jueves, 3 de mayo de 2012

Concierto y desconcierto en el Museo Nazionale Etrusco di Chiusi

El Museo Nacional Etrusco de Chiusi es un interesante centro, de entre los mejor dotados en restos etruscos; como sucede con otros muchos afines, su existencia se justifica en sus posibilidades como instrumento educativo, al que visitan los jóvenes de los institutos próximos, algunos turistas despistados y unos pocos viajeros interesados en las culturas prerromanas de la Toscana. ¿Cómo hay que tener la cabeza para tener interés en la cultura etrusca? Está insuficientemente dotado... como casi todos los comparables y, como ellos sus funcionarios técnicos y administrativos procuran mantenerlos vivos con mayor o menor acierto.
El pasado sábado 21 de abril, hacia las 16 horas y en el ámbito de la "XIV settimana della Cultura", amparada  por el "Ministero per i Bieni culturali e ambienali", comenzaba una actividad propuesta por el museo y con la colaboración de otras instituciones afines al hecho cultural. Se trataba de un acto que comprendía la presentación de un libro ("Musica e Archeologia") y un concierto con música de Asssad, Villa-Lobos y Piazzla, interpretada por Francesca Menchini (flauta) y Antonio Ruvo (guitarra).  Para ello se había improvisado una diminuta sala de conciertos en el centro en la planta noble, con sillas ocupadas por unas veinte personas, atildadas como merecen los actos sociales y predispuestas a permanecer inmóviles y en silencio, tal y como prescriben los manuales de buenas costumbres. Todo iba bien hasta que, de repente, un incidente imprevisible alteró la situación idílica: a los pocos minutos del comienzo de la interpretación, un autobús cargado de turistas se detenía a pocos metros del Museo  y de él descendían cuarenta personas con otras tantas cámaras fotográficas, ávidas por recorrer las salas y conseguir los recuerdos consecuentes
El choque de expectativas fue brutal y a los pocos minutos el concierto para flauta y guitarra se había transformado en una sinfonía surrealista de mecanismos electrónicos, pasos nerviosos, comentarios inoportunos  y otros ruidos "musicales" —según John Cage—,  entre acordes forzados por el desasosiego de los intérpretes y el desconcierto de quienes permanecían en sus asientos, con rostros de concentración absoluta.
Al finalizar la obra de Heitor Villa-Lobos, los intérpretes se retiraron para descansar y un malicioso levantó la voz para decir (por supuesto, en italiano):
—¿Quién cambió el programa por la  "Sinfonía Española", de Lalo?
Los testigos sonrieron discretamente, como convenía a la solemnidad del acto. Los turistas ni se inmutaron.
Pocos minutos después, el grupo abandonó el museo y el concierto pudo continuar con normalidad.

Se me ocurre una malicia: como los museos no están concebidos para asumir un autobús de turistas, que limiten el acceso de los visitantes como en el Museo Arqueológico de Florencia... hasta un máximo de veinte o treinta personas, para que no alteren el disfrute estético de los clientes habituales.








En recuerdo del concierto:



Y por supuesto, en desagravio, un fragmento de la Sinfonía Española, de Lalo.

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