes documentales, parece probable, desde el de la ornamentación arquitectónica, es obvio.
Pero detengámos un instante ante la manera de valorar algunas de las piezas recogidas en la exposición, entre las que, a efectos de los objetivos de este blog, interesan muy especialmente, en primer lugar, los relieves de Saamasas (pieza 126, p.ag. 182), que materializan piezas de manifiesto influjo bizantino. Es muy curioso como se contempla esa cualidad:

"Su temática (de la ornamentación de las piezas de Saamasas)  y motivos decorativos están en el ojo del huracán del debate historiográfico y, si bien se relacionaba con el ambón de Agnellus (Rávena), con el mundo bizantino y oriental del siglo VI y con los núcleos de importancia en los relieves ibéricos del mismo siglo, como Toledo y Mérida; también con las realizaciones islámicas de Córdoba y Granada, y de su interpretación de la decoración del Palacio de Jirbat al-Mafŷar (Jericó), e incluso con la reinterpretación de este prestigioso arte se hace en el mundo astur de los siglos IX y X."


LSAA03, relieve de Saamasas. Imagen tomada de In Temp. Sueb

Ambón de Agnellus, Catedral de Rávena
Paradójicamente, en principio y por las razones expresadas muchas veces en este blog, en este caso debo estar de acuerdo con la "duda": la vinculación con "lo bizantino", "lo ravenático" e, incluso, "lo copto", pudiera justificarse mediante las referencias comunes de los fenómenos culturales aludidos. Sin embargo, también está claro que nos encontramos ante un dato más que ilustra perfectamente la invariante presencia del "factor bizantino" en el noroeste peninsular, en tiempos suevos, del que me hago eco en esta entrada, pero también del que se hizo eco la ornamentación arquitectónica asturiana del siglo IX.
Aunque el texto alude casi "de pasada" al actual descrédito de "lo mozárabe", quien ha redactado estas líneas se remite al fundamento del concepto tal y como lo diseño don Manuel Gómez-Moreno: sólo de esa manera se puede entender la alusión a Córdoba y ¿Granada? La mención en este caso de Jirba al-Mafyar y Granada no tiene, a mi juicio, ningún sentido, salvo quizás, dejar a cubierto el juicio de algún "especialista"obnubilado con el componente "oriental" —por supuesto, sirio— del arte califal cordobés. ¿He dicho sirio...?

Pieza aparecida en Conínbriga, s. VI. Imagen tomada de In Tempore Sueborum
Otro ejemplo: el disco de bronce aparecido en Conímbriga, del que se expuso una copia en resina epóxica. A continuación, la descripción analítica:

"Placa circular, con la cara anterior rebajada, presentando, en relieve, la inscripción vivas in + aeternv (m), con nexus de las letras rnv, ‘vive para la eternidad’, circundando un monograma de tipo constantiniano. Caracteres en relieve y retrógrados. El crismón no está en retrógrado. Entre el verbo y el complemento se inscribe una cruz griega, ligeramente patada. Este importante testimonio del cristianismo antiguo apareció, en el verano de 1966, en una canalización al sur del forum, en el mismo año en el que fue descubierta la plaza de este centro monumental, en el ámbito de la campaña de excavaciones arqueológicas luso-francesas de Conimbriga (1964-1971). Sus primeros estudiosos lo entendieron como un cuño reservado a marcar hostias para la comunión. Su inclusión en una tipología ampliada de pequeños utensilios en metal con diversos fines, testimoniando, a través de la decoración, que vehiculan la progresiva cristianización de lo cotidiano en la Antigüedad tardía, en el territorio que es hoy Portugal, lleva a la lectura de que estamos ante una fíbula sin pitón, funcionando como pasador del cierre del cinturón o de balteus, teniendo en cuenta que el eje del aro es el mismo del crismón. La pieza original es susceptible de enmarcarse claramente en los siglos V y VI, acerca de los cuales quiere reflexionar la exposición «In Temporum Sueborum»."

Me pregunto si no deberían, cuando menos, haber comentado la posibilidad de que el crismón manifestara influencia copta... Curiosidad: si mi buscador no funciona mal, parece que no existe en el texto ninguna alusión a "lo copto".

Qué razones científicas puede haber para sostener una postura tan discutible, sabiendo, como es notorio y recogía la propia exposición, que las piezas de "origen oriental" aparecidas en la actual Galicia y en el norte de Portugal (desde Braga a Conímbriga) son tan numerosas. Me pregunto a quién puede incomodar destacar qué manera el "orden político global" se manifestó también Gallaecia, a "pesar de su excéntrica posición geográfica". Es más, lo extraordinario del caso es que los restos arqueológicos llevan años informando sobre una situación que responde a la "lógica" del proceso histórico.
Quienes así entienden el "universo mediterráneo" deberían "recordar" que la unidad del Mundo Antiguo se basaba, ante todo, en las relaciones comerciales substanciadas mediante las rutas marítimas. Y en ese contexto, aunque pareciera "increíble", Gallaecia no era una zona externa y ni tan siquiera, limítrofe. Visto desde las servidumbres de las comunicaciones marítimas, la costa  galaica era; sencillamente, un paso intermedio en la ruta marítima hacia Britania.


Los capiteles de In Tempore Sueborum

Reconozco que esperaba algo más de esta exposición, que acreditaba el estado de los conocimientos en todas las facetas de la cultura galaica en tiempos de los suevos. La decepción se materializa tanto en las alusiones como en las piezas recogidas. Entre las primeras, se enfatiza el caso de las columnas y capiteles reutilizados en la fachada de Santa María Madre (Ourense). A mi juicio, cuando menos, los capiteles y muy probablemente, los fustes, son romanos o, con más precisión, "galaico-romanos". Únicamente activan una duda: el momento concreto de su realización.
Si aceptamos que Gallaecia estaba institucionalmente romanizada en tiempos de Augusto, resulta desconcertante contemplar la escasez de restos de ornamentación arquitectónica que han llegado a nuestros días. Sabiendo que desde hace años han progresado mucho los trabajos arqueológicos, sería difícil concluir que el tiempo los ha devorado. Seguramente desde esa constatación y de otras observaciones, se ha concluido que la romanización de Gallaecia fue un proceso tardío que algunos autores sitúan a partir del siglo III; en ese sentido informaría también la difusión del latín. Sin embargo, contando con esas circunstancia, sigue resultando desconcertante que, si admitimos las hipótesis latentes de quienes han "estudiado" los capiteles que veremos a continuación, resultaría que no existieron edificaciones romanas en Galicia (no quiero decir en Gallaecia)
A mi juicio, en el caso de Gallaecia (aquí no quiero decir Galicia) estamos ante un caso paradigmático del muy reiterado problema de los talleres locales relativamente marginales, bien documentado por los restos de escultura de bulto redondo y por "monumentos" funerarios que han llegado a nuestros días.

Busto bifronte, posiblemente de Jano. Museo de Pontevedra
Obviamente no está en mi voluntad resolver estos problemas y, menos aún, "de manera definitiva"; soy consciente de mis propias limitaciones, pero en mi calidad de "diletante", me atrevo a sugerir que se revisen las catalogaciones y que se comience a valorar la posibilidad de que las piezas que veremos a continuación sean anteriores de lo que habitualmente se consideran.
Avala esa hipótesis una de las cualidades más relevantes de los capiteles galaico-romanos: la existencia de collarino abocelado liso, dado que, como ya he tenido ocasión de comentar en otras ocasiones, es una cualidad frecuente entre los capiteles anteriores a la época de Augusto.
Se distinguen por una estructura derivada de los modelos imperiales con algunas cualidades que les proporcionan "personalidad": un tipo de acanto evolucionado que, sin embargo, no manifiesta con claridad los influjos orientales de finales del siglo II y principios del III, a no ser que queramos verlos en los folíolos del OMM03; lo más característico es una manera peculiar de resolver el cuerpo superior con un desarrollo vegetal que envuelve las volutas y casi las tapa por completo; no son usuales los conjuntos axiales netos (pueden haberse borrado por la erosión, en algún caso), pero suelen contar con florón muy estilizado o cartela y no presentan ábacos de gran concavidad.
De los indicados en la imagen adjunta, es obvio que el OMM03, ornado con lengüetas en el frente del ábaco, está menos evolucionado que su compañero, pero no me atrevería distanciar mucho su realización. Y es que en Galicia y Asturias son frecuentes los capiteles reutilizados en edificios de cronología temprana. Véase el caso, por ejemplo, de Santa Comba de Bande o de San Adrián de Tuñón, con piezas que pudieran conectarnos hasta con Toledo.
En todo caso, la discusión sobre la valoración de capiteles como los de Santa María Madre, no estaría, como pretende la publicación aludida, entre situarlos en época sueva o entre los siglos III y IV, sino en una horquilla algo anterior.
A mi juicio, teniendo en cuenta lo documentado en Volubilis y otros yacimientos marginales, contemplando la entidad cuantitativa de los capiteles con astrágalo abocelado liso, me parece más probable que fueran realizados entre los siglos II y III que entre los III y IV, aunque no me parece llamativo que algunos estudiosos los sitúen en este último momento.

