miércoles, 21 de noviembre de 2012

Modernism and Capitalism: A Love Story


Por Edward Jobst Andrews Gerda
(Sobre una conferencia del Profesor Malcolm Bull, director del Programa de Doctorado del Ruskin College de la Universidad de Oxford, impartida en el Salón de Actos de la Facultad de BBAA el día 20 de noviembre de 2012)

Resulta realmente liberador que existe la posibilidad de que el arte pueda ser cualquier “cosa”, pero el arte “bueno” es él que el mundo del arte haya rechazado en el pasado, según Boris Groys. Un buen ejemplo de este concepto es la obra de Martin Creed, Work No. 79, Some Blu-Tack kneaded, rolled into a ball, and depressed against a wall, 1993.

Work No. 79, Some Blu-Tack kneaded, rolled into a ball, and depressed against a wall, 1993
Y su obra, Work No. 200, Half the air in a given space, 1998, que se vendión en Nueva York por 90,000 dólares.

Work No. 200, Half the air in a given space, 1998
¡Es arte porque lo digo yo! El movimiento Dada no tuvo gran aceptación, pero con el New Dada el mundo del arte abrazó al arte conceptual y al arte experimental, en las sociedades capitalistas. En cambio,  no funcionó y no funciona en los países comunistas, los países conservadores, fascistas ni en los donde gobierna una dictadura militar. En estos países prohíben la práctica del arte experimental. El filósofo George Dickie propone la pregunta, ¿Es algo arte porque el mundo de arte así lo dicta? Si el arte puede ser cualquier “cosa”, ¿Por qué existe la cantidad de de arte experimental que hay en el mundo? Con la era industrial llega la modernidad que a su vez cuestiona y rechaza el tradicionalismo. La iglesia, el rey y las instituciones ancestrales pierden poder. Con la llegada de la modernidad Avant-Garde, el mundo del arte repudia la mismísima institución del arte. El profesor y crítico de arte, Boris Groys lo lleva un paso más y reivindica los derechos estéticos para todas las obras de arte. Groys también afirma que una obra buena de arte pone en evidencia una mala. La modernidad implica valores o el rechazo de los mismos. Por ejemplo: los países capitalistas disfrutan de un bajo nivel de valores pero un pronunciado nivel de confianza y en las sociedades conservadores reinan los valores pero carecen de confianza. Según Stanley Cavell, Filósofo estadounidense, para que pueda existir el arte experimental, debe haber un alto grado de confianza. El Dadaísmo explora la posibilidad de reemplazar los valores con la confianza para factiblemente hacer frente a lo desconocido.
Frank Knight, economista estadounidense, alega que para obtener ganancias debe existir cierto factor de riesgo. Este concepto se conoce como el Black Swan Moment. El mundo del arte introduce este factor de riesgo en las sociedades capitalistas aclamando que todo puede ser arte, pero disponen de un grupo de expertos que determinan la calidad de una obra de arte experimental, cerrando así un oportuno círculo. La cantidad de arte existente depende de la creación de desconfianza lanzada por el mundo del arte a través de polémicas declaraciones que luego apacigua con la confianza generada por los expertos que establecen las pautas de una obra de calidad.
El amor también juega un papel en este proceso. Obliga al enamorado a ver una obra como algo exclusivo.  Es el único capaz de percibir su autenticidad. El capitalismo adora la modernidad que venera al arte experimental. Es una relación no transitiva ni recíproca. El capitalismo no necesariamente admira el arte experimental. La política entorpece al arte y el arte político es su propio enemigo, asegura el profesor Bull. Surge la duda acerca de si se debe intentar incluir a toda la sociedad en el mundo del arte experimental.  

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