martes, 6 de septiembre de 2016

La basílica de Mértola y Nossa Senhora da Aunciaçao

Tenía especial interés por visitar la basílica de Mértola y, por fin, en circunstancias algo forzadas por el calor, la agenda y las peculiaridades urbanísticas y topográficas de esta hermosa ciudad, me fue posible acercarme a ella y, “de paso”, a la iglesia de Nossa Senhora da Aunciaçao, cuyo solar fue ocupado por una mezquita, que, a su vez, pudo haber sido edificada sobre una iglesia anterior.
La “basílica paleocristiana” de Mértola (así la titulan oficialmente) se ofrece al visitante como un espacio museográfico convencional, con expositores y cartelas, yuxtapuesto a los restos de la antigua edificación, que se ofrecen en su propio “valor arqueológico”. El conjunto está  protegido por una estructura de discreto valor arquitectónico… que no es poco en tiempos dominados por la tendencia a ofrecer alardes creativos en casos similares.
El conjunto propone una experiencia que, para el lego y en relación a los problemas que planteaba en una entrada anterior, trasciende la pobreza relativa de los restos, y para los diletantes, deviene propuesta elogiable, contando incluso con ciertos aspectos discutibles que destacaré enseguida. En todo caso, algunas de las piezas tienen un interés muy especial desde ciertas cuestiones tratadas en este blog.


Como el lector ya habrá adivinado ese interés se polariza en torno a los restos de ornamentación arquitectónica y también a la colección de lápidas funerarias que concentran un número singular de datos para documentar que, al menos durante el siglo VI, en esa zona peninsular, se empleaba el arco de herradura —más o menos peraltado— en las lápidas funerarias. En dos o tres el arco ultrapasado está sugerido levemente, mientras que en la de Andreas no cabe la menor duda sobre la voluntad "representativa" de quienes intervinieron en el encargo. La lápida de Andreas, primer cantor de la sacrosanta Iglesia Mertiliana, que falleció a los 36 años, el 30 de marzo del año 525, está organizada mediante una “puerta” con arco de herradura doblemente sogueado, según fórmula mal adaptada a la posible “realidad representada” dado que la rosca exterior queda “volada”, como superposición sobre la interior, apoyada sobre una especie de capitel exageradamente peraltado, en cuyo interior existen tres niveles de volutas de diseño caprichoso; bajo ellos, el artífice colocó dos fustes sogueados con basa de moldura doble. El arco rodea un Crismón de hechura convencional para le época en que fue realizado y la inscripción se completa con una cruz con alfa y omega, asimismo, frecuente durante los “primeros años” del cristianismo.
No creo que en esta entrada merezca la pena debatir si lo representado respondía a algún tipo de “realidad arquitectónica”, pero sea como fuere, me parece un dato muy relevante en el sentido de lo planteado en la entrada dedicada específicamente al arco de herradura: en el siglo VI y, al menos, en esta zona, el arco de herradura era un elemento arquitectónico familiar para quien encargó la lápida y, por supuesto, para quien la talló. No sé si accidentalmente, en este caso el arco aparece asociado a elementos ornamentales específicamente "mozárabes", empleados con mucha frecuencia en lo que a este descarado amanuense le parecen testimonios de un "extraño" influjo bizantino documentado en la diócesis de Astorga y sus proximidades durante el siglo VI.