OMM03 y OMM04. Iglesia de Santa María Madre, Orense
En la exposición se recogieron varios capiteles más, en un alarde digno de valoración positiva. El primero es el OUMA003, conservado en el Museo de Ourense, procedente de Amiadoso (Allariz, Ourense), que se sitúa también entre los siglos IV y VI. Me parece interesante adjuntar la descripción analítica, porque creo que ilustra bien cómo se valoran en la actualidad estos elementos, a mi juicio, abusando de "la lupa" y de los matices subjetivos en ciertos aspectos y olvidándose de otros que, a efectos de valoración cultural, pudieran ser más relevantes:

"Capitel que cuenta con dos coronas de cuatro hojas cada una, muy esquemáticas, estilizadas, en las que no se diferencian bien los foliolos. Tanto la morfología como los trazos estilísticos muestran una evolución en la que la herencia tardorromana se debilita con el tiempo y la esencialización de las formas pasa a ser la característica dominante, las reminiscencias corintias están muy desvanecidas hasta el punto de que en la segunda corona podemos hablar de un entrelazado vegetal y de potentes tallos –separando las hojas– rematados en la parte superior con nervios que se abren en abanico. El capitel presenta una concavidad, de veintisiete centímetros de diámetro en el ábaco, que se prolonga hasta la base donde aparece perforado como pila, este tipo de hueco aparece en capiteles corintios de época romana –Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, donde se interpreta como mortero–. Además de este capitel que nos ocupa, hallado en el lugar o aldea de Amiadoso –parroquia de San Martiño de Pazó (Allariz)–, aparecieron también otros elementos arquitectónicos como una placa con decoración, en el muro de la ermita de San Adrián, y otros descontextualizados como dos placas con cruces (siglo x)."
OUMA003. Capitel de Amiadoso (foto tomada de In Tem . Sueb, pieza nº 95) 
Teniendo en cuenta las condiciones en que ha llegado el capitel a nuestros días, parece osada tanta precisión analítica. No obstante, aunque el estado de conservación dificulta su estudio, la imagen permite apreciar que se trata de un capitel corintio, "entrego" (empotrado en el elemento estructural anexo), con un tipo de acanto que nos remite a ejemplares del noroeste. Estoy pensando en dos de Santa Comba de Bande y en alguno otro suelto...
Relacionarlo con un capitel del Museo de Córdoba por contar con un hueco en el ábaco, me parece ingenuo. En este mismo blog han aparecido varios capiteles con similar "anomalía", por lo general, relacionada con la reutilización hecha en tiempos diversos. Sobre los ya comentados, incluido en esta misma entrada el de Wamba, aún podría añadir unos cuantos más repartidos por los diferentes museos arqueológicos españoles, franceses, alemanes, italianos, etc., etc. Se han reutilizado, seguramente, como morteros, pero también y muy especialmente, como pilas de agua bendita; fuera de esa funcionalidad "comprensible", en los años que llevo ocupándome de estos asuntos, he visto capiteles cumpliendo funciones de quicialeras, como soporte para tiestos, como jardineras. en fin, como contenedor de objetos de naturaleza variada: cruces, colillas, paraguas, papeleras. Y es que la actitud poco respetuosa hacia estos nobles pero discretos elementos de ornamentación arquitectónica, comenzó hace muchos años...
Desde lo poco que permite cierta valoración, estaríamos ante un ejemplar que cabría perfectamente en la problemática mencionada.
Época de mayor probabilidad: siglos II-III.

Tampoco me resisto a reproducir el análisis del OUMA006:

"114. Capitel de procedencia desconocida del Museo de Ourense, siglos III-IV/VI-VII. Capitel corintio, muy desgastado en toda su superficie, que presenta acusadas fracturas en la parte superior de los cálatos. Cuenta con dos coronas de hojas de acanto, la ima folia –mejor conservada– nos permite ver hojas con nervadura central entre dos surcos incisos, en la segunda corona observamos caulículos cortos entre las hojas. La factura es algo ruda, fruto de talleres locales, y aun así se usa el trépano en los extremos de los lóbulos dando lugar a gotas de agua que crean sombras. No se aprecian ni hélices ni volutas. Tanto por sus dimensiones como por la decoración formal, este capitel guarda relación con otro del Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense (núm. inv.: ce000048; vid. catálogo núm. 115), los dos de tradición tardorromana, evocadora del naturalismo, aunque con tendencia a la abstracción; a su vez, fueron relacionados con varios capiteles reutilizados en la fachada de la iglesia de Santa María Nai (siglo XII). Para Rodríguez Colmenero (1977) estos dos capiteles serían atribuibles a la época paleocristiana, o al menos a ese estilo que habría perdurado durante la ocupación sueva e incluso en los comienzos del período visigodo. En todo caso, el desconocimiento de su procedencia –quizás Seixalbo, lugar que se cita en el inventario– y la notable deterioración que presenta dificultan su datación; Domingo Magaña establece un marco cronológico entre los siglos III-IV, mientras que Núñez lo fecha entre los siglos VI-VII."


OUMA006, Museo de Orense. Imagen tomada de In Temp. Sueb.
También en este caso, el estado de conservación condiciona de modo decisivo su análisis. Es posible que, como el que veremos a continuación, originalmente contara con collarino abocelado liso. Aunque en el análisis descriptivo se dice que carece de hélices y volutas, se distingue perfectamente el arranque de las volutas interiores y la sugerencia de las exteriores.
Podría, pues, tratarse de otro capitel galaico-romano, que podríamos situar entre lo siglos II y IV aunque, por las razones ya indicadas, la época que me parece más probable sería entre los siglos II y III.

El OUMA05 es similar al anterior, aunque gracias al mejor estado de conservación, permite un análisis más detallado.

"115, Museo de Ourense, siglos III-IV/VI-VII. Capitel corintio con notables roturas en los cálatos, en la parte inferior –muy hundida– lleva un collar abocelado liso, muy potente, sobre el que se articulan dos coronas de ocho hojas de acanto, bastante clásicas, con nervio central también abocelado en torno al que se establecen los lóbulos laterales –no muy bien apreciables a veces por la deterioración sufrida–. Entre las hojas de la segunda corona aparecen los caulículos rematados con un anillo simple y solo se conserva la base de los cálices de dos hojas de acanto dispuestas en los laterales. Las hojas se separan de los cálatos con notable relieve y dejan pequeños espacios de separación entre ellas provocando un efecto de claroscuro reforzado por los profundos surcos de los nervios y por los óculos o gotas de agua de los lóbulos. En dos de las caras se conservan las flores del ábaco, muy deterioradas pero reconocibles. En ambas coronas las hojas tienen la misma altura, carece de hélices y de volutas. Este capitel es obra de talleres locales –idea reforzada por la procedencia gallega del mármol gris con vetas, también llamado del país– y aunque la técnica resulta un tanto basta se utilizó el trépano y el bisel. Núñez Rodríguez (1976) señala que en este tipo de capiteles los caulículos son cada vez más convencionales y las hojas de acanto menos individualizadas con respecto al bloque; se trata de una decoración de motivación romano tardía como modelo de belleza esencial aun no extinguida. Por otro lado, la similitud de este capitel con otros reaprovechados en la fachada de la iglesia de Santa María Nai (siglo XII) ha llevado a autores como Castillo López a relacionarlos hipotéticamente con una primitiva iglesia de San Martín, que habría sido construida en la segunda mitad del siglo VI y derrumbada a finales del siglo IX. La datación resulta complicada, tanto por le desconocimiento de su procedencia exacta como por el notable desgaste de sus elementos formales; en cualquier caso, contamos con dos dataciones principales: Domingo Magaña lo fecha entre los siglos III-IV; mientras que Núñez Rodríguez (1976) lo enmarca entre los siglos VI-VII".


OUMA05, Museo de Orense. Imagen tomada de In Temp. Sueb.
Me excuso por no entrar en el pormenor del comentario que, en este caso, se ajusta un poco mejor a las cualidades de la pieza. Y menos aún en discutir las diversas cronologías tardías que se le han aplicado...
Lo más relevante: la manera de componer el acompañamiento vegetal de las volutas, mediante elementos que casi tapan por completo las volutas y la parte superior del kalathos. Es decir, de nuevo nos encontramos ante un capitel galaico-romano con las circunstancias ya mencionadas.
Lo más probable es que se realizara para alguna edificación pública delos siglos II-III.

BRMPXII03, Museo Pio II, Brraga (imagen tomada de 1000 lugares de Galicia blogspot)
Otro ejemplo de análisis "discutible" aparece en el de la ofrece la pieza nº 117 (BRMPXII03) (In tem. Sueb. 117, p. 176):

"Capitel de columna. Granito. Alto: 38cm; largo: 40cm (ábaco); diámetro: 31cm (fuste). Siglos VI-VII. Inmediaciones de la iglesia de Dume (Braga, Portugal). Museu Pio XII, Braga (Portugal). Núm. inv.: mpxii.lit.171 Capitel con astrágalo toreado y equino adornado por dos coronas de hojas de acanto, las inferiores altas y con extremo encorvado, y las superiores iguales solo en los ángulos, alternando al centro con tallos en espiral. El ábaco está recortado por el espesamiento y la curvatura de las hojas de los ángulos, presentando una flor central".

Ciertamente, de nuevo el estado de conservación dificulta el análisis de una pieza que, en este caso, apenas permite apreciar otra cosa que la tipología estructural e intuir la modalidad del acanto empleado. No facilita el análisis ni el tipo de la piedra ni la manera de tallarla.
No obstante, seguramente se trate de un capitel corintizante liriforme —o una derivación— con una única corona de hojas y volutas angulares vegetales.
A destacar la manera de enfatizar el labio superior del kalathos, que nos hace pensar en un capitel de realización temprana y, desde lo que conozco, "anómalo" entre los capiteles galaico-romanos.
Dada la manera de describirlo — "capitel de columna", sin más— se diría que quien redactó el texto se sintió desconcertado... Desde ese desconcierto se "comprende" que lo situara entre los siglos VI y VII.
Precisamente, la mencionada circunstancia tipológica, apunta hacía momentos tempranos. Con voluntad "periodística", hasta diríamos que podría ser uno de los más antiguos de la serie incluida en la exposición In Tempore Sueborum.
Siglos II-III.

Con el capitel PONM07, procedente de Setecoros, se amplia un poco más el panorama "peculiar" que ofreció la exposición (nº 121):

"(...) Se trata de un capitel compuesto, exento, labrado en mármol alabastrino. Muestra un desbastado troncocónico, con dos pisos de hojas de acanto, emplazándose entre las superiores unos caulículos con tallo sogueado del que surgen ramas que llenan y animan la parte alta del bloque, cuyos ángulos refuerzan poderosas volutas. El ábaco, de perfil cóncavo, se adorna con incisiones horizontales que lo estructuran en pisos superpuestos. Un florón se emplaza en el centro de cada una de las caras. No posee collarino. La calidad de este capitel, una exquisitez que puede apreciarse también en otras piezas de la misma procedencia y que se hace más evidente al comparar las formas de uno y otras con las habituales en la época en el territorio, la antigua Gallaecia, en el que se halla, viene siendo ponderada desde hace tiempo por los investigadores. Ha sido considerado, justamente por su delicado tratamiento formal, tanto un producto foráneo, importado, como una obra realizada in situ por un taller itinerante, foráneo, procedente, a tenor de los precedentes que para sus formas allí pueden señalarse, de la Bética. El carácter autóctono del material, sin embargo, invita a pensar con fundamento en la segunda opción referida. El descubrimiento en los años finales de la pasada centuria de un capitel de pilastra, pieza, hoy incompleta, reutilizada como pila de agua bendita, en la iglesia de San Xoán de Vilaronte (Foz, Lugo), atribuible al mismo taller que realizó el capitel que nos ocupa, avala plenamente la propuesta, facilitada por el emplazamiento de Setecoros, muy próximo a una vía tan importante como la XIX del Itinerario de Antonino y a núcleos tan destacados en la época como Aquis Celenis (Caldas de Reis, Pontevedra) y, fundamentalmente, Iria Flavia (A Coruña), este último, como es bien sabido, un relevante referente ya, desde el punto de vista eclesiástico, en la etapa que nos ocupa. La calidad de este capitel, el número de piezas coetáneas conservadas en el templo o procedentes de él, la advocación de este (El Divino Salvador) y el nombre del lugar, el topónimo (Setecoros), deberían propiciar la realización en su solar, cuanto antes, de una intervención arqueológica de entidad."


PONM07. Capitel de Setecoros
¿Capitel compuesto? Si el rigor metodológico conduce a confundir un capitel compuesto con uno derivado del orden corintio, alguien debería replantearse algunas cosas... Intuyo que el equívoco deriva de confundir la parte superior del cesto (kalathos) con el cuerpo equinoide de los capiteles compuestos. Existen capiteles en los que es difícil establecer si derivan de una línea o de la otra, pero en este caso, no hay la menor duda: es un capitel derivado del orden corintio con ciertas —múltiples— peculiaridades.
Para empezar y remitiéndose a la descripción incluida en el "catálogo" de la exposición, contiene dos coronas de hojas, en efecto, pero no creo que sea oportuno llamarlas de acanto a no ser que se empleen comillas. Son hojas de folíolos grandes, recercadas perimetralmente, muy alejadas ya de los acantos tradicionales y, por supuesto de los relativamente evolucionados que permiten dicha etiqueta sin forzar los términos. Sólo si relacionamos estas hojas con ciertas modalidades del siglo I, próximas a lo que algunos autores relacionan con las hojas de encina, podríamos hablar de "acantos": pero a mi juicio, en este caso sería más adecuado enfatizar la originalidad y relacionarlas con ciertas fórmulas comunes entre las variedades corintizantes.
Estructuralmente cuenta con un cesto sensiblemente cilíndrico que culmina en el cuerpo superior en un tronco de cono, tal y como es habitual entre los capiteles romanos.
Se aprecia perfectamente la parte superior del cesto y posee ábaco de cierta concavidad con cartelas que contienen flores y molduras lineales y paralelas en el frente.
Al parecer, contó con conjunto axial o con algo parecido a los tradicionales conjuntos axiales.
Lo más peculiar está, obviamente, en el tipo de ornato que recubre la estructura sensiblemente ortodoxa: cuenta con caulículos "retorcidos" o sogueados, según fórmula no muy rara en Galicia, rematados en taco sogueado, volutas "resumidas" con "cierre" hacia el interior y acompañamiento vegetal de naturaleza similar a las hojas.
Tiene especial interés la configuración de los discos angulares, mediante motivos sogueados.
Ciertamente es un capitel "anómalo" entre lo galaico-romano (no tiene astrágalo), comparable al de San Juan de Pena (Lugo), que no tiene ábaco. Ambos podrían proceder del mismo taller local...
Es, sin duda, una de las piezas más complicadas de clasificar de todo el conjunto, aunque me parece aventurado situarla a priori, entre los siglos VI y VII. Se diría que también en este caso, quien lo ha estudiado ha aplicado la "fórmula" tradicional que acota "lo visigodo" o, en este caso "lo suevo": si es "raro", ha de ser visigodo o suevo.
Por las razones expuestas en otras ocasiones, me parece más factible colocarlo en los alrededores del año 300, en un momento en el que se habían diluido las fórmulas estereotipadas de los primeros años de la romanización institucional. En ese sentido podría apuntar, precisamente, la falta de collarino y el uso de una ornamentación derivada del repertorio grecolatino pero interpretada con cierta libertad. De acuerdo con lo que parece apuntar el texto, en la Mezquita Aljama de Córdoba hay varios capiteles que podrían relacionarse con este, por supuesto, sin forzar la literalidad formal.