También tienen especial interés los dos capiteles que aparecieron en las proximidades del recinto de la basílica y que, acaso con cierta precipitación, los arqueólogos que los publicaron en el año 1993 consideraron coetáneos a la basílica. Sin embargo, existen dos circunstancias que dificultan esa adscripción o, cuando menos, que fueran realizados expresamente para ella:
1.  Tiene alturas diferentes (41 cm y 30 cm., respectivamente) de manera que es difícil imaginar que fueron concebidos para la función estructural reflejada en la instalación museográfica.
2.  Pertenecen a concepciones tipológicas diferentes y, muy probablemente, a circunstancias culturales alejadas en el tiempo,  de manera que resulta muy forzado adjudicarlos a los siglos VI-VII como proponen quienes redactaron el “informe” de 1993 coordinado por C. Torres y S. Macías.
MERT01
El primer capitel (MERT01) es, a mi juicio, un capitel de orden corintio y hojas lisas, según configuración común durante el Pleno Imperio. Aunque es difícil situar con precisión los capiteles de este tipo, el carácter de los caulículos, las volutas perfectamente marcadas incluso en volumen, la manera de marcar el labio del kalathos y, sobre todo, el eje axial (compárese con el FAM516 del Museo de Faro), apuntan hacia fórmulas relacionadas con la “declamación imperial” de los siglos I y II. Es fácil encontrar paralelos en los trabajos de Scrinari, Pensabene, etc.

MERT02
El MERT02 es algo más difícil de situar puesto que su organización estructural responde a fórmulas “más evolucionadas”. No obstante, la mera de interpretar las hojas, mediante “pencas” gruesas, sugiere la posibilidad de un momento más tardío o en un ambiente menos "oficial" que el correspondiente al MERT01. Estructuralmente es un capitel derivado del orden corintio o “corintizante” que consta de dos coronas de hojas de concepción tosca, volutas angulares, kalathos irregular pero con labio bien marcado, ábaco de escasa concavidad y brazos prácticamente rectos. De nuevo se plantea el dilema que, a efectos de catalogación, nos obliga a elegir entre una fórmula derivada de los modelos imperiales o de las variedades del Bajo Imperio o, incluso, de época bizantina. En este caso, a juzgar por la naturaleza del kalathos, es más probable que se trate de una pieza relativamente temprana, de los alrededores del año 400, realizada por un taller poco versado en la talla de la piedra y, tal vez, concebido para ser “acabado” mediante ornamento “vegetal” pintado.

Como el lector ya imaginará, aunque estos dos capiteles fueran realizados en momentos dispares, ello no supone discutir la posibilidad de que fueran empleados en la basílica cristiana: no existe impedimento alguno para admitir la posibilidad de que fueran reempleados; por supuesto, también cabe la posibilidad de que no fuera así.

En la iglesia de Nossa Senhora da Aunciaçao, que fue mezquita y, probablemente, también iglesia, hay varias piezas de interés.  Los trabajos arqueológicos han rescatado varios fragmentos de ornamentación arquitectónica, que se exhiben en una zona de ambientación museográfica manifiestamente mejorable. A ellos aún hay unir dos capiteles reutilizados que continúan en la iglesia cumpliendo función estructural.

MERT05
MERT06
Los MERT05 y MERT06 incrementan la familia de capiteles de hojas lisas que mencioné al recoger los del Parador de Mérida y los de Santa Eulalia; se distinguen de los primeros porque siguen la tradición del orden corintio y ello los pone en relación con los similares al C0203 de la mezquita mayor de Córdoba. Los de Mértola definen pareja caracterizada por la peculiar manera de ornar el borde del kalathos, en un sentido próximo al mencionado capitel cordobés  Teniendo en cuenta los precedentes emeritenses, también estos capiteles pudieron ser concebidos para que completaran el ornato artífices “pintores”, que los recubrirían con acantos, tal y como está documentado en el llamado Templo de Diana de Mérida (del Culto Imperial).

MERT03
El capitel MERT03, que apareció descontextualizado, sigue fórmula estructural de volutas en V, pero muy evolucionada, con dos coronas de hojas de pencas, volutas muy estilizadas y ábaco prácticamente cuadrado. En las entradas anteriores he recogido algunas piezas italianas que podrían servir para definir referencias algo forzadas; entre ellas destaca la BSSM06, del Museo de Benevento, de estructura diferente pero con un cuerpo superior muy similar.
En la cartela lo adjudican al siglo VI. A mi juicio, podría ser algo posterior: siglos VI-VII.


También ofrecen un cimacio muy geometrizado, que adjudican a los siglos VI-VII, a mi juicio, con buen criterio.

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