También es curiosa la manera de describir el capitel procedente de Mosteiro y conservado en el Museo Arqueológico de Lugo (nº 122):

"De cesta troncocónica truncada, su ejecución, organización y estructura denotan una simplificación del capitel corintio clásico de época tardo antigua. La decoración se centra en dos bandas superpuestas, en medio relieve, de nueve hojas de acanto lisas. El detalle se limita a un nervio central moldurado y a un leve volteo del ápice. Entre las hojas de la banda superior se intercala una sencilla decoración geométrica conformada por un elemento vertical central del que parten líneas incisas, y los correspondientes moldurados intermedios, dispuestas en oblicuo hacia abajo. Por su parte, sobre los ápices de esa misma banda, se disponen, alternados, una sencilla doble voluta sobre fondo plano liso y nuevos temas arborescentes similares a los intercalados descritos. Carece de astrágalo y el collarino apenas se encuentra esbozado. En la parte superior presenta un vaciado correspondiente a su reutilización como pila de agua bendita. Estilística y cronológicamente, e incluso por materia de soporte, el ejemplar recuerda y podría asociarse con algunos capiteles como los del arco triunfal de la pequeña iglesia de Santa Eulalia de Esperante, los de Santalla de Bóveda y algunos otros localizados en la misma ciudad de Lugo, correspondientes en todos los casos a dataciones tardo antiguas."


LUM09. Capitel de Mosteiro
No comprendo cómo no se les ocurrió relacionarlo más claramente con los capiteles asturianos "de pencas". Hubiera sido buena idea ponerlo en conexión con dichos capiteles, que, precisamente, podrían derivar de piezas como ésta.
En el Museo de Serpa hay varios que podríamos relacionar con esta manera de interpretar la idea de "capitel".
En todo caso, este capitel si debería considerarse "de época sueva", al menos, en principio, porque siempre estará presente la posibilidad de que lo realizara un taller escasamente dotado de época temprana.

BARCSM01. Capitel de Santa María de Galegos, Barcelos (imagen toma de In Tempore Sueborum)
"Capitel. Granito. Alto: 35 cm; largo: 45 cm (ábaco); diámetro: 34,5 cm (fuste).  Siglos v-vii. Capilla cerca de Santa Maria de Galegos (Barcelos, Portugal). Museu Pio XII, Braga (Portugal). Núm. inv. mpxii.lit.21. Capitel de ábaco toreado con listel inferior y equino adornado con una corona de hojas de acanto, altas y con nervaduras suaves, con punta doblada y bilobulada. Se reutilizó como pila de agua bendita, vaciada en la cara inferior (38 cm de diámetro) y un orificio (3,5 cm de diámetro)."

Tampoco me parece afortunada la manera de describir o ¿analizar? el capitel BARCSM01, muy erosionado y condicionado por la naturaleza del granito. Lo que poco que se puede ver induce no pocas dudas. Si hubiera aparecido en el sur dela Península hasta se pudiera hablar de un capitel prerromano. Su aparición en Barcelos fuerza considerarlo "obra local", con las implicaciones que ello supone. En este caso, se diría que el tallista ha interpretado de modo muy personal la idea de "un cesto con hojas de acanto que soporta un ábaco".
No sé si es apropiado hablar, en este caso, de "ábaco toreado", expresión que tiene unas implicaciones, cuando menos, dudosas; además, no creo que pueda decirse que el ábaco tiene una moldura "tórica" —supongo que se refiere a eso— porque la superficie tórica, el "toro" geométrico, presupone la existencia de una directriz circular y el ábaco del capitel XXX tiene los lados rectos.
La "pista" más significativa para su clasificación se encuentra en el tipo de ornato vegetal, que parece derivar de fórmulas de "acanto" evolucionado.
Hacia el año 300, en este caso, con muchas, muchísimas dudas, porque también pudiera ser obra sumamente tardía.

"Capitel de columna corintizante. Granito. Alto: 34 cm; largo: 46 cm (ábaco); diámetro: 32, 5 cm (fuste). Siglos VI-VII. Rua dos Marchantes, Sé (Braga, Portugal). Museu Pio XII, Braga (Portugal). Núm. inv.: mpxii.lit.279
Capitel con escasos vestigios de astrágalo, equino adornado con dos coronas de hojas de acanto y con extremos espesados y encorvados. Entre las hojas superiores se elevan cálices de pie toreado, que bifurcan juntando en los ángulos en volutas, ocupándose el espacio central con una pequeña cruz patada inscrita en círculo. Un disco toreado inicia el ábaco, recortado y con florón central."

BRMPXII04. capitel de Braga (imagen tomada de 1000 lugares de Galicia Blogspot)
Obviamente, el BRMPXII04 no es un capitel corintizante, sino corintio, a no ser que deseemos emplear esa categoría para todas las formas estructurales derivadas del orden corintio. Ofrece una cualidad notoria entre los capiteles galaico-romanos: por lo recogido en el catálogo y en esta entrada, parece contar con todos los aditamentos del orden; es decir, en principio, es el capitel más próximo a los modelos de los siglos I y II. Y en ello acaso esté una circunstancia que podría ayudarnos a clasificar otros capiteles de estructura romana aparecidos en Gallaecia.
Aunque pudo tener collarino, no ha quedado nada de él y, en consecuencia, no deberíamos ser determinantes en ese aspecto.
Las dos coronas de hojas de acanto, de hechura próxima a las fórmulas de los siglos I y II, están adheridas a un cesto troncocónico, rematado de modo "peculiar" en la parte superior. La anomalía en el diseño de la parte superior del kalathos se expresa en que ésta está demasiado rehundida y ello podría ser síntoma de retalla o de concepción "anómala", propia de un taller escasamente capacitado.
Posee caulículos "retorcidos", que diría Gómez-Moreno, rematados, con brácteas del repertorio helenístico, cáliz y se intuyen las volutas. Todo según lo que parece ser muy habitual en Gallaecia, con un aparato vegetal que casi cubre por completo las volutas, casi inapreciables en este caso, a causa de la erosión.
Asimismo se aprecia la existencia de ábaco moldurado de concavidad "romana", florón y conjunto axial, con espata definida mediante, lo que parece, una flor de cuatro pétalos.
Como ya indicaba, los matices dubitativos derivan, de la manera de representar la parte superior del kalathos, que pudiera ser original o retallado. Si es original, la supuesta cruz no sería sino la mencionada flor de cuatro pétalos, que es común en el repertorio romano pero anómala como motivo para definir la espata. Si fuera retallado, cabría defender que se trata realmente de un elemento cristiano, es decir, de una cruz. En esta misma entrada he recogido algún ejemplo que podría ayudar a contextualizar culturalmente la segunda opción.
No obstante, teniendo en cuenta que parece ser otra circunstancia repetida entre los capiteles galaico-romanos, la manera de marcar el labio del kalathos, como si éste rematara en una especie de plato, no es exclusiva de esa provincia; sin ir más lejos, entre las piezas recogidas anteriormente en esta misma entrada hay dos capiteles (TMUSCON04 y TUSCON05) conservados en Toledo, con la misma particularidad. En consecuencia, me inclino por considerarlo en estado esencialmente original y, en consecuencia, por situarlo en época romana, entre los siglos I y III.

BRFAL01, Falperra, In Temp. Suab. fig 67, p. 218

"El conocido como sitio arqueológico de Falperra ha sido objeto de intervenciones arqueológicas desde finales del siglo xix, centrándose en ese momento en el asentamiento correspondiente a la Edad del Hierro, sin dejar de señalar lo que se consideraba entonces como huellas de una ocupación romana que llegaría hasta el siglo iv. Es en los años centrales del siglo xx cuando se habla de una ocupación mucho más tardía del lugar, documentándose en las excavaciones arqueológicas realizadas (fig. 59) una serie de estructuras que se vinculan con una iglesia paleocristiana fechada en los siglos v y vi (figs. 60, 61 y 62), por la presencia de materiales que avalarían dicha cronología e interpretación: monedas de finales del siglo iv, cerámica terra sigillata tardía importada vinculada con ambientes cristianos cuando menos –un plato de cerámica focense, procedente de Turquía, fechado en los siglos v y vi (vid. catálogo núm. 103.b y vid. fig. 63)–; una placa de pizarra decorada con una figura togada y nimbada, datada entre los siglos v y vii (vid. catálogo núm. 176); un pondus de bronce y plata con grafiti (vid. catálogo núm. 177 y vid. fig. 64), muy similar al localizado en Viladonga (vid. catálogo núm. 153), sin contexto arqueológico aunque fechado en los siglos v y vi; vidrios paleocristianos; metales (vid. catálogo núm. 73 y fig. 65) y elementos decorativos de la supuesta iglesia como un capitel hallado en las excavaciones de los años cincuenta del pasado siglo (figs. 66 y 67). En fechas relativamente recientes, se ha propuesto la interpretación de las estructuras exhumadas en Falperra como formando parte de un complejo civil relacionado con un posible palatium donde residirían los reyes suevos, en el suburbium de la ciudad de Braga, la capital político-administrativa por excelencia del reino suevo. Cronológicamente hay elementos suficientes, como hemos visto, para evidenciar una ocupación de entidad en los siglos V, VI e incluso VII. Sin embargo, el paso de un complejo cultual eclesiástico a uno palatino constituye un salto cualitativo de envergadura que precisa de mayor argumentación y contextualización; con independencia de si las estructuras se correspondan con una edificación civil (hay materiales, como la fíbula damasquinada o el pondus, que podrían apuntar a la presencia de un asentamiento relacionado con la élite sueva y el ejercicio del poder desde este lugar), eclesiástica (los vidrios y cerámicas, incluso el capitel, pueden también abogar a favor de esta opción), o ambas, algo que no es en absoluto incompatible. Sin duda, las novedades sobre este interesante y fundamental yacimiento para el período que nos ocupa podrán llegar a través del proyecto de investigación y recuperación del yacimiento que actualmente se está llevando a cabo por parte de la Unidade de Arqueologia daa Universidade do Minho (Braga)."

De manera dubitativa (pág. 218) se relaciona al capitel de Falperra BRFAL01 con un complejo palatino, que pudo ser residencia de los reyes suevos... Sea como fuere, el capitel BRFAL01 responde a la estructura de un capitel corintio de hojas lisas, con collarino abocelado liso.
Ignoro las reflexiones que pudieron conducir a incluir su imagen en ese "catálogo", aunque intuyo que la proximidad formal entre los capiteles de hojas lisas con los de pencas acaso tuvieran algo que ver... No obstante, con independencia de que exista una relación formal entre los capiteles de pencas y los de hojas lisas, me parece aventurado ir más allá. En ese sentido, capiteles como los de Mosteiro nos estarían hablando de un proceso en el que, como está documentado en otros lugares del antiguo universo romano, poco a poco, se fueron perdiendo el conjunto axial, los caulículos, las volutas, se fue reduciendo la concavidad del ábaco, etc.
El capitel de Falperra debería considerarse galaico-romano y situarse entre los siglos II y III.

Oviedo, Cámara Santa
En conclusión, aunque me parece que la exposición In Tempore Suevorum fue una magnífica oportunidad perdida en ciertos aspectos, tuvo la virtud de establecer un jalón que puede convertirse en un estímulo para que los jóvenes investigadores tomen nota de los problemas que deberán resolver ellos...
Fin de la digresión.

En suma...

Si somos consecuentes con lo expuesto en In Tempore Sueborum, aunque Gómez-Moreno esté "anticuado", deberíamos considerar que las piezas aparecidas en la antigua diócesis de Astorga nada tienen que ver con "los tiempos suevos" y, en consecuencia, "debieron" ser realizadas durante el siglo X... ¿En qué quedamos?
Refiriéndose a las piezas de Mazote, decía Gómez-Moreno:

"Respecto de fecha, viene diciéndose que todos estos mármoles son godos, y en verdad que su estilo no es indigno del siglo de Justiniano; pero falta razón positiva en su apoyo: ni las iglesias godas que aún subsisten, ni el caudal de sus despojos, conservado copiosamente en Toledo, Mérida, Sevilla, Córdoba, etc. ofrecen un solo ejemplar que ni de lejos se les parezca, y en cambio los edificios leoneses del siglo X les mantienen siempre en series homogéneas, como hechos expresamente para ellos y con una de sus caras vertical y llana casi siempre; mientras los capiteles godos, a no ser entregos, aparecen completos, aunque se arrimen al muro, como se observa en San Juan de Baños. Fuero hechos, pues, para construcciones ajenas a los métodos visigodos, en cuanto podemos juzgar de ellos, inclinando todos los indicios a creer que son de la primera mitad del siglo X, y que se harian en la región de Astorga o del Bierzo, donde hay canteras de mármol blanco, por ejemplo en Filiel y Camposagrado."

¿Faltan razones positivas para situar la realización de los capiteles de "la serie leonesa" en la época de Justiniano? A mi juicio, sucede justo lo contrario: por las razones ya indicadas y las que indicaré enseguida, faltan razones positivas para mantenerlas en el siglo X y sobran para poner en tela de juicio las conclusiones del ilustre historiador y arqueólogo.
Concretamente, "desde mi punto de vista", atendiendo únicamente a los capiteles, se aprecian los siguientes hechos difíciles de discutir:

1. Los capiteles de la "serie leonesa" no manifiestan influencia islámica, que según las fechas reconocidas, debería supeditarse a "lo emiral" y ya sabe el lector cómo entiende esa categoría quien escribe estas líneas. Pero es que ni tan siquiera "aceptando" las atribuciones al siglo IX que Gómez-Moreno hizo en la Mezquita Aljama de Córdoba es fácil encontrar otras vinculaciones que las derivadas de las raíces helenísticas.

2. Basta marcar sobre un plano los lugares donde han aparecido las piezas del grupo para advertir de inmediato no sólo su ubicación en áreas de la antigua diócesis de Astorga, sino también que, salvo en el caso de Santiago de Peñalba, delimitan un área que se acerca mucho a los territorios que separaban el "reino suevo" de los teóricamente administrados por los visigodos.
Dicho en otras palabras: como elementos arquitectónicos de edificios cristianos, debemos relacionarlos con la antigua diócesis de Astorga y, en consecuencia, con la primacía de la de Braga, que durante muchos años "funcionó" como la sede episcopal más relevante del noroeste.

3. Ni el propio Gómez-Moreno discutió el "carácter bizantino" de la serie y cuando lo hizo "desvió el tiro", porque relacionó las piezas "más bizantinas" de Mazote con Siria. Debemos tener en cuenta que Gómez-Moreno escribió su Iglesias Mozárabes mucho antes de que se publicaran algunos de los grandes repertorios italianos y, por supuesto, los orientales, como los de  Kautzsch (1936) o Deichmann, y ni tan siquiera se había publicado la sistematización de Kähler sobre los capiteles romanos de la zona del Rin (1939). En cambio, si se habían publicado algunas prospecciones francesas en Egipto que, según parece, no fueron tenidas en cuenta (?).

4. La existencia del capitel de Wamba —junto con el fragmento de Toledo— asegura una relación directa con el Imperio Romano de Oriente.

5. Todos los capiteles de la serie de collarino laureado manifiestan influjo bizantino, más o menos claro, con cuotas de relevancia que van desde "lo muy claro" (Mazote, Santiago de Peñalba, Santa María de Lebeña) a lo "menos claro" (algunas piezas de Hornija, las de Braga). En ese sentido y en términos relativos, interesa recalcar que, frente a la valoración de Gómez-Moreno, paradójicamente las series del pórtico de Escalada no deben contarse entre las más "claramente bizantinas". Con ellas sucede algo parecido a lo que, tal y como he indicado en otras entradas, sucedió en Egipto, en Cividale da Friuli, en Aquileia, en Benevento, en la Basilicata y en la Apuglia... en las zonas donde se aceptó con mayor o menor entusiasmo el sometimiento a Bizancio. En paralelo a la difusión de fórmulas estrictamente bizantinas, en cada zona aparecieron soluciones ornamentales de manifiesta personalidad que, por lo general, procuraron recuperar las tradiciones anteriores a la rotura del Imperio. Desde esa hipótesis secundaria", los capiteles no reutilizados de Montelius dejan de ser "desconcertantes". En ese sentido, podríamos decir que Gallaecia no fue una excepción y que participó de modo especialmente activo en las grandes corrientes culturales del siglo VI.

6. Todos los capiteles del grupo informan de la pervivencia de tradiciones galaico-romanas de cierta entidad.

Si abrimos un poco más el objetivo:

7. La figura de Martín de Braga (550-580). No creo que en el análisis histórico de una época tan difusa sea buena idea personalizar. Pero lo poco que sabemos sobre este personaje es significativo, aunque resultare anecdótico: parece ser que vino a imponer ortodoxia en una zona muy condicionada por cultos heterodoxos... Sea como fuere, los diferentes concilios ponen de manifiesto la vinculación entre la sede de Braga con la capital del Imperio Romano de Oriente. En el II Concilio de Braga (572), aún en vida de Martín, se procedió a realizar una depuración de los textos sagrados, originariamente escritos en griego, que se habían corrompido mediante traducciones inadecuadas... (Concilio de Braga, II ed. Vives, p. 86). Dicho en otras palabras: la evolución del cristianismo en Gallaecia imponía el mantenimiento de relaciones más o menos directas con Constantinopla, lugar que polarizaba la lucha contra las diferentes heterodoxias. Y ello con independencia de que, el filtro impuesto, por los puntos intermedios en el camino que unía Bracara con Constantinopla, implicara relaciones claras con Cartago y con Alejandría. En ese sentido es importante hacer notar que algunos detalles de los capiteles dela diócesis de Astorga, podrían interpretarse en esa clave.

8. Las fuentes hablan de que Martín de Braga impulsó la construcción de numerosos lugares de culto, de los que no han quedado rastros...

RECOP02, Recópolis
9. La vinculación con el "reino suevo" o si se prefiere con el territorio de la antigua Gallaecia. Tanto Gómez-Moreno como la mayoría de quienes se han ocupado de estas piezas, si han considerado la posibilidad de que fueran "de época anterior", han hablado casi siempre de los "godos" o de los "visigodos". Teniendo en cuenta que el reino suevo finalizó en el año 577, cinco antes de la muerte de Martín de Braga, si nos empeñamos en asumir la visión institucionalista, sería más propio decir que todas estas piezas, muy posiblemente, fueron talladas en "tiempos suevos". Sin embargo, si alguien tuviera esa tentación, debería tener en cuenta que en términos de cultura material, ni los godos ni los suevos tenían otra cosa que aportar que el filo de sus espadas y, forzando los términos, los ajuares personales. En la exposición In Tempore Sueborum apenas se recogieron restos de ornamentación arquitectónica que permitieran hablar de una "arquitectura sueva" o "de época sueva" de cierta entidad. Desde esa constatación obvia, se comprende que quienes organizaron la exposición no quisieran saber nada de algo que culturalmente tenía poco que ver con lo que documentan los trabajos arqueológicos que se han venido desarrollando por tierras de Galicia y norte de Portugal.
En todo caso, deseo destacar que, como tengo indicado con cierta frecuencia, no estoy de acuerdo en lo que se suele exponer sobre las fórmulas constructivas visigodas y, por ende con las suevas. Es más, no creo que existieran "fórmulas constructivas visigodas" ni suevas, pero sí fórmulas constructivas cristianas, que se interpretaban con cierta amplitud de criterios, siempre que los edificios cumplieran la función par la que estaban diseñados.

RECOP01, Recópolis
Del mismo modo, no creo que se pueda hablar de una tipología "visigoda" o "sueva" de capiteles. En las entradas precedentes, hemos tenido oportunidad de ver que lo más común en "época visigoda" era reemplear material hispanorromano. Apenas algunas piezas de Toledo y de Recópolis informan de dónde estaba la capacidad de los talleres aúlicos del siglo VII. Por cierto, que uno de los capiteles de esta ciudad visigoda (sin comillas) fundada en el año 578, un año después de la victoria sobre los suevos, el  RECOP02, cuenta con dos coronas de hojas que, como sucedía con el TSRM04, también deberíamos relacionar con las fórmulas de la diócesis de Astorga. Otro indicio que nos ayuda a poner en orden el rompecabezas...

10. Una vez los reinos cristianos sobrepasaron la línea del Duero, las fuentes medievales pusieron mucho celo en reducir los territorios vinculados a la diócesis de Astorga en beneficio de la de León, de formación más reciente. Es muy posible que en ese proceso se perdiera la vinculación de algunos territorios periféricos de Gallaecia con dicha diócesis. Por lo que se ve en el "catálogo" de In Tempore Sueborum, acaso pudieran haber afrontado con más decisión ese problema.

11. Según recogen quienes se ocupan de estudiar las fuentes escritas, para el reino suevo apenas hay datos para el período comprendido entre los años 469 y 558., época especialmente importante si tomamos en consideración que el año 559 marca el momento en que oficialmente los suevos se hicieron cristianos ortodoxos. A ello aún deberíamos unir otros hechos especialmente relevantes: el desarrollo de la acción político-militar de Justiniano (+565) en la Península, que comenzó hacia el año 546 y finalizó nominalmente treinta años después de la muerte de Justiniano. Esas circunstancias definen, con bastante precisión, un lapso de máxima probabilidad para situar cualquier iniciativa en el sentido comentado: la segunda mitad del siglo VI. A mi juicio, todos los capiteles de la serie "astorgana" o "galaico-bizantina" debería situarse en los alrededores del año 560.

12. Me parece relevante tomar en consideración que Gallaecia era un territorio de especial interés político y estratégico, teniendo en cuenta que en ella estaban los más importantes yacimientos auríferos de la Península.

Y como argumento de culminación, aún deberíamos tener en cuenta una cuestión primordial si aún dudamos entre adjudicar estas piezas al siglo VI o a los alrededores del año 900: el enfrentamiento entre las iglesias de Roma y Constantinopla, que culminaron en el Cisma de mediados del siglo XI (1054) recorrió un camino cuajado de "choques puntuales" que, muy probablemente, conocieron un punto de inflexión, precisamente, en la época de Justiniano, cuando ya se había materializado la separación fáctica entre quienes se comunicaban en latín y quienes lo hacían en griego. En ese camino, Roma fue ganando terreno poco a poco, de manera que, pasada la mitad del siglo VII, cuando los musulmanes se apoderaron de algunos de los territorios vinculados a Constantinopla, la situación se volvió particularmente clara: la zona norte de lo que había sido el Imperio Romano de Occidente quedaba bajo la órbita del obispo de Roma.
Por su parte, la iglesia hispana, que se había mantenido en una situación de cierta ambigüedad, dadas sus relaciones con el norte de África, se vio atrapada en una posición particularmente delicada por la dependencia de los obispos de las autoridades islámicas. En esa situación, que desembocó en las revueltas religiosas del siglo IX —mártires voluntarios— y cuando quienes pretendían desvincularse de Córdoba estaban mirando a Roma, no sé qué sentido pudiera tener que apareciera un contingente de personas vinculadas a la cultura bizantina para ayudar a construir iglesias en territorios nominalmente dependientes de los "reinos cristianos", pero que continuaron sometidos a Córdoba hasta a muerte de Almanzor.

Capitel califal. Museo Arqueológico de Córdoba.
En esa situación no "me encaja" que una comunidad de "personas bizantinas" se unieran a unas comunidades que ya estaban mirando más allá de los Pirineos, entre otras razones, porque, muy probablemente, sólo podían expresarse en árabe y en latín. Al parecer, por aquellos años —alrededores del año 900—,  ya eran escasos los andalusíes capacitados para leer en griego y los que contaban con esas habilidades tenían asegurado un buen puesto en la corte cordobesa, por razones obvias.
Hubiera sido menos chirriante imaginar la existencia de un contingente "griego" a finales del siglo X, cuando varios grupos de "gallegos" regresaron a sus territorios de origen después de haber pasado algún tiempo al servicio del califato... ¡Y debieron ser muy numerosos!
Dicho con más claridad: desde lo que sabemos de la Córdoba califal, no creo que exista posibilidad histórica alguna de que, entre la segunda mitad del siglo IX y principios del siglo X, apareciera en "tierras leonesas" un grupo numeroso de monjes acompañados por personas vinculadas a la cultura bizantina; y mucho menos, inmediatamente después de la proclamación del califato. Los bizantinos que trabajaron a las órdenes de Yafar en la ampliación de la Mezquite Mayor lo hicieron a título de gesto diplomático y que, yo sepa, no se dedicaron a tallar capiteles ni difundieron en Córdoba las modalidades bizantinas de estos elementos arquitectónicos. De hecho, las referencias que emplearon los tallistas cordobeses fueron, indefectiblemente, hispanorromanos y únicamente se realizaron algunas piezas relativamente "innovadoras" sin relación alguna con las estructuras bizantinas.
Cuando hablamos de la relación entre los capiteles califales y las fórmulas bizantinas, lo hacemos refiriéndonos, ante todo, al uso de planteamientos estéticos o visuales similares; y por supuesto, al recurso al mismo universo ornamental que, según ciertos estudiosos, ha servido para "garantizar" la vinculación entre "la estética mozárabe" y el ornato andalusí. Pero insisto en que esa vinculación, que se puede prolongar hacia lo omeya oriental y, si se prefiere, incluso hacia el arte armenio o el kurdo, como circunstancia argumentativa, siempre tiene el mismo punto débil: el origen helenístico de los repertorios formales.
El lector debe tener en cuenta que si existiera esa vinculación entre "lo leonés" y lo andalusí, debiera haber alguna relación entre las estructuras de los capiteles de ambos universos culturales: al fin y al cabo, los capiteles son elementos estructurales...

Los indicios

Por complementar la argumentación, aún quedaría mencionar algunos indicios que pueden entenderse con grado de significación variable: en unos casos, son muy significativos; en otros, menos...

1. Sólo un capitel de la serie contiene restos que podríamos valorar como "epigráficos": el VSCM04 de San Cebrián de Mazote, uno de los más bizantinos de esa iglesia, que en una de las cartelas tiene un alfa y una omega. No conozco ningún capitel de este grupo con epigrafía árabe ni latina.

2. No se puede explicar la aparición de los capiteles de la diócesis de Astorga, ni de los relacionados con ellos, a partir de un proceso de evolución lineal derivado de las fórmulas galaico-romanas. Ello hace necesaria la intervención de un factor externo, que, por las razones expuestas, no puede ser andalusí.

3. Ningún capitel de la serie cuenta con decoración animada de tipo humano. únicamente existen algunas representaciones de aves que nos remiten al universo iconográfico de las lápidas funerarias de los siglos V, VI y VII. Me parece un indicio muy relevante para descartar que fueran realizados durante el siglo X. Dejando a un lado los que pudieran haber sido realizado en los alrededores del año 900, la explosión iconográfica que fructificó en la "minatura mozárabe" y que distanciaba a los cristianos emigrados de las "costumbres" netamente mozárabes, debería haberse manifestado también en los capiteles.

4. Es posible que, con el paso de los años y, sobre todo, con el trasiego de sedes episcopales que acaecieron tras la "reconquista", se haya perdido un  poco la relevancia de la riqueza cultural de la Gallaecia en tiempos tardorromanos y de la expansión cristiana. En ese sentido es interesante destacar que en tiempos del califato, a los cristianos también se les denominaba "gallegos".

5. La sede de Braga y Dumio aparece entre las más importantes de los concilios hispanos. La importancia que reconocen las actas no se corresponde con un conjunto de restos arquitectónicos de esa época.

6 Entiendo que Gómez-Moreno estuvo demasiado condicionado por la intención de adjudicar un soporte material al libro de Simonet y que con esa voluntad, no quiso saber nada de las posibilidades que ya habían planteado otros autores cuando advirtieron la naturaleza "hispano-bizantina" de los "capiteles leoneses".

7. Casi en el mismo orden de cosas, tengo la impresión de que la reorganización de las diócesis hispanas, a partir de la "movida" compostelana y de la "Reconquista",  pudo tener mucho que ver con la "desaparición" de documentos del siglo VI, que seguramente creaban complicaciones al nuevo orden de jerarquías y relevancias.

8. Como están repitiendo incansablemente los estudiosos gallegos, el empeño en querer ver a Hispania como un "todo" integrado en tiempos visigodos ha jugado en contra de las particularidades regionales y, muy especialmente, de las relacionadas con la implantación de los suevos en Gallaecia. El hecho de que no se relacione la diócesis de Astorga con Braga-Dumio, en ese sentido, me parece significativo. Y aún más que se hayan "tapado" ciertas circunstancias históricas bajo el manto leonés.

Díptico consular bizantino de la Catedral de Oviedo

Las conclusiones ¿hipotéticas?

Hace muchos años, cierta profesora, cuyo nombre silenciaré por las razones mil veces enunciadas, respondió con un teatral encogimiento de hombros, cuando un alumno impertinente le pidió que explicar con mayor detalle aquello del "taller bizantino". Y enfatizó su perplejidad con una frase solemne: —"Lo dijo don Manuel".
Hace treinta años, el planteamiento de esta entrada podría tildarse de hipotético, pero hoy... Anda como un pato, tiene pico de pato, plumas de pato, vuela como un pato... Por lo tanto ha de ser un jilguero y además, con los maravillosos tonos que distinguen a los colorines cordobeses de los de cualquier otra tierra. Parece una broma, ¿verdad?
Con independencia de que aún hoy sea complicado "estar al día" de las publicaciones editadas en "Oriente", con frecuencia sujetas a ciertas barreras idiomáticas, impliquen problemas, incluso, de accesibilidad en las bibliotecas europeas, Gómez-Moreno escribió su Iglesias Mozárabes mucho antes de que se publicaran los repertorios italianos y orientales. Aunque es comprensible que sus análisis estuvieran tan desenfocados, no lo es tanto que aún hoy se insista en la misma dirección o que se busquen subterfugios semánticos para emitir valoraciones paralelas a las de don Manuel en este sentido.
Entre el amplio conjunto mencionado en esta entrada destaca un grupo que, sin ningún lugar a dudas, expresa —como reconoció incluso el propio Gómez-Moreno— la existencia de un impulso poderoso que, desde lo que conocemos, sólo puede tener sentido en tiempos de Justiniano (527-565) y Martín de Braga (550-580), cuyas acciones encajan perfectamente con las valoraciones expuestas. Gracias a él pudieron llegar a la Península medios materiales, artífices y herramientas, que hicieran posible la creación de un conjunto de edificaciones de las que apenas han subsistido en pie —en algunos casos, con alteraciones relevantes y aberrantes—  Santiago de Peñalba, Santa María de Lebeña, la capilla de Celanova, San Fructuoso de Montelius  y alguna otra, en peores condiciones. Las demás, muy probablemente, estarían en las zonas definidas por los restos conocidos: alrededores de Toro, San Cebrián de Mazote, Wamba, San Román de Hornija, Sahagún, alrededores de San Miguel de Escalada, alrededores de Ayoo de Vidriales, alrededores de Coca... y algún otro lugar más. Desde esas circunstancias, me atrevería exponer solemnemente la única hipótesis, en sentido estricto de esta entrada: que la fecha más probable, para situar la construcción de las mencionadas edificaciones de gran influjo bizantino, está comprendida entre la llegada de Martín de Braga (550) y el fin del reino suevo (577), es decir, en los alrededores del año 560.
Con esa referencia, el edificio más antiguo sería aquel para el que se tallaron los ocho capiteles de San Cebrián de Mazote, y no estoy seguro de cuál pudiera ser el más moderno. En todo caso, desde ese margen de unos veinte años, parece secundario un problema que pudiera comprometer relaciones con Egipto y con el sur de Italia.



Muy probablemente, buena parte de estas edificaciones y, entre ellas, las mencionadas por Gómez-Moreno, recuperaron el culto a partir del siglo X, según fórmulas constructivas que, como acredita San Miguel de Escalada, debían más a las tradiciones asturianas que a las fórmulas bizantinas o a las islámicas. Insisto en restar relevancia, en ese sentido, al arco de herradura. E insisto en que con la llamada "miniatura mozárabe", que de mozárabe no tiene absolutamente nada, sucede algo muy parecido..
Y hasta me atrevería a proponer que el abandono de algunas iglesias y monasterios pudo deberse, más que a la acción de los musulmanes, a la desaparición del poder político suevo y la alteración que ello derivó en la reoraganizaicón de la  Iglesia Hispana (con mayúsculas forzadas)

En definitiva, tengo la impresión de que las "iglesias mozárabes" encubren fenómenos culturales diversos y de cierta complejidad, más relacionados con el desarrollo y la evolución de las culturas del norte y del noroeste que con el influjo cultural emanado desde Córdoba y no se me escapa que de lo expuesto en esta entrada derivaría una revisión radical de la historia de la Arquitectura en la Alta Edad Media "española", que debería tener en cuenta varios asuntos:

1. Olvidar de una vez la cantinela de la "arquitectura visigoda", tan socorrida en tiempos franquistas para enfatizar un parentesco con "lo germánico" que sólo tuvo sentido en el territorio institucional. Insisto en que se debería prestar más atención a los condicionantes que pudo infundir el desarrollo del cristianismo, sin perder de vista las corrientes heterodoxas.

2. Replantear el carácter de la arquitectura hispana del siglo X, que en su materialidad, no discutiré —sí en su valoración— salvo en los casos mencionados de Peñalba y Lebeña. Por lo menos, de momento, porque tengo entendido que, con desde otros planteamientos, también están cambiado las "cronologías"... A lo mejor, era buena idea desmitificar "lo mozárabe" y plantear el asunto de los cristianos sometidos a Córdoba con más frialdad. Por cierto, quienes enfatizan la "independencia" de los monjes emigrados, no deberían olvidar algo que he comentado de refilón en el texto: que las tierras "leonesas" jugaron un papel muy relevante en la política fiscal andalusí.

3. Y por supuesto, debiéramos tener muy en cuenta los diferentes "factores regionales" que, necesariamente, debieron condicionar, cuando menos, fenómenos constructivos que ya no estaban uniformados por los protocolos declamatorios de un poder centralizado e incontestable. Desde esa preocupación y en consecuencia, me parece oportuno valorar los restos comentados en esta entrada como elementos de ornamentación vinculados a un tipo de arquitectura de corte galaico-bizantino. Estoy seguro de que en muchos puntos de las actuales Galicia, Asturias y norte de Castilla, han de existir restos relacionados con este fenómeno cultural, que podrían haberse valorado con demasiada "inercia", desde los intereses personales e institucionales que lastran el estudio de estos fenómenos. No creo que lo que refleja la arquitectura asturiana se pueda explicar únicamente mediante la circulación de objetos muebles.

San Miguel de Lillo, detalle.
Preguntas retóricas y sugerencias

Llegados a este punto y en clave "shakespeariana", cabría reconocer solemnemente que todo lo escrito hasta aquí no es sino pura bufonada, al amparo del día de su publicación, y que el texto no persigue otros objetivos que los propios del diletante: pasar el tiempo en un simple ejercicio de reiteración semántica, forzado por las escasas posibilidades literarias de los modestos capiteles... Pero no es el caso. Sí, ya sé que estas "teorías" no son admitidas por la "comunidad científica", pero me gustaría proponer al lector no comprometido en las cuerdas académicas y profesionales una reflexión al hilo de esa inadmisión: ¿se imagina el lector la cantidad de estudios, libros, artículos, tesis, etc. que deberían "revisarse" si lo que se expone en una entrada firmada por un diletante en un blog de apariencia informal y "poco riguroso", se acercara a la realidad de lo que pasó, tan sólo en un 50 %? Y una más al comprometido con estos asuntos: a ver si imagina cuántas veces me he mordido la lengua en esta entrada por evitar "juegos" o "polémicas" improductivos.

Al hilo de estas consideraciones, me permitiré ofrecer una sugerencia al lector, si se trata de un joven investigador con vocación de seguir una carrera profesional en el universo vítreo de la Historia del Arte y la Arqueología Altomedievales: échese unas risas con sus patrocinadores, al amparo de las muchas incorrecciones metodológicas de esta entrada y las precedentes y proceda a descalificar tajantemente las conclusiones, como obras de un majadero. Para pasar del aprobado al notable, una a su repertorio de coletillas aquello de que "Gómez-Moreno está superado", aunque en su vida haya leído un renglón del legado del sabio granadino, pero continúe hablando de "repoblación", de "cultura de resistencia" y de la extraordinaria capacidad creadora de quienes, contando con todo en contra, fueron capaces de maravillarnos construyendo iglesias de una depuración estética extraordinaria, por supuesto, desde la segunda mitad del siglo IX: en ello encontraríamos un argumento de especial contundencia para explicar la concepción estética de la ampliación de Alhákam II, como producto de los extraordinarios conocimientos estéticos de los cristianos que trabajaron en ella; y lo mismo pudiéramos decir de al-Zahra... Para llegar al sobresaliente, repita las valoraciones de Simonet y Florez, por supuesto, sin citarlos expresamente jamás...
Y si quiere sacar matrícula de honor o un "lo que sea", pero cum laude por unanimidad, busque relaciones entre los motivos ornamentales empleados en esas modestas pero espectaculares iglesias, construidas en el páramo castellano-leonés, con la arquitectura omeya, con la muy esplendía capacidad creativa de los artífices cordobeses del siglo IX, con el arte Armenio, con los palacios sirios, con el arte carolingio, con la arquitectura serbia o kurda, con el arte longobardo, con los restos aparecidos en la actual Palestina o en Malta y, por supuesto, con la capacidad creativa de los talleres de Lombardía...
El resultado está garantizado.

Para finalizar

Aunque prácticamente nadie reconozca la presencia de Bizancio en Gallaecia —ya hemos visto que existe cierto interés en no querer saber nada de lo que procedía de "la actual Turquía"—, a mi me parece que los restos recogidos en esta entrada, tal y como reconoció el mismísimo don Manuel, no sólo lo sugieren, sino que lo vocean con tanta energía que deberíamos ser sordos para no oírlo. Es la contundencia de la "historia de los restos materiales".
¿Por qué no han llegado a nuestros días restos comparables en los lugares donde está perfectamente documentada la ocupación bizantina? Por fortuna, no me toca responder a una pregunta tan directa en una entrada que tiene por objeto la parte contraria de la piel de toro; además, tampoco tengo la menor intención en convencer a quien no quiera ver cómo se tambalean sus creencias... Y nadie crea que me considero al margen de los sesgos cognitivos...
Tampoco se trata de reivindicar las aportaciones de José Amador de los Ríos, en su El arte latino-bizantino en España y las coronas de Guarrazar (1881) y de otros eruditos que durante el siglo XIX, llegaron a conclusiones relativamente comparables a las aquí expuestas. Estoy seguro de que algún apercibido de ampulosos oropeles dirá: "Eso ya lo dijo Amador..." Ha llovido demasiado y, sin ninguna duda, la ingente obra de don Manuel Gómez-Moreno supuso un paso formidable para el desarrollo de la Arqueología y la Historia del Arte durante la Edad Media. Pero ese reconocimiento, que hago mío al cien por cien, en lo que mis limitaciones impongan, no debería suponer convertir sus obras en la "revelación definitiva". El progreso del conocimiento es incompatible con esa actitud: ciertamente, en algunas de sus obras, como en las de cualquier investigador de nuestros días, hay elementos que deberían ser revisados y, en algunos casos, rectificados.
Por desgracia, si recordamos lo expuesto en el preámbulo, el asunto se manifiesta de una enorme complejidad, al menos mientras quienes "reparten etiquetas" estén tan comprometidos con los planteamientos tradicionales, por unas razones u otras... Si quienes deben certificar la verosimilitud —quienes reparten etiquetas de "aceptable" o "inaceptable"— de un planteamiento en este terreno delegan su responsabilidad en "valoraciones de expertos", que pueden estar condicionados por juicios apriorísticos, por un sesgo demasiado acentuado hacia el criterio de autoridad, por hipótesis latentes de escasa enjundia, por condicionantes geográficos y administrativos, por planteamientos hiperanalíticos,  o por mil "razones" de similar enjundia, no deberían extrañarnos los fenómenos documentados por In Tempore Sueborum... 
Desde el carácter de "cápsulas culturales" de los capiteles, los mencionados "sesgos" me parecen particularmente indicios incongruentes con la supuesta voluntad de permanecer dentro de la disciplina impuesta por cualquier modelo "científico". En cualquier caso, quienes organizaron la exposición In Tempore Sueborum perdieron una magnífica oportunidad para reivindicar la "grandeza" y complejidad de lo que fue la Gallaecia tardoantigua, cuando los territorios que estaban bajo su control llegaban hasta los alrededores de Coimbra por el sur y hasta Cauca y Clunia, por el este, y participó activamente en los conflictos que experimentó la península Ibérica entre los siglos IV y VII.
La más que posible intervención indirecta de Bizancio en el noroeste de la Península, por mediación de Martín de Braga o alguien de entidad comparable, me parece una cuestión apasionante que no debería descartarse a priori, incluso aunque suponga tocar ciertas fibras sensibles. Los problemas religiosos que se han personalizado en la figura de Prisciliano, la voluntad de Constantinopla por regularizar creencias y ritos y la intención de Justiniano por recomponer la unidad imperial son detalles de enjundia suficiente para poner en tela de juicio posturas tan férreamente cerradas como las detectadas en dicho evento. En todo caso, recuerde el lector que, durante aquellos años, la defensa de la ortodoxia cristiana afectaba directísimamente a las instituciones bizantinas y que Roma no era lo que acabó siendo. Y como "cuestión a parte", aún debo poner sobre la mesa otro detalle fundamental, del que incomprensiblemente me había olvidado —pido disculpas por ello—: tras la "línea" definida por los restos en cuestión se encontraban las minas de oro de las Médulas; a lo mejor es un detalle sin importancia